lunes, 31 de mayo de 2010

Mi biblioteca de libros de memorias: introducción

Foto: Feria del Libro de Santiago de Chile, noviembre 2009

En el número 666-667 de la revista El Ciervo (septiembre-octubre 2006) tuve la oportunidad de publicar, en la sección "Lectores y lecturas", un texto fragmentario en el que reflexioné sobre libros de memorias que me impactaron especialmente. Iré presentando esa selección. Ahora dejo las palabras que sirvieron como entradilla.

De repente, las vidas de otros son, en las profundidades de la emoción y el espanto y la sensualidad, las de uno mismo. Somos, en parte, los libros que hemos leído, y dónde y cómo los hemos leído: vida-lectura se mezcla frente a la vida-escritura de otro ser humano. Así, para hablar de libros autobiográficos, hay que revisar la propia memoria, quién era nuestro yo y cómo fue leyendo unas cuantas vidas escritas que le marcaron más allá de su impresión intelectual, histórica, sociológica o informativa. Por eso, aquel yo lector ya no soy yo, sino otro, diríamos al modo rimbaudiano, y el sujeto se convierte en objeto: Yo un Joven del Pasado. Entonces no hay lugar hoy para el porqué racional de un gusto concreto, sino para el ser de ayer en su circunstancia lectora.

sábado, 29 de mayo de 2010

Antología personal de música clásica: XIII y fin

JOAQUÍN RODRIGO
Concierto de Aranjuez
.
El recorrido termina, y lo hace como al comienzo: aludiendo a una versión moderna de una pieza que, como el Canon de Pachelbel de la primera entrega, ha sonado tanto que ya ni nos concentramos en ella. Un día descubrí el disco de Miles Davis dedicado a la música española. Su manera de interpretar, de entender en clave de jazz, el Concierto de Aranjuez, me pareció sublime. Un día vi al guitarrista John Williams en la tele tocar la obra, y como siempre que la escucho, una extensa emoción me sobrecogió: era la pieza musical preferida de mi abuela.

jueves, 27 de mayo de 2010

Narrativa española del 2010

.
En este siglo XXI de sobreabundancia de oferta cultural de ocio, es más que nunca la hora del lector... entretenido, se podría decir parafraseando la célebre expresión de José María Castellet. La tendencia, en estadísticas, abunda en la narrativa de género –histórico, policiaco– pero siempre la edición es un totum revolutum en el que también se encuentran textos de un calibre literario más ambicioso. Destaquemos algunos títulos para ilustrar lo apuntado.

Begoña Aranguren obtuvo el premio Azorín con El amor del Rey (Planeta), la historia de la amante de Alfonso XIII con la que tuvo dos hijos ilegítimos. Lorenzo Silva dio la quinta novela protagonizada por sus guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, La estrategia del agua (Destino), que cuenta cómo éstos se enfrentan al caso de un hombre muerto con dos tiros en el ascensor de su casa. Silva es uno de esos escritores que dotan a sus novelas de un fondo social que podemos identificar con las luces y sombras de la España actual. Y algo de eso hay en una novela también de trama misteriosa en la que se reflejan las ciudades de Barcelona y Madrid con mucho humor, Uno de los muertos (Temas de Hoy), de Carlos Luria, que narra los intereses y crímenes alrededor de unos laboratorios farmacéuticos.
.
En la línea de abordar una situación actual que conecte con el pasado más dramático se mueve el último premio Nadal, Lo que esconde tu nombre (Destino). Lo recibió Clara Sánchez por esta novela en la que su protagonista, una joven embarazada, conoce a dos ancianos noruegos y a un superviviente del campo de exterminio de Mauthausen. Se trata de un viaje en el tiempo, hacia la redención metafórica; como en Dublinesca, de Enrique Vila-Matas (Seix Barral), donde un editor jubilado visita Irlanda en pos de vivir una suerte de huida literaria, de conjunción con el Ulises de Joyce.

