jueves, 29 de noviembre de 2012

¿Quiénes cambiaron el mundo?


En el tiempo en que un clic nos proporciona información ingente de todo lo que queramos saber en una especie de “fast food” informativa, Simon Sebag Montefiore ha cocinado un libro enciclopédico y biográfico, hecho a fuego lento con ayuda de cuatro pinches y presentado a modo de tapas: textos de unas tres páginas que nos brindan la posibilidad de degustar lo más granado de la historia. No a partir de acontecimientos sino de aquellos “seres individuales que han cambiado, de un modo u otro, el curso de los acontecimientos del mundo”. Así se expresa el autor en el conciso prólogo para justificar que en un mismo volumen haya reyes, soldados, políticos y artistas.

Montefiore amplía y complementa dos títulos suyos anteriores publicados en Inglaterra, Heroes y Monsters, eligiendo unas doscientas biografías, desde Ramsés II, “el más magnífico de los faraones egipcios” (siglo XIV a. C.) hasta “el fanático” Osama Bin Laden, aunque el libro también va firmado por los historiadores John Bew, Martyn Frampton, Dan Jones y Claudia Renton. Entre los cinco, han conseguido un tono y un criterio homogéneos a la hora de abordar la trayectoria de los señalados como titanes de la historia; una elección que muestra mucha lógica y algunas extrañezas.

Y es que la premisa consignada se adecúa a muchos de estos personajes: a los reyes, emperadores, guerreros y conquistadores, pues desde la geopolítica cambiaron literalmente el planeta y el destino de civilizaciones enteras: antes de Jesucristo, por ejemplo, Ciro el Grande, rey de Persia, Alejandro Magno, que “dilató los límites de lo posible”, Qin Shi Huangdi, creador del primer imperio chino unificado, el general Aníbal o “el aventurero sexual” Julio César; y en nuestra era, Calígula, Nerón o Cómodo dentro del Imperio romano, Atila el Huno, Carlomagno o Basilio II, emperador de Bizancio, “a medio camino entre el héroe y el monstruo”.

De hecho, esa doble vertiente caracteriza a la mayoría de estos líderes. Por eso Montefiore confiesa que tuvo la tentación de dividirlos “en buenos y malos”, aunque enseguida entendió que era un propósito inútil, pues “el genio político y artístico aun de los más admirables de todos ellos exige ambición, insensibilidad, egocentrismo, crueldad y hasta locura en igual medida que decoro y coraje”. Otros ejemplos de los siguientes quinientos años serían Hassan as-Sabbah, “un precursor del terrorismo yihadista moderno”, Saladino, “ideal de rey guerrero”, Gengis Kan, que perpetró “un reinado de terror y matanzas masivas”, Tamerlán, que dominó un territorio que iba de la India hasta Rusia y el Mediterráneo, el otomano Solimán el Magnífico o el ruso Iván el Terrible.

Las monarquías tienen una presencia capital, sobre todo las inglesas, así como las personalidades francesas del periodo ilustrado. Hay unos pocos científicos: Galileo, Newton, Darwin, Pasteur y Einstein; filósofos antiguos como Platón, Aristóteles o Cicerón; mujeres carismáticas como Cleopatra –“Lo más seguro es que no fuese hermosa”–, Juana de Arco o San Suu Kyi; fundadores de religiones y papas; viajeros y navegantes, psicópatas y asesinos, prostitutas con ansias de poder –el caso de Marozia (s. IX) es tremendo– y el clásico caudal de dictadores de la última centuria.

El menú de ilustres en torno al campo del poder configuraría un tomo coherente, pero Montefiore acoge a unos cuantos artistas que, por muy importantes que sean, no “cambiaron” nuestro mundo. Con excepciones, claro está, pues en efecto Shakespeare, Tolstói y Dickens influyeron en la sociedad y en el modo de entender la cultura. Por eso mismo resulta escandalosa la ausencia de Dante, Cervantes y Montaigne, y sobran muchos literatos del resto que se proponen. No encontrarán a Bach, pero sí a Elvis Presley; a Toulouse-Lautrec y Picasso y a ningún otro pintor más. Pero ya lo decía Azorín: la historia es una ciencia plenamente subjetiva.

