viernes, 28 de febrero de 2014

Entrevista capotiana a Edmundo Díaz Conde

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Edmundo Díaz Conde.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Ese en donde conocí a mi ángel de la guarda, sin quien las historias de amor de mis novelas adolecerían de la genuina simpleza masculina.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de los animales. Con los insectos y los ofidios tengo casi tantas prevenciones como con mis congéneres. Soy más de mamíferos ajenos a mi propia especie.
¿Es usted cruel?
Lo fui por instante, cuando era joven, vigoroso y radicalmente ignorante. En ese entonces, qué meritorio habría sido mostrarme compasivo. Ahora tiene poco mérito, a los 47.
¿Tiene muchos amigos?
He huido siempre de mis amigos para llevarlos en el corazón.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Agilidad de reflejos y piernas lentas. En una palabra: amabilidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Me creo pocas expectativas con el prójimo. Además, el arte de la fuga que practico es acabar en una tierra de nadie.
¿Es usted una persona sincera? 
Franca, diría yo. ¿Sinceridad?: no me permita Dios apurar ese cáliz.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Soñando. Hay días en que los sueños me acorralan mientras duermo, otras me acorralan leyendo, otras haciendo el amor, otras... En fin, confieso que vivo acorralado por fantasías.
¿Qué le da más miedo?
Ver aparecer un toro por la puerta de mi dormitorio.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La impresión de que hay que fomentar la natalidad para sostener el sistema. Un sistema, dicho sea de paso, que nos impide poner distancia entre la propia vida y la de los otros.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ni me lo perdonaría a mí, ni se lo perdonaría al resto. Sería una especie de Darth Vader celtibérico, rebosante de amargura y perfidia. En consecuencia, infinitamente más seductor de lo que soy.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Durante treinta años fui un amante vicioso del deporte, hasta que me curé. Fue entonces cuando decidí no contribuir al crecimiento del negocio.
¿Sabe cocinar?
La respuesta es un bucle infinito. En teoría, mi cocina requiere de una meditación previa; pero es tan intensa y exhaustiva, la meditación, que al acabar no me siento con fuerzas de nada.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A ese tipo que, metido en un asunto de riesgo mortal, se sintió tan consumido por el miedo que no tuvo más remedio que convertirse en un héroe.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Sin duda, aquella que está por decir; la que se omite, la que se calla en favor de un gesto amable, generoso o altruista
¿Y la más peligrosa?
A sensu contrario, la palabra que se desboca.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No soy dado a violencias físicas; pero, por pura justicia poética, a más de uno que se lo merecía le he deseado lo peor.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Circulo por el ala izquierda como por mi casa; lástima, es una casa que aún va por los cimientos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un rentista físicamente aventurero.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los más inofensivos. Por ejemplo, en hogares ajenos, no en el mío, cuando tengo necesidad de ir al servicio, y una vez dentro, me desvisto íntegramente en cualquier caso. Por supuesto, antes de salir, vuelvo a vestirme íntegramente.
 ¿Y sus virtudes?
Soy un ignorante para mis propias virtudes; pero es evidente que las tengo, pues hasta los simples conocidos hablan maravillas de mis virtudes.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Es tal el vicio que se me vendrían palabras en vez de secuencias. Tendría el mal gusto de pensar: “No podía ser de otra manera. Es justo que sea así”.

T. M.

jueves, 27 de febrero de 2014

Una pizca del prefacio de «La resistencia del ideal. Ensayos literarios 1993-2013»


Ya está circulando por Amazon mi nuevo libro, La resistencia del ideal. Ensayos literarios 1993-2013, de escritura barcelonesa, edición neoyorquina y temática literaria universal (con especial detenimiento en el análisis de la actualidad editorial, la teoría literaria, la política de los últimos cien años relacionada con la literatura y, también, en diez autores cumbre de las letras de España y América Latina, clásicos y modernos). Pongo aquí las primeras líneas del breve prefacio que preparé para hablar de la estructura, el título y la ética estética, por decirlo al modo juanramoniano, que abandera esta reunión de ensayos.