La calidad narrativa de estos dos autores, y su fuerte impronta comercial, comparte librería con artistas que siempre proporcionan excelencia estilística, atrevimiento argumental y profundidad sentimental. En el primer caso, cabe señalar los ocho cuentos de La ciudad desplazada (Pre-Textos), de José María Conget, siempre deslumbrante en su tono narrativo, irónico, sutil, melancólico y humorístico. En el segundo, hay que mencionar a Luis Magrinyà y su Habitación cerrada (Anagrama), según él mismo una novela que es como «una instalación narrativa» que mezcla diversas historias sorprendentes en tiempos y espacios distintos. En el tercero, Ojos que no ven (Anagrama), de José Ángel González Sainz, que recrea la vida de una familia que se desplaza al norte en busca de hallar otras oportunidades labores. Una novela que conjuga tres generaciones de personas humildes que afrontan la crueldad de los tiempos que les ha tocado padecer.

Por otra parte, es necesario reseñar parte de la numerosa presencia de literatura venida de América Latina que, en tantas ocasiones, es sinónimo de gusto por cuidar la lengua castellana. Ejemplo de ello es Hernán Rivera Letelier con El arte de la resurrección (premio Alfaguara), la historia del Cristo de Elqui, un predicador cutre que busca en el desierto a una prostituta devota de la Virgen. Todo con un gran sentido de la sutileza humorística y un estilo narrativo enjundioso. Como igual de enjundioso, aunque algo más barroco, es el del cubano Abilio Estévez, como se aprecia en El bailarín ruso de Montecarlo (Tusquets), novela sobre un estudioso de José Martí que es invitado por una universidad española y cuyo viaje se convertirá en un enfrentamiento con sus propios anhelos y recuerdos. Asimismo, cabría tener en cuenta al mexicano Daniel Sada y Ese modo que colma (Tusquets), conjunto de relatos donde el autor mexicano literaturiza las pasiones y hábitos más significativos de su país.

Mucha y variada literatura para, como dice el peruano Alfredo Bryce Echenique en un cuento de La esposa del Rey de las curvas (Anagrama), encarar esta vida nuestra, «chata y angustiosa, y, a la vez sumamente aburrida, muy a menudo, y, para colmo de males, sin un desenlace conocido».
.
Publicado en La Razón, 27-V-2010

martes, 25 de mayo de 2010

Te adoro, Clarice



El mes pasado, en la mesa compartida de Casa de América con José Balza, con motivo de la presentación de su novela Percusión, una mujer, al final del acto, le formuló un par de preguntas al escritor que tenían que ver con el Brasil. La segunda de ellas aludía a Clarice Lispector.

José simplemente dijo: "La adoro", y entonces recordó cómo había ido leyendo sus libros desde décadas atrás, cuando se traducían en América Latina antes que en España.

En aquellos momentos en que él hablaba de la hermosura, profundidad, delicadeza de Clarice y sus libros, su voz fue la mía, pues eso mismo siento yo por esa escritora que siempre resulta sensual, fascinante, poderosa.

Estas cartas que acaba de publicar Siruela tal vez sólo sean interesantes para los adictos a Clarice, pues no aportan asuntos literarios generales o particulares suficientemente atractivos para el lector común, pero cualquier pedazo de reflexión venida de Lispector es un rayo de luz, es una saudade feliz.

"Vivo esperando la inspiración con una avidez que no da tregua. He llegado a la conclusión de que escribir es lo que más deseo en el mundo, más que el amor." (enero, 1942)

lunes, 24 de mayo de 2010

Antología personal de música clásica: XII



CLAUDE DEBUSSY
Dos arabescos
Claro de luna
Primer movimiento del Cuarteto de cuerda nº 1


Debussy es una de mis debilidades. Me parece absolutamente maravilloso, y lo cito en Hildur, como a Chopin. En su día fue incomprendido por hacer una música distinta a todo, y yo lo descubrí en los años de universidad; destaco aquí un par de piezas pianísticas memorables, además de un cuarteto de cuerda que, tiempo atrás, vi interpretar en primera fila en el Auditorio de Barcelona, fascinado por cómo los cuatro violinistas rasgaban sus instrumentos haciéndome inmensamente feliz.