Publicado en La Razón, 29-XI-2012

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Entrevista capotiana a Edmundo Paz Soldán



En 1972, el escritor estadounidense Truman Capote (1924-1984) publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él el autor de A sangre fría se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Edmundo Paz Soldán.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Nueva York o Madrid.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Me caen bien los perros y los gatos, pero no los tendría en mi casa.
¿Es usted cruel?
A veces quisiera pero no me sale.
¿Tiene muchos amigos?
Doy la impresión de tener muchos amigos porque tiendo a abrirme fácilmente. En el fondo soy muy solitario y más bien me cuesta hacer amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No muchas. Que estén ahí siempre, nada más.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
De vez en cuando sí. Pero imagino que yo también a ellos. Si es amistad verdadera, uno termina por reponerse.
¿Es usted una persona sincera? 
No siempre lo he sido y me siento orgulloso de ello. Con los años me estoy volviendo escandalosamente sincero. Aunque todavía me cuesta decirle a un amigo que no me ha gustado su libro.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo y escribiendo.
¿Qué le da más miedo?
La muerte, pero ya no tanto la mía como la de algún ser querido. Mi pareja, mis hijos, mis padres, mis hermanos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La facilidad con que en Estados Unidos se pueden comprar armas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Hubiera sido periodista, aunque eso también da para una vida creativa. Alguna vez coqueteé con la política, pero por suerte descubrí a tiempo que no me da el carácter.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Natación, a veces. Voy al gimnasio, a veces. Todo a veces. Muy raras veces.
¿Sabe cocinar?
Sé seguir las instrucciones en un libro de cocina.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Bobby Fischer y Maradona.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Consuelo.
¿Y la más peligrosa?
Inconsolable.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Claro que sí. Se me ha pasado a los quince segundos.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Centrista, con fe en el Estado asistencialista.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Inventor de crucigramas.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El desorden. La impuntualidad.
¿Y sus virtudes?
La persistencia. La capacidad para hacer caso a mis obsesiones.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Pensaría en la única mascota que tuve en mi vida. Un loro llamado Panchito, cuando yo tenía siete años y era feliz en mi infancia soleada en Cochabamba.
T. M.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Mi edición de los cuentos de José Balza



Un nuevo desafío llevado a término, una ilusión satisfecha tras una idea que me acompañaba durante estos últimos años: la de editar la narrativa corta de José Balza de forma amplia en España. En el 2010 vio la luz Percusión, también en la editorial Paréntesis, una novela de una calidad difícil de comparar con cualquier otra en lengua española en las últimas tres décadas, y ahora ve la luz, con prólogo de Ernesto Pérez Zúñiga, esta recopilación casi completa. Han sido muchos meses de trabajos, revisiones y comentarios, con final feliz. Agradezco públicamente a Antonio Rivero Taravillo su buena disposición a aceptar esta propuesta mía, y reproduzco ahora los textos de solapa y contracubierta, más este enlace que lleva al libro en la web de la editorial sevillana.

La obra de José Balza (Delta del Orinoco, 1939) abarca novelas y cuentos, además de ensayos sobre teoría literaria, artes plásticas, cine, música y televisión. Ha sido profesor en un gran número de universidades de todo el mundo y recibido, entre otros galardones, el Premio Nacional de Literatura de Venezuela en 1991. Sus obras están traducidas al italiano, francés, inglés, alemán y hebreo, y en España ha publicado los siguientes títulos: la novela Percusión (1982, reedición en Paréntesis en el año 2010 con prólogo de Toni Montesinos) y las antologías de relatos Un Orinoco fantasma (2000) y Caligrafías (2004).
*  *  *
La práctica totalidad de la narrativa corta de José Balza se da cita en este volumen: un recorrido de más de cincuenta años (1960-2011) que han hecho del autor venezolano uno de los maestros del género en toda América Latina. Se aglutinan de este modo los diversos libros de relatos que el escritor publicara, desde 1967 hasta 2008, con una reordenación muy personal, y se integran otros inéditos. El Caribe de la infancia, el amor pasional, la Historia, los homenajes a grandes escritores, el simbolismo del río y la selva, la urbanidad solitaria, el viaje por el mundo, la mirada interior… todas las temáticas que han caracterizado la obra novelística y ensayística del autor de Percusión, su obra maestra editada por Paréntesis en el año 2010, se concentran aquí mediante una prosa subyugadora.