«Veinte años de investigaciones literarias, desde el ecuador de mi etapa como estudiante de filología hispánica en Barcelona hasta hoy, cuando ya tengo publicados diversos libros de ensayos sobre poesía y narrativa universales, se concentran en esta recopilación de textos concebidos para periódicos, revistas, prólogos, conferencias. De lo general a lo singular, de la Literatura a los literatos, de ese futuro memorioso que llamamos pasado hasta hoy mismo, la estructura de este libro propone un camino gradual, con una transición que enlaza las consideraciones temáticas globales de la primera parte con los autores concretos en lengua española de la segunda. Los cuales, a su vez, remitirían circularmente al primer texto, «La resistencia del ideal», que da título al libro y que debo a…»

miércoles, 26 de febrero de 2014

Entrevista capotiana a Mario Roberto Morales

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mario Roberto Morales.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El vientre materno o el éter.
¿Prefiere los animales a la gente?
De ninguna manera. A los animales salvajes no se los puede preferir porque acaban matándolo a uno. Y el problema con los domésticos es que, como son incondicionales, cuando se mueren hacen muchísima falta. Me quedo con la gente.
¿Es usted cruel?
Claro. Lo soy con mis enemigos y conmigo. Si no, qué sería de ellos y de mí.
¿Tiene muchos amigos?
Qué va.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que yo les caiga bien.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? 
Por supuesto. Algunos de los nuevos me decepcionan por su volatilidad y casi todos los viejos porque no cambian. A ambos los perdono y no les digo nada porque me estiman y yo a ellos. Por eso somos amigos. Y sé que tanto unos como otros me toleran igual que yo a ellos. Vista así, la amistad es un pequeño fastidio para todos. En mi caso y para mi fortuna, mis amigos son poquísimos y casi nunca nos vemos. Con quienes mejor me llevo es con los desconocidos.
¿Es usted una persona sincera? 
Conmigo bastante más que con los demás. Porque he aprendido que necesito “estar en el mundo” para sobrevivir, pero que para vivir en paz debo dejar de “pertenecer al mundo”, y esto último sólo se puede lograr no mintiéndose a uno mismo. Es decir, no diciendo cosas como la que acabo de decir ahora.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Todo mi tiempo es libre.
¿Qué le da más miedo?
A mí todo me da miedo. Lo que más miedo me da es no llegar a sentir más miedo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Las religiones.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ser un clochard. Aunque yo no decidí ser escritor. Eso, como todo en mi vida, fue algo que me sucedió y que no vi venir. Una fatalidad.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Nado. A veces. Es con lo que me quedé luego del beisbol y el karate de la adolescencia. Nadar –al igual que escribir– es algo que puedo hacer solo.
¿Sabe cocinar?
Más o menos, pero prefiero no hacerlo. Mi especialidad son los huevos satánicos (receta mía) para el desayuno.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mi abuela. Entre otras cosas porque una vez me respondió que sí creía en Dios pero que le caía mal porque sólo estaba con los que lo buscaban. Era una espontánea de la teología.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Comprensión.
¿Y la más peligrosa?
Verdad.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Claro. Cómo no. Los políticos y los moralistas despiertan en uno ese sano deseo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy un disciplinado marxista de clase media acomodada e irrenunciables hábitos burgueses. Como Marx.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un millonario que se hubiese sacado la lotería (sin haber perdido el tiempo trabajando para enriquecerse), dedicado en cuerpo y alma a dilapidar su dinero en causas perdidas y en experiencias hedonistas.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El hedonismo y la ira.
¿Y sus virtudes?
No mato una mosca.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Una vertiginosa versión amorosa de mi niñez y mi adolescencia, y la sonrisa de un anciano bonachón que aprueba benévolamente mi conducta. Soy un buenazo irredento.

T. M.

lunes, 24 de febrero de 2014

Novedad: mis ensayos literarios en Nueva York


Hoy ve la luz La resistencia del ideal. Ensayos literarios 1993-2013, en la editorial neoyorquina Escribana Books. No puedo describir el gozo, el entusiasmo que me produce esta primera publicación estadounidense –que no americana, ¿pues no debuté con las poesías de El atlas de la memoria en Caracas, en 1998?–. Es en un nuevo sello, en el seno de una editorial admirable, Artepoética Press, iniciativa de un editor maravilloso –además de poeta y profesor y muchas otras cosas, como tuve la feliz ocasión de conocer este último verano, en Manhattan–: Carlos Aguasaco, que cuenta en su equipo con un gran artista plástico que se ocupa de las tareas de diseño, su hermano Jhon. 