sábado, 22 de mayo de 2010

El viaje a USA más ingenioso



Dadle a Gilbert Keith Chesterton una idea u observación cualquiera y le dará la vuelta. Siempre tendrá razón, porque hará de la paradoja, de las variables de cada argumento o acto, una explicación convincente. Y además sin que la diferencia de opinión sea motivo de conflicto, porque, tal como cuenta en su Autobiografía, se puede estar en desacuerdo con todo interlocutor sin regañar jamás, como le sucedió con Bernard Shaw durante lustros en la prensa británica. Ya lo dijo Jorge Luis Borges al reseñar las citadas memorias (póstumas) en 1937: «Innecesario hablar de la magia y del brillo de Chesterton. Yo quiero ponderar otras virtudes del famoso escritor: su admirable modestia y su cortesía».
.
El lector español, en los últimos años, ha tenido la ocasión de conocer con frecuencia la experiencia de la sutil paradoja chestertoniana, y su estilo elegante, humilde y cortés, mediante un buen número de libros de ensayos del escritor inglés, en particular gracias a las editoriales Acantilado y Renacimiento. La primera dio en 2006 una selección de artículos, de los más de cuatro mil que publicó el autor, titulada Correr tras el propio sombrero (y otros ensayos), preparada por Alberto Manguel, que destacaba el «estado de asombro permanente» que muestra Chesterton, pues su inquietud y curiosidad no tuvieron límites.
.
En parecidos términos habla Abelardo Linares, editor de Renacimiento, al presentar Lo que vi en América (traducción de Victoria León): «Desde los primeros párrafos del libro asistimos ya, asombro y maravilla, a la interminable y deslumbrante catarata de sus juegos de ingenio». Y ciertamente, tales divertimentos retóricos, de aguda inteligencia y gran sentido del humor, llenan cada una de las páginas de estos diecinueve escritos que nacieron a partir de un viaje a Estados Unidos que realizó el autor para dar unas conferencias. El volumen, que se publicó en 1922 y aún no se había ofrecido en castellano, empieza de un modo que no tiene desperdicio: «Nunca he logrado desprenderme de mi vieja convicción de que viajar nos estrecha la mente».
.
Pero la mente de Chesterton es cualquier cosa menos estrecha, claro está, y viajar a aquel lugar en fechas tan significativas una excusa para que la comparación entre los neoyorquinos o londinenses proporcione mil y una disquisiciones, a cual más desconcertante y divertida, que además tienen plena vigencia, muy en especial en cuanto a la economía: «Los negocios son puro romanticismo, pues no son realidad»; «el dólar es un ídolo porque es una imagen; pero es una imagen del éxito y no del disfrute material»; «el industrialismo se expande porque está en decadencia»: «el Capitalismo constituía en sí mismo una crisis, y una crisis pasajera; y que no se trataba tanto de un derrumbamiento como de la solidez que nunca había conocido»...
.
La entrada al país ya implica una gran broma: el cuestionario que todo visitante ha de responder con preguntas tan absurdas (las actuales son similares) como ¿es usted anarquista? o ¿es usted polígamo? En manos de un hombre como Chesterton, tal papel es dinamita para el sarcasmo, pero éste jamás es gratuito o despectivo: es el pretexto para una reflexión mayor, por lo que no tardamos en ver ideas acerca de la «americanización», o sea, «la nacionalización de lo internacionalizado. Es construir un hogar de vagabundos y una nación de exiliados».
.
Estados Unidos, país de acogida, es también el lugar de los extremos: Chesterton se fija en sus enormes hoteles, en los rascacielos (menos interesantes para él que sus andamios a la hora de construirlos), en las calles de Nueva York –«ciudad cosmopolita; pero no una ciudad de cosmopolitas»–, en los neones de Broadway, tan artísticos como poco prácticos, en Boston, Washington, Filadelfia y Baltimore, tan distintas a la isla de Manhattan, a su vez diferente por completo al resto de estados (no digamos del Medio Oeste), en el comportamiento de los americanos: decorosos, impuntuales, volcados a un progreso que para el autor –quién puede llevarle la contraria– es sinónimo de disolución.