«Autor de ejercicios, Balza ratifica con tan sobrio apelativo su permanente e incansable quehacer literario. Un quehacer definido por la búsqueda y la experimentación, alejado de las fórmulas manidas y de la retórica que las califica. No es ni puede ser un autor popular, y en su solitario desafío con las formas radica su compromiso con la escritura del porvenir.» R. H. Moreno Durán

«Cuánto me ha impresionado su obra.» Julio Cortázar

sábado, 24 de noviembre de 2012

Un camino solitario (sobre Israel-Palestina)


En el año 2009, el poeta Jesús Aguado me invitó a participar en un libro colectivo que se titularía Lo que ha quedado del naranjo. Palestina en el corazón (Diputación Provincial de Málaga). No tengo opinión sobre ese conflicto palestino-israelí que no entenderé jamás. Sé que todo el mundo se decanta por unos u otros, pero yo veo tal ignominia política por ambas partes que la repulsión hacia esos adultos que amenazan y matan me obstaculiza cualquier pensamiento. Mi simplicidad mental y la indignación sólo me permite fijarme en los más vulnerables. A ellos les dediqué el texto que reproduzco a continuación en dicho libro, al final de esta semana tan convulsa en la franja de Gaza, con nuevos muertos menores de edad.


Paseaba la vista por la sala 56 del Museo del Prado, un mediodía de sábado –“Día santo para el judaísmo y alguna otra confesión religiosa” (acepción 2 del DRAE)–, buscando pacificar los latidos del estrés frente a la exacerbación orgiástica de lo demente: El Bosco decía, en El jardín de las delicias, que de lo edénico a lo infernal sólo hay un paso –el pecado, es decir, todo lo que significa ser humano– y justo al lado contrario de la galería, cien años después en el tiempo, Pieter Brueghel hacía desfilar ejércitos de esqueletos en El triunfo de la muerte.

En otro lugar del mundo, a esas horas de respiración artística, se celebra otra fiesta mortuoria, y la madre y su hijo olisqueados por un perro que pintó El Viejo en el centro inferior de su cuadro están, igual de estáticos, igual de muertos, en algún punto de Gaza. Vuelvo a la pared de enfrente, y en la tercera parte del tríptico delicioso, en lo alto y a lo lejos, hay un lóbrego paisaje de destrucción, el de una ciudad en llamas. Y nuevamente en ese instante, un pueblo está siendo bombardeado en un antiguo territorio: el “camino que baja de Jerusalén a Gaza, que es un camino solitario”, por decirlo con las palabras que usa un mensajero del Señor al dirigirse a Felipe, en Los hechos de los apóstoles (8), para decirle adónde ha de ir divulgando la palabra de Dios por los pueblos de Samaria.

La parábola del buen samaritano –el acto de piedad hacia el prójimo– se ha podrido en ese pedazo del planeta en el que mueren los cuerpos palestinos y las almas israelíes en un milenario derby cuyo origen, evolución, pretextos políticos tienen una dimensión tan enorme como ridícula: al abrir el periódico, una borrachera de enfrentamientos estúpidos me confunde hasta hacer más palpables dos pinturas del siglo XV y XVI que las imágenes escalofriantes de miles de personas sufriendo. Y un perverso deseo infantil me viene a la mente, dándole la vuelta a la sátira en la que un Jonathan Swift harto de la pasividad de sus conciudadanos irlandeses, ante los abusos económicos de Inglaterra, sugería que los mayores se comieran a los niños, esa pesada carga. El deseo no es otro que ver metidos en esas telas infernales a todos los adultos armados para que resuelvan sus conflictos ellos solitos, para que los niños se queden fuera de los marcos jugando y burlándose del lugar donde tenían destinado perder la existencia.