Con mi libro, así pues, comienza la andadura de Escribana Books, la colección concebida para el ensayo literario, del cual tengo a bien adjuntar el índice para concretar más el contenido, que recorre veinte años de lecturas e investigaciones literarias diseminadas en revistas y periódicos. El libro ya está disponible en Amazon (para España), en Amazon (para EEUU) y en esta web (ventas internacionales), y hay informaciones y comentarios “Sobre la obra del autor”, en la propia página de Escribana Books, de la mano de escritores y críticos literarios que tanto admiro y quiero. Sólo faltaría yo mismo para estar disponible, pues aún estoy asimilando esta felicidad que revive y revaloriza dos décadas, asombrado y agradecido porque el presente aún dé regalos que nos nutran de fe en el mañana.

Índice de La resistencia del ideal:

Generalidades
La resistencia del ideal
La ciudad platónica. Guía para visitar Utopía
Literatura y política:
I, Letras y verdugos del gulag
II, Un necio sustancioso llamado Hitler
III, Jóvenes testimonios frente al terror nazi
IV, George Orwell: el racionalista sistemático
V, La sumisión de la literatura catalana a la política
VI, Un camino solitario entre Jerusalén y Gaza
El realismo ficticio

Intermedio de transición
Tres estaciones realistas (del siglo xvii al xx): Cervantes, Schiller y Clarín, Pirandello y Pla

Singularidades
Benito Pérez Galdós: I, La adivinación artística. II, Una trilogía crematística
Horacio Quiroga: Una lágrima de vidrio
José Antonio Ramos Sucre: El hechizo del insomne
Azorín: Una ventana, o el filtro del impresionismo
Camilo José Cela: La melancolía erótica
Gabriel García Márquez: La dignidad del derrotado
José Balza: I, El pensamiento y la distancia. II, Narrar es poseer
Mauricio Wiesenthal: La «trilogía europea» de un dandi viajero
Luis Rogelio Nogueras: Aquella noche cubana
Jaime Quezada: Bautismo del fin del mundo

sábado, 22 de febrero de 2014

Entrevista capotiana a Juan Manuel Macías

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan Manuel Macías.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Todo paraíso puede acabar siendo una cárcel, así que me conformaría con lo mínimo: conservar lo esencial de la memoria y, a ser posible, estar junto a seres queridos que también desearan estar conmigo. Luego, puestos a pedir algunos extras, se me ocurren, por ejemplo, cuatro estaciones bien definidas (con nieve en invierno y calor en verano), algunos libros, música, buena comida y bebida. En fin, lo típico.
¿Prefiere los animales a la gente?
Al cabo, todos somos animales. La gente no creo que exista. Prefiero los individuos.
¿Es usted cruel?
Detesto profundamente la crueldad, aunque eso no me exime de acabar practicándola o haberla practicado, sin darme cuenta.
¿Tiene muchos amigos?
Desconozco el cómputo final. Prefiero apreciarlos de uno en uno.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Ninguna: de lo contrario, no serían mis amigos, sino lo que yo quisiera que fueran. Antes que buscar cualidades, prefiero descubrirlas.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No los pongo a prueba ni los someto a examen o a control de calidad. Supongo que la vida va diciendo y la amistad es algo que conviene alimentar y cuidar. Me inclino por la tolerancia, la comprensión, la empatía. Por otra parte, me pregunto también si acaso yo habré decepcionado a alguien alguna vez...
¿Es usted una persona sincera?
No suelo ocultar mis intenciones, para bien y para mal, y ya desde pequeño se me da fatal mentir. Incluso disimular, cosa que digo no sin cierta resignación.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Realmente, no tengo tiempo libre. Quiero decir que siempre me encuentro haciendo algo, a gusto o a disgusto. Entre lo primero, puedo enumerar algunas cosas que se me ocurren ahora, sin ningún orden de preferencia: dormir, no dormir, conversar, escuchar, tomar una cerveza o un vino, leer, pensar en las musarañas, ver nevar, escuchar llover, visitar librerías de viejo, acariciar un gato, etc.
¿Qué le da más miedo?
Perderme en la oscuridad y no encontrar la salida. Es una pesadilla recurrente.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La hipocresía me tiende a poner enfermo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
La verdad, ignoro cuánto de creativa tiene mi vida. Puestos a tener nostalgia de otra vida descartada, me hubiera gustado ser marino mercante, como mi padre. De pequeño también me fascinaban los trenes y deseaba trabajar de cualquier cosa dentro de un tren, sobre todo como mozo de coche-cama en la Compañía Internacional de Coches-Camas y de los Grandes Expresos Europeos. Supongo que, en resumen, querría haber viajado más de lo que viajo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Debería. Me gusta caminar, pero muchas veces eso se queda tan sólo en una buena intención.
¿Sabe cocinar?
Cocinar me relaja mucho y me encanta divagar mientras troceo las verduras. Algunos de mis platos, según dicen, han estado a la altura de las expectativas. Aunque ya he aprendido a vivir con la triste certeza de que me iré de este mundo sin saber hacer el ali-oli a mano.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Hedy Lamarr, actriz, inventora y precursora del wifi. Una persona fascinante.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Cualquiera que alimente la imaginación.
¿Y la más peligrosa?
No creo que haya palabras peligrosas, sino el uso que pueda hacerse de ellas. Toda palabra es un faro en buenas o malas manos.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Matar, lo que se dice matar, no. Pero sí he deseado a menudo estar infinitamente lejos de alguien.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ideales de justicia e igualdad que, en estos tiempos postmodernos, parecen ya algo rancios o gastados. Creo en el deber de luchar por esos ideales, lo mismo que en el derecho a sentirse descreído ante una hipotética victoria definitiva sobre el mal. Y también en el destino de vivir en tal contradicción.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Yo mismo, de nuevo. Es algo que se ha convertido en un hábito que a estas alturas me cuesta dejar.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La ingenuidad y la pereza.
¿Y sus virtudes?
La ingenuidad y la lealtad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Supongo que ese hipotético catálogo tendría que otorgarlo el momento, y me temo que yo nunca me he ahogado antes. Pienso que hay muchas imágenes de mi vida, cosas que uno ha visto, lugares, momentos, gestos, que me gustaría concitar allí, como una última línea de defensa frente al olvido. No sé si me daría tiempo a repasarlas todas. Ojalá, puestos a imaginar, algunas de ellas quedaran imborrables, como flotando en el agua.

