sábado, 30 de noviembre de 2013

Entrevista capotiana a Javier Puche

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Javier Puche.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La ficción. Una novela de Dickens me valdría.
¿Prefiere los animales a la gente?
Apenas encuentro diferencias entre los animales y la gente. Necesitaría que alguien me las explicara con tranquilidad.
¿Es usted cruel?
Sólo con mis personajes. Fuera de ellos, nunca hago daño intencionadamente. Cuando hiero a alguien es siempre en contra de mi voluntad. Lo juro. 
¿Tiene muchos amigos?
Tengo pocos amigos, pero de una calidad intolerable.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Complicidad, humor, lucidez, alegría, distinción.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No tanto como yo a ellos.
¿Es usted una persona sincera?
La buena educación no me lo permite.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Entregándome a la lentitud.
¿Qué le da más miedo?
Tener miedo. Y tener miedo de tener miedo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La crueldad, la mala educación, la arrogancia, la estupidez.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Habría tomado la precaución de enloquecer.  
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Levantarme de la cama todos los días. E ir reptando hasta la ducha.
¿Sabe cocinar?
No mucho, pero me considero un comensal excelente. Y un estupendo plato para caníbales, pese a mi delgadez.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Bartleby, el escribiente.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Apocalipsis.
¿Y la más peligrosa?
Tarántula.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Como todo el mundo. Pero tengo cierta aversión a las instituciones penitenciarias.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Anarquista moderado.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Crítico de hoteles. 
¿Cuáles son sus vicios principales?
La pereza, el escepticismo, la melancolía.
¿Y sus virtudes?
Nunca las confesaría en público.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Las que ilustraban el curso de natación por correspondencia al que nunca presté demasiada atención. Y si no funciona, el rostro de las personas que más quiero.

T. M.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Dostoievski sale del subsuelo


“Soy un hombre enfermo… Soy un hombre despechado. Soy un hombre antipático.” Así da comienzo una de las obras más singulares de Fiódor Dostoievski, escrita en unas circunstancias tormentosas, cuando su mujer estaba a punto de morirse y él tenía una relación con una joven de la que se arrepentía. Eso precisamente, el remordimiento y la duda, es lo que se palpa en las “Memorias del subsuelo”, un texto dividido en dos secciones: la primera, un monólogo de un ex funcionario de cuarenta años –“el hombre subterráneo”– que narra su drama personal, como veíamos, desde la primera palabra, y una segunda en forma de diálogo en la que el protagonista pone en práctica, por así decirlo, las reflexiones que ha ido desgranando.

En la “Advertencia preliminar”, el autor ruso dijo que estos “apuntes”, como los llamó, eran “ficticios”, y expresaba así su propósito: “Yo he querido retratar ante el público con más nitidez de lo habitual a un personaje de nuestro pasado reciente, representativo de la generación que aún pervive”. Dicho personaje va a analizar lo que ve y siente en su entorno inmediato con una desmesurada sensación de desgarro y profundidad filosófica. La obra se publicó en 1864, en una etapa que, como indica uno de sus traductores, Juan López-Morillas, significa un preámbulo de una fase caracterizada por las “novelas de ideas” (como las llamó el propio Dostoievski): nada menos que “Crimen y castigo”, “Los demonios”, “El idiota” y “Los hermanos Karamazov”.

Novelones estos que contrastan con esta obra breve que ahora la editorial Sexto Piso recupera por medio de la vieja traducción de Rafael Cansinos Assens, y que está acompañada de las ilustraciones de Jorge González; dos alicientes más al mayúsculo de sentir la voz de aquel escritor sufriente que dictaminó, con su álter ego: “Y finalmente, señores, lo mejor es no hacer nada. ¡Lo mejor es una inercia consciente! Así, pues, ¡viva el subsuelo!”

