viernes, 30 de mayo de 2014

Entrevista capotiana a Eloy Sánchez Rosillo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Eloy Sánchez Rosillo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Sin duda, Murcia, que es la ciudad en la que nací y en la que he vivido toda mi vida, incluso sin que nadie me obligara a ello. Lo que ocurre es que, si supiera que no tenía posibilidad de salir jamás de aquí, el sitio en el que he vivido libremente se me convertiría en una cárcel. Todas las condenas a perpetuidad son terribles. En el caso de que ese lugar hipotético por el que me pregunta no pudiera ser de España, elegiría con seguridad alguna ciudad italiana; a ser posible, Roma.
¿Prefiere los animales a la gente?
En la variedad está el gusto. El mundo es una maravilla por lo diverso, porque hay en él animales y gente y otras muchas cosas, y a mí me gustan todas. Los animales me maravillan; me resultan misteriosos, desde la pulga al elefante. Pero los quiero en la naturaleza, sueltos. No soy nada aficionado a las mascotas domésticas.
¿Es usted cruel?
Todos lo somos muchas veces, por no decir que cada día en algún momento. Hay que vigilarse para tratar de serlo cada vez menos.
¿Tiene muchos amigos?
Soy un hombre afortunado. Los tengo todos, es decir, cuatro o cinco.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Fidelidad, respeto, bondad e inteligencia.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Nunca me ha decepcionado ninguno de los que yo considero tales.
¿Es usted una persona sincera? 
Lo procuro. Nadie es sincero del todo y en todos los momentos de su vida (incluso es mejor para los demás y para uno el no serlo o el no serlo del todo en ciertas ocasiones), pero creo poder decirle que la insinceridad no es uno de mis principales defectos.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Tengo una tarea —la de escribir poesía— para la que en realidad se necesita poco tiempo, pero que sin embargo me tiene ocupado cada minuto de mi vida. Siempre está en mí la conciencia de la labor pendiente. En ese sentido, podríamos decir que estoy permanentemente trabajando. Pero como el acto de escribir un poema no dura mucho y además es ocasional (no se puede escribir poesía todos los días), dispongo de casi todo mi tiempo para otras cosas: leer, pasear, estar con los amigos, etc.
¿Qué le da más miedo?
La soledad irremediable, el quedarme por cualquier motivo privado de afectos para siempre, sin las personas que me son imprescindibles. En un plano más general, me produce espanto, además de tristeza, la injusticia sistemática y sempiterna del hombre organizado, es decir, del hombre cuando deja de ser individuo y se transforma en parte de una estructura. No sólo hemos sido incapaces de evolucionar positivamente en este sentido, sino que hemos perfeccionando los rediles para que el ser humano individual no pueda escapar nunca de la injusticia (poderes económicos y de todo tipo, estados, gobiernos, mafias).
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La avaricia, la rapacidad, la glotonería de bienes.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Yo no decidí ser escritor, sino que me vi siéndolo. De no ser lo que soy, un alguien meditativo y de contemplación, me hubiera gustado ser un hombre de acción. Haber sido, por ejemplo, Bernal Díaz del Castillo y haber estado presente, como él, en todas las increíbles aventuras que en su vejez relataría en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, un libro prodigioso e impresionante de principio a fin.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Ya lo creo. Soy casi un profesional de la caminata. Todos los días ando nueve kilómetros a todo meter por un camino peatonal que hay en Murcia al lado mismo del río Segura.
¿Sabe cocinar?
Lo más elemental e indispensable: ensalada y carne y pescado a la plancha (en su punto justo).
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Al pintor Ramón Gaya, con el que tuve una amistad sin tacha durante más de veinticinco años. Un hombre de veras excepcional e incomparable.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Luz.
¿Y la más peligrosa?
Tiniebla (en todas sus acepciones).
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, siempre he logrado detenerme antes en mis malos pensamientos, pero a veces no sé si sólo unos pasos.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Izquierda absolutamente apartidista.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Si al decir "otra cosa" te refieres a algo distinto de un hombre, me gustaría a veces ser árbol (cuando me entrego a la quietud) y, en ocasiones, ser río (cuando me dan ganas de irme por ahí de picos pardos).
¿Cuáles son sus vicios principales?
Quizá tengo eso que se llama un “mal pronto”. Acaso soy también demasiado severo o intolerante con la estupidez; lo que más me revela de ella es que el estúpido es estúpido para todo, menos para buscar siempre su propio provecho.
¿Y sus virtudes?
El estar siempre lleno de ilusiones, y la tenacidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Vaya usted a saber. En esos momentos no creo que esté uno para nada. Pero si algún momento hubiera en semejante trance para algo que no fuera la lucha por la supervivencia, me gustaría que acudieran a mí tres imágenes: las manos de mi madre, los ojos de mi mujer, la sonrisa de mi hijo. Y también un sonido: el canto de los jilgueros de mi infancia.
T. M.

