viernes, 31 de mayo de 2013

Entrevista capotiana a Kiko Amat

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Kiko Amat.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Depende de la edad. En mis años mozos me iban las grandes urbes efervescentes con mucho rock’n’roll (Londres o Madrid), y por ello fui condenado a criarme en Sant Boi. A los cincuenta me irá bien exiliarme un pueblecito cualquiera del Empordà. Bueno, uno cualquiera no: uno de muy particular. Y hoy por hoy ya me va bien vivir en Barcelona, exactamente en la zona donde vivo y haciendo lo que hago.
¿Prefiere los animales a la gente?
En absoluto. Me la traen floja los animales (aunque nunca les haría daño conscientemente, ojo).
¿Es usted cruel?
Digamos que no soy un ser benigno, y que algunos de mis impulsos y pecados no son del todo inofensivos. Pero los reconozco y trato de combatirlos, eso que quede claro, cada vez que afloran a la superficie.
¿Tiene muchos amigos?
No. Un puñado de fieles, por antigüedad, sentido del humor y cicatrices comunes (algunas desde los diecisiete). Pero hay mucha otra gente que me gusta e inspira y con la que me agrada pasar el tiempo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, capacidad de reírse de uno mismo, no-pomposidad, sencillez, sentido del humor y entusiasmo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Más bien lo contrario. El que decepciono a la peña soy yo, y bien que lo lamento.
¿Es usted una persona sincera?
De adolescente fui un mentiroso compulsivo, y no sé si me curé del todo de esa particular dolencia. En mis disciplinas (escribiendo) trato de ser lo más honesto posible. En el día a día (y si no me fijo) soy capaz de soltar unas trolas auténticamente espectaculares, y por ninguna razón aparente.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con mi mujer e hijos, siempre. En bodegas o barbacoas con mi familia y amigos. Leyendo en mi sofá, solo. Leyendo en una terraza. Viendo música pop en directo. Hace diez años también bailando, pero lo dejé (y lo echo de menos, en cierto modo).
¿Qué le da más miedo?
Que mis hijos sufran algún daño o sean infelices.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La falta de estándares morales. La gente que se vende al mejor postor. La falta de vergüenza de nuestras “élites”. La publicidad, en general.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Lo que estaba destinado a hacer: desempeñar un empleo de mierda, y luego enriquecer mi alma y curar mis heridas espirituales a base de un montón de libros, discos y amigos. Lo que hace la mayoría de gente que conozco, en resumen.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Pasear, si es que eso cuenta como ejercicio. Pasear a paso rápido en dirección al Tibidabo.
¿Sabe cocinar?
Sí, bastante dignamente, pero solo cerdadas: estofados grasientísimos de rabo de buey, de sepia, caldos de Navidad, pollo al ajillo, roastbeef, trucha rellena al horno, conejo en tomate, menudillos en salsa, lengua a la mostaza...
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
John Fante, Alison Statton, Bill Withers, Wreckless Eric, Nelson Algren, Vic Godard, Kevin Rowland, Ray Davies... Tengo muchos héroes.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Aunque suene a canción protesta de los 70’s: paz. Paz y amor, que sí, aunque suene hippie.
¿Y la más peligrosa?
Beneficios. Venta. Inversión. Y muy especialmente: Precio. Todas esas obscenas palabras económicas.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
A diario. Pero insisto: conozco a mi pasajero oscuro y sé cómo mantenerle a raya, que nadie tema. Además, soy un tirillas: no podría dañar ni a una mosca. Gracias a Dios que la providencia no me hizo mazas.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Extrema izquierda atemperada con un montón de pereza y servida con bastante cachondeíto, chistes verdes/guarros y falta de solemnidad. Algo de socialdemocracia, versión norteuropea, en cuanto a servicios y asistencia médica, educación, etc. Una pizca de “matemos a todos esos hijos de puta”, si estoy viendo la televisión en el momento en que me hacen esta pregunta.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
“The man in the corner shop”. Bueno, si la shop fuese una tienda de discos o libros. Me encanta la vida de tendero, y en el pasado he sido muy feliz levantándome por la mañana y abriendo esa o aquella tienda.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La bebida, hasta cierto punto. Los aperitivos muy engordantes. El jamón. La compra de discos. El denostar y jurar con palabras terribles.
¿Y sus virtudes?
El entusiasmo. La lealtad. El optimismo a prueba de bombas. El buen humor. El sentido del humor. La capacidad de reírme de mí mismo. Y sobre todo: la capacidad de cambiar de idea, si alguien es capaz de convencerme con palabras sensatas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mis dos hijos. Cómo voy a echarles de menos, ahora que se me traga el proceloso mar. Ese tipo de cosas.

