domingo, 31 de agosto de 2014

Entrevista capotiana a Dante Medina

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Dante Medina.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi casa-biblioteca, donde vivo actualmente.
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
Sí.
¿Tiene muchos amigos?
No.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Respeto e inteligencia.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sí.
¿Es usted una persona sincera? 
No siempre. Soy mitómano.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Yo sólo tengo tiempo libre. Nada de lo que hago me merece el calificativo de “trabajo” (con su acepción de obligación y dificultad). Mi vida es leer y escribir y viajar.
¿Qué le da más miedo?
Pensar que si me muero de repente, no habrá nadie que sepa cuidar de mi biblioteca, mis manuscritos, y todos los libros que he leído y anotado y considero tan útiles. Me da miedo que nada haya valido la pena, y me asusta ya no estar para remediarlo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza la estupidez y la incapacidad que domina y predomina en la vida política y televisiva.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Hubiera fundado una ciudad.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Ninguno. Creo que el concepto “hacer ejercicio” es una estupidez que todo el mundo repite. El cuerpo está hecho para el trabajo y uso normal, no para esa artificiosa tontería que en nombre de la salud nos hace movernos como retrasados mentales.
¿Sabe cocinar?
Sí, y estupendamente bien. Tengo, incluso, recetas propias.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Nunca aceptaría escribir para esa revista tonta. En una revista inteligente elegiría escribir una biografía con este título “Si Dante Medina hubiera sido mujer”.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Adiós.
¿Y la más peligrosa?
Amar.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Seguro. Más de una vez.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ninguna. Los verdaderos intelectuales no tenemos tendencias (eso nos haría tendenciosos) sino razonamiento, pensamiento, análisis. Los partidos políticos son un negocio y una asociación delictuosa.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
No quiero ser otra cosa. Pero si fuera obligatorio, sería arquitecto.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Al mismo nivel, sin categorías: escribir, beber, viajar, y cojer. (Nota: yo escribo “cojer” para el acto sexual; y “coger” como “tomar” o “agarrar”)
¿Y sus virtudes?
Soy generoso, y sensible a los deseos ajenos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Sin duda las de mis sueños: espacios de arquitectura fantástica que yo invento, encuentros múltiples con personas reales e imaginarias que me hacen sentir bien.

T. M.

sábado, 30 de agosto de 2014

Breves recomendaciones literarias veraniegas


ESCAPARATE DE LIBROS DE LA RAZÓN, 21-VIII-2014

Anita Loos, Los caballeros las prefieren rubiasAlba Este título, de 1925, más su continuación, “Pero se casan con las morenas”, componen un libro divertidísimo que tuvo el elogio de los más grandes narradores norteamericanos. Su autora, una californiana que destacó en Hollywood como guionista, describió a modo de diario la vida frívola de una rubia y una morena, en el marco de la Ley Seca.

Eduardo Jordá, Lo que tiene alas, Fundación José Manuel Lara Este trabajo del narrador mallorquín mereció el Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos 2014. Se trata de catorce textos que explican lecturas de cuentos clásicos, elaborados a partir de un taller de creación literaria, en los que Jordá desentraña los mecanismos artísticos de narradores como Gógol, Flaubert, Melville, Tolstói, Chéjov, Zweig o Cortázar.

Stanislaw Jerzy Lec, Pensamientos despeinados, Pre-Textos Todo un feliz descubrimiento este autor natural de Lvov (hoy perteneciente a Ucrania) y muerto en Varsovia en 1966, con una vida de lo más interesante. Luchó contra los nazis en la guerra, practicó la poesía satírica, fue embajador de Polonia en Viena y vivió en Israel. A su vuelta pudo publicar este libro, de aforismos geniales y críticos con el sistema, sólo tras morir Stalin.