Publicado en La Razón, 24-XI-2013

jueves, 28 de noviembre de 2013

Entrevista capotiana a Tomás Rodríguez Reyes

 
En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Tomás Rodríguez Reyes.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El Sur. Como decía M. Zambrano, hay ciudades celestes en la Tierra.
¿Prefiere los animales a la gente?
Preferir es establecer comparaciones. Nunca comparo al hombre con los animales más que como seres de la naturaleza. 
¿Es usted cruel?
En ningún caso me recreo en lo que sangra.
¿Tiene muchos amigos?
Pocos amigos poseo, muy pocos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La verdad del hombre. La consciencia. La sed de espacio y el hambre de cielo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Quizás defraudo yo más que ellos.
¿Es usted una persona sincera? 
Trato de ser humilde pues casi siempre la humildad conduce a la sinceridad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Sin pensar en el tiempo ni, por supuesto, en que sea libre.
¿Qué le da más miedo?
La inconsciencia y la pérdida.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Con el tiempo, los hombres me van escandalizando menos. En Literatura los carroñeros y los siniestros que merodean. Las capillas y grupúsculos tratan de hacer de la poesía una federación de juegos florales.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No decidí nada, no soy nada que haya decidido en esta vida. Contemplar y escuchar música clásica.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, juego al fútbol y salgo a correr. Estuve a un paso de fichar por Cádiz C.F.
¿Sabe cocinar?
Algún plato de marinería y todo lo que aprendí cuando vivían en un piso, en Sevilla, en los años de Universidad.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Tolstói es inolvidable, pero también Dante, Leopardi, Juan Ramón Jiménez o Rilke serían candidatos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Las palabras no se llenan solas, ni cargan con esperanzas. Son los individuos los que puedan ocupar con esperanza hasta el término más odioso. 
¿Y la más peligrosa?
Depende del que la pronuncie o la escriba. Cuántas palabras peligrosas han dicho los hombres buenos, cuántas palabras esperanzadoras han pronunciado los hombres malévolos.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Nunca. Jamás lo he pensado siquiera.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ninguna. La ética individual que, inexorablemente, establece el comportamiento adecuado con los otros.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
No tengo consciencia de lo que fui antes, de lo que soy ahora ni de lo que seré después.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Leer. Amar. Contemplar, tratar de ser. No en este orden, claro.
¿Y sus virtudes?
Tratar de ser, amar, leer, contemplar, no en este orden, por supuesto.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Círculos concéntricos, laberintos, cosmovisiones, ¿no las ves ya?
T. M.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Los sirvientes de la familia Bennett


«Presencias fantasmales en “Orgullo y prejuicio”: existen únicamente para servir a la familia y a la narración»; así es cómo explica Jo Baker, al final de esta novela, su idea de haber hecho de unos cuantos secundarios los protagonistas de una historia metaliteraria. Pues el espacio y el tiempo de los que deambulan por “Las sombras de Longbourn” (traducción de Rubén Martín Giráldez) son los de la inmortal obra de Jane Austen. Ahora son los sirvientes los seres que hablan, sufren, desean, y no los componentes de la familia Bennet, el matrimonio y las cinco hijas casaderas.

Se nota que Baker se conoce al dedillo todo lo relacionado con el ambiente que vio desarrollarse el amor entre Elizabeth y Darcy. Donde Austen apuntó muy sucintamente la presencia de un ama de llaves o una criada, Baker lo aprovecha para hacer volar su imaginación y crear un relato paralelo. En él, conocemos a las doncellas Sarah y Polly, la primera marcada por la orfandad, que inician sus labores domésticas al alba, bajo las órdenes de la anciana señora Hill, que ejerce de cocinera. Y así como en “Orgullo y prejuicio” la novedad desde la primera página estribaba en la llegada del acaudalado señor Bingley, en “Las sombras de Longbourn” es la llegada inminente del mozo James Smith lo que despierta curiosidad dentro de una vida muy rutinaria.

La narración, meritoria por todo cuanto decimos, no alcanza una altura literaria suficiente por sí misma y se vuelve lenta y carente de garra, por mucho que pueda resultar interesante la recreación de cómo se llevaba una casa en la Inglaterra de comienzos del siglo XIX. De este modo, los intríngulis de la vida simple de sirvientes, presentados un poco al modo de productos fílmicos como la mítica serie de los años setenta “Arriba y abajo” o el “Gosford Park” de Robert Altman, van dramatizándose a medida que conocemos más sobre Smith, su pasado enigmático y su destino bélico.

