viernes, 31 de enero de 2014

Entrevista capotiana a Ramón Buenaventura

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida de Ramón Buenaventura.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi casa, claro; pero no me hace mucha ilusión la condena.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, desde luego que no. De hecho, no me gustaría conocer a nadie que prefiriese los animales a las personas. Dicho lo cual, añadamos que algunos de mis mejores amigos fueron animales.
¿Es usted cruel?
Todos podemos ser crueles en un momento determinado, pero no: no me considero cruel; al contrario: más bien blandito.
¿Tiene muchos amigos?
En Facebook sí, mil setecientos y pico. En la vida real, algunos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Las cualidades de cada cual van saliendo con el trato. No hay exámenes previos para ser amigos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, no suelen.
¿Es usted una persona sincera? 
No siempre. No creo que nadie sea sincero siempre: no podríamos vivir en sociedad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No tengo tiempo libre. Ni lo quiero, por cierto.
¿Qué le da más miedo?
Los daños que puedan sufrir las personas queridas.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Primero, el fanatismo religioso y político; segundo la corrupción de quienes gestionan la sociedad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ganar dinero en otras actividades, seguramente; pero vaya usted a saber.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Poco.
¿Sabe cocinar?
No.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Ni siquiera llevando la imaginación a sus máximos puedo suponer que el Reader’s Digest me encargase a mí nada.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Las palabras no están llenas de nada. Son herramientas.
¿Y la más peligrosa?
Todas las que sirven para manipular, mentir, engañar; es decir todas, según contexto.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Izquierda. Creo que la sociedad y el ser humano pueden mejorar, y no será el capitalismo quien los mejore.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Una persona sin artrosis.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Apenas creo en el vicio.
¿Y sus virtudes?
Apenas creo en las virtudes.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Un salvavidas, sin duda alguna.

T. M.

jueves, 30 de enero de 2014

Hundimiento de un mundo


Séptimo libro que publica Pre-Textos de Améry, “Los náufragos” (traducción de Josep Monter y Ester Quirós) es una novela iniciática, que ambienta cierta juventud en cierto lugar: veinteañeros en 1933, en Viena, con el hitlerismo expandiéndose, con el antisemitismo empapando la sociedad. Este ambiente enrarecido se mezcla con la incomodidad de ser joven e intelectual, de hacerse demasiadas preguntas. Es lo que le ocurre a Eugen Althager, que se apoya en su novia Agathe y en su amigo Heinrich Hessl, unidos por “el filo hilo de una existencia común” aunque luego esa conexión se vaya rompiendo. Obra introspectiva, como todas las de Améry, en la que vivir es una lucha, sentirse en el vacío es lo normal y cuestionar el mundo burgués, aunque de forma sentimental, es lo deseable, mientras se anhela una vida bohemia.

El protagonista ve cómo el sistema de valores de la Austria de entonces se está agrietando y se avecinan cambios; abrumado por el maltrato a sus conciudadanos judíos, él mismo está “solo en medio del tiempo”, considerándose “parte de una época moribunda”, viendo que nada es como era. Esa transmisión de incertidumbre y desamparo es lo mejor del libro, más allá de las acciones del joven en torno a la opresión social, los celos, el desengaño amoroso, el nihilismo, la añoranza por tiempos mejores, el dilema de la paternidad, el dinero, la deslealtad o el mundo espiritual; todo ello enmarcado por “la guerra que se anunciaba”.

Era en suma el “amenazador hundimiento de un mundo” que Hans Mayer –su verdadero nombre; adoptó su seudónimo cuando emigró a Bélgica, en 1938, tras la anexión de Austria por Alemania– acabó viendo en su vertiente más despiadada, durante su internamiento en Auschwitz de 1943 a 1945, donde conocería a Primo Levi. Éste y aquél sobrevivirían al campo, pero sólo para detener la memoria mucho después mediante el suicidio: el de Améry, a los sesenta y cinco años, en Salzburgo, con una dosis de barbitúricos, dejando tras su acto «una interpretación nebulosa», tal como lo definió su amigo italiano.