Publicado en Letra Internacional, núm. 106, primavera 2010

jueves, 20 de mayo de 2010

El corrector de cuentos



Ahora prácticamente ya no existen, pero hubo un tiempo en que los publishers también eran editors, es decir, personas que, aparte de publicar literatura, intervenían en ella, trabajando a veces codo con codo con el autor para mejorar el texto y darlo en las mejores condiciones. De algo así, ateniéndonos al contexto estadounidense, se benefició Thomas Wolfe cuando Maxwell E. Perkins, editor de Scribner’s (donde publicaban también Fitzgerald y Hemingway) se desvivió por corregir las miles de páginas de El ángel que nos mira (1929) hasta transformar aquel diamente en bruto en una obra magna.

Pues bien, Raymond Carver (1938-1988) también disfrutó –algunos dirán, tras leer Principiantes, yo en absoluto, que padeció– de la ayuda de un editor llamado Gordon Lish. Éste, que comandaba el catálogo de Alfred A. Knopf, «cercenó en más de un cincuenta por ciento en dos sesiones de corrección exhaustiva» el original que le había brindado Carver, según los profesores universitarios William L. Stull y Maureen P. Carroll, responsables hoy de restituir los folios de los diecisiete relatos de Beginners, pues así rezaba el título primigenio de lo que se convertiría en What We Talk About When We Talk About Love (1981).

Se trataba del segundo libro de Carver tras ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (1976), el cual escribió y corrigió a lo largo de quince años, de ahí que tal vez no sintiera herido su orgullo creativo a la hora de ver los grandes recortes de Lish. Se diría que Carver tuvo la ¿humildad, comodidad, confianza? de distanciarse de su obra en pos de redondearla, lo hiciera quien lo hiciera; y a fe que se logró, pues basta con comparar ambas versiones: aquella titulada De qué hablamos cuando hablamos de amor por esta otra, Principiantes, también traducida por Jesús Zulaika, para comprobar cómo, en efecto, cada cuento ganó en intensidad, contundencia, claridad.

En ocasiones, las diferencias no son excesivas, como en los dos primeros, «Por qué no bailáis» y «Visor», pero en otros los cortes son ostensibles y hacen de un buen relato, caso de «Belvedere», una historia magnífica de precisión narrativa. Es la diferencia entre el Carver ejercitado en los talleres literarios a los que asistió en su etapa de alcoholemia extrema, y el que se hizo maestro de varias generaciones de cuentistas, con su estilo flaco de adjetivos, parco en descripciones y carente de toda insinuación alegórica o metafórica. Lish incluso llegó a cambiar el nombre de varios cuentos: «La aventura» pasó a titularse «Bolsas», «¿Quieres ver una cosa?» se cambió por «Veía hasta las cosas más minúsculas», «Algo sencillo y bueno» por «El baño». Así, el concepto de autoría ahora da un vuelco y nos preguntamos hasta qué punto Raymond Carver es el autor de los cuentos firmados por Raymond Carver.

Publicado en La Razón, 20-V-2010

martes, 18 de mayo de 2010

Antología personal de música clásica: XI

GIACOMO PUCCINI
“Vissi d’arte” de Tosca
"Un bel di vedremo” de Madame Butterfly
“O mio babbino caro” de Gianni Schicchi
“Nessun Dorma! Vincerò” de Turandot


A Puccini lo llevo en el corazón, y tiene algo de lo que carece su contemporáneo Verdi, que me gusta sin emocionarme. Reconozco que el sentimiento hacia Puccini es muy fácil de adquirir dadas sus canciones operísticas llenas de emoción y dramatismo. Obviamente, la popularización de las arias cantadas por Pavarotti y el recuerdo mitificado de Callas han contribuido a que las piezas que ahora incluyo sean familiares de tanto haberlas oído en el cine y en general en todos los medios audiovisuales.