AA. VV., Relatos insólitos, Arconte Antología coordinada por Rubén Serrano que aglutina a escritores españoles y extranjeros en torno a un tema común: el terror. O mejor dicho, el miedo y su poderosa emoción; por algo el libro se abre con una cita al respecto de Lovecraft y tiene entre sus colegas a autores nuestros que han destacado en el género fantástico como Emilio Calderón o Juan José Díaz Téllez.

viernes, 29 de agosto de 2014

Entrevista capotiana a Teresa Viejo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Teresa Viejo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Me cuesta, pero buscaría un lugar que me permitiera tener todos lo paisajes en uno. En ese caso Barcelona parece idónea.
¿Prefiere los animales a la gente?
¿Y qué somos la “gente” sino animales de dos patas? Lo de racionales, no siempre.
¿Es usted cruel?
Conscientemente NO. Nunca.
¿Tiene muchos amigos?
Los justos. Pero voy a envejecer junto a ell@s y eso es una suerte.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que me enseñen a vivir, me escuchen con el corazón, sean leales y no conozcan la traición. Que me hagan sonreír si lloro y me arrastren fuera de casa si deseo esconderme en ella.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Son sometid@s a un duro casting antes de alcanzar el grado de amistad, pero también suelo ser indulgente con ell@s.
¿Es usted una persona sincera? 
Me gustaría saber mentir, pero por desgracia el embuste se me nota demasiado. Cuando no puedo ser sincera, me callo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo. Mejor aún junto a la orilla del mar.
¿Qué le da más miedo?
Los vivos, los muertos nunca.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La agresividad en cualquier forma. La calumnia. Las vejaciones y el maltrato al débil. El abuso de poder. La manipulación. Todo lo que lastima a la infancia o la vejez me destroza.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Hubiera estudiado psiquiatría.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Mi idea del ser humano es holística: materia, intelecto y espíritu; y necesito cuidar las tres dimensiones. El ejercicio las equilibra, en especial andar, yoga y pilates. 
¿Sabe cocinar?
No soy Ferrán Adriá, pero me defiendo. La alquimia de los fogones es relajante.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A alguno del antiguo Egipto, me fascina aquella época. Por ejemplo Akenatón.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Son dos: te amo.
¿Y la más peligrosa?
Son dos: ¿Me amas?
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, tengo un arma infalible contra el peor de los agravios: soy una desmemoriada para lo malo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
En este momento me declaro insumisa.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Una vieja escritora de novelas de misterio en una casa victoriana que mirara al mar desde su acantilado.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El jamón de bellota me despierta la gula, lo confieso. Y me cuesta encontrarme la frivolidad; yo me lo pierdo.
¿Y sus virtudes?
La intuición, he aprendido a ver con los ojos cerrados y a oír lo que no cuentan las palabras. También la tenacidad y cierto sentido del sacrificio.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Me hundiría en el seno de mi madre y ahí me quedaría hasta el final.

T. M.

jueves, 28 de agosto de 2014

Ayer, hoy, siempre Cortázar

Feria de Santiago de Chile 2009. País invitado: Argentina

Cortázar: treinta años desde su muerte cumplió este febrero. Hoy, centenario de su nacimiento. La primavera del año pasado, cincuenta años de la publicación de su obra más célebre, «Rayuela». El escritor argentino se hace presente, vívido, con estas efemérides que editoriales y actos públicos promueven acogidos al interés y admiración que aún suscita el autor. La editorial Alfaguara publicó hace poco «Cortázar de la A a la Z», una biografía compuesta de fotografías, reproducciones de manuscritos originales y una antología de textos. Y acaba de aparecer «Julio Cortázar y Cris» (Cálamo), una crónica de amistad llena de complicidades literarias en la que surge un Cortázar muy cariñoso, pues no en vano había dedicado a la escritora uruguaya quince poemas de amor de su libro «Salvo el crepúsculo», que vería la luz el año de su muerte, 1984.