T. M.

jueves, 30 de mayo de 2013

100 entrevistas capotianas

Un día de finales del siglo pasado, se me ocurrió hacer una entrevista a aquellos autores con los que el azar o la voluntad me pusieran en contacto. La idea era mía, pero la entrevista no. Había leído el “Autorretrato” de Truman Capote, incluido en el libro de crónicas de viajes y prosas autobiográficas Los perros ladran. Personajes públicos y lugares privados (Anagrama, 1999, traducción de Damián Alou); un texto de ingenio maravilloso en que el escritor americano se hacía a sí mismo un cuestionario, supongo que inspirado en el célebre de Proust, recreándose juguetonamente en las respuestas. Así las cosas, recogí todas aquellas preguntas que tuvieran una dimensión general, dejando fuera tres específicas: una concerniente a la obra, cuando se le pregunta sobre en qué está trabajando desde la publicación de A sangre fría; cuando se alude a la dinastía de los Kennedy; y al hacer referencia a las incoherencias que ha percibido el entrevistador ante las contestaciones del entrevistado, por bien que fueran la misma persona.

Aquella vieja idea que vio la luz en una página web ya hace mucho desaparecida, se reencontró en mi blog a partir del año 2009. Ya son 100 los escritores que han contestado a mi entrevista capotiana, y quiero agradecerles a todos su buena disponibilidad a la hora de contestarla. Ciertamente, para mí se ha convertido en la mejor manera de conocer a un autor: su psicología, inteligencia, carácter… pueden leerse entre líneas, puede averiguarse el tipo de persona que es, y por extensión cómo es su escritura o cómo entiende la vida y la literatura. 

Me encanta proponerlas, recibirlas contestadas, leerlas y compartirlas en el ciberespacio. De un tiempo a esta parte, aparece una en Alma en las Palabras cada dos entradas, y como habrá podido ver el curioso, están protagonizadas por escritores de toda clase siempre y cuando escriban en español, a ambos lados del océano: jóvenes y mayores, famosos y poco conocidos, narradores y poetas, incluso pintores que también han desarrollado obra de ficción o ensayística, autores de novela popular o de libros muy artísticos y minoritarios. Es un cuestionario que nunca me defrauda, que a todos pone en un mismo plano; siempre hay alguna respuesta que me sorprende y me deja admirado, siempre llego al alma de cada autor gracias a que un día del año en que yo nací, Truman Capote se asomó a su memoria, a sus emociones, a sus gustos y costumbres, y quiso exhibirse en público, contestar tal vez a las preguntas que nadie le había hecho, ser el entrevistador entrevistado.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Entrevista capotiana a Andrés Barba

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Andrés Barba.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Madrid.
¿Prefiere los animales a la gente?
Jamás.
¿Es usted cruel?
A veces sí.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, y es una de las cosas de las que más orgulloso me siento.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Me resulta difícil responder a esta pregunta. Y me intriga saber por qué.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Muy pocas veces.
¿Es usted una persona sincera?
Sorprendentemente sincera para ser un mentiroso compulsivo. 
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Haciendo ejercicio y leyendo, yendo al cine, cocinando, haciendo fuego, tratado de matar palomas con un tirachinas.
¿Qué le da más miedo?
Ser violento en un ataque de locura.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que alguien haga daño a otra persona sin ningún beneficio. El mal gratuito.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Montar un horno, algo con fuego y con pan, un horno, una pizzería.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Juego al tenis y corro.
¿Sabe cocinar?
Cocino muy bien.
Si el Reader’sDigest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A algún borrachín simpático.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Redención.
¿Y la más peligrosa?
Justicia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Por supuesto.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ingenuidad amistosa a la izquierda.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un gran cocinero.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El ansia, la indiferencia.
¿Y sus virtudes?
La transigencia, la flexibilidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Me gustaría que fuera una imagen de mi mujer haciendo el amor.