T. M.

viernes, 21 de febrero de 2014

Viaje a la tierra de los salvajes

De Rudyard Kipling se dijo que no fue un hombre de su época, que añoraba en demasía los tiempos victorianos, que era un reaccionario. Pero lo cierto es que fue uno de esos escritores que viven con intensidad la evolución de su país –se distinguió por ser el poeta que representaba la grandeza del Imperio británico– en paralelo a su propia trayectoria, tan singular: nacimiento en Bombay, infancia en Londres y vuelta a la India, donde trabajaría como redactor de una revista. Hasta que llegara el adiós definitivo, mediante este “viaje iniciático”, como lo define José Manuel Benítez Ariza en el prólogo a “América”, reunión de sus crónicas para dos periódicos sobre su viaje a los Estados Unidos.

Desengañado de su profesión y de la política anglo-india, para Kipling, la llegada a California en mayo de 1889, tras veinte días de travesía, es un soplo de aire fresco que acabará transformándose en admiración por unas gentes que considerará tan salvajes como patrióticas. El joven periodista, ya en San Francisco, “ciudad desquiciada” de “mujeres de notable belleza”, se nutre de las mil y una historias asombrosas que escucha de la tierra que ya conocía, gracias a la poesía de Bret Harte, y en la que lo espiritual brilla por su ausencia: “Lo primero que me han enseñado es que el dinero lo es todo en América”. Además, comprueba cómo los políticos se interesan por la gente en cuanto la mayoría de edad les permite votar, y describe el ya por entonces bipartidismo entre republicanos y demócratas.

Entre sorprendentes devaneos racistas –los camareros negros son, dice, tontos, patosos, faltos de luces y chapuceros–, experiencias terribles como la visión de un asesinato en el barrio chino, y otras entusiastas, como la pesca de salmones en Clackamas, Kipling viaja en tren a la “pobre” Portland, las incendiadas Seattle y Vancouver, el Parque Nacional de Yellowstone, hasta llegar a Chicago, con edificios altísimos repletos de personas: “El espectáculo me causó gran horror”. Nada de lo cual le impide tener afecto a seres que “son brutos en extremo (…) vulgares (…) arrogantes, anárquicos y tan informales como arrogantes”. Con todo, vaticina la inminente relevancia del país, aun previendo que la población tendrá problemas para abastecerse de productos manufacturados.

