martes, 30 de abril de 2013

Realidad soñada


Hace unos días, con el pretexto de la concesión del Premio Nacional de Narrativa a Clara Usón, recuperé una reseña mía publicada hace pocos años en Mercurio. Ahora me voy más atrás en el tiempo para traer aquí otra crítica, en esta ocasión aparecida en La Razón en el 2001.

Con su primera novela, «Las noches de San Juan», Clara Usón (Barcelona, 1961) obtuvo el Premio Femenino Lumen 1998 recreando el ambiente de todo tipo de personajes marginales en las fiestas de San Juan en Ciutadella. En aquella ocasión, una mujer llamada Juani era la observadora torpe e ingenua de los festejos en Menorca mientras hacía volar sus sueños creando un mundo alternativo a su desagradable existencia. Pues bien, en su segunda obra narrativa Usón incide en este tono en cuanto al constante análisis de los sentimientos más recónditos de su protagonista, quien se nos aparece ocupando el argumento entero, tanto desde un presente lleno de mil y una dudas como de un pasado evocado a través de una interesante estructura que busca alternar ambos tiempos.

El centro de mira es la fantasiosa y acomplejada Laura, cuyo cínico sentido del humor va desarrollándose, de forma paralela y con una agilidad e imaginación desbordantes, a través de dos caminos: en los capítulos impares y en tercera persona nos transportará a una crucial temporada que pasó de niña en Córcega, mientras que en los pares se nos muestra cómo es ella en la actualidad —una barcelonesa de treinta y cinco años, asesora fiscal, de clase social más bien alta y amante de un hombre casado— a través de su propia voz, a menudo dirigida de modo delirante a su psicoanalista. Esta estructura, magníficamente resuelta, favorecerá que tanto los recuerdos de esa aventura infantil como el enredo en que consiste su vida presente se alimenten mutuamente, creando una fantástica atmósfera de memoria, sueño y pensamientos grotescos que engrandecen a cada paso la magnitud de la acción, retorcida y tragicómica a medida que vamos conociendo a Laura y su problema eterno: «la intrusión súbita de los sueños en la realidad» (pág. 185).

Por otro lado, esa elección doble de focalización narrativa retrasará un poco nuestra introducción en sendas historias, pero una vez dentro, será inevitable sumergirse en todas sus contradicciones, deseos y temores, viendo cómo el pasado no es inocente sino que regresa a nosotros para explicarnos qué somos. En suma, la idea del enigmático «primer vuelo» crece junto al lector que, inmerso en el mundo privado de esa mujer que en un momento dado reflexiona sobre dos clases de imaginación, la práctica y la tóxica, advierte que Laura sólo desea alcanzar la libertad que un día acarició, escapándosele de las manos siendo aquella niña que pasó unas extravagantes vacaciones en Francia hace ya mucho tiempo, muchos sueños incumplidos.