“Ahora comprendo de verdad –dice Pedro en Hechos, 10– que Dios no tiene ningún favoritismo con las personas, sino que tiene la misma estimación por todos los que le veneran y actúan con rectitud, sean de la nación que sean. Él envió un mensaje a los hijos de Israel, un anuncio de paz a través de Jesucristo.” Desde finales del año 2008 y a lo largo de enero del 2009, ese mensaje-anuncio pacífico –como ha ocurrido antes, como ocurrirá después– está en un idioma incomprensible para los asesinos de los más pequeños. Incinerados, enterrados, mutilados o supervivientes, todos esos chiquillos deben someterse a la voluntad de los humanos que resisten: doscientos mil escolares regresaron a las aulas tras la ofensiva israelí, se leía en El País (“Vuelta a clase en Gaza entre los escombros”, 25-1-09), aunque “buena parte de esos estudiantes no escuchará a sus profesores en las escuelas a las que siempre acudieron. Las bombas israelíes las han aplastado. Literalmente. Sólo retirar los cascotes y los enormes trozos de techos y paredes llevará meses”, escribía en la noticia Juan Miguel Muñoz, que observó las calles destruidas con gente con cabezas vendadas y muletas, a un niño que había recibido metralla en la mandíbula y en el pecho y al que daban de beber con una jeringuilla al no poder abrir la boca.

En qué fruslería nauseabunda se convierte la política cuando produce cadáveres que tienen la forma de bebés, adolescentes, jóvenes. Ese santo sábado, en la sala 56 del Prado, imaginé la asombrosa mente de El Bosco pintando una jirafa en el primer panel de El jardín, en un tiempo en el que sólo era posible saber de animales africanos mediante los bestiarios mitológicos medievales –en una época en la que un animal era símbolo para explicar las invenciones de Dios–, o mediante los dibujos que empezaron a salir de las imprentas y que tenían a menudo Egipto como tema central.

Y entonces... “Los túneles, a cielo abierto” (ABC, 27-1-09), noticia sobre la tregua en Gaza en la que Laura L. Caro explica cómo se reconstruyen, sin disimulo alguno, los túneles de Rafah que se usaban para la importación de productos egipcios y que fueron destruidos por las bombas. Israel prohíbe el comercio con Egipto, así que los palestinos idearon esas galerías ocultas, “su principal motor económico y fuente de trabajo”, por medio de las cuales llegaban “pañales, generadores, gasolina, animales vivos, tabaco, repuestos... explosivos y armas” en un momento, claro está, en que “Gaza está desprovista de todo”.

Pañales. Animales vivos. Los bebés que sigan viviendo y creciendo tal vez podrán ir un día al zoológico. La ficticia madre con su hijo de El triunfo de la muerte y sus equivalentes reales en la actualidad, no.

Tales “grutas de contrabando” son una entrada a la esperanza, girando el tópico dantesco, pues la esperanza es expectación, y ésta no se aprecia con tanta intensidad como en la fantasía de un niño, que tiene la dicha de vivir sin temer el futuro, de anhelarlo por las cosas buenas que traerá: “El zoo de Gaza, ahora aniquilado por Israel, estaba a la espera de recibir a través de estas galerías una cría de jirafa”, sigo leyendo en la noticia. Las jaulas en ruinas, las peceras en añicos, los fosos convertidos en cementerios: los animales estarán muertos por el terrible safari de las tropas israelíes, y la jirafa bebé irá creciendo, levantando su largo cuello, lejos de donde se celebró durante un mes una gran fiesta organizada por esqueletos adultos, donde cada niño sopló día a día las velas que, al apagarse, iban a traer desde el cielo su propia muerte.

jueves, 22 de noviembre de 2012

El indio de las Antillas



La isla caribeña de Trinidad, la India, Londres y Estocolmo son las estaciones por las que ha pasado Vidiadhar Surajprasad Naipaul (1932) y han hecho el autor que es. Estos escritos autobiográficos reflejan ese itinerario que tuvo un punto de inflexión con el premio Nobel 2001, y que había comenzado siete décadas atrás en un entorno que tardó en comprender. De hecho, varios de estos ensayos inciden en la extrañeza de ser indio en Trinidad, algo “insólito y exótico”, y si bien son páginas bastante repetitivas, pues en varios lugares recalca que su afición por lo literario procedió de su padre, periodista y cuentista, hay pasajes muy interesantes alrededor de la India y de cómo afrontar la escritura.