Y para acabar, la guinda más sabrosa: una entrevista con Mark Twain, durante más de dos horas, con Kipling extasiado frente a su ídolo, del que transcribe pensamientos sobre Tom Sawyer, los derechos de autor o el dilema de escribir su autobiografía, más su falta de hábito para leer novelas, que justificarían el libro entero.


Publicado en La Razón, 20-II-2014

jueves, 20 de febrero de 2014

Entrevista capotiana a Paloma Corrales

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Paloma Corrales.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Probablemente una biblioteca. Se puede viajar a cualquier lugar a través de un libro.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de para qué. En general prefiero a la gente, y sin embargo hay ocasiones en que no soporto a nadie.
¿Es usted cruel?
No más allá de un impulso primario. Desde la razón no entiendo la crueldad.
¿Tiene muchos amigos?
No, pocos, muy pocos. Tengo muchos conocidos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Como en el amor, necesito que despierten mi admiración.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Digamos que la admiración recibe algunos reveses, pero en ningún caso es una costumbre.
¿Es usted una persona sincera? 
Creo que la sinceridad está absolutamente ligada a la coherencia y por tanto es muy difícil serlo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
El tiempo debería ser libre todo el tiempo.
¿Qué le da más miedo?
La intolerancia, el fanatismo y también la muerte.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandalizan cada día las noticias.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No soy escritora, sólo escribo poemas, pero estoy convencida de que se puede “llevar una vida creativa” haciendo cualquier cosa; la creatividad reside en la mente.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino con mi perro. Me gustan los paseos.
¿Sabe cocinar?
Sí, me defiendo bien.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
¿Para el Reader’s Digest un personaje inolvidable? Supongo que elegiría al Che (risas).
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Libertad.
¿Y la más peligrosa?
Libertad, y no es polisemia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, pero poco rato.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Aspiro a que el bien común esté por encima de los intereses del dinero.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Cantante de rock o actriz de teatro.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El principal fumar, que no sólo es caro, ahora, además, empieza a ser un estigma. De todas formas soy fácil de adicciones.
¿Y sus virtudes?
Alguna debo de tener, digo yo, pero así a bote pronto no me viene ninguna.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Angustia. Asfixia. Miedo. Nada.

T. M.

miércoles, 19 de febrero de 2014

La bella acosada


La respuesta de esta editorial asturiana al tiempo crítico es dar exquisitez y belleza inigualables; dDépoca lanza otro novelón decimonónico inglés, siguiendo con su tónica de presentar novelas o autores inéditos en español. En esta ocasión, se trata de una narradora prolífica (80 obras en su haber) a la que admiraron la plana mayor de los escritores de su país y época: Mary Elizabeth Braddon (1837-1915). Una mujer de vida llamativa: actriz precoz en los años cincuenta, escritora incontenible desde 1860 (escribirá tres novelas por año) y luego amante de un editor casado, con el que tendrá cinco hijos y hará de madrastra de los hijos de éste.

Como en ediciones precedentes, el dúo formado por las traductoras Susanna González y Eva María González ofrecen una edición a la altura de la considerada primera escritora de suspense de Inglaterra. Y es que lo intrigante (un secreto íntimo en este caso) y el misterio (la identidad de un asesino) nutre esta historia de Braddon, que obtuvo éxito enseguida al publicarse en 1862 y que se adaptaría al cine mudo en 1913. En ella seguimos el drama inconfesable de una joven muy bella, que tiene dos pretendientes antagónicos y que será presa del chantaje y el acoso; un personaje valiente de una autora valiente, que puso sobre la mesa asuntos femeninos, como la ley del divorcio, que nadie se había atrevido a literaturizar hasta entonces.