Esta por supuesto es la parte de su obra menos conocida, la poética, dentro de un corpus donde no hay que olvidar sus valiosos artículos y ensayos, sus traducciones –de Keats, Yourcenar, Defoe y Poe– y en el que destacan de forma predominante, aparte de «Rayuela», sus libros de cuentos fantásticos, que guardan tesoros de la narrativa corta como «Casa tomada», «Continuidad de los parques» o «La autopista del sur». Todo un caudal de imaginación desbordante y valentía creativa que deslumbró en su momento y conserva un gran encanto para diferentes generaciones. Y es que, como dice el narrador nicaragüense Sergio Ramírez en el prólogo a la biografía de Cortázar de Miguel Herráez (editorial Alrevés, 2011), Cortázar se empeñó «en no aceptar ninguno de los preceptos de lo establecido, y poner al mundo patas arriba de la manera más irreverente posible, y sin ninguna clase de escrúpulos y concesiones». Nació así una literatura libre de ataduras, desconcertante en los relatos, compleja en las novelas, y una voz que se hizo solidaria y política, participativa en pos de la paz y justicia universales.

Este talante de un Cortázar denunciador una y otra vez de las violaciones de los derechos humanos en América Latina es la seña de identidad social de un hombre que aún da ejemplo, por la autoexigencia artística que mantuvo y por su fidelidad a un modo muy propio de entender la lectura y la escritura; a menudo con un toque lúdico, como en sus libros «Historias de cronopios y de famas» o «La vuelta al día en ochenta mundos», pues siempre se mostró alejado de la seriedad académica, y de continuo rodeado de jazz, música que adoraba y de lo que hay un reflejo superlativo en el relato «El perseguidor», inspirado en el saxofonista Charlie Parker.

Así, es posible ir descubriendo a Cortázar mediante novedades que van recomponiendo su rica personalidad, como «Cortázar y los libros. Un paseo por la biblioteca del autor de Rayuela» (Fórcola, 2011), de Jesús Marchamalo, y el que se preparó el año pasado a partir de las conferencias que dio en la Universidad de Berkeley en 1980: «Lecciones de literatura» (Alfaguara). De ello se están encargando en especial Aurora Bernández, viuda y albacea de su obra, y el filólogo Carles Álvarez Garriga, que ofrecieron en 2009 «Papeles inesperados», volumen de textos dispersos: versiones de relatos, un capítulo pensado para la novela «Libro de Manuel», discursos, poemas e incluso autoentrevistas. Le siguió «Cartas a los Jonquières», que a lo largo de los años 1950-1983 fueron dirigidas a un amigo poeta y pintor y en las que el lector encontrará al Cortázar más fraterno y vulnerable: aquel que se entregó a su talento y a los demás, atravesó el espejo de la realidad mediante cuentos fantásticos y sigue saltando la rayuela más famosa de la historia.