T. M.

martes, 28 de mayo de 2013

Un arcoíris para “La pasión incontenible”

Foto: en una carretera de Navarra, marzo

La escritura es tormenta de ideas, lluvia de palabras, a veces granizo, otras llovizna que cae y cae hasta alcanzar la palabra, el párrafo, la página buscada. Cuando hay suerte, el clima tempestuoso de escribir se convierte en luz cuando el trabajo se publica, y si la suerte persiste, surge ese fenómeno inesperado, sorprendente siempre, que es un comentario, crítica, reseña. Una especie de arcoíris en el horizonte del nuevo libro creado. El día 8 de mayo, tuve la ocasión de ver un arco iris sobre La pasión incontenible en forma de artículo de Luis Antonio de Villena. Su habitual columna en el diario El Mundo, titulada “Decadencias”, la dedicó a “La gran narrativa norteamericana” a propósito de mi ensayo. Muchísimas gracias.

lunes, 27 de mayo de 2013

Entrevista capotiana a Antonio Colinas

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Antonio Colinas.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Quizá la casita de mis abuelos maternos, en donde pasé los veranos de mi infancia y de mi adolescencia. Sería una decisión de ahora, propia de mi edad. A otra edad, quizá escogería algún lugar junto al Mediterráneo.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de qué animales y de qué gente. Ya conoce usted aquella frase radical, pero verdadera, de que “hay algunos perros que tienen una mirada de piedad y una fidelidad que no poseen algunos humanos”. Pero quedo con la posible piedad y fidelidad de ambos, con lado “humano” de ambos.
¿Es usted cruel?
No recuerdo haberlo sido nunca, pero si en alguna ocasión lo hubiera sido que me lo recuerden para rectificar.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo muchos amigos. No puedo quejarme.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sintonía sobre todo, que haya entendimiento y comprensión mutuos, armonía, común estímulo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Rara vez decepcionan los amigos verdaderos.
¿Es usted una persona sincera?
Procuro serlo. 
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Pasear, leer, la música (Bach, los barrocos). Las mayores satisfacciones me las da la naturaleza en libertad, el simple hecho de respirar correctamente.
¿Qué le da más miedo?
Temor, sólo: las agresiones sin fundamento, las insidias ocultas, la hispánica envidia.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
De qué manera se van triturando en nuestro tiempo las comunidades, las naciones, Europa, los valores. Me considero universalista, pero las imposiciones de la “globalización” me asustan.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Cualquier actividad cercana a la naturaleza u otra actividad artística, como la música o la pintura. No me comprendo fuera de la creación.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Ahora el paseo intenso de una hora al día, natación en los veranos. Pero antes también he practicado yoga y chi-kun.
¿Sabe cocinar?
Sí, lo suficiente, pero sin obsesiones ni complicaciones. Me gusta la comida sencilla.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sin duda a Juan Sebastian Bach.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Quizás armonía, un imposible, pero que a veces se alcanza. O dos: armonía en plenitud.
¿Y la más peligrosa?
Varias: desarmonía, enfrentamiento sociales, guerras.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy un poeta, por tanto esta es mi tendencia, de sentimiento y de pensamiento, prioritaria. Me interesan más las ideas que las ideologías. Quizá debería decir que soy en consecuencia un “independiente radical”, lo que por experiencia sé que no es nada fácil.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Ya lo he dicho en parte: ejercer cualquier otra actividad relacionada con las artes.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Tengo tendencia a la soledad, que contemplo como una muestra de respeto extremado. Algunos pueden ver este comportamiento como un vicio. A veces hablo poco, pero si en el mundo todos habláramos mucho ¿quién escucharía?
¿Y sus virtudes?
Creo que soy excesivamente paciente.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No sería el momento de ver imágenes sino de procurar nadar con fuerza para llegar a la orilla. Utilizar esa paciencia de que antes hablaba para resistir. Además, a veces no es que te ahogues, sino que te ahogan.