lunes, 29 de abril de 2013

Entrevista capotiana a Xosé Bolado


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Xosé Bolado.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi casa, pero encima de una colina, sobre prados, árboles y una línea fina del mar. Se nota, en Asturias, pero con clima mediterráneo.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende del momento y de los animales, si es mi gato a veces es más cuidadoso que un vecino. Todas las mascotas permanecen con sus imágenes cariñosas en mi memoria.
¿Es usted cruel?
Creo que a sabiendas no, pero la inconsciencia o la ignorancia pueden hacernos muy crueles.
¿Tiene muchos amigos?
Más de los que se puede atender con cuidado y constancia.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La lealtad, luego muchas otras cosas que hacen la vida más plena y rica. El humor, la conversación, la cortesía, el buen estilo y esos detalles insignificantes que pueden alegrar la vida cotidiana.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Pocas veces, pero cuando eso ocurre es doloroso. Lo mismo sentirán ellos, si les decepciono.
¿Es usted una persona sincera? 
Todo lo que permite la buena educación y el evitar la crueldad, aunque sea leve o inocente.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Si es en casa, leyendo y escuchando música, y si hace buen tiempo “perdiendo el tiempo” paseando, mientras contemplo a la gente en su camino. Si es de verdad tiempo libre, ensimismado mirando el mar o las cosas que me rodean.
¿Qué le da más miedo?
La brutalidad, la grosería. El maltrato a las personas y a los animales.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Sí, hay muchas cosas, por ejemplo, la tiranía, el poder de los corruptos, la hipocresía de algunas sociedades mercantiles y religiosas…
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
En mi caso no es cuestión de elección radical, combino, aunque sea de mala manera, el juego de manos.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Poco, algo de jardinería. Nada que huela a gimnasio o a piscina cubierta.
¿Sabe cocinar?
Sí, hago bastantes cosas, e invento un poco, según lo que tenga a mano.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Difícil elección, uno, quizá para empezar y muy apropiado para estos tiempos españoles, Rosario de Acuña.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Justicia.
¿Y la más peligrosa?
Serían dos. Patria y Mercado.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, y si lo hubiera querido en sueños, no lo habría recordado.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Un progresismo equilibrado y democrático.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
A estas alturas, quizá lo que soy, si me dejase tranquilo la conciencia por los dramas que veo alrededor.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los que uno se calla, nada peligrosos para nadie.
¿Y sus virtudes?
Las que digan mis amigos, si las encuentran.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Alguna vez que pasé miedo en el agua, el ímpetu y los nervios no me dejaron ver imágenes. Fue todo muy poco literario.
T. M.

domingo, 28 de abril de 2013

¿Qué es el narrador en el siglo XXI?


::: un proyecto constante: una mutación: un desorden ampuloso, en busca de la síntesis o el desvarío, a lo largo de miles de páginas que tal vez no acaben siendo escritas: un ser anclado y liberado, solo y perseguido por las prisas: corazón latente que muere con un arte que le hace volar pero a la vez le mantiene en el subterráneo de la tradición: una delgada línea parecida a un horizonte convertido en electrocardiograma lleno de sorpresas y miedos: un caminante quieto cuyo destino es observar y nombrar: alguien que sobra en un mundo ruidosovisual, ciencianarrativo y tecnoeconómico: un artesano en busca del prestigio perdido, de reencontrarse con lo que un día imaginó escribir: un individuo que huye para quedarse donde está: un mendicante, un anónimo ego hinchado creando en los límites del fracaso de lo indecible, la palabra y el insoportable silencio :::

viernes, 26 de abril de 2013

Entrevista capotiana a Mercedes Salisachs


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mercedes Salisachs.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Madrid, porque en esa ciudad residían la mayor parte de mis amigos.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero los animales racionales que se comportan como tal. También tengo preferencia por los perros.
¿Es usted cruel?
Nunca lo he sido.
¿Tiene muchos amigos?
Muchos conocidos, pero amigos de verdad, muy pocos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sinceridad y lealtad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Algunos desgraciadamente lo han hecho y eso me ha dolido mucho.
¿Es usted una persona sincera? 
Absolutamente, procurando siempre no ofender al prójimo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Pensando y recordando los hechos que han marcado mi existencia.
¿Qué le da más miedo?
Ofender a Dios.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
A mi edad hay ya pocas cosas que me escandalicen. Desgraciadamente el escándalo en nuestra sociedad se ha convertido en algo cotidiano.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
La creatividad es algo que llevo dentro. Me hubiera dedicado por completo a decorar y a diseñar casas, algo a lo que únicamente empleé una parte de mi tiempo. Hay un libro mío que lleva como título “La Decoración” y es un ensayo sobre eso mismo, aunque está escrito como si fuera una novela.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
En mi juventud montaba a caballo. No soy muy aficionada al deporte, ni a verlo, ni a practicarlo.
¿Sabe cocinar?
Sí, y además siempre he disfrutado creando mis propias recetas. Empecé a interesarme por la cocina durante la guerra civil. Con muy poco dinero, tenía que ingeniármelas para cocinar platos que fueran nutritivos y a su vez apetitosos.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Una mujer = La reina de España, Doña Sofía.
Un hombre = El Rey de Bastos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Sí.
¿Y la más peligrosa?
Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Matar no, pero olvidar sí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Las que no producen conflictos, cosa muy difícil en nuestro tiempo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un gran pintor.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La impaciencia.
¿Y sus virtudes?
Tengo mucha fuerza de voluntad, disciplina y también soy muy tenaz.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No sé si en esos momentos me vendría alguna imagen en particular. Mi deseo es morir plácidamente.
T. M.