Publicado en La Razón, 26-VIII-2014

miércoles, 27 de agosto de 2014

Entrevista capotiana a Luis Muñoz

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Luis Muñoz.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El barrio del Albaicín en Granada. Viví en la zona baja del barrio durante varios años y no hay ningún lugar donde me haya sentido tan bien.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente. A los animales trato de entenderlos, porque me gustan, sobre todo los perros, pero encuentro demasiadas lagunas en nuestra comunicación.
¿Es usted cruel?
Me temo que estoy incapacitado para la crueldad. A veces me gustaría, pero no me sale o el impulso se disuelve antes de aflorar a la superficie.
¿Tiene muchos amigos?
Unos pocos, la mayoría de hace mucho tiempo. No de la infancia, pero sí de la primera juventud, y también algún amigo y amiga más recientes. Mis dos hermanas y mi hermano están, además, entre mis mejores amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Alegría, autenticidad, claridad, inteligencia, que me digan las cosas realmente cómo las ven sin dejar de estar de mi lado.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Me decepcionan a veces personas con las que trato circunstancialmente y que he supuesto que tenían determinados valores. Los amigos, no, aunque creo que soy calladamente exigente con ellos.
¿Es usted una persona sincera? 
Lo que digo suelo intentar que sea sincero, pero hay muchas cosas que no digo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Caminando. Me encanta participar en la inagotable variedad del mundo ligada al ritmo de los pasos. También viendo películas, sobre todo en casa, y yendo a algún restaurante con mi pareja o amigos.
¿Qué le da más miedo?
Que puedan sufrir las personas a las que amo. En cuanto a mí, me da miedo que por mi necesidad de soledad, que es enorme, pueda quedarme realmente solo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Los abusos de autoridad y poder. Hacen que me hierva la sangre.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiera gustado ser médico.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Correr. Me ayuda a sentirme bien. Cuando era adolescente no me gustaba correr, aunque sí la vela, en embarcaciones muy modestas que compró mi padre, una tabla, un 470, y que ahora echo de menos.
¿Sabe cocinar?
Lo intento. Si tengo tiempo y puedo hacerlo con tranquilidad, me gusta mucho. Una de las cosas que más me ha enseñado sobre cocina es algo que, al principio, cuando hice por primera vez algunos platos, me ponía nervioso. Le preguntaba a mi madre la receta de algo y en el momento de llegar a que me dijese la cantidad de algunos ingredientes, me respondía “lo que admita”.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Goya.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Estudio.
¿Y la más peligrosa?
Entusiasmo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sólo en sueños, pero la culpa me ha perseguido de un sueño a otro durante varias noches.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy visceralmente de izquierdas. Encuentro en la izquierda democrática a mis únicos interlocutores, muchas veces para no estar de acuerdo, para discutir con ellos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Dibujante de viñetas.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El orgullo.
¿Y sus virtudes?
La ausencia de algunos pecados, como la vanidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Imágenes de mi infancia en la playa de Torre del Mar, donde iba de pequeño con mi familia, cuando creía que me ahogaba y resultaba no ser cierto. Es decir, sol radiante, gaviotas, gente en traje de baño, arena, sombrillas, colchonetas, barcas.

T. M.

martes, 26 de agosto de 2014

Jaume Vallcorba: un atrevimiento impagable


Esta mañana, en el cementerio de Montjuic, ha sido incinerado Jaume Vallcorba, y hoy a las 16 h se celebra el sepelio, informan desde la editorial Quaderns Crema-Acantilado. El domingo publiqué esto en el periódico:

El buen lector, el que exige la máxima calidad, la máxima audacia, la máxima elegancia, siempre ha tenido y tiene una cita con la editorial Acantilado, para libros en castellano, y con Quaderns Crema, en catalán. Dos sellos de extraordinaria factura que fueron concebidos, respectivamente, en 1999 y veinte años antes, en un 1979 ya constitucional en que vieron la luz dos libros de poesía, de un clásico como Ausiàs March, y de un autor por entonces muy joven y que en efecto ha tenido una trayectoria sobresaliente, Antoni Marí. El objetivo de Vallcorba era claro: “Presentar autores clásicos en ediciones nuevas y cuidadas pensadas para un lector contemporáneo que, sin ser especialista, tuviera curiosidad por leer sin obstáculos autores importantes patrimonial”.

Fueron concebidos por un hombre experto en literatura medieval, que abandonó la docencia universitaria hace un decenio llamado Jaume Vallcorba y al que los amantes de la alta literatura habrán de rendirle pleitesía infinitamente. Sólo así, con esa alta estima, y con la continuidad de leer sus novedades de literatura clásica y contemporánea, se puede agradecer una labor, dentro de la edición independiente, que podría enmarcarse en otras iniciativas editoriales que han marcado el devenir de la edición española, cambiándola para siempre, como en los casos anteriores, en castellano aún en la dictadura, de Jorge Herralde con Anagrama en Beatriz de Moura, ambas fundadas a fines de los años sesenta.