T. M.

domingo, 26 de mayo de 2013

El español en Estados Unidos. Entrevista a Gerardo Piña y Gonzalo Navajas

Dos profesores universitarios españoles, Gerardo Piña, del neoyorquino Lehman College (CUNY), y Gonzalo Navajas, de la californiana Irvine, analizan la situación del idioma español en ambas costas de Estados Unidos. Uno y otro, además, han publicado este año sendas novelas en la editorial madrileño-americana Verbum, mientras que Piña acaba de preparar un libro pionero, una Antología de escritores españoles en Estados Unidos (Academia Norteamericana de la Lengua Española).

En número, el español es la segunda lengua hablada en Estados Unidos, ¿pero cuál su presencia en la vida cotidiana en el Oeste y el Este?
Gonzalo Navajas: El español es un caso singular dentro de la historia americana: durante siglos fue la lengua de amplias zonas del país, desde California a Texas y Luisiana. No ha sido nunca una lengua minoritaria más de las muchas que se hablan en el país, por ejemplo, el alemán o italiano en el pasado y el vietnamita o coreano en la actualidad, sino que ha sido siempre parte de la vida social americana; en el oeste del país se ha hablado cotidianamente, sobre todo entre los segmentos populares, gracias a que en las últimas dos décadas se ha producido una gran explosión demográfica de la población de habla hispana. Hay en la actualidad unos cuarenta millones de hablantes del español en Estados Unidos y su peso económico, cultural e incluso político es creciente, con lo que la visibilidad del español en la vida diaria aquí es creciente. Siempre se dice que Los Angeles, por su población mexicana, es la segunda ciudad de México, por delante incluso de Monterrey y Guadalajara. San Diego tiene también una población latina enorme, y lo mismo puede decirse de numerosas otras ciudades y condados de toda California, Arizona, Nuevo México y Texas.
Gerardo Piña: Cuando hablamos de la costa Este de Estados Unidos hay que tener en cuenta que nos referimos a una vasta y variopinta región que incluye Nueva Inglaterra y la totalidad del litoral atlántico hasta el extremo sur de la Florida. Si hablamos de la Florida –particularmente en Miami– y de Nueva York –con sus zonas limítrofes–, la presencia del español y su uso en la vida cotidiana resulta evidente. Ahora bien, en la Florida prima el habla cubana, aunque también hay ya gente de toda la América Latina, por cuanto Miami es hoy centro comercial y financiero de importancia mundial. Nueva York y sus alrededores están poblados hoy día por cientos de miles (cuando no millones) de puertorriqueños, dominicanos y en, menor cantidad, emigrados de toda Hispanoamérica.

¿Se ha estudiado el bilingüismo de forma acertada allí?; ¿es algo que crea problemas o se vive con fluidez y naturalidad?
G. N.: El bilingüismo se vive en fases alternantes de comprensión y apertura junto a fases de mayor tensión. El caso de California puede ser ilustrativo: el segmento hispano de su población –el estado tiene 38 millones de habitantes– está próximo a ser mayoritario si no lo es ya. Esta situación ha producido reacciones defensivas. Durante años, en numerosas escuelas había programas bilingües que propagaban el uso conjunto del inglés y el español. Luego, hubo un movimiento hostil a esta situación. Los oponentes argüían que ello obstaculizaba la integración de los niños hispanos en el mainstream americano. No era así ni mucho menos, pero se utilizó el miedo y la “amenaza latina” para aprobar en votación la supresión efectiva de estos programas.
G. P.: El bilingüismo, que ha sido estudiado desde todos los ángulos posibles por parte de muchos lingüistas, no es igual en todas partes ni en todos los estamentos sociales. Entre las personas bilingües se dan tres tipos: están los diglósicos, capaces de usar perfectamente una u otra lengua según el contexto; los bilingües que hablan las dos lenguas, pero que sólo dominan el nivel escrito de una de ellas, normalmente el inglés; y los bilingües pasivos, los que dominan el nivel comprensivo de la lengua, pero no el oral.