Publicado en La Razón, 30-I-2014

miércoles, 29 de enero de 2014

Entrevista capotiana a Willy Uribe

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Willy Uribe.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un atolón con buenas olas en el archipiélago polinésico de las Tuamotú.
¿Prefiere los animales a la gente?
Para nada.
¿Es usted cruel?
A veces sí. De chaval torturé lagartijas, lapidé ranas y disparé a los gatos. Creo que algo me ha quedado.
¿Tiene muchos amigos?
Muchos, por fortuna. Algunos de ellos, grandes amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Compañerismo y respeto.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Del mismo modo que yo he decepcionado, otros me han decepcionado a mí.
¿Es usted una persona sincera?
Cada vez miento menos.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Eso de “tiempo libre” me parece una chorrada mayúscula. ¿Por qué no lo dejamos simplemente en “tiempo”? Entonces, diría que el tiempo lo empleo en vivir, lo que significa escribir, fotografiar, pasear, charlar con los colegas, estar junto a mi hija, surfear, sestear en una campa, leer, emborracharme, soñar, etc.
¿Qué le da más miedo?
Las intolerancias políticas, étnicas y religiosas.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La avaricia humana es una putada para la sociedad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Tal vez estudiar algo de náutica y después embarcarme. El mar es un referente necesario para mí.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Hago surf con regularidad y al no tener coche camino y ando en bici un montón.
¿Sabe cocinar?
Lo básico. Pero podría invitarle a usted a cenar y no saldría decepcionado.
Si el Reader’sDigest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Al emperador azteca Moctezuma y su contrario, el conquistador extremeño Hernán Cortés. El encuentro de dos civilizaciones tan diferentes y el sangriento desenlace constituyen una buena muestra del drama que desencadenan la avaricia y la intolerancia.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Cualquiera que haga referencia al respeto y la igualdad.
¿Y la más peligrosa?
Venganza. Esa es una mala bicha.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?         
No, pero sí que he deseado la muerte de algunos.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ácratas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un vagabundo en los mares del sur.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El rencor puntúa alto.
¿Y sus virtudes?
Aunque sea un contrasentido, considero que el rencor sin venganza también es una virtud.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Ya estuve a punto de ahogarme una vez y lo único que se me pasó por la cabeza fue respirar. Todo sucede muy rápido, todo por una bocanada de aire.

T. M.

martes, 28 de enero de 2014

El poeta que pensaba el tiempo


Un poema de José Emilio Pacheco dedicado a uno de sus colegas mexicanos más insignes, “Imitación de Tu fu para Sergio Pitol”, dice algo que hoy, tras su muerte, da cuenta más que nunca de qué tipo de hombre y escritor fue: “Aprendimos que no se escribe en el vacío. / Somos el instrumento y la consecuencia / de lo que está pasando tras la ventana de la calle”. Este abanderamiento por el bien del compromiso social a través de la poesía es una de sus mayores señas de identidad. Su amigo desde la juventud literaria, Carlos Monsiváis, dijo que Pacheco “no duda: lo que importa es el diálogo entre autores y lectores, la actitud democrática del yo poético”. Una actitud con la que construyó una prosa y poesía perdurables por cuanto se preocupó por los temas que jamás caducan; en palabras de Rosa Navarro, “por el paso del tiempo y el destino de la existencia”.      