jueves, 29 de mayo de 2014

Convocatoria del premio Amado Alonso 2014


Fue uno de los momentos más emocionantes, no solo de mi trayectoria literaria, sino también humana. Hace poco más de un año, a las puertas de la Semana Santa del 2013, recibí en el precioso y recóndito pueblo navarro de Lerín el Premio Internacional de Crítica Literaria Amado Alonso, por el libro, luego editado por Pre-Textos, La pasión incontenible. Éxito y rabia en la narrativa norteamericana. La visita, familiar y numerosa e internacional, las mágicas casualidades que se cruzaron en mi camino desde el momento en que envié el manuscrito, cuando por una señal de una ternura insuperable supe que iba a ser el ganador –la maravillosa anécdota la expliqué en el discurso que leí al recibir el galardón, en el ayuntamiento, en un acto solemne, con políticos, académicos y un miembro del jurado– y el hecho de ser atendido tan generosamente por las gentes que forman parte del premio solamente me llevan a animar a todo el mundo a que participe en la siguiente edición, cuyas bases se pueden consultar aquí.


martes, 27 de mayo de 2014

Entrevista capotiana a Germán Gullón

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Germán Gullón

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una ciudad europea, con barrios acogedores, librerías, museos, un buen parque, y donde tenga amigos con quien charlar, Madrid o Barcelona, pero también pudiera ser Santander. En Madrid echaría de menos el mar.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente, aunque mi perro, Chico, es el ser más fiel que he conocido. También aprecio el silencio e impasibilidad de las vacas. Son animales que respetan la naturaleza.
¿Es usted cruel?
Nunca, aunque tras ver la serie televisiva Breaking Bad, las cinco temporadas completas, descubrí que el protagonista Walter White y un servidor tenemos puntos en común. Puedo ser cruel si alguien se mete con los míos.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo muchísimos friends, y además una enorme cantidad de conocidos con los que por la distancia me es imposible cultivar una estrecha amistad. Amigos íntimos, tres. Me trae siempre la juventud mental, inteligencia, es decir, el saber ser flexible.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean ellos mismos, y que en nuestro trato reine la sinceridad. En España esto es esencial, porque la gente casi nunca es sincera. Somos un pueblo de gente campechana, de buen trato, lo que suele confundirse con la sinceridad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Nadie puede decepcionarme, porque sé que el ser humano está hecho con un barro muy especial, susceptible de cambiar de color como el camaleón. Acepto de un amigo que haga cosas que no me gustan, que me traicione un poquito, pero no que pretenda que todo sigue igual.
¿Es usted una persona sincera?
Siempre, y esto me ha traído muchos problemas y las mayores alegrías.
¿Cómo prefiere pasar el tiempo libre?
El cine es uno de mis entretenimientos favoritos. Mi mujer y yo solemos elegir un cine situado a una hora de casa. Caminamos hasta la sala, vemos la película, y regresamos de la misma manera. Por cierto, sólo vemos películas sin doblar.
¿Qué le da más miedo?
La pérdida del control sobre mi persona. El alzhéimer me parece la higa que nos hace la evolución biológica. Y los malditos políticos de derechas que se arrogan en nombre de la ética el derecho a decidir por uno si tenemos hijos o si deseamos dejar este mundo en paz, sin la degradación que suponen las enfermedades de la edad avanzada.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Los políticos. Nunca podré entender cómo se acostumbran a vivir en ese estado de infidelidad a sí mismos,  la bajeza de mentir a diario. 
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Algo relacionado con la mecánica y el automóvil. La velocidad me parece un sucedáneo del éxtasis en que vive el artista en sus mejores momentos, cuando está creando su obra.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Voy al gimnasio, donde remo, levanto pesas, etcétera. Antes jugaba al tenis, y no mal.
¿Sabe cocinar?
Sí, y me gusta. Ya he alcanzado la fase en que puedo experimentar cocinando cosas sanas. Mi especialidad es sacar de la nevera lo que hay y montar una cena. El espagueti putanesca, que me enseño el profesor Morelli de Bergamo, bueno, una de sus discípulas, aunque la receta era suya, define perfectamente mi cocina. Se puede mezclar todo, como hacen las prostitutas atareadas, que se apañan con lo que tienen a mano, el único ingrediente necesario es poseer una cierta sensibilidad para mezclar sabores.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Lisbeth Salander, la protagonista de Millenium. Un símbolo perfecto de lo que está mal con el mundo burgués, que jamás ve a la persona por culpa de las reglas, de la burocracia, tampoco entiende la diferencia. El mayor pecado del presente es que seguimos entendiendo la sociedad con esquemas humanísticos periclitados, donde lo abstracto, como las reglas, los axiomas históricos, dominan sobre la consideración del hombre de carne y hueso.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Mañana, tomorrow, morgen.