¿Cuáles son los rasgos del español que se habla en ambas costas?
G. N.: El español es, en gran parte, la lengua de la inmigración hispana a Estados Unidos y refleja por tanto el origen nacional de los inmigrantes, que traen consigo la variante léxica y fonética de su país. Cuando se produce el contacto constante de dos comunidades lingüísticas y culturales, es natural que se produzcan intercambios entre ellas. El español de Estados Unidos se ve influido por el inglés en vocablos y expresiones, y palabras como “carro” por coche, “elevador” por ascensor, “marqueta” por mercado, se usan de manera intercambiada con los términos habituales en español. El lenguaje no es un instrumento inerte sino que es un cuerpo vivo y en evolución que crece, se desarrolla y se transforma. Por otra parte, el intercambio entre el español y el inglés no es unidireccional: el inglés recibe también influencias del español que se reflejan en un número considerable de vocablos procedentes del español. 
G. P.: Si en la costa Oeste predomina el español chicano, en el Este el español suele ser caribeño, predominantemente puertorriqueño y dominicano, en Nueva York, cubano, y centroamericano en la Florida. En el español de esta zona son frecuentes los préstamos de una palabra, la transferencia de formas con sus significados: “mapear” (de to mop), por trapear o fregar; “rufo” (de roof), por techo, etc. También se dan los calcos; éstos pueden ser de una palabra: “moverse” incorpora el significado del inglés to move (mudarse de casa), atender de to attend (asistir), más los que involucran más de una palabra sin alternar rasgos semánticos o sintácticos del español: máquina de contestar es answering machine (contestador automático). Otro fenómeno es la llamada alternancia de códigos (code-switching), que es el uso del inglés y el español por el mismo hablante dentro de un turno de habla. En general, en los hispanohablantes más jóvenes se nota una tendencia a la simplificación sintáctica.

Y el escritor de procedencia hispana, ¿cómo puede divulgar su literatura?
G. N.: La situación es problemática. Por ejemplo, yo he publicado mis libros en español fuera de Estados Unidos, pues aquí la distribución es más difícil que en otros países. La opción del escritor en español en Estados Unidos es limitada y no es de ámbito nacional, sino que está concentrada en grandes centros urbanos como Los Angeles, Nueva York, Chicago o Miami. Hay mucho camino que recorrer en este sentido. Con todo, el número de escritores y ensayistas hispanos es amplio y de alto nivel.
G. P.: Tanto en Miami como en Nueva York abundan las revistas literarias, como la magnífica Ventana Abierta, de California. También publican por estos pagos escritores del resto del país, por ejemplo en Cuadernos de ALDEEU, la revista de la Asociación de Licenciados y Doctores Españoles en los Estados Unidos. Esto no significa que el escritor de lengua española encuentre con facilidad editoriales donde publicar sus obras. No disponemos, como en el Oeste, de editoriales de la envergadura de Arte Público Press. En Miami, está la Editorial Universal, pero publica casi exclusivamente a escritores cubanos.