Pacheco: poeta, como fue desde su debut con “Los elementos de la noche” (1963), como será y es recordado, versificador íntimo y abierto a todos, poeta modesto cercano para todo el mundo gracias a su uso de “los coloquialismos, los prosaísmos, las alusiones al lenguaje de la publicidad, las citas irónicas, el trasiego anacrónico de clichés, etc.”, como explica el estudioso de la literatura hispanoamericana José Miguel Oviedo. De ahí que su muerte se haya sentido como la pérdida en su país de un hombre entrañable, próximo, ya que en las distancias cortas Pacheco era lo contrario al intelectual con presunciones de importancia, sino que trataba con mayor consideración al escritor principiante que al veterano consabido. No en vano, en una entrevista en 2009 afirmó que eran los jóvenes los verdaderos nativos, siendo los de su generación los inmigrantes que venían de otra época, de otro mundo.

Pacheco: poeta, sí, pero también novelista: “Morirás lejos” (1967) y “Las batallas en el desierto” (1981), pero también cuentista: “La sangre de la medusa y otros textos marginales” (1990), y en ambos géneros no menor; la crítica especializada lo catalogó entre la remesa de narradores del llamado “post-boom”, en la línea literario-generacional de Alfredo Bryce Echenique, Luis Rafael Sánchez, Antonio Skármeta, Eduardo Galeano, Ricardo Piglia... Un novelista que se propuso además experimentar con las estructuras y técnicas narrativas, que hizo prosa poética, que divulgó la cultura mexicana de los siglos XIX y XX mediante todos los géneros y se interesó por todas las literaturas.

Poeta y narrador, entonces, y también portaestandarte como jefe de redacción y colaborador de varios suplementos y revistas mexicanos de gran prestigio; sin ir más lejos, de “Letras Libres”, para la que inició unas colaboraciones portentosas en 1999, empezando con un ensayo sobre T. S. Eliot (había traducido sus “Cuatro cuartetos” a lo largo de más de quince años). Y es que, como dijo Oviedo, Pacheco fue «uno de los más cabales –y también uno de los últimos– “hommes de lettres” que existen hoy en nuestro continente». Tal cosa quedó escrita en el año 2001, y qué podría decirse ahora, a quién podría compararse el mexicano pues: “Es difícil pensar en algún género que no haya cultivado, sin excluir la crítica literaria, el periodismo cultural y la traducción, actividades que practica con un rigor y una intensidad que pocos alcanzan».

Pacheco se interrogó incansablemente: por las huellas de la memoria y el adiós de la infancia, por el estado de su nación, por cómo se puede trasladar a la lengua castellana la mejor poesía de otras lenguas (siempre humilde, a sus traducciones las llamó meras “aproximaciones”). Y por encima de todo, por cómo el Tiempo hace evolucionar el recuerdo y los pocos anhelos que van quedando. “Escribo unas palabras / y al minuto / ya dicen otra cosa / significan / una intención distinta / son ya dóciles / al Carbono 14” (poema “Aceleración de la historia”, del libro “No me preguntes cómo pasa el tiempo, del ya lejano 1969). Siempre ingenioso Pacheco, en la escritura privada y en público. En una actividad relacionada en Alcalá de Henares al recibir el premio Cervantes en el año 2010, dijo que nuestro siglo XXI se resumía en dos títulos de Dickens y Balzac: “Grandes esperanzas” y “Las ilusiones perdidas”. Esa frescura de pensamiento, ese sarcasmo grácil y de síntesis contundente, se apagó este fin de semana en México, y su legado, más allá de su obra, es una idea universal que no habría que olvidar, concretada en el poema “Manifiesto”, que dice: “Todos somos poetas / de transición / La poesía jamás / se queda inmóvil”.