Publicado en La Razón, 21-XI-2013

martes, 26 de noviembre de 2013

Entrevista capotiana a Rafael-José Díaz

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rafael-José Díaz.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El marsupio de una madre canguro que me hiciera viajar por toda Australia.
¿Prefiere los animales a la gente?
Creo que le contestaré con un diálogo que mantuvimos hace tiempo un amigo y yo: “―¿Aquello es un hombre? ―No, es una mujer, pero parece un caballo.”
¿Es usted cruel?
Dicen que mi crueldad es entrañable y que en ocasiones soy cruelmente piadoso.
¿Tiene muchos amigos?
Antes tenía quince, pero perdí cinco que no debieron haberlo sido nunca. Ahora tengo diez, una cantidad mucho más realista y gratificante. 
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La imprevisibilidad, el humor, la autenticidad y lo que los japoneses llaman ki.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
En ocasiones, sí. Y a veces es bueno verse decepcionado, pues eso transforma nuestra visión de las cosas y nos enseña que podíamos estar equivocados.
¿Es usted una persona sincera? 
Me he mentido a mí mismo dos o tres veces en la vida.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Desocupándolo.
¿Qué le da más miedo?
Dormirme y no despertar.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandalizan la incoherencia, la hipocresía, la tergiversación de los recuerdos en favor de intereses mezquinos, la adulación, el plegado a los dictámenes de un sátrapa cualquiera, la bonhomía de los lobos disfrazados de corderos.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Todo lo que describe Álvaro Mutis en sus maravillosas novelas.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
He inventado una especie de claqué que practico sobre libros abiertos en el suelo como un ejercicio preparatorio de la actividad principal que consiste luego en desmenuzarlos y destriparlos sin piedad.
¿Sabe cocinar?
En la intimidad, suelo enorgullecerme de haber pasado de no saber preparar sino sándwiches de jamón y queso en mi más temprana juventud hasta acabar preparando pollo a las doce especias la semana pasada. Se trata de una especie de milagro cuyos detalles prefiero reservarme.  
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Dudaría entre Houdini y Magallanes. ¿No compartieron ambos la pasión de escapar?
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Creo que Todesfuge [Fuga de muerte], el título del poema en el que Paul Celan convierte la destrucción en belleza y construye tumbas en el aire para los asesinados en los campos de exterminio.  
¿Y la más peligrosa?
La palabra más peligrosa es desliz, pues es la única que puede hacernos resbalar.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
La única vez que sentí el deseo de hacerlo escribí un relato en el que describía el asesinato tal y como lo hubiera llevado a la práctica. Ese relato permanece inédito.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Mis únicas simpatías están con el anarquismo pacifista, con el ecologismo de base y con el activismo feminista, gay, antitaurino, antisistema y anticlerical.         
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un habitante de la Praga de Kafka.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Soy muy lengüín, chismoso, impulsivo, intolerante con la estupidez y la arrogancia ajenas, un punto demasiado ambicioso, indeciso en los peores momentos, taciturno cuando se requeriría locuacidad, impaciente, algo perezoso e individualista.
¿Y sus virtudes?
Aún estoy cocinándolas. No estarán listas hasta dentro de un tiempo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Me pone usted en un brete. El esquema clásico indica que en esa circunstancia se hará un repaso de la propia vida. Yo creo que propiciaría un flashback de los momentos más placenteros, desde los abrazos maternos de la infancia hasta algunas conjunciones con cuerpos hermosos. Y luego, ante lo inevitable de lo inevitable, me dejaría tragar por el océano.  

T. M.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Ve la luz mi nuevo libro: “Diario del poeta isleño”


De islas metafóricas –el odio, la soledad– a islas reales –Puerto Rico, Islandia–. Del viaje de la dolorosa juventud a estos años dichosos. Del naufragio de la desesperación a la tierra firme del amor. Diario del poeta isleño es mi particular autobiografía en versos, un pequeño libro hecho de extremos. Poemas de finales de los años noventa. Poemas del año 2010. Marcados por las dos personas más trascendentes en mi vida: un demonio y un ángel. Extremos, continuamente extremos. Angustia y humor. Hundimiento y éxtasis. Oscuridad y luminosidad. Ayer y hoy. Poesía siempre.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Entrevista capotiana a Isabel Martínez de Ubago