¿Esta literatura aborda asuntos realistas, contemporáneos, en la que se ofrece una imagen del problema étnico del hispano o son otros los temas que se suelen tocar alejándose así de la situación sociopolítica?
G. N.: La literatura chicana es probablemente la que aborda con más realismo y propósito documental la situación social del mexicano-americano. Los temas son la explotación, el desarraigo, los enfrentamientos con la policía de fronteras, el acoso policial, etc. Es una literatura combativa que denuncia situaciones amargas e injustas; tiende a ser bilingüe y ocupa un espacio limitado pero significativo para la concienciación de la sociedad americana opulenta a la discriminación y el abuso.
G. P.: Es una pregunta muy compleja, porque esa literatura en español es enjundiosa y variopinta, y, a veces, inclasificable. Me refiero, por ejemplo, a los que siendo de origen hispano prefieren escribir en inglés. En la mayoría de los casos, son personas que han nacido en los Estados Unidos o que llegaron aquí de muy pequeños; hablan español y se denominan hispanos o latinos, pero la lengua que usan a la hora de escribir es el inglés. La temática es igualmente compleja. En poesía hay de todo y para todos los gustos: desde el intimismo neorromántico tradicional hasta la poesía bilingüe de los neoyorriqueños, que acusa una gran preocupación social. En la narrativa ocurre algo similar: desde las novelas de factura tradicional, realista, hasta las más experimentales. Y, claro está, en muchas de estas obras se refleja la realidad circundante.

¿Algún pronóstico sobre el uso futuro del español en los Estados Unidos? ¿Seguirá abriéndose paso, cobrando mayor importancia cultural y literaria?
G. N.: Pienso que el español en Estados Unidos seguirá incrementado su importancia por dos razones fundamentales: la población hispana va a seguir en aumento de manera exponencial hasta llegar en el año 2020 a los sesenta millones de habitantes. Es decir, los habitantes hispanos de Estados Unidos serán un país grande dentro de un país muy grande. El otro factor es igualmente significativo: el nivel educativo de esta población está en aumento y, con él, su inserción en la vida política y cultural.
G. P.: Lo importante no es que seamos tantos o cuantos, es decir, que nos cuenten; lo importante es que contemos, para lo cual tendremos que aunar nuestros esfuerzos, supeditando los gárrulos chovinismos particulares a una política amplia, universalista, que abarque a todos los grupos hispanos del país. El uso del español en el Este, como en el resto de Estados Unidos, se irá incrementando. Y la calidad de ese español dependerá del acceso que tengan a la educación las nuevas olas de emigrantes. ¿Se podrá hablar algún día del español de Estados Unidos? Yo creo que sí. Y ese español, claro está, será una variante más, ni mejor ni peor, de las tantas que ofrece nuestra lengua.

Publicado en Letras Libres (mayo, 2008)

viernes, 24 de mayo de 2013

Entrevista capotiana a José Ovejero

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Ovejero.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Cualquier lugar que eligiera para siempre y sin poder salir jamás de él sería insoportable. No se me ocurre ninguno que pudiera desear en esas condiciones.
¿Prefiere los animales a la gente?
No soporto a la gente que prefiere los animales a la gente.
¿Es usted cruel?
No. Hago daño pero no me produce placer.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, no sé si en comparación con otras personas, pero desde luego más de los que habría supuesto que tendría.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Se tienen amigos a veces a pesar de sus cualidades. No busco nada de particular; hay gente que me interesa o despierta mi afecto pero no creo que haya unas cualidades generales que me atraigan hacia ellos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Como no espero de ellos más que de mí, rara vez me decepcionan.
¿Es usted una persona sincera? 
Si eso significa que tiendo a decir la verdad, sí; si significa que siempre digo la verdad la pregunta no tiene sentido.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con ocupaciones vulgares: leer, pasear, conversar, viajar.
¿Qué le da más miedo?
Morir de una larga enfermedad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Escandalizarse significa emitir un juicio moral. Como no creo en la libertad del ser humano me resulta imposible escandalizarme. En todo caso me enfadan conductas que considero nocivas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me resulta difícil imaginar no llevar una vida creativa. Pero en ese caso me gustaría pensar que habría sido investigador en algún campo que me hubiese exigido salir del laboratorio e ir a sitios que por algún motivo me resultasen nuevos o extraños (¿biólogo, antropólogo?).
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, corro y hago algo de gimnasia. Y, como tiendo a aburrirme haciéndolo, mientras tanto escucho audiolibros.
¿Sabe cocinar?
Sí. Cocino regularmente y creo que no lo hago mal pero sin mucha variedad.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Baruch Spinoza.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Quizá.
¿Y la más peligrosa?
Verdad.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
En varias ocasiones. Pero no después del momento de la ira. Mis pulsiones homicidas nunca han llegado a la fase de planificación.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy un izquierdista que cree mucho en lo público y poco en lo estatal.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Más valiente.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Nadie sabe cuáles son sus vicios principales. Y cuando lo intuye los disfraza de virtudes.
¿Y sus virtudes?
Sucede lo mismo que con los vicios. Solo que además solemos concederles más importancia de la que merecen.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Supongo que las de los momentos en los que podría haber sido feliz y no me atreví a serlo. Y las de los momentos en los que podría haber sido desgraciado y no me atreví a serlo.

