miércoles, 28 de julio de 2010
Lectores de "Sin"
sábado, 24 de julio de 2010
Elogio del lector infantil
martes, 20 de julio de 2010
Homenaje por un centenario
viernes, 16 de julio de 2010
Mi biblioteca de libros de memorias: VI y fin
Juventud
Este punto de vista aquí tratado, ese “aquel joven”, esa distanciada tercera persona que habla desde una primera y que literaturizó Camilo José Cela en Viaje a la Alcarria de un modo aún no superado –el Cela vagabundo y joven que en su madurez escribirá dos volúmenes de tremebundas memorias–, lo reinventa para mí ese sudafricano oculto con siglas e impronunciable apellido. “Vive en un apartamento de una sola habitación junto a la estación de ferrocarril de Mowbray que le cuesta once guineas al mes.” Así empieza el libro con aspecto de novela pero que es la remembranza de cómo Coetzee salió de Ciudad del Cabo, siendo un estudiante de matemáticas de diecinueve años, y viajó a Londres para intentar labrarse un futuro, hasta que, con veinticuatro, trabajando como programador informático, entienda que sigue fracasando, que no ha sabido emprender de modo efectivo su sueño de ser poeta.
jueves, 15 de julio de 2010
Nueva York dibujada
Necesitaría más palabras que líneas trazadas por Robinson (seudónimo) para ser capaz de expresar mi asombro, mi admiración gigantesca por este libro, el homenaje gráfico, visual, artístico a Nueva York más imponente que he visto. Quién dibujara así, suspira el dibujante que una vez tuve dentro....
Manhattan, de día y noche, vista desde el Empire State, adentrándose en el metro y en los museos, panorámicas de los parques, estatuas, calles. Qué absolutamente impresionante esta entrega por parte del artista alemán, nacido Werner Kruse (1910-1994), por la ciudad de las ciudades. Y es que como dice en el prólogo Matteo Pericoli: "Nueva York es el objeto artístico más generoso de cuantos existen: se entrega completamente sin vacilar, y al mismo tiempo incita a opinar sobre ella con una morbosa curiosidad. La obra de Robinson es un valeroso acto de amor".
lunes, 12 de julio de 2010
El suicidio de los poemas
sábado, 10 de julio de 2010
Mi biblioteca de libros de memorias: V
En el tiempo previo a su salvación en forma de huida definitiva, de independencia modesta pero esperanzada, el joven lee un libro de un tipo desconocido que le ofrece una de las cosas que más quiere: la Irlanda profunda, y por ende el Dublín al que un día voló de forma impulsiva para vivir de literatura y caminatas durante varios días en los que no sabía ni dónde iba a dormir. De forma análoga, por cierto, a como había hecho Paul Auster, como se lee en A salto de mata, memorias que años después descubrirá el joven viéndose reflejado en un pasado común de pobreza y perdición, de huida dublinesa y deseos poéticos.
jueves, 8 de julio de 2010
El cantante de las hadas
En el Saint Stephen’s Green de Dublín, nos topamos con dos exiliados que nunca dejaron Irlanda, pues su obra, escrita en Francia, Italia, Suiza... se adentra en la isla ancestral y en la contemporánea, en la mitológica y en la histórica, en la onírica y en la material. Me refiero, claro está, a W. B. Yeats –un exilado intermitente– y James Joyce: dos formas de entender Eire, que se complementan en poesía y prosa, y tal vez por eso comparten la hierba de un parque y el eco artístico de toda una nación.
La estatua de Joyce es un busto figurativo; la de Yeats, del artista Henry Moore, es abstracta: dos formas de entender a ambos autores, pues si Joyce juega con la realidad y el inconsciente, Yeats es el espíritu poliédrico, zigzagueante; como todo gran poeta, es un misterio en sí mismo, una mirada fiel llevada al uso de la rima desde su primera obra, el poema narrativo Las errancias de Oisin (1889), hasta sus Últimas poesías (1939). Y por lo tanto, un gran reto para sus traductores, que han de trasladar lo imposible: la musicalidad, el ritmo, la cadencia de unos versos que, además, han pasado por las manos traductoras de J. Guillén, L. Cernuda y J. R. Jiménez.
Sin embargo, nadie hasta la fecha había versionado la poesía completa de Yeats. El esfuerzo viene a cargo de Antonio Rivero Taravillo (1963), que en este 2010 ya alcanzó otro hito bilingüe: dar la poesía completa de Shakespeare. Su trabajo podrá agradar más o menos a cuantos hayan conocido otras traducciones, pero a efectos de captar la dimensión de la innumerable simbología de Yeats, del folclore y geografía celtas, nadie mejor que Rivero Taravillo, que también ha traducido del gaélico (a Flann O’Brien), editado Antiguos poemas irlandeses (Gredos) y coordinado un libro sobre el Bloomsday.
Es un placer pasar las hojas y detenernos en los poemas que guardan un encanto inmarcesible, como «Ephemera» o «Los cisnes salvajes de Coole», o en aquellos en los que Yeats se emplea en el tempus fugit («A la Irlanda del mañana» o «El amante ruega a su amiga por los viejos amigos»). Un placer que hubiera convenido arropar de notas, pues se trata de una obra demasiado rica en símbolos y nombres propios históricos para dejarla desnuda de contexto. En el breve prólogo, en todo caso, Rivero apunta rasgos que se irán viendo en poemarios como Encrucijadas o La torre: la preocupación nacionalista, la astrología o las historias de hadas. Todo en rimas sinuosas, de ahí que tantos cantantes hayan puesto música a sus versos, porque éstos suenan a oraciones, a un discurso del alma, del corazón, del ego poético del niño William Butler que, frente al místico monte Ben Bulben de Sligo, convirtió la naturaleza en una mirada sobrenatural de la vida.
Publicado en La Razón, 8-VII-2010
martes, 6 de julio de 2010
De música y poemas: el peso de la vida pasada
Un CD de Mark Knopfler comprado en una oferta azarosa, Get Lucky, que lleva a la reminiscencia de otro, que sonaba en los tiempos de pobreza material y espiritualidad melancólica, el tan irlandés Golden Heart, y dentro de la caja, una entrada para un concierto del ex de Dire Straits, 31 de julio, sin año, en la plaza de toros Monumental. Y entonces, en estos días, un par de versos de Yeats, leídos hace tanto tiempo, muy lejos, y llevados a La ciudad gris, versos hallados de nuevo en la Poesía reunida traducida por Antonio Rivero Taravillo. Un sentimiento que lleva a la memoria, y ésta a un sentimiento vivido hoy y sentido antaño. Y el peso de la vida, de los años amontonados, enflaquece el corazón, y la alegría de hoy, por un instante, se oscurece (¿o habría que decir: se ilumina?) con la nostalgia del misterio del tiempo.
Foto: estatua homenaje a W. B. Yeats, Saint Stephen's Green, Dublín
sábado, 3 de julio de 2010
Mi biblioteca de libros de memorias: IV
Confieso que he vivido