¿Y la más peligrosa?
Los insultos étnicos, pues pretenden discriminar, ofender, y, si es posible y en boca de cobardes, incitar a la violencia, al crimen.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Me falta esa tecla, un fallo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy un liberal progresista. Creo que debemos evolucionar lentamente hacia una sociedad más justa, protegiendo a los que no pueden ayudarse a sí mismos, víctimas de la droga, de la pobreza. En este momento, cuando la socialdemocracia defensora de la meritocracia, el que la sociedad se ajustaría según los méritos de esfuerzo, del trabajo y del talento, ha perdido la batalla a los conservadores, que siempre han defendido los derechos del privilegio, de la herencia, me parece esencial explicar a la gente qué posibles alternativas nos quedan a los progresistas. Yo modestamente lo he hecho en mi novela Moncloa.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Trabajar de voluntario de una ONG en África. Cada día al levantarme en un entorno privilegiado, en una ciudad de Occidente, me siento como un hombre que tiene demasiado, mientras billones de personas en el mundo viven en la indigencia. Esa injusticia humana resulta un desajuste radical en el mundo del presente.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La arrogancia intelectual. Dado que he vivido la vida privilegiada de un profesor universitario hasta hace muy pocos años pensé que las ideas, mis ideas, tenían un valor superior a las de los demás mortales. Claro, los vanidosos sin causa y los idiotas contribuyen a que te creas algo.
¿Y sus virtudes?
Ninguna. Soy simplemente un hombre que intenta ser bueno y coherente, nada más ni nada menos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Virgencita del Perpetuo Socorro, échame una mano. Nací con ocho meses y mi madre me encomendó a la virgen, y me ha ido tan bien, que sería un descreído si pensara que ella no ha protegido. Una cosa es la biología, y el aceptar la realidad del cuerpo humano, y otra bien distinta el abandonar toda esperanza de que nuestro espíritu pervivirá de otra manera.

T. M.

lunes, 26 de mayo de 2014

"Maldita y suicida melancolía" en La Razón


"El autor de Melancolía y suicidios literarios. De Aristóteles a Alejandra Pizarnik y crítico literario de LA RAZÓN, da las claves de la relación de estos dos asuntos, que tanta tinta ha hecho correr"...

Publicado en La Razón, 25-V-2014

domingo, 25 de mayo de 2014

Entrevista capotiana a Guillermo Piro

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Guillermo Piro.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una cárcel desierta. O una pista de baile.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Los animales me agradan, pero para hablar acerca de ellos con la gente.
¿Es usted cruel?
No.
¿Tiene muchos amigos?
No, más bien pocos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La lealtad. Y que sean capaces de dar un brazo por mí.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, nunca.
¿Es usted una persona sincera?
Sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Viendo películas.
¿Qué le da más miedo?
Que ocurra algo horrible, algo que mi presencia podría remediar, y que yo me encuentre en otra parte.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Cualquier postura oficialista.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Sería mecánico de autos.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No.
¿Sabe cocinar?
No.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Casanova. O a Lawrence de Arabia.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Sinergia. En una encuesta reciente resultó la segunda palabra más fea de la lengua italiana.
¿Y la más peligrosa?
Attimino. En la misma encuesta resultó ser la palabra más fea de la lengua italiana.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Diez veces, promedio, por día.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy monárquico.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Ya lo dije, mecánico de autos.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Conozco todos los vicios, pero no practico ninguno.
¿Y sus virtudes?
La pobreza y la elegancia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La cara de mi chica. Me pasa por la cabeza todo el tiempo que no estoy con ella. Me estoy ahogando ahora.