T. M.

jueves, 23 de mayo de 2013

Escribir en un hoyo

La vida juvenil de Ernst Jünger, su ardor guerrero e imán hacia todo lo que significara peligro y aventura, dio para muchas páginas enmarcadas en novelas y ensayos, para casi cien años de recuerdos autobiográficos. En la novela “Juegos africanos”, publicada cuando su reputación ya era considerable en la Alemania prenazi (1936), recordaba su alistamiento secreto en la Legión Extranjera francesa, a los diecisiete años, mediante un “alter ego” que describía con minuciosidad las miserias de los soldados destinados en Argelia. A esta experiencia, idealizada por cuanto Jünger quiso muy pronto escapar de su realidad burguesa familiar que le incomodaba sobremanera y también de los estudios, le seguiría enseguida la de la Gran Guerra, que a su vez le inspiraría la redacción de «Tempestades de acero» (1920).

Estamos, pues, ante un Jünger que concibe sus primeros libros con la exaltación de lo bélico como sacrificio personal en pos de liberarse de las ataduras sociales. De tal modo que si en el volumen antes referido, «África encarnaba la naturaleza salvaje, virgen e infranqueable y por consiguiente un territorio donde el encuentro con lo extraordinario e inesperado era harto probable», un lugar donde vivir sin afán de lucro y que se relacionaba con la libertad simbólica del ser humano, este “Diario de guerra”, inédito hasta el año 2010, será el culmen de semejante busca de un destino tan imprevisible como trágico. De hecho, «es un milagro que Jünger sobreviviera a los muchos y duros fuegos de tambor, a los continuos tiros de dispersión y a los disparos dirigidos contra él personalmente, y todo ello sin quedar mutilado», apunta Helmuth Kiesel, responsable de esta edición magnífica, traducida por Carmen Gauger.

Diez millones de soldados y civiles muertos en toda la Primera Guerra Mundial (dos millones de alemanes). Una media de edad de los caídos de diecinueve años y medio. Y sin embargo, Jünger, aun padeciendo catorce impactos de fusiles y granadas que le provocaron veinte cicatrices, se mantuvo con vida –como ocurrirá también en su paso como oficial en la Segunda Guerra– y le harían merecedor de la Medalla de Oro de Sufrimientos por la Patria. Este diario, extraído de quince pequeñas libretas de apuntes que Jünger conservó sin intención de publicar, sería donado por él mismo en 1995 al Archivo de Literatura Alemana de Marbach, y serviría como material de estudio académico sobre todo. Ahora, constituye públicamente un documento excepcional para conocer por dentro las trincheras de guerra. “Escribo esto en un hoyo”, dice el joven soldado cinco días después de llegar al frente, mientras a su alrededor silban los proyectiles y pronto caerán compañeros.

Es sorprendente ver cómo a este Jünger de veintitrés años le resulta indiferente la posibilidad de morir y ver morir. “En realidad, la guerra me parecía más horrible de lo que en realidad es”, asegura al comienzo, cuando tiene claro que “al que ha de tocarle, le toca”. Al final del día, con gran disciplina, va escribiendo mil y un movimientos: órdenes de los superiores, desplazamientos, muertes escalofriantes de muchachos en la flor de la vida, entretenimientos varios… Todo con un tono informativo y frío, funcional y sobrio. Así durante tres años y nueve meses, sin lamentarse por las balas recibidas; todo lo contrario, casi celebrándolas: “Hoy hace un año de mi herida. Veo aún cómo avanzábamos por aquella funesta zona del bosque, cómo nos salieron al encuentro hombres chorreando sangre, destrozados”, escribe el 25 de abril de 1916, y ni eso le desalienta: “Pero pese a todo eso quiero otra vez el choque con el enemigo, cueste lo que cueste”.