martes, 18 de febrero de 2014

Entrevista capotiana a Mercedes Pinto

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mercedes Pinto.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Cualquiera que tuviera un gran lago y bosque a su alrededor.
¿Prefiere los animales a la gente?
La gente, claro, casi siempre.
¿Es usted cruel?
Ufff… Lo soy en potencia, como cualquier ser humano, y no dudo de que si preguntaras a las personas que han pasado por mi vida te contarían momentos en los que lo fui con ellos. Pero, por supuesto, intento no serlo y empatizar todo lo posible con mis semejantes.
¿Tiene muchos amigos?
No, puedo contarlos con los dedos de una mano, siquiera tengo muchos conocidos, sin contar los de las redes sociales. Creo que este oficio no deja mucho margen para compartir con los amigos. De hecho pienso que el artista tiene que obsesionarse con su obra para que esta esté impregnada de su espíritu; es imprescindible la soledad y el silencio.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sobre todo, que respeten mi tiempo y mi espacio, que sepan esperar el momento.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Ahora que lo preguntas, sí, he sufrido alguna que otra decepción, pero seguro que como amiga también yo he decepcionado, no somos tan diferentes unos de otros.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, muy sincera, con quien se lo merece y me lo pide. Lo cierto es que la mayoría de la gente prefiere los halagos a la sinceridad. Además, habría que definir sinceridad, hay quien la confunde con la mala educación.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Por encima de todo, escribiendo; pero si mi familia requiere mi compañía lo dejo todo. Así es el amor.
¿Qué le da más miedo?
Decepcionar a los que amo, sin duda.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La mentira intencionada, me parece abominable, muy distinta a la fabulación. Y naturalmente me escandaliza cualquier sufrimiento humano provocado por otro para su disfrute. Creo que no hay espectáculo más dantesco que el de un ser humano golpeando a otro por mero placer. 
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Periodista, reportera o pintora. De hecho pinté durante años, incluso hice varias exposiciones.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Casi siempre he procurado hacer algún ejercicio, no para mejorar mi físico, sino para engrasar la máquina, paso demasiado tiempo sentada. Últimamente suelo caminar una hora diaria, me va muy bien para despejarme.
¿Sabe cocinar?
Bueno, cocino, y a veces hasta saben bien mis guisos, pero casi siempre lo hago simplemente porque hay que alimentarse. No, no soy una buena cocinera.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
No soy nada mitómana, no tengo idealizado a ningún personaje, y creo que todos somos olvidables y remplazables, es difícil elegir. ¿Podría inventármelo?
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Hay muchas, pero la más llena de esperanza es la realmente se siente. No hay más verdad que la que se siente.
¿Y la más peligrosa?
La que es falsa, no sentida.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ninguna, absolutamente ninguna. Me da rabia de mí misma, me gustaría encajar en algún grupo, poder debatir y defender mis ideas políticas, pero no las tengo, así de simple. Después de muchos intentos he comprobado que ningún partido tiene la razón, o que todos la tienen un poco, que es lo mismo. Se escapa a mi entendimiento cómo en los debates políticos puede haber cuatro personas en un bando totalmente de acuerdo entre ellas en todo y otras cuatro en el otro igualmente hermanadas en ideas. Los escucho hablar y, como se dice vulgarmente, «alucino», yo suelo estar de acuerdo o no arbitrariamente con este o aquel, independientemente de su grupo. Imposible, si estuviera en un partido tendría que dejar de pensar por mí misma o lo traicionaría. Es increíble cómo se pueden comprar los pensamientos. 
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Lo cierto es que me hubiese gustado no ser, seas lo que seas en esta vida sufrirás y serás feliz dependiendo tu talante ante el mundo y de un millón de cosas que no están en tu mano. De la incertidumbre no se libra nadie. Pero no hubiese estado mal ser una princesa de cuento, por ejemplo, y ser feliz  con mi amor y comer perdices para siempre.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El tabaco, pero ahora estoy luchando contra él y parece que vamos a llegar a un acuerdo, y… creo que, lo que se dice vicio, ninguno más. Debilidades o defectos, muchos, todos relacionados con el egoísmo.
¿Y sus virtudes?
Comprensiva, constante y trabajadora, creo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Imagino que los momentos cruciales de mi vida: recordaría los días que pasé en casa de mis abuelos rodeada de cariño y caprichos, me vería paseando con mi marido por el Paseo de los Tristes aquella tarde que me dio por primera vez la mano y supe que sería el hombre de mi vida, vería esas tres primeras veces que cogí a mis hijos, vería ese día que mi marido terminó por fin la carrera y nuestras vidas se llenaron de posibilidades, el día que mis hijos se independizaron llenos de proyectos y sueños… También te digo que creo que cuando te estás ahogando no puedes pensar más que en salir del agua.

T. M.