T. M.

sábado, 24 de mayo de 2014

“Melancolía y suicidios literarios” por la Red


Desde lo alto del acantilado, pronuncié el título del libro nuevo, publicado tan bien por Fórcola Ediciones, y de lejos vienen ecos que devuelven en otras voces, fundidos con temas y autores próximos, mi voz: uno desde el Diario Córdoba, otro desde la web de la librería Laie

viernes, 23 de mayo de 2014

Entrevista capotiana a Leo Coyote

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Leo Coyote.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Barcelona, mi ciudad.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, de ninguna de las maneras, me gusta la gente.
¿Es usted cruel?
Supongo que alguna vez sí lo soy, me esfuerzo en no serlo nunca pero...
¿Tiene muchos amigos?
Sí, siempre he tenido muchos amigos, me gusta la gente, creo que yo a ellos también.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Solo que lo sean, sí son mis amigos me querrán y con eso basta.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, en general no y, si sucede, es normal forma parte de lo humano.
¿Es usted una persona sincera?
Sí, casi siempre.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Viajar, leer, comer, vivir…
¿Qué le da más miedo?
La muerte de las personas que amo, espero tomarles la delantera.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La desvergüenza de los políticos, nuestros políticos, ladrones y miserables.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
La pintura, creo que es el único arte que, de verdad, merece la pena.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No, y suelo sentirme mal por no hacer nada. Intento redimirme caminando.
¿Sabe cocinar?
Sí, sé cocinar y estoy muy orgulloso. Cuando cocinó para alguien y me dice que le ha gustado me siento muy bien. Es una forma de agradar a la gente.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre “un personaje inolvidable”, ¿a quién elegiría?
A Leonard Cohen, su música y su voz me ha acompañado toda mi vida, se lo debo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Libertad.
¿Y la más peligrosa?
Amor.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, más de una vez… no descarto hacerlo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
En este momento alimento mi escepticismo, pero siempre me he sentido muy próximo a las ideas de la izquierda.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Mujer.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No son confesables, la verdad.
¿Y sus virtudes?
El optimismo, la alegría de vivir…
Imagínese que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No sé cuáles me pasarían en un momento como ese, pero quisiera que me pasaran por delante las caras de todas las personas que he amado.

T. M.

jueves, 22 de mayo de 2014

El poeta inglés moderno más influyente

Son reducidísimos los casos de poetas que hayan vendido tiradas de libros por miles en su momento: Juan Ramón Jiménez, Pablo Neruda, José Hierro, por mencionar tres en nuestro idioma de diferentes épocas del siglo XX. Philip Larkin, dentro de la literatura inglesa, fue una de esas «rara avis», «escribidores» de versos que disfrutaron de una grata situación comercial que, de forma excepcional y muy de vez en cuando, devuelven al género de la poesía la importancia social que antaño tuvo. Precisamente, alude a libras y «royalties» el traductor Damián Alou en el inicio del prólogo preparado para la ocasión, esto es, una reunión bilingüe de lo mejor de Larkin, de sus libros «Engaños», «Las bodas de Pentecostés» –el que le hizo famoso en 1964– y «Ventanas altas», más «Otros poemas» de localización dispersa.

Dos elementos se relacionan inevitablemente con este autor que tanto destacó también como articulista sobre jazz desde las páginas del «Daily Telegraph» y fue además autor de dos importantes novelas: en primer lugar, el impacto que le provocó el hallazgo de la obra poética de Thomas Hardy, pues no en vano éste es considerado como el precursor de la poesía inglesa moderna; y en segundo lugar, la consecuencia de cómo interiorizó el legado del autor de «Jude el oscuro» e influyó con ello en las generaciones siguientes. Así, el estilo claro, referencial a la vida diaria y al paisaje británico de Hardy, su humanismo doméstico, se contraponían al simbolismo de autores tan relevantes como Eliot o Pound; Larkin lideró esa nueva generación, conocida como «The Movement», y con ello este poeta criado en Coventry y estudiante en Oxford, retraído y empleado en una biblioteca de Belfast y luego de Hull, se convirtió en «el más relevante y respetado, el que dejó un sello duradero en la poesía inglesa hasta hoy», según el traductor, Ángel Rupérez.