lunes, 17 de mayo de 2010

El Barça imbatible en Europa

Foto: La Razón

Hoy, cuando todo el mundo, todos los medios de comunicación, hablará del campeonato futbolístico ganado ayer por el F.C.Barcelona, quiero recordar al Barça de baloncesto que tan brillantemente logró la Liga Europea hace dos domingos. Qué gran triunfo de Xavi Pascual, entrenador sutil, modesto, discreto, al que no le he visto una queja amarga, ni un enfado ostentoso, ni una gesticulación teatrera, como ocurre en tantos otros equipos. Se trata de un tipo que confía en sus jugadores, que antes de reñirles intenta comprender sus errores, que no se impacienta. Y eso que hace en una cancha es un ejemplo de vida: hay que esperar a conseguir una buena posición antes de tirar a canasta; no cabe lamentarse de los errores en ataque porque hay que volver a defender. Concentración, comunicación, estilo, esfuerzo. Un juego puede ser la cosa más seria del mundo porque el mundo en sí es un juego. Y hay que jugarlo, serios, concienzudos, pero sin olvidar que es sólo un simple juego.

jueves, 13 de mayo de 2010

Entrevista capotiana a Andrés Neuman


En 1972, el escritor estadounidense Truman Capote (1924-1984) publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló “Autorretrato” (versión en español dentro de su libro Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él el autor de A sangre fría se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente “entrevista capotiana”, con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Andrés Neuman.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamas de él, ¿cuál elegiría?
La cama. Allí caben los libros, los cuerpos, la comida.
¿Prefiere los animales a la gente?
Nunca; salvo que hablemos de ciertos animales que son vecinos nuestros o ministros.
¿Es usted cruel?
A veces.
¿Tiene muchos amigos?
Eso creo. Son mi mayor tesoro, excepción hecha de la cama.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sensibilidad, sinceridad, inteligencia. En ese orden.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Los de verdad, generalmente no.
¿Es usted una persona sincera?
En la intimidad, sí. En las entrevistas, ya se imagina usted.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Es que no tengo tiempo libre. Siempre se me ocupa antes de llegar a preguntarme en qué podría ocuparlo. Pura metafísica.
¿Qué le da más miedo?
La enfermedad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Las guerras, los fascistas y los malos escritores.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No existir.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Antes jugaba mucho al fútbol. Ahora mis rodillas hacen lo que pueden. En verano me gusta nadar por las tardes. Y hago el amor todo lo que puedo.
¿Sabe cocinar?
Regular. Me las apaño. Pero prefiero fregar.
Si el Reader's Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre "un personaje inolvidable", ¿a quién elegiría?
A Rimbaud.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra mas llena de esperanza?
Vida.
¿Y la más peligrosa?
Verdad.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No será usted de la secreta, ¿verdad?
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Absolutamente de izquierdas. Pero sin siglas: nunca llego a identificarme totalmente con ningún partido. Desde luego, jamás votaría a la derecha.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Medio centro del Real Madrid.
¿Cuáles son sus vicios principales? ¿Y sus virtudes?
Vicios: la literatura, los viajes, el alcohol, el billar, el fútbol, leer el periódico, mirar el mar, las camas. Virtudes: me las reservo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Es difícil imaginar la muerte según un esquema, porque la muerte es la rotura de todos nuestro esquemas. Prefiero no saber qué responderle.
T. M.