Su país de ascendencia, que visitó una vez –“Viaje que rompió mi vida en dos”– ya establecido en Inglaterra tras recibir una beca para estudiar en Oxford, cambió sus prejuicios: “Era un país sometido, y también el lugar de cuya gran pobreza tuvieron que escapar nuestros abuelos a finales del siglo XIX”. Una tierra desolada que le hizo replantearse el concepto de “hindú” o “los prototipos de ser colonia o indio”. Frustrado académicamente, cuenta que empezó a escribir a los veintitrés años con una premisa fundamental: “Intentaba continuamente relacionar la literatura con la vida”, y que siempre se ha considerado, por encima de todo, un escritor cómico.

Publicado en La Razón, 22-XI-2012

martes, 20 de noviembre de 2012

Entrevista capotiana a Rubens Figueiredo


En 1972, el escritor estadounidense Truman Capote (1924-1984) publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él el autor de A sangre fría se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rubens Figueiredo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
A minha casa.

¿Prefiere los animales a la gente?
Não.

¿Es usted cruel?
Não.

¿Tiene muchos amigos?
Não.

¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Afeição.

¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sim.

¿Es usted una persona sincera? 
Sou.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Exercícios físicos. Companhia da família. Leitura.

¿Qué le da más miedo?
Fazer mal a alguém.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Insensibilidade com o sofrimento e a exploração.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Além de escritor, sou professor, atividade que me dá mais satisfação.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Natação, bicicleta, ginástica.

¿Sabe cocinar?
Arroz integral. Legumes cozidos no vapor.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Alguém que falasse muito mal do Reader’s Digest e mostrasse como esse tipo de imprensa não ajuda a melhorar a vida de ninguém.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Não creio que alguma palavra tenha essa faculdade.

¿Y la más peligrosa?
Hoje em dia, “americano”.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Não, que eu me lembre.

¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Contra a desigualdade e os mecanismos que a reproduzem e a legitimam.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Mais jovem.

¿Cuáles son sus vicios principales?
Não tenho vícios.

¿Y sus virtudes?
Não ter vícios.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
A imagem de que estou me afogando.
T. M.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Dos pasean juntos



Esta genialidad sin un solo punto y aparte, firmada por un hombre nacido en Niza, de ascendencia italiana, rusa y egipcia, y que aquí se proyecta mediante un álter ego de portentosa inteligencia y cultura, es la primera traducción al castellano de Gabriel Josipovici (1940). Su protagonista es un escritor solitario que dice llevar diez años escribiendo una obra que le despierta reflexiones que comparte sin descanso con un amigo mientras dan largos paseos por Londres. Se trata de un «judío sefardí de Egipto» cuyo monólogo no es tal, pues su alud de ocurrencias y observaciones es transcrito por el amigo que lo escucha, Damien Anderson, aunque al final aparezca un tercer narrador que se refiere a aquél.

En todo caso, los pensamientos sobre la vida, la literatura, el tiempo, la sociedad, son de Jack Toledano, consagrado a esa novela de setecientas páginas llamada «Moo Pak» sobre la cual hay una gran sorpresa hacia el final del libro que desmorona todo lo leído tanto como lo ensalza. La vida y obra de Jonathan Swift es capital en este ejercicio narrativo en el que cada línea plantea una idea honda y próxima, pero también aparecen Beckett, Proust, Kafka, Shakespeare… Un libro que se puede abrir por cualquier página, que tiene un inicio ingenioso, un final novelesco. Narrativa ensayística de primer orden.