En la presente edición, pues, se ha evitado el debut de Larkin, «El barco del norte» (1945), aún muy relacionado con sus lecturas de Yeats, como el propio autor reconoció, desdeñoso hacia aquellas piezas juveniles, y se empieza con la obra «posthardy», por así decirlo. Pequeños asuntos del día a día, u observaciones del clima o el entorno, conducen a Larkin a meditar sobre la vida y el tiempo, ya sea evocando un álbum de fotos de una joven o el viento en el día de bodas de una mujer. Destacarían las composiciones «Llegada» –una bonita y breve escena feliz a partir de lo que inspira la inminencia de la primavera–, «En la iglesia» –divagación sobre ese edificio que acoge «el matrimonio, el nacimiento y la muerte, y los pensamientos que provocan»– y, por supuesto, «Las bodas de Pentecostés»: recuerdo de un día especial en el que «vi todo de nuevo de una manera distinta». Pues no en balde ésa es la función del poeta: verlo todo diferente, y transmitirlo con belleza y hondura.


Publicado en La Razón, 22-V-2014

miércoles, 21 de mayo de 2014

Entrevista capotiana a Rogelio Guedea

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rogelio Guedea.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un pueblo de México. Un pueblo maravilloso y olvidado del que no puedo decir su nombre porque no quiero, ni por asomo, que alguien lo ubique. Voy a él todos los años y es posible que ahí pase los últimos días de mi vida.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente. Me encanta ver gente. Los únicos animales que me gustan son los peces y los pájaros. En Nueva Zelanda hay mucho pájaro. Mi casa está llena de pájaros y cada que despierto lo primero que escucho es su canto. Además, para mí el poeta es un pájaro. El verdadero poeta es un pájaro y debe imitarlo: debe cantar –el poeta como el pájaro– aun con la certeza de que nadie lo está escuchando.
¿Es usted cruel?
Ahora ya no (aunque puedo serlo), pero antes sí. Maltrataba cruelmente a gatos y perros, en mi infancia. También tengo un instinto (que viene por la vía paterna) violento, y en ocasiones, cuando me enojo demasiado, me dan ganas de matar. Puedo sentir incluso el placer de hacerlo, dentro de mí.
¿Tiene muchos amigos?
No. Tal vez ninguno. Soy muy desconfiado. Creo que extremadamente desconfiado y eso me impide tener amigos. Aunque yo creo, eso sí, que muchos me consideran su amigo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
A los conocidos les pido lealtad, nada más.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
La deslealtad.
¿Es usted una persona sincera?
Sí, completamente.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Lo paso leyendo, escribiendo y viendo box.
¿Qué le da más miedo?
La muerte.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La injusticia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me habría gustado ser boxeador.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, boxeo.
¿Sabe cocinar?
Sí. Y me gusta cocinar, aunque soy bastante malo. Termino usando demasiados ingredientes (creyendo que en eso consiste el éxito de un platillo) y lo arruino todo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Salinger.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
El amor.
¿Y la más peligrosa?
La injusticia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Muchas veces. Cientos de veces. Y, casi siempre, por motivos que a otros no les arrancarían ni el más mínimo insulto.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ya no tengo. La izquierda y la derecha me han defraudado. Creo, ahora, sólo en el estado de Derecho y en la justicia a la que éste aspira.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un cantante de boleros, como lo fui a mis 16, 17 y 18 años.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Mi mujer se enoja cuando los confieso. Prefiero no herirla, porque siempre anda buscando mis entrevistas. Tiene ella un gran gancho al hígado. Mejor dejémoslo así: jajaja.
¿Y sus virtudes?
Un gran sentido de la justicia y una generosidad a prueba de balas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No tendría tiempo para imágenes. La sola idea de la muerte es la muerte misma para mí.

T. M.