jueves, 25 de abril de 2013

La especulación inmobiliaria con acento inglés


Será difícil encontrar, en lo que llevamos de siglo, una novela que refleje mejor la coyuntura económica de los últimos años, el impacto de la inmigración, la amenaza del terrorismo islámico en Occidente, la vida de los nuevos ricos y el crack de las grandes corporaciones, el perfil sociológico de los deseosos de capital, pero no sólo financiero sino también humano. Esa novela, en las librerías el 2 de mayo, la firma el escritor británico John Lanchester, y recrea lo que significa residir hoy en Londres.

El autor posee lo que creo que distingue a los narradores más talentosos: un poder observación por todo lo circundante abrumador, de lo micro (actitudes e instintos de las personas más variadas) hasta lo macro (el movimiento del dinero en el mundo, el sistema urbano). Dice la solapa del libro, traducido por Antonio-Prometeo Moya, que Lanchester nació en Hamburgo, pero creció en cuatro ciudades de Asia y estudió en Oxford; que fue periodista literario y futbolístico, redactor de necrológicas y crítico gastronómico. Toda esa andadura vital le habrá llevado a poner su ojo narrativo a ras de calle, y la calle es de por sí una infinita novela donde cabe todo.

De hecho, “Capital” expone las vidas de un gran número de personajes que tienen en común que viven o trabajan en Pepys Road, en un barrio revalorizado mediante la especulación inmobiliaria. Un joven jugador de fútbol, un banquero ansioso por aumentar su patrimonio y su mujer derrochadora se irán mezclando con una inmigrante de Zimbabue, un par de jóvenes musulmanes, una canguro búlgara, un albañil polaco, una anciana moribunda y su triste hija… Por medio de capítulos cortos, donde se alternan las actividades, deseos y fracasos de todas estas gentes, Lanchester atrapa al lector de forma inmejorable, lanzando un cebo detectivesco que afecta a ese vecindario, y es entretenido, profundo y cercano a la vez. Impresionante.

Publicado en LaRazón, 25-IV-2013

martes, 23 de abril de 2013

Entrevista capotiana a J. M. Caballero Bonald


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Manuel Caballero Bonald.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Cádiz.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente enemistada con la brutalidad.
¿Es usted cruel?
No a sabiendas.
¿Tiene muchos amigos?
No muchos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que se parezcan a mí.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Cuando dejan de parecerse a mí.
¿Es usted una persona sincera? 
Procuro no mentirme a mí mismo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Antes, en la navegación a vela. Ahora, en la vida contemplativa.
¿Qué le da más miedo?
El fanatismo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La sumisión, el gregarismo, la grosería.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Estudiar matemáticas.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Siempre me he distanciado de los deportes, como actor y como espectador.
¿Sabe cocinar?
Algún que otro plato, por supuesto de la cocina popular.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A nadie. No aceptaría el encargo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
El desarme universal.
¿Y la más peligrosa?
La industria armamentista.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Matar, no; herir, alguna vez.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy un libertario con gustos burgueses.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Matemático.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La abulia, la desgana.
¿Y sus virtudes?
La abulia, la desgana.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Pensaría en ese poema que todavía no he escrito.
T. M.

lunes, 22 de abril de 2013

Mis 5 libros recomendados en el blog de Berti


El gran escritor y traductor Eduardo Berti, muy amablemente, me propuso participar en una sección de su blog –llamado, con ingenio, “Bertigo”–, en la que pide a escritores que recomienden cinco libros de ficción. Así, opté por un quinteto de obras que me han gustado mucho, aparecidas en el primer trimestre del año 2013, y que a buen seguro no decepcionarán a ningún buen lector. Se puede leer AQUÍ.