Publicado en La Razón, 28-I-2014

lunes, 27 de enero de 2014

Entrevista capotiana a Carlos Manzano

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Carlos Manzano.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Es una pregunta extremadamente difícil de contestar para mí porque una de las cosas de las que más disfruto en esta vida es de los viajes: la posibilidad de moverme a otros lugares, adentrarme en nuevas culturas, avistar nuevas maneras de entender el mundo, apreciar nuevos olores, nuevos sabores, nuevas atmósferas. Pero partiendo de que la pregunta es hipotética, creo que en ese caso elegiría mi casa: allí es donde tengo lo imprescindible para vivir.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero las buenas personas, aunque no abunden demasiado o pasen desapercibidas. Es imposible englobar a los seres humanos bajo un mismo denominador, hay tantos tipos de gente como individuos pueblan el mundo, aunque también es obvio que en cada uno de nosotros habita cierta parte monstruosa que a veces no es nada fácil excusar.
¿Es usted cruel?
Intento no serlo. Creo que es una de las muchas bajezas en las que puede caer un ser humano. La crueldad, además de detestable, es siempre innecesaria.
¿Tiene muchos amigos?
El término amigo se ha venido a convertir en algo ambiguo, casi relativo (sobre todo a partir del significado que le otorgan las redes sociales). Sea como sea, no sé si tengo muchos amigos, pero sí puedo presumir de tener buenos amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Tolerancia, sentido del humor, inteligencia, respeto… Tal vez sea muy exigente.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No me gusta juzgar a nadie con severidad. Todos cometemos errores y bajezas. Está en la esencia del ser humano.
¿Es usted una persona sincera? 
Depende del momento y de la situación. Decir la verdad a todas horas sería horrible, especialmente para los que nos rodean. Trato de no mentir demasiado en cualquier caso, y especialmente de no mentirme a mí mismo (que es lo más estúpido que puede hacer una persona).
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
En cosas que me hacen disfrutar. Sé que suena obvio, pero paso muchas horas leyendo, escribiendo, escuchando música, viendo alguna que otra película (cada vez menos), viendo algún que otro programa de televisión (no todo es basura), viajando siempre que tengo ocasión, retocando fotografías en el ordenador… En fin, esas cosillas que hacen que la vida no sea realmente insignificante.
¿Qué le da más miedo?
Miedo quizá no muchas, pero preocuparme, me preocupan bastantes cosas: el dolor, la decadencia, la muerte, el vacío, la nada…
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Más que escandalizarme, me repugna: la hipocresía, el engaño (el autoengaño sobre todo), la manipulación interesada, la estupidez en general.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
En realidad no soy escritor, aunque haya escrito algunos libros. Quiero decir que todos mis ingresos los obtengo de un trabajo que no tiene nada que ver con la literatura. La escritura es una actividad con la que trato de no morirme de asco. Además, empecé a escribir bastante tarde, superados con creces los 35 años. Digamos que he ido probando cosas a lo largo de mi vida, y no sé por qué, con la escritura me siento bastante cómodo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Ocasionalmente.
¿Sabe cocinar?
Poco y mal. Pero me gusta comer, y mucho. Soy eso que llaman un estómago agradecido.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Es una pregunta que me resulta muy difícil de contestar, entre otras cosas porque nunca he pensado profundamente en ello. En cualquier caso, tendría que darle muchas vueltas a la historia de la humanidad para escoger solo uno. Y creo que al final sería una tarea imposible.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
No se me ocurre ninguna palabra que esté llena de esperanza. De hecho, no sé si las palabras pueden siquiera transmitir esperanza. El lenguaje propone ideas, desarrolla mensajes, objetiva sentimientos, permite compartir sensaciones. Y también enmascara, oculta y pervierte. La verdadera esperanza yo la situaría en los seres humanos, en que cada vez más individuos se preocupen más por saber y conocer y menos por matar el tiempo con entretenimientos vulgares.
¿Y la más peligrosa?
La respuesta anterior también valdría para esta pregunta. Lo más peligroso a mi juicio es que tipos sin talento, poco inteligentes y sin un criterio sólido (o demasiado próximos a ciertos círculos de intereses, que casi es peor) alcancen determinadas cuotas de poder. Aunque más peligroso aún es que un grupo significativo de personas se dejen seducir por ellos.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Supongo que la rabia y el odio te pueden llevar en ocasiones a desear la muerte de alguien, creo que esto es una reacción humana natural y difícilmente controlable. Pero el deseo consciente de querer matar no lo he sentido nunca.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
De izquierdas, así en general, aunque no sé si eso significa mucho hoy en día. En cualquier caso, no comulgo con ningún “ismo” concreto.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Más allá de ser humano, no creo que haya otra cosa o ser en que merezca la pena reencarnarse. Si la pregunta se refiere a una profesión, me encantaría ser rentista.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Tengo demasiados. No cabrían todos en este cuestionario.
¿Y sus virtudes?
Soy demasiado pudoroso para reconocerlas en público (en el caso de que tenga alguna, lo está por ver). Eso es algo que siempre deben decir los demás.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Supongo que el imperioso deseo de sobrevivir, de agarrarme a lo que sea, de bracear hasta las últimas consecuencias. Cuando uno está a punto de morir, todas las demás cuestiones más allá de la supervivencia se convierten en intrascendentes.