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Isabel Martínez de Ubago.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un sitio con muchos libros, una máquina de Coca Cola y una televisión para ver el fútbol y donde admitan animales… pero que no sea una cárcel.
¿Prefiere los animales a la gente?
Sin duda ninguna. Nunca tendré un problema personal con un animal ni él conmigo. No mienten, no traicionan; si les tratas con respeto, lo devuelven.
¿Es usted cruel?
No, tendría que mirar la definición correcta en el diccionario.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo justo los que necesito, pocos y buenos amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que me quieran como soy, me respeten y que tengan un agudo sentido del humor, por favor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Lo han hecho algunos, pero eso significa que no eran mis amigos.
¿Es usted una persona sincera? 
Al menos es lo que pretendo ser, pero no hiriente. Algunas personas confunden sinceridad con falta de tacto. Y las mentiras piadosas, pues mentiría si dijera que nos las digo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me voy al parque a pasear dos largas horas con mi perra todos los días. Está todo lleno de árboles, pájaros, plantas, peces, conejos y hasta mochuelos. ¡Y vivo en pleno Madrid!
¿Qué le da más miedo?
El dolor, me aterra. Lo que tenga que ser, que sea; pero que no duela, por favor.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que Hobbes tuviera razón: el hombre es un lobo para el hombre, en diferentes escalas. Me entristece la falta de respeto generalizada.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Pues supongo que lo que empecé a hacer: dedicarme a la abogacía.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino mucho, y así oxigeno la mente y el cuerpo. Antes jugaba al fútbol, pero no me respetaron las lesiones…
¿Sabe cocinar?
Depende… Tortilla de patata española, croquetas, huevo frito y migas castellanas. El bocadillo de jamón no creo que cuente.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Charles Darwin. Recomiendo su Autobiografía, excepcionalmente breve para un hombre de su talla, pero la escribió porque se lo pidió su hijo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Los primeros balbuceos de un bebé. Son iguales en todas las lenguas y es esperanza en estado puro.
¿Y la más peligrosa?
Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Le respondo cuando hable con mi abogado… aunque soy yo misma. Por una milésima de segundo, supongo que en más de una ocasión.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Quiero que gobierne el que sepa gestionar con más aciertos los recursos de mi país que, en el fondo, son los míos. Pienso que izquierdas, derechas y centros deben guiarse por ese principio básico.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
De pequeña quería ser futbolista, pero como la edad ya se me pasó, me gustaría ser cantante.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Lo reconozco, la impuntualidad. Me lío, me lío y se me echa el tiempo encima.
¿Y sus virtudes?
Se puede confiar en mí. Y soy una persona muy discreta.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Pero ¿hay un esquema clásico para eso? No lo sé, pero seguro que pensaría cómo demonios había llegado a esa situación si no me gusta el mar…

T. M.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Mis poemas neoyorquinos en dos antologías


Mi pequeño conjunto de poemas Escenas de la catástrofe, escrito poco después de mi primer viaje a Nueva York en 1996, solo me ha deparado agradables sorpresas. Vio la luz en la revista El Extramundi a finales de 1998, y en el año 2008, casi por pura casualidad, me informaron de que uno de sus poemas aparecía en un curioso libro portugués sobre letras y arquitectura. Pero lo fundamental vino en el 2010, cuando lo volví a publicar, esta vez ya en formato libro, en la colección Los Conjurados de la editorial Polibea, con el subtítulo “Poemas y crónicas de Nueva York”, pues en él añadía dos textos que había publicado en la revista Clarín sobre Manhattan y Brooklyn a partir de sendos viajes posteriores. La edición, prologada por Antonio Rivero Taravillo, era una preciosidad, y en ella pude incluir algunas fotos mías de la ciudad. 

En ese mismo año, Germán Gullón lo citó, con tremenda generosidad, en su magistral estudio El sexto sentido. La lectura en la era digital. Pues bien, el modesto librito tuvo críticas maravillosas en La Razón y El Cultural, entre otros medios, y el año pasado otro investigador, Julio Neira, se hizo eco de él en su Historia poética de Nueva York en la España contemporánea (Cátedra). Un volumen sistemático y riguroso que yo mismo reseñé para Letra Internacional y que sería el preámbulo para que otro amante de la Nueva York hispana más literaria también incluyese en una antología uno de mis poemas. Me refiero al magnífico Fruta extraña. Casi un siglo de poesía española del jazz (Fundación José Manuel Lara), que acaba de aparecer, de Juan Ignacio Guijarro. 