domingo, 21 de abril de 2013

Entrevista capotiana a Francisco Ferrer Lerín


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él el escritor estadounidense se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Francisco Ferrer Lerín.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Andalucía.
¿Prefiere los animales a la gente?
Por supuesto prefiero los animales, en especial la fauna salvaje.
¿Es usted cruel?
La crueldad supone un gran gasto energético. No me interesa.
¿Tiene muchos amigos?
No.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sepan conversar.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Mis amigos no, la gente sí.
¿Es usted una persona sincera? 
No.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No conozco ese concepto de tiempo libre; siempre estoy ocupado.
¿Qué le da más miedo?
Envejecer.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que aún existan las creencias religiosas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Hubiera ejercido cualquier otro de mis oficios: ornitólogo de campo, artista plástico, ginecólogo-dentista, etc. 
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No.
¿Sabe cocinar?
No.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sin duda es una pregunta trampa; esa publicación desapareció hace años.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Futuro.
¿Y la más peligrosa?
Aburrimiento.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Constantemente.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No tengo tendencias políticas, me convencen todos los políticos cuando los escucho, siempre y cuando no defiendan la religión y la destrucción de la naturaleza.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Lagartija.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Comer chocolate y frutos secos.
¿Y sus virtudes?
No molestar.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La sonrisa de Millán Astray.
T. M.

viernes, 19 de abril de 2013

Reseña de “Que todo en la vida es cine”


Ayer tuve la dicha de encontrarme con una reseña del libro electrónico que acabo de publicar, Que todo en la vida es cine, titulada “Más cine, por favor”, recogiendo el guante de la canción de Aute que yo lanzo. La firmaba en el suplemento de libros del periódico La Razón la escritora Ángeles López, y es un texto espléndido, que capta el contenido con profundidad y afecto sin necesidad de una palabra más. Una concisión perfecta. Si pudiera, compartiría con ella un trozo de bizcocho como prueba de mi agradecimiento, pero me lo comí, tal vez debería decir devoré, enseguida. Y es que da gusto dedicar libros si luego la persona en cuestión cocina algo tan rico para uno.

jueves, 18 de abril de 2013

Entrevista capotiana a Martín López-Vega


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él el escritor estadounidense se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Martín López-Vega.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La Vía Láctea. Si no se vale, el Trastevere.
¿Prefiere los animales a la gente?
Nunca he sido muy bichero. Prefiero a la gente, cuanto menos animal, mejor (salvo a ratos, y sólo para ciertas cosas).
¿Es usted cruel?
Lo he sido, y probablemente podría volver a serlo. Trabajo en mejorar ese aspecto, entre otros. Tal vez prefiera a la gente porque para animal ya me tengo a mí.
¿Tiene muchos amigos?
Una amiga me contó que una vez alguien que le dijo: “Lo siento, me caes muy simpática, pero ya tengo todos los amigos que necesito”. Procuro tener siempre justo los amigos que necesito, menos uno. Siempre hay que dejar un puesto vacío.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No sé lo que busco, pero sé lo que tienen en común: no tienen ideas preconcebidas sobre la amistad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Nunca espero nada, así que nunca me decepciono. Me gusta estar, como decía Denise Levertov, “alerta ante lo posible”. Recibo gratas sorpresas de forma continua.
¿Es usted una persona sincera? 
Intento ser sincero de acción para evitar luego verme en la tesitura de ser sincero de palabra, que es una cobardía. Es como decir: “Resulta que la verdad es esta, ahora, arréglatelas tú con lo que yo he hecho mal”.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Follando. Riendo. Leyendo. Por ese orden.
¿Qué le da más miedo?
Que sufran aquellos a quienes quiero y no poder hacer nada por evitarlo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que sigamos gobernados por imbéciles.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Creo que hubiera sido eremita. No descarto que sea uno de mis próximos empleos.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Aparte del obvio, soy librero: cargo cajas de libros.
¿Sabe cocinar?
Me gusta mucho. En la cocina me alivio de mi vocación de químico frustrado (una de tantas).
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Ovidio.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Alegría.
¿Y la más peligrosa?
Hoy por hoy, democracia. Se ha quedado hueca.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Soy tan despistado que es imposible que pueda cometer el crimen perfecto. Y no me gustan las chapuzas.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
La revolución.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Mi siguiente reencarnación. Pero no tengo prisa. Me gusta casi todo de esta vida.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Buscar cosas que duren y luego ser el primero en cansarme de ellas.
¿Y sus virtudes?
Todas las que se me ocurren están a punto de ser defectos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Sólo música. Pero no sé cuál.
T. M.

miércoles, 17 de abril de 2013

Las tres hermanas


Con la excusa de la concesión del Premio Nacional de Narrativa a Clara Usón, recupero esta crítica de su novela Perseguidoras (Alfaguara, 2007), que en enero del 2008 publiqué en la revista Mercurio.