T. M.

domingo, 26 de enero de 2014

La “Vida” en vida de Juan Ramón Jiménez


Hoy Javier Ors, en La Razón, publica un formidable artículo sobre uno de los libros que yo llevo esperando con expectación, la Vida de Juan Ramón Jiménez que está preparando la editorial Pre-Textos y que estaba anunciada para el año pasado, en principio. Ors, que ya se asomó por este blog por medio de la entrevista capotiana y al que dediqué un texto sobre su extraordinario debut narrativo, su novela Los años asesinos, ha entrevistado a las dos filólogas que han trabajado durante años transcribiendo y ordenando el proyecto juanramoniano, su obra en marcha total y extrema, de autobiografía. Juan Ramón siempre está escribiendo, siempre tiene algo nuevo que decirnos. Uno de los editores de Pre-Textos, Manuel Ramírez, explica en el periódico las tremendas dificultades de organizar este volumen misceláneo lleno de poemas, prosas, cartas. Las dos privilegiadas para encargarse de la edición habrán tenido que acudir mil veces a la Sala Zenobia-JRJ de la Universidad de Puerto Rico, ese lugar anhelado que tuve la ocasión de visitar hace dos otoños y al que dediqué una crónica viajera en la revista Clarín. Desde entonces, muy especialmente, el poeta de Moguer está cada vez más presente en mis días, mientras aún degusto los dos álbumes preciosos que le dedicó la Residencia de Estudiantes y que me traje de mi última visita madrileña. De la Residencia, allí, al lado del pabellón del Estudiantes, en donde me tropecé con uno de sus jugadores más prometedores (ahora lesionado), a las afueras de San Juan de Puerto Rico, siguiendo los pasos de Juan Ramón continua y placenteramente, a punto de revivir uno mismo su Vida poética gracias al maravilloso equipo de la editorial valenciana, al que quiero felicitar de corazón por su magnífica iniciativa y su denodado esfuerzo.