Publicado en LaRazón, 15-XI-2012

sábado, 17 de noviembre de 2012

Entrevista capotiana a Santiago Roncagliolo


En 1972, el escritor estadounidense Truman Capote (1924-1984) publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él el autor de A sangre fría se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Santiago Roncagliolo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi casa. Con mi familia.

¿Prefiere los animales a la gente? 
No. Carecen de tema de conversación. Aunque alguna gente también.

¿Es usted cruel?
Sólo con mis personajes de ficción. Matarlos, torturarlos y lastimarlos es legal.

¿Tiene muchos amigos?
No. Tengo amigos de verdad. Esos siempre son pocos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que tengan hijos de la edad de los míos. La paternidad te vuelve práctico.

¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Es difícil decepcionarme porque espero muy poco.

¿Es usted una persona sincera? 
Considerando que escribo novelas, que son mentiras bonitas, supongo que soy un mentiroso muy honesto.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Todo mi tiempo es libre.

¿Qué le da más miedo?
Perder a la gente que quiero y no poder dedicarme a escribir. En ese orden.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La facilidad con que se escandaliza la gente.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Habría sido político. Soy bueno para edulcorar la realidad.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Correr y nadar. Cosas que puedo hacer solo, pensando en mis proyectos.

¿Sabe cocinar?
Sí. Y me encanta.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Peter Sellers. Siempre me he identificado con ese psicópata encantador.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
De momento, "prima de riesgo".

¿Y la más peligrosa?
De momento, "prima de riesgo".

¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No realmente. Pero hay gente que no lloraré cuando muera.

¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Si hay que ser algo, soy de izquierdas. Pero la experiencia, también política, me ha enseñado a no creerle a nadie.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Otro escritor.

¿Cuáles son sus vicios principales?
Fumo. Pero no todos los días.

¿Y sus virtudes?
La tolerancia, supongo. Mi trabajo me ha llevado a hablar hasta con asesinos masivos, y a encontrarlos razonables.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Me preguntaría: "¿Dónde cuernos habré dejado los papeles del seguro de vida?"

T. M. 

jueves, 15 de noviembre de 2012

El cómico pasmado



El intimidante cartel de bienvenida que presenta el canto III de la “Comedia” de Dante –“Perded toda esperanza al traspasarme”, en la canónica traducción de Ángel Crespo– es justo lo contrario de lo que nos transmite el actor Roberto Benigni en este libro divertido, fresco y ejemplarmente pedagógico. Penetrar en la «Comedia», en sus versos endecasílabos distribuidos en tercetos encadenados, los cuales muestran un caudal de infinitas interpretaciones simbólicas, no es en absoluto tarea sólo para eruditos ni literatos. Es una obra, como demuestra a la perfección el creador de «La vida es bella», para todo aquel que quiera conocer la belleza en su más alta dimensión.

«Me quedé pasmado. Cerré el libro encolerizado y dije en voz alta: “¡No! ¡Me ha robado la idea!», cuenta Benigni al recordar su primera lectura del clásico florentino. En este tono humorístico se desenvuelve el actor en su lectura (la edición aporta los cantos íntegros que cita) para, en paralelo, ofrecer una mirada libre de prejuicios, entusiasta y cultísima. Así, Benigni reflexiona sobre cómo leer a Dante siendo muy cuidadoso con los encabalgamientos, por ejemplo, contextualiza la escritura de la obra entre los años 1304 y 1321, comenta diferentes pasajes con astucia y vivacidad… El cómico toscano acompaña a su amigo Dante como este siguió a Virgilio, y de ello hizo todo un espectáculo recitativo en varias ciudades de Europa y Norteamérica.

Y es que este libro, prologado por Umberto Eco, es la síntesis de las «lecturae Dantis» que Benigni realizó en varias universidades con enorme éxito, lo que le llevó a concebir «TuttoDante» en 2006, un show dantesco en la plaza Santa Croce de Florencia que tuvo continuación en la televisión y que acercó el poema más grande de todos los tiempos a un público masivo. Qué más se puede pedir.

Publicado en LaRazón, 15-XI-2012

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Mi oasis en un día de huelga: amanecer



En un balcón, viendo el temprano amanecer centroamericano. El sonido del mar se mezcla con los pájaros. Día soleado, son las 7 ya. El mar y el cielo inundan la visión, y todo es claridad. El sonido de las olas es la música perfecta, un compás eterno, igual y diferente en cada ola.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Unas palabras en la Feria del Libro de Puerto Rico



Gracias por la idea, Yolanda

1 [Agradecimientos] (Esta es una tierra profundamente familiar, en el sentido más trascendente de la palabra.)

2 [Investigaciones hispano-puertorriqueñas] He tenido la oportunidad de escribir y publicar, en mi país, textos que rastrean las huellas de los escritores españoles en Puerto Rico: Salinas, Juan Ramón, Crespo, y en cierta manera quisiera seguir sus pasos y sentirme un puertorriqueño más. Siquiera unos instantes. Uno vive en una cueva donde no hay más luz que las palabras, iluminando la escritura. Y un acto público como este constituye una extrañeza. A uno lo sacan de su madriguera y lo exponen a un montón de escuchadores.

3 [Propósito de la feria] Entiendo que esta reunión obedece al “acto de leer” del que habla el presidente de la feria en el programa de actividades. En él lanza preguntas sobre el destino de la lectura, sobre el soporte físico de la lectura en una etapa donde lo tecnológico-digital se abre paso con fuerza. Quiero decir algo al respecto.

4 [España y la edición] Vengo de un país hoy desgajado, en plena frustración social e inmoralidad política, que se llama España. Un país con unas contradicciones superlativas: el líder del fracaso escolar en Europa, y niveles lectores muy bajos, pero una súper potencia en el mundo editorial. El libro es un producto más del mercado, y la industria que lo ampara produce al año cantidades desorbitantes de novedades. ¿Quién lee esos libros? No tengo respuesta.

5 [El placer de leer] El índice de alfabetización es más grande que nunca, pero la importancia de las humanidades en el poso cultural de las personas ha decrecido. ¿Por qué leemos? En sus ensayos, Montaigne decía que por puro placer. Ese es el principal aliciente. Creo que hay que desacralizar los libros para apreciarlos en su justa medida. Los libros pueden ser innecesarios. Sobre todo los de uno mismo.

6 [Librerías que asustan] Siempre me gusta recordar, en este tipo de contextos, de reflexión lectora, unas líneas del narrador peruano Julio Ramón Ribeyro: «No digo en cien años, en diez, en veinte, ¿qué quedará de todo esto? Quizá sólo los autores que vienen de muy atrás, la docena de clásicos que atraviesan los siglos»; y más adelante: «¿Qué cosa hay que poner en una obra para durar? Diríase que la gloria literaria es una lotería y la perduración artística un enigma. Y a pesar de ello se sigue escribiendo, publicando, leyendo, glosando. Entrar a una librería es pavoroso y paralizante para cualquier escritor, es como la antesala del olvido».

7 [Buscar el alma de las cosas] Está perfectamente descrito. Ver tantos libros enfrente a uno lo abruma. Y sin embargo, seguimos escribiendo, continúan nuestras pretensiones de publicar. En papel, por supuesto, pero ahora nuestra voz también se deja oír en Internet. Yo tengo un blog, lo titulé “Alma en las palabras”. Porque creo que el poeta es el encargado de espiritualizar el lenguaje, de dotarlo de emoción. Soy heredero de los trascendentalistas norteamericanos, Emerson, Thoreau, que buscaban la esencia de la vida. Y escribían, simplemente escribían. Que es sinónimo de resistir, de crear algo que antes no existía.

8 [Lectura de poemas] Voy a leer unos pocos textos que no existían antes de agosto del 2010 y que nacieron para captar unas experiencias memorables, acontecidas aquí mismo, en la Isla del Encanto, en la Isla de la Simpatía juanramoniana. Fueron escritos en otra isla, tan diferente como Islandia, y me permito pensar que es pertinente leerlos aquí. Corresponden a un libro que no sé si publicaré y que, en su tercera sección, cuenta con un epígrafe de Juan Ramon y…