martes, 11 de mayo de 2010

La ciudad ideal. Guía para visitar la Utopía platónica

Foto: Lidia Montesinos

En el número 86, de marzo-abril, de la revista Clarín, publico un ensayito sobre el concepto de utopía en Platón, con fotos de Atenas, pero con el tono de guía de viaje, considerando al lector un turista y como un lugar turístico esa ciudad de Utopía. He aquí los párrafos iniciales:
.
"Para aquel que desee preparar un viaje allá donde todo puede hacerse realidad, hasta los sueños, las predicciones y las fantasías, nada mejor que afrontar cualquiera de los caminos que conducen a Utopía, ese lugar que no existe, 'plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación', según el diccionario. Para el viajero, es el país más accesible, el más próximo, el más íntimamente ligado a su instinto de huir, escapar o salir del lugar que ocupa. Las direcciones son infinitas; los senderos, ilimitados; el punto y el momento de llegada, al gusto del consumidor.
.
El viaje que emprendemos, al componerse de ilusión, lo está también y sobre todo formado de palabras, de invenciones ficticias, de literatura. Pero también sabemos que muchas veces los libros hablan, incluso desde lo fantástico, de la cara oculta y menos visible de la realidad, del vivir cotidiano.
.
Los que visitan con frecuencia el territorio de la Antigüedad advierten que, para pisar Utopía, cabe acudir a lo que Platón ya expuso en su día en varios de sus textos. Por otro lado, tampoco ahora se trata de que nos planteemos viajar a otra de las caras de Utopía –aquella que remite a lo exótico, a lo extraño– con el fin de vivir aventuras; es más bien Utopía la entrada a un mundo donde todo se reconstruye, donde el viajero penetra en realidades desconocidas, sorprendentes y asombrosas, tanto por sus rarezas como por su dosis de elevado sentido común. Y al igual que le sucede al turista occidental al arribar a puertos orientales, o al moderno ciudadano nórdico acostumbrado al confort y a la tecnología punta en el momento en que descubre un continente vencido por el hambre, el hecho de cruzar el umbral de Utopía también guarda esa impresión de cambiar radicalmente de escenario.
.
Por esta razón, el viajero que pretenda conocer dicha tierra habrá de soltar el lastre de los prejuicios, llevar con él lo imprescindible, tener los ojos muy abiertos y a punto su cámara fotográfica o de vídeo, pues no cabe duda de que la sorpresa continua merece ser registrada. Los mapas ayudarán lo justo, pues necesitaremos con tanta exactitud como libertad la sugerencia de ir por unos caminos u otros. Si a menudo utopía es sinónima de quimera, de objetivo irrealizable, el viajero muy bien podrá entregarse al azar de las calles, las plazas, los edificios, las carreteras, los cielos y las montañas de cada ciudad de Utopía." [...]

domingo, 9 de mayo de 2010

Antología personal de música clásica: X



Primer movimiento
del Concierto para violonchelo y orquesta en E menor
de EDWARD ELGAR

Elgar se ha sumado a esa inacabable lista de compositores que descubro encandilado de repente y sobre el que deseo conocer todo. Lo cito en Hildur, recordando su pieza más célebre teniendo presente la banda sonora de Hillary y Jackie, película ofrecía ese hermoso adagio.

viernes, 7 de mayo de 2010

Mis poemas y crónicas sobre Nueva York


VOLVÍ DE NUEVA YORK con una frase de Le Corbusier impregnada en el deseo literario: «NY es una catástrofe, pero es una magnífica catástrofe», decía un póster de una cafetería donde desayuné unos días de junio de 1997. Miraba por los ventanales la Octava Avenida con la calle 48, y escribía en mi diario de viaje. Catástrofe, pero también libertad; eso es Manhattan a ras de un suelo hormigueado por turistas, y muy arriba, desde el mirador del Empire State Building: convención de mochilas a la espalda, cámaras de fotos, miradas de asombro y la tenue sonrisa del que se siente en un lugar único contemplando la pacífica urbe con su color difuminado... (Texto de la solapa)

Este pequeño libro que acabo de publicar es el espejo de la vida, de tres visitas a Nueva York (años 1997, 2007 y 2008) que me inspiraron tres diferentes textos: el breve poemario «Escenas de la catástrofe» fue publicado en su día en la revista El Extramundi, que por entonces coordinaba Rafael Conte; las crónicas viajero-literario-autobiográficas «New York-Baltimore connection» y «El precio de una ciudad: Manhattan desde Brooklyn», aparecieron, con fotografías propias, en la revista Clarín (desde aquí mi más sincero agradecimiento a José Luis García Martín). Ahora, el trío neoyorquino se une en Escenas de la catástrofe gracias a Juan José Martín Ramos, responsable de esta bella iniciativa de la editorial Polibea en cuya web se puede leer uno de mis poemas y, además, unas frases que ha escrito para la ocasión mi estimadísimo Antonio Rivero Taravillo (haciendo clic en él, aparece su prólogo completo).

miércoles, 5 de mayo de 2010

Sobre "Percusión", junto a José Balza

Hace una semana, tuve el placer de compartir mesa, en la madrileña Casa de América, con Antonio Rivero Taravillo, Ernesto Pérez Zúñiga y José Balza, para presentar la obra de este, que he prologado, Percusión (1982). He aquí algunos fragmentos de mi intervención, de la que he extraído los recuerdos personales con el escritor para dejar sólo mi impresión por su literatura.