Residencia de Estudiantes

sábado, 25 de enero de 2014

Entrevista capotiana a Agustín Torralba

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Agustín Torralba.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Cualquier casa con porche y orientación sur en una ladera californiana con vistas al lago Tahoe.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de qué gente y depende de qué animales. Procuro ser afable con ambos.
¿Es usted cruel?
Rencoroso más bien, pero hasta eso se aplaca con los años.
¿Tiene muchos amigos?
Tuve, pero los afectos también deben revisarse de cuando en cuando para hacer limpia, poner las cosas en su sitio, soltar lastre y en definitiva, caminar ligero y con una leve sonrisa en la cara. Y eso, hay gente tóxica que lo obstaculiza si se le permite. “Ligero de equipaje” que dijo Machado.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Libertad al punto. Ni les exijo ni dejo que me exijan. Pido que sean honestos, que tengan inquietudes intelectuales, que no basen su discurso en la descalificación sistemática, que no me den el coñazo a diario, que tengan una inclinación natural a la alegría y que no hablen mal de nadie que no se encuentre presente para defenderse. Al menor atisbo de “malaintención” los borro… a la cuneta.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Solían, eso era cuando esperaba algo de ellos. Hoy no pongo fuera de mi ninguna expectativa, asumo mi responsabilidad “paraconmigo” y dado que poco o nada espero de fuera, rara vez me siento decepcionado, lo cual no significa “nunca”.
¿Es usted una persona sincera? 
NO, claro que no! Quiero poder llegar a viejo sin que me odien demasiado… jajajaja.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
En contacto con la belleza: naturaleza, libros, música, paisajes, carretera, contemplar sin más. Escribir me hace perder la noción del tiempo y a veces hasta del espacio.
¿Qué le da más miedo?
Los/as envidiosos/as, los/as frustrados/as, los/as intolerantes, los/as serviles, los/as cobardes.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La impunidad de los gobiernos corruptos, los crímenes de la banca, de los países o de la iglesia, la desfachatez de los políticos y la impasibilidad de los españoles amén de la de otros ciudadanos del mundo. Ya va siendo hora de que este país se sacuda su mezquina pleitesía y se restituya a sí mismo la dignidad. El mundo es la propiedad privada de intereses oscuros y malvados… eso me escandaliza.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Siempre quise tener mi propia granja, trabajar duro y esperar al crepúsculo fumando plácidamente mi pipa… y no lo descarto.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, claro, natación, correr y los fines de semana o monto en bici o camino por el monte.
¿Sabe cocinar?
Sí, y he disfrutado mucho con ello aunque debo reconocer que desde hace algún tiempo la apatía y una terrible falta de creativadad culinaria me han ganado la partida. Cocino menos pero friego más platos.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Robert Johnson.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Alegría.
¿Y la más peligrosa?
Raza.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
¿Qué le hace pensar que no lo he hecho? Jajaja, lo que ocurre es que sí que existe el crimen perfecto, se lo aseguro… jajaja. No, ya le he dicho que con los años uno aprende que nuestros ofensores no hablaban de nosostros sino de ellos mismos. La vida es siempre un juego de espejos, el saber popular está lleno de sabias respuestas “El mundo alrevés el que lo dice, lo es”.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Permítame un verso de mi paisano José Igancio Lapido: “Que mis ojos vean pronto La Revolución”.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Cazarecompensas o Indio Sioux.
¿Cuáles son sus vicios principales?
De todo quiere Dios un poquito y no hay que contravenir a Dios, ¡nooo, por Dios!
¿Y sus virtudes?
No dejo que mis sueños mueran, ni que la adversidad me derrote. Soy una especie de tentetieso (la palabreja puede tener varias lecturas, jajaja).
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Aprendí a nadar en un río, me enseñó mi padre. Recuerdo que, en ese mismo río, los niños jugábamos a bucear con los ojos abiertos: lanzábamos una piedra, de espaldas, nos girábamos deprisa, tan deprisa que la piedra, a veces, aún no se había hundio y la veíamos descender, como ingrávida, venciendo la resistencia del agua y dejando tras de sí un reguero de burbujas. Se depositaba silenciosamente en el lecho de “La poza”. El sol iluminaba la escena, la refracción de sus rayos atravesando el agua… qué belleza!!!! Qué bonita imagen para morir ahogado. Al fin y al cabo, mintió quien dijo “somos polvo”, ¡claro que algo de polvo tenemos! pero en un 78% somos agua, por eso todo lo que no sea dejarse fluir es ir contranatura. Y así, fluyendo con mi destino, moriría dulcemente ahogado entre haces de luz.