Vallcorba se tomaba la edición como un juego –y por lo tanto ni se planteaba la jubilación– y decía que editaba a autores clásicos que hoy podían conversar con nosotros. Ciñéndonos a su dedicación a la editorial cuyo logotipo es la silueta de un hombre lanzándose hacia abajo –el acantilado lo pone la imaginación–, toda una generación de lectores de este siglo ha convertido al austriaco Stefan Zweig en un autor queridísimo, inolvidable, con sus relatos, novelas, ensayos y sus memorias “El mundo de ayer”. Las “Conversaciones con Goethe” de Eckermann, los “Ensayos” de Montaigne o las “Memorias de ultratumba” de Chateaubriand son, asimismo, ejemplo de cómo un editor ponía al alcance de la mano ediciones de calidad industrial impecable: los libros están impresos en papel con un ph neutro y cosidos con hilo vegetal, lo que garantiza su perdurabilidad (Vallcorba decía, ufano, que 500 o 600 años).

Así, Vallcorba revolucionó por completo el mundo de la edición, descartando las técnicas al uso y asomándose a lo que se hacía en Italia o París: con la complicidad del corrector Andreu Rossinyol –venerados por los hermanos Ferrater–, del que Vallcorba dijo haber recibido las lecciones de gramáticas esenciales de su vida, introdujo tipografías, empleó la versalita de forma significativa, e ideó cubiertas blancas con ilustraciones abstractas que contravenían todo lo que hasta entonces se estaba haciendo, e incluso se fijó en el mundo del cómic junto a otro ayudante de excepción, Quim Monzó, a la sazón uno de sus autores fetiche. Su atrevimiento estético, unido al deseo de proporcionar al lector nombres señeros de la literatura catalana que estaban al margen de las corrientes dominantes, y además apoyar la obra nueva tanto de poetas como de narradores y ensayistas, realmente son impagables.

Publicado en La Razón, 24-VIII-2014

lunes, 25 de agosto de 2014

Entrevista capotiana a Isabel Pérez Montalbán

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Isabel Pérez Montalbán.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi casa, en cualquier parte.
¿Prefiere los animales a la gente?
De ninguna manera.
¿Es usted cruel?
A veces, conmigo.
¿Tiene muchos amigos?
Nunca son suficientes.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que no sean brutalmente sinceros. Y amabilidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
La decepción es consecuencia del entusiasmo previo. Sin culpas.
¿Es usted una persona sincera?
Prefiero la hipocresía a la mala educación o la grosería. Intento un equilibrio. 
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No conozco el tiempo libre. La soledad y la compañía ocupan todo el tiempo.
¿Qué le da más miedo?
La injusticia, el desamparo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La injusticia, cada día. Y las instituciones o conceptos supuestamente sagrados: Iglesia, Monarquía, Amor, Familia y otros.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No he decidido ser escritora, no recuerdo haber decidido casi nada. No llevo una vida creativa: trabajo para vivir.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Es una asignatura pendiente. En fin, no tengo coche, camino a todas partes.
¿Sabe cocinar?
Claro. Comida casera, la de toda la vida. No me encanta cocinar, lo hago porque hay que comer, pero me sale bien.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Hay muhas personas anónimas dignas de un artículo. Suelo escribir sobre ellas en la poesía. Precisamente deberían ser más inolvidables que los personajes conocidos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
¿Niño, niña? No sé. Cada quien tiene la suya.
¿Y la más peligrosa?
Esperanza, por ejemplo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Ni en los peores momentos, ni siquiera a mí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Izquierda, con base en la teoría marxista.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Escritora.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los confieso solo en privado.
¿Y sus virtudes?
Depende.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Creo que algunas imágenes que he escrito, porque las escribí ahogándome o casi.