De modo que solo puedo expresar mi más sincero agradecimiento a todos los que han hecho que esas pocas páginas tituladas Escenas de la catástrofe, publicadas en un lugar discreto y sin distribución apenas, hayan rebasado tiempos y espacios hasta hacerse para mí especialísimas, presentes y constantes dentro de mi bibliografía.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Entrevista capotiana a Javier Menéndez Llamazares

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Javier Menéndez Llamazares.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Si pudiera ser un lugar literario, me quedo con el Barrio de las Amorosas que inventara Boris Vian. Si hay que escoger un espacio real, sería La Bañeza. Es una pequeña ciudad leonesa que condensa una especie de mundo en miniatura, llena energía e historias fascinantes y donde siempre te aguarda una sorpresa. Allí viví cinco años y la situación económica me hizo marchar, pero algún día volveré, si antes no acaban con las pensiones. Eso sí, si de verdad me dejan elegir, yo me mudaría a 1995 y a la ciudad de Colonia, cuando yo tenía veinte años y la vida aún merecía la pena.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende del animal y de la persona. A los insectos no les tengo demasiado aprecio; tampoco a los pájaros, que son una especie de rateros alados. El centollo y el bogavante me parecen obras maestras de la creación, y por supuesto me gustan mucho más los cerdos de cuatro patas que los de dos.
¿Es usted cruel?
Por escrito sí, mucho. A veces con los personajes, a veces con los lectores… En mis columnas dicen que soy despiadado, aunque yo no soy consciente de ello; supongo que empiezas a escribir de política o del Racing y acabas escribiendo contra los políticos o la directiva. Algo inevitable en cualquier caso. En mi vida cotidiana, en cambio, yo nunca fui de los que arrancan alas a las moscas. Claro que la memoria no suele registrar ciertas cosas.
¿Tiene muchos amigos?
Bastantes, cada vez más. Lo que no sé es si tengo muchos enemigos, que sería la forma de saber que me iban bien las cosas.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La amistad es una especie de enamoramiento espontáneo que surge por contacto, sin demasiadas premisas ni condiciones; no hace falta compartir estatus, educación o procedencia. Imagino que hay algo químico en todo eso. Pero buscar, trazar patrones, elegir modelos, catalogar… eso son experimentos de laboratorio, nada que ver con el pequeño milagro de encontrar un amigo; uno íntimo, vamos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Claro, cómo no… ¿Quién es capaz de mantener la más altas expectativas? Cuando miras con los ojos de la amistad sólo ves virtudes, talento, genialidad, generosidad. Y luego todos somos como somos. Es natural.
¿Es usted una persona sincera? 
Menos en algunas entrevistas, sí. Bueno, casi siempre; en ciertos textos autobiograficos tampoco; hay cosas que es mejor no contar. Ni mucho menos al médico… les gusta demasiado regañarte por tonterías como fumar, beber, comer o cualquier otro vicio intrascendente. Bromas aparte, aunque en muchas ocasiones hay que escoger entre la cortesía y la sinceridad, generalmente me gusta ceñirme a la verdad. Incluso por escrito.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Hace veinticinco años te habría dicho una burrada… Ahora te diría que pensando; pensar es una forma de escritura, la que se hace mentalmente. También me agrada mucho ir a conciertos con mi hijo –todavía compartimos gustos: los grupos españoles de corte ramoniano–, ir a la playa con mi esposa –en invierno, claro, para sacar al perro–, encontrarme con amigos, conversar de tonterías hasta bien tarde… Aunque cada vez me roba más tiempo ese invento magnífico y horrible de internet. Allí cabe todo, y es insaciable con tu atención. 
¿Qué le da más miedo?
El regreso de los totalitarismos; ahora mismo sufrimos un dictadura económica completamente deshumanizada que avanza imparable hacia un lamentable futuro de alta tecnología y miseria. Y una sociedad así, fundamentada en la injusticia del reparto desigual, sólo se podrá sostener mediante la violencia. Cada vez que los antidisturbios pisan la calle tenemos un anticipo de ese mundo inhabitable que nos espera: autoritarismo político y libre mercado. Casi parece una invitación a la revolución; como decían antes, es que van provocando…