T. M.

viernes, 24 de enero de 2014

El fin del edén africano


Decir Paul Theroux es decir Viaje. Lo saben bien quienes han seguido su trayectoria como escritor de libros sobre lugares exóticos y remotos de Asia, Sudamérica y África, o incluso los que se han asomado a sus obras de ficción. Esta vez, el autor estadounidense acude de nuevo al continente negro –a mediados de los sesenta vivió ejerciendo de maestro en Malaui y Uganda–, mediante un alter ego de su misma generación: un personaje que idealizó la aldea donde estuvo de joven durante cuatro años –colaborando en la construcción de una escuela y otras iniciativas sociales– y a la que desea regresar tras un fracaso matrimonial (su mujer descubre que ha estado flirteando con otras mujeres vía correo electrónico) y el declive de su negocio de sastrería en Boston.

El protagonista, Ellis Hock, trabajador volcado en su afamada pero ya caduca tienda de ropa para caballero, con una esposa convencional y una hija desagradecida, aburguesado e infeliz, se va a dar una segunda oportunidad. Una base argumental tópica esta que sin embargo está relatada con buen ritmo novelesco al hacerse verosímiles las señales que el azar le pone en el camino, como ayudar a una mujer jipi a cuidar de la serpiente pitón que hasta duerme con ella, lo cual le retrotrae a aquel tiempo de dicha en que la vida era sencilla y sincera: allá en Nyasalandia, donde amó y fue amado. Sin ataduras, sin más futuro que su presente anonido, Hock se plantea regresar cuarenta años después, siquiera un par de semanas. Y el choque al llegar será el esperado: el lugar idílico ahora está plagado de automóviles, teléfonos móviles, burocracia.

Esa parte inicial de “En Lower River” (traducción de Ezequiel Martínez Llorente) es la mejor, a mi entender: la transición del hombre maduro hacia el pasado irrecuperable, primero en la memoria y luego “in situ”, cuando el contraste se hace drástico y deprimente en primera instancia. Luego, la novela se vuelve algo farragosa en los diálogos del viajero con los lugareños, sobre todo con la gente que aún recuerda su paso por allí, que es considerable, aunque retoma la intensidad porque al personaje le esperan frustraciones e incluso peligros. Tanto, que su regreso se convierte en toda una pesadilla, ante el surgimiento de ciertos hombres indeseables que mercantilizan a seres humanos, que rompe por completo el “locus amoenus” africano que tenía guardado en su corazón durante décadas en su apacible vida bostoniana.