Este masoquismo, por así decirlo, contrasta con otra actividad, delicada, que desarrolló Jünger en aquel tiempo: la visión y recogida de fauna y flora. Es esto lo que sí despierta en él palabras admirativas y emocionadas, pues no en vano, tras la guerra, iniciaría estudios de zoología: “Durante los dos últimos días, he recogido celosamente escarabajos. Esto es maravilloso. Toda la 1120 está cubierta de setos de espinos blancos, en los que hay un número infinito de flores”. Kiesel, incluso, incluye un apéndice en el que, junto con comentarios y notas al diario, conocemos el “Libro de coleópteros” que Jünger fue preparando a raíz de sus hallazgos en la zona donde estaba destinado. Desarrollaba así una afición de niño, la única cosa que lo ató a su padre, a su familia, antes de huir para guerrear, para sentir en carne propia el riesgo de poder morir en cualquier instante.


Publicado en La Razón, 23-V-2013

martes, 21 de mayo de 2013

Entrevista capotiana a Álvaro Valverde


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Álvaro Valverde.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi biblioteca.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, por muy animal que cierta gente parezca.
¿Es usted cruel?
No, nunca me he tenido por tal. Ni de pequeño. Ni con las personas ni con los bichos.
¿Tiene muchos amigos?
No. Al revés, como todo el mundo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean buenas personas y les guste conversar.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Supongo que para entonces, en el sentido profundo, ya han dejado de serlo.
¿Es usted una persona sincera? 
Con permiso de Juan Cruz y de José Luis García Martín, bastante.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leo, escribo, paseo, tomo algunas cervezas…
¿Qué le da más miedo?
La enfermedad. La de los míos o la mía.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
A estas alturas, pocas cosas; con todo, el paro (juvenil, sobre todo), la generalizada corrupción política, los recortes y la privatización de la educación y la sanidad, el desprecio hacia la cultura (no sólo por parte de los gobernantes), los desahucios, la pobreza y el hambre (aquí y fuera)... Va a resultar que no fui muy sincero más arriba.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Lo ignoro. Uno no toma según qué decisiones. Eso sí, mi profesión es, a mucha honra, la de maestro y a eso es a lo que dedico la mayor parte del tiempo. Algo muy creativo, por cierto.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Recorro cada día unos cuantos kilómetros. De deporte nunca he sido. Ni siquiera como espectador. De gimnasio, menos aún.
¿Sabe cocinar?
Lo imprescindible. Y me pesa, que conste.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A algún escritor; poeta, por más señas.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
Pues ganas me dan de decir que la misma. Bromas aparte, violencia, muerte, guerra…
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, pero más de una vez he renegado por los que se mueren a destiempo mientras otros indeseables siguen vivitos y coleando.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy un socialdemócrata en suspenso. Sin carné, por supuesto. Y casi sin esperanzas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Hombre, por ser… Arquitecto, músico, pintor… O montañero profesional. O monje de clausura (en Yuste, por ejemplo).
¿Cuáles son sus vicios principales?
Vicios, lo que se dice vicios, no tengo ni he tenido. Me temo que soy tan soso y aburrido que no doy ni para eso. Defectos, muchos.
¿Y sus virtudes?
Algunas clásicas, quiero creer. Las que derivan del humanismo. Pero eso, como lo de la designación de poeta, lo deciden los otros. El escrutinio ajeno es aquí imprescindible. Espero no ser mala gente. No sé si eso basta.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La angustia daría para poco, me temo. Mi mujer, mis hijos, la familia, los libros, algunos amigos, estas calles de siempre…
T. M.