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Sería una lista demasiado larga: el desempleo juvenil, el desempleo de la mediana edad, el desempleo de los mayores, el desempleo de las mujeres; el rescate a la banca, que todavía haya guerras, la industria armamentística, los resultados electorales –de cualquiera, casi–, los partidos políticos, los sobres que se reparten en los partidos políticos, los deshaucios, las cargas policiales… ¿sigo? No sé si este blog tiene tantas páginas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Durante mucho tiempo no he sido escritor y creo que hacía más o menos lo mismo que ahora, excepto sentarme a aporrear el teclado. Tengo la impresión de que cada uno es creativo o no lo es, y luego escribe o no. Hay escritores nada creativos y gente con actitudes vitales de lo más literario, y casi nunca coinciden en una misma persona.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sobre todo, luchar con Chester, mi perro. Antes, en los buenos tiempos, jugaba a baloncesto casi todas las tardes, hasta que dos vértebras lumbares decidieron retirarme. Mi jugada preferida era la penetración en diagonal y semigancho a aro pasado, pero como mi puntería era cada vez peor y mi físico cada vez más consistente acabé jugando de pivot bajo –bajísimo–, a lo Barkley. Por cierto, que tenía bastante fama de duro.
¿Sabe cocinar?
Decir que sí tal vez sería exagerar… Me encanta trastear con la máquina de pasta, hacer masa de pizza y cosas así. Mi especialidad es la mayonesa, como me enseñó mi abuela; el mayor éxito es conseguir que al dar la vuelta a la taza no se caiga. Eso sí, se me da bastante mejor comer.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Tengo que confesar que no leo el Reader’s Digest; si me encargase Interviú un reportaje elegiría a Nastassia Kinski. Claro que sólo sería una excusa para conocerla. Para asuntos más serios tendría varios candidatos: Rudi Dutschke, Victoriano Crémer, Pedro Munitis…
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Las palabras no llevan nada dentro; son como ladrillos con los que construir nuestro discurso. Lo que en 1936 conmovía y llamaba al heroísmo hoy puede infundirnos terror o provocarnos risa. Aun así, cualquier vieja aspiración todavía nos sirve: libertad, igualdad, fraternidad; imaginación al poder o democracia real. Nunca hemos tenido realmente nada de eso.
¿Y la más peligrosa?
Aquella que se pronuncia desde detrás de las armas, desde los palacios presidenciales o los micrófonos del poder.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Claro, pero es que está muy penado. Sólo en las novelas es lícito, y hasta celebrado, cargarse a alguien.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me alegro de que me haga esta pregunta. En cuanto tenga alguna idea más o menos aproximada de mis posiciones no dude de que se lo haré saber. Si me aprieta mucho, diría que oscilo entre el antiautoritarismo y el desencanto.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Mi amigo Marce Yebra decía que almohada en un internado femenino. Yo nunca fui tan ambicioso, con haber sido músico indie o guaperas de mi barrio me habría conformado.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Me temo que son todos inconfesables. Excepto, tal vez, las pipas blanquillas de Facundo y sufrir con el Racing.
¿Y sus virtudes?
Ay, son tan poquitas… Aparte de que no me correspondería a mí enumerarlas; el autoelogio siempre me ha parecido de lo más vergonzante.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Un colegio progre; mi amigo Mario y yo jugando con pólvora y persiguiendo chicas; mi profe de literatura, Justo; una chica rubia que me dice que sí después de semanas de decir que no; una carrera que no me gustaba; un país extranjero que sí me gustó; aquella chica rubia con vestido de novia; una pequeña editorial independiente que se arruina; un niño con los ojos de su madre; una emisora de radio; una ciudad nueva a la orilla del mar; libros, libros, libros. Y espero que un salvavidas al fondo, junto a la patrulla de rescate. Como diría Boris Vian, «no me gustaría palmarla»; al menos, no en esta entrevista.

T. M.