Publicado en LaRazón, 23-I-2014

jueves, 23 de enero de 2014

Entrevista capotiana a Ramon Dachs

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la cara de la vida de Ramon Dachs.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Barcelona. Es el lugar que mejor conozco, donde más he vivido, que más lazos me trenza, donde menos echaría en falta. Una ciudad es un mundo a escala reducida. Se puede vivir sin salir de ella porque el mundo, de algún modo, está en ella. Mucha gente lo hace sin propósito previo. Barcelona es mi microcosmos fractal.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende. Si bien prefiero mi gata a la mayoría de la gente, no tengo prejuicios.
¿Es usted cruel?
Sólo sin querer. O sin poder evitarlo, como reacción con quien me ha ofendido o maltratado previamente. Excepción hecha de ciertos fatuos poderosos. Van dos ejemplos de personajes con quienes me hubiera gustado ejercer cínicas crueldades de palabra, pero no surgió la ocasión idónea: el ex-presidente del Gobierno José María Aznar y el ex-ministro de Cultura César Antonio Molina. Si fueran más jóvenes, añadiría dos más: l’ex-president de la Generalitat Jordi Pujol y el bufonesco magnate Silvio Berlusconi. La fatuidad del poder hiere y provoca.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo bastantes amigos ocasionales, que aparecen y desaparecen amablemente; duraderos, unos pocos. Aunque los últimos son más valiosos, la abundancia de los primeros me ameniza la vida. Amigos amigos, bien pocos (y, en parte, familiares). Conocidos favorables, susceptibles de llegar a más o de desaparecer sin dejar ni rastro, bastantes. Todo se mueve. Meciéndose en la embriaguez vital.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sobre todo, que perduren. Prefiero que me sorprendan las cualidades a buscarlas.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
En la medida que me decepcionan, dejan de serlo. Otros se disuelven sin más, como un azucarillo; como si quedaran amortizados por su efecto edulcorante. Pero quienes perduran devienen sólidos y majestuosos como árboles centenarios.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, aunque con reservas. A veces miento sin mentir, por omisión. Una de mis mayores flaquezas, que el tiempo va limando, es la presunción de sinceridad en los demás. Tan desmentida y arruinada ha quedado, que sería imprudente perseverar sin ciertas precauciones. Hay muchas honrosas excepciones, con todo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Libremente. Tiendo al paseo, a la conversación y a la reflexión. Las exposiciones y los viajes son a menudo las excusas ideales para el paseo. Las comidas, la amistad y el amor, para la conversación. La lectura y la escritura, para la palabra vibrante; también el paseo y la conversación. El amor propicia la satisfacción máxima de estar con alguien; de perderse y reencontrarse en otro; de percibir una vida ajena por dentro, en su latido más íntimo; es una cúspide. También la creación es una cúspide; vida en su más alto grado, fruto, plasmación objetivada y compartible. Como estar solo, desocupado, vacante, libre; otra cúspide. Cúspides de plenitud. Y otra más: la risa. Hay que reír y reírse. De casi todo, de uno mismo. Sienta bien.
¿Qué le da más miedo?
La pérdida de facultades. La locura. El dolor físico. Ser presa de las tres cosas. El miedo en sí mismo, terrorífico. La felicidad es poco más que la carencia de miedo; si añadimos la risa, el plácido bienestar que sucede a las risas, se da. En el fondo, el bienestar tiene que ver con el ritmo de la respiración. Somos un gran pulmón.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La falta de escrúpulos. Cualquier abuso. La crueldad con los débiles. A menudo, la desproporción entre lo obtenido y lo destruido o castigado para obtenerlo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Demasiado tarde para averiguarlo. A veces pienso que, como soy emprendedor, tenaz y calculador, se me hubieran dado bien los negocios. Sospecho que, con un esfuerzo equivalente al dedicado a la poesía, ahora sería bastante rico, pero no lo lamento en absoluto. Me considero rico a mi manera; más rico, al fin a y al cabo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Vivir. La vida es un ejercicio físico continuo que cesa sólo con la muerte. Vivirla.
¿Sabe cocinar?
Sé cómo comer y beber bien. Hago lo indispensable para conseguirlo cada día.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Anteayer, a Alberto Giacometti. Ayer, a Billie Holiday. Hoy, a Josep Pla. Hay tantos personajes que alimentan nuestro presente… Son como un calidoscopio.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Permítaseme apuntar dos, el signo “+” (en el único idioma que no requiere traducción: el álgebra) y la palabra “Sí” (en todos los demás).
¿Y la más peligrosa?
También dos: el signo “-“ (ídem) y la palabra “No” (ídem).
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Nunca. Cuando sé de alguien que quiere perjudicarme, me limito a desear un efecto bumerán para todo cuanto haga contra mí, o a ponerlo en evidencia públicamente, o a la suma de ambas cosas. Con resultados sorprendentes.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Un individualismo autogestionario y solidario. Una ciudadanía responsable.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Arquitecto. Se trata de la única profesión por la que siento envidia. A veces pienso que mi literatura tiene mucho de arquitectura, de concepción estructural y espacial. Sospecho que, como entes corpóreos, tendemos a apriorizar el espacio.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La literatura y el amor. Sus hondos claroscuros. Los únicos que me pierden, creo.
¿Y sus virtudes?
La literatura y el amor. Me salvan, día a día, de la banalidad y el tedio. Me avivan.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Quizá las narradas por Ambrose Bierce en An Occurrence at Owl Creek Bridge.
T. M.