[...] la raza de escritor que es José, que lleva su obra a cuestas, en su imaginación lingüística y visual, y vive para arquear la espalda y anotar una hoja de papel en todo momento y lugar. Es de la estirpe de los escritores que más admira: Cervantes, Kafka, Proust, que existen para hacer que exista una Literatura, que sacrifican hasta la vida personal para que emerja el arte, para responder a su instinto poético, narrativo, con novelas y cuentos.

De ahí que ese tipo de autores, en constante reflexión, sean un todo de mente y carne: cerebro y sangre que confluyen en la voz que opina, describe, comunica. [...] su compleja interioridad artística, su soledad creativa, es el contrapeso de su mundo exterior: de profesor, conferenciante, comunicador en tantas universidades de América y Europa. Y esto, su visión del mundo global, de ciudades y tiempos diferentes, se nota en Percusión, una de las lecturas que más satisfacción me han dado en 37 años de leer y leer y leer, y a veces, escribir sobre lo leído.

[...] Al ver que Percusión, una obra tan extraordinaria, estaba ausente de una industria editorial española que pare miles de novedades y reediciones cada año, que un texto tan maravilloso estaba oculto, descatalogado, me prometí, con la ilusión que dan los proyectos concebidos en la juventud, restituir como se merecía esa obra. Pero tal cosa no llegó hasta el año 2009, cuando Antonio Rivero Taravillo aceptó mi propuesta de publicar la novela de nuevo, incluyendo un prólogo del que me encargué con fervor y entusiasmo. Para mí es un sueño cumplido en dos partes: primero la materialización en forma de libro, a inicios de 2010, y ahora con su autor presente.

Cuando estudié la obra de Balza para preparar esta edición, di con unas frases muy oportunas, de un buen investigador literario, R. H. Moreno Durán, que decían: «Autor de ejercicios, Balza ratifica con tan sobrio apelativo su permanente e incansable quehacer literario. Un quehacer definido por la búsqueda y la experimentación, alejado de las fórmulas manidas y de la retórica que las califica. No es ni puede ser un autor popular, y en su solitario desafío con las formas radica su compromiso con la escritura del porvenir».

Ciertamente, Balza es un autor de una dimensión literaria fuera de serie, pero cuántos han sido eso y además, han cobrado popularidad. Pero eso no es lo sorprendente en nuestro caso, pues el alcance del autor hasta el lector tiene senderos secretos e imprevisibles. Lo sorprendente es que la crítica especializada, experta a veces en ningunear a autores u obras de calidad excelsa y de destacar libros insulsos, dejándose empujar por modas y tendencias de la masa, no haya reparado como debiera en un texto como Percusión, a mi juicio una joya absoluta de la literatura hispanoamericana, de la literatura en lengua española, de nuestra modernidad occidental.

Pero a la vez me gusta que José no haya sido agrupado en booms, grupúsculos o amiguismos editoriales. Creo que eso afianza su libertad de creador, de ciudadano del mundo, de artista inclasificable en el que el aforismo, el ensayo, la novela, la nouvelle, el cuento y el microcuento, el artículo y la investigación crítica y académica, se mezclan en el alma de un escritor total, de mundo a veces hermético y a veces sencillo, pero siempre fascinante, luminoso, desbordante de lenguaje con ese estilo excepcional suyo, siempre misterioso y de interpretación inagotable.

domingo, 2 de mayo de 2010

Antología personal de música clásica: IX



Primer movimiento del Concierto para piano nº 1 de FREDERIC CHOPIN

Chopin es una de mis referencias musicales constantes, también desde la época postadolescente. El concierto para piano que cito me gusta más que sus Nocturnos, por ejemplo. Hace algunos veranos, vi un concurso en la tele para jóvenes pianistas. Uno de ellos tocó esta pieza, y sentí esa satisfacción de reconocer una obra de principio a fin, de disfrutar todavía más porque a mi memoria auditiva se sumaban ahora las manos de aquel chico, pues para mí hay pocas cosas más hipnóticas y hechizadoras que unos dedos desplazándose por el teclado. Algo parecido me pasó una vez viendo a Daniel Barenboim en la tele interpretar las 40 Variaciones Goldberg.