T. M.

domingo, 24 de agosto de 2014

Oscar Wilde elegido por su esposa

El año 1895, el que más adelante lo verá en la cárcel, condenado a trabajos forzados, empezó bien para Oscar Wilde: el día 3 de enero se estrenaba en el londinense Haymarket Theatre “Un marido ideal”; en las siguientes semanas, visitará Argel junto a su amante, y a mediados de febrero el Teatro St Jame’s llevará al escenario “La importancia de llamarse Ernesto”. El Wilde más ingenioso y exquisito, el que se mostraba como todo un dandi y deslumbraba con su conversación elegante y corrosiva, disfruta durante ese tiempo de un éxito inmenso. Inmenso y breve. Ya ha publicado un volumen de ensayos de estética, dos libros de cuentos y su novela, «El retrato de Dorian Gray», y lleva sin pudor una doble vida: la del hombre casado con hijos y de reputación artística, y la del juerguista de prostíbulos homosexuales que acaba teniendo un amante duradero, el joven, rico y caprichoso Lord Alfred Douglas.

En la cresta de la ola en la que Wilde se exhibe ufano, despertando tanto los recelos hipócritas de la sociedad victoriana como la admiración de los que aman el arte por el arte y, como él, son contrarios a la estética del realismo –«este vicio moderno», decía–, en ese enero de 1895 ve la luz algo que pasará inadvertido y que aún permanecía inédito en español pese a ser una auténtica joya. Se trata de los cincuenta ejemplares de una edición no destinada a la venta que, con el título de “Oscariana”, había preparado la sufriente esposa del escritor irlandés, Constance; la tirada permanecería guardada en un almacén al estallar el caso de la acusación por sodomía a Wilde y al final el libro se publicaría en 1910, doce años más tarde de la muerte de Constance y diez de la de su marido.

“Oscariana” reúne los dos brevísimos conjuntos de aforismos que Wilde publicó en sendas revistas de Londres en 1894: “Frases y filosofías para uso de los jóvenes” y “Algunas máximas para la enseñanza de los individuos educados en exceso”, más 362 pensamientos entresacados de las narraciones y obras teatrales del autor de “El príncipe feliz”, con traducción de Carmen Francí. Por supuesto, no es la primera vez que tenemos al alcance los paradojales aforismos de Wilde, pero el lector se sentirá de acuerdo con Luis Antonio de Villena, que afirma en un excelente prólogo que estamos ante “el mejor Wilde, el dandi rebelde”, el mismo que había concebido en su única novela y en sus comedias “frases brillantes y contradictorias de donde surge una verdad más honda que la que se tiene por verdad social, por eso Wilde es hondo sin dejar de parecer impertinente, provocador”.

Los ejemplos de tal brillantez, huelga decirlo, están por doquier allá donde abramos esta “Oscariana” tan concisa como contundente, mordaz, traviesa. Wilde observa, tuerce lo más tópico y factible y nos da lo contrario a lo convencional, y no hay más remedio que darle la razón. Nadie ni nada se escapan a su desenfadada ironía. Ni las féminas –“Mientras una mujer pueda parecer diez años más joven que su propia hija, estará del todo satisfecha”– ni el género masculino –“Un hombre que no piensa por sí mismo es un hombre que no piensa en absoluto”–, ni los jóvenes ni los ancianos, ni lo sabios ni lo ignorantes. Todo lo que es humano –la amistad y el egoísmo, el matrimonio y la infidelidad…–, humano en sociedad, se respira en palabras ya conocidas y que uno no se cansa de escuchar: “Experiencia es el nombre que todo el mundo da a sus errores”, “Las tragedias ajenas siempre tienen algo de infinitamente mediocre” o “Las mujeres están para amarlas, no para comprenderlas”, etc.

1895: el “annus horribilis” para Wilde, pero también para Constance que, desde la primavera anterior, desesperada por ver cómo su marido seguía flirteando con el que llamaba Bosie, y viendo que la economía familiar estaba por los suelos, tuvo la idea de proponer un conjunto de aforismos de Wilde al editor Arthur Humphreys, del que Constance, que llevaba ocho años sin