jueves, 11 de julio de 2013

Entrevista capotiana a Jaime Collyer

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jaime Collyer.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una isla cercana a Escocia o un pueblito del Pirineo aragonés. O quizás una aldea al centro de África. Cualquier lugar anónimo y remoto, donde no incidieran el wi-fi ni la internet.
¿Prefiere los animales a la gente?
Ciertamente a perros y gatos más que a mis vecinos o los visitantes inesperados. No tengo yo mismo ningún animal doméstico pero vienen de otros lados a dormir en mis sillones.
¿Es usted cruel?
A ratos.
¿Tiene muchos amigos?
Pocos. Entre uno y tres, máximo. No soy muy gregario a estas alturas de mi vida. Tampoco lo fui antes.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Perseverancia, lealtad, sentido del humor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No tengo tantos como para que me hayan decepcionado.
¿Es usted una persona sincera? 
Pienso que sí, aunque a veces uno vende la pomada de la sinceridad, lo que es la antítesis del asunto.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Escribiendo, leyendo, pensando en la inmortalidad del cangrejo.
¿Qué le da más miedo?
El furor femenino.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Pocas cosas. Quizá que los niños se sigan desnutriendo en un mundo donde prolifera, como contrapartida, la obesidad patológica.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Hubiera sido historiador. O astrónomo. Me hubiera gustado ser futbolista pero no tenía dedos para el piano.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Hasta hace un par de años iba regularmente al gimnasio, desde hacía un lustro o más, a hacer pesas libres y máquinas. Luego paré, con el pretexto de que sería por un rato, y nunca más volví. Ahora me limito a echar de menos esa fase saludable y prometerme cada día que volveré. Le veo mal pronóstico, igual.
¿Sabe cocinar?
Sí. Superlativamente.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Napoleón.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Persista.
¿Y la más peligrosa?
Abandone.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Infinidad de veces, y de varias maneras.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Anarco-fascista. O fundamentalista de izquierda, que es poco más o menos lo mismo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Quizá una puerta giratoria, para ver pasar a la gente a través mío, todo el día.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La irritabilidad, y una pizca de paranoia.
¿Y sus virtudes?
La perseverancia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Otro momento en que me hallaba al centro de la bahía frente a la Playa de La Magdalena en Santander, España, flotando a la deriva, mirando a mi esposa en la playa aunque viéndola apenas (soy miope), y pensando, sin el menor asomo de duda, que eso era la felicidad.

T. M.