Un buen día, Clara Usón (Barcelona, 1961) hizo un viaje en el tiempo y el espacio y visitó a Anton Chéjov, y desde entonces, el escritor ruso –su presencia obsesiva– no la abandona. Primero la visita consistió en la atenta lectura de sus cuentos y dramas; más tarde, en el estudio de sus biografías; y por último, en la escritura de un libro fenomenal que tituló El viaje de las palabras (Plaza & Janés, 2005) y que estaba inspirado en la vida que llevó Chéjov en su finca de Melijovo. En la novela, como en un sueño, por la necesidad de estar acompañada en el delicado momento de esperar que le practicaran un aborto, Lucía, la protagonista, se veía apareciendo en el año 1892, conociendo a su autor preferido en persona e involucrándose en la cotidianidad doméstica de toda la familia, en un intento vano por avanzarse a lo que sus miembros iban a hacer para así evitar acciones, a su parecer erróneas, en aquel remoto lugar.

Perseguidoras no sigue semejante camino fantástico, aunque sí acude Chéjov a sus páginas de forma simbólica, en medio de la vida de la abogada y actriz fracasada Ana Manera: en un momento dado, ésta alude a una función amateur en la que participó de Las tres hermanas, que a su vez sirve de alegoría de la novela, pues son Ana y sus hermanas, la drogadicta y bella Alicia –madre del niño de seis años Diego–, y la esquizofrénica Maite, las que, como en la pieza de Chéjov, persiguen un rumbo que va directo al caos, pues se engañan a sí mismas pensando que esa huida hacia delante va a sacarlas del atolladero. De hecho, el texto es coherente de principio a fin además de con el epígrafe, una frase de Vila-Matas tan simple como verdadera a diario –“Entonces lo mejor que podemos hacer es seguir adelante aunque no entendamos nada”–, con el resto de relatos de Usón: Noches de San Juan y Primer vuelo.

Si en esta primera novela, la ingenua y torpe Juani tendía a soñar despierta tratando de olvidar su anodina existencia, y en la segunda, la asesora fiscal Laura, otra mujer acomplejada y solitaria, se evadía de sus problemas recordando un verano de la infancia, ahora es Ana la que expresa sueños incumplidos y soporta la presión de su madre, que la quiere siempre disponible para los demás. Abogada de último escalafón dentro de un prestigioso bufete en el que entró con un currículum mentiroso, esta treintañera sin príncipe azul, sin vocación verdadera, sin atractivo intelectual, que da palos de ciego y que tiene una foto de Chéjov en su mesa de trabajo –es decir, casi un arquetipo ya de las novelas de Usón–, tendrá que hacer frente a varios conflictos, y, en un enredo tragicómico, apagar los fuegos que los demás prenden mientras, además, pone en juego su propio empleo e hipoteca su vida privada.

La trama de la novela parte de la muerte de Viladrau, un cliente del bufete de abogados, en un burdel de alto standing. Una misteriosa llamada de teléfono despierta a Ana de madrugada informándole del suceso, y ésta se ve obligada a avisar a un colega para acudir al lugar de los hechos; una vez allí, descubre a Alicia, escondida, y entonces surge todo tipo de preguntas sobre la presencia de la cocainómana: ¿es una asesina o el cliente falleció por causas naturales, acaso por consumir drogas? El cebo ha surtido efecto, y no sólo leemos Perseguidoras para conocer el enigma, sino para ver cómo la muerte de un desconocido hace que, como en los dramas de Eugene O’Neill, las piezas de ese dominó implacable, la familia, se empujen unas a otras hasta caer todas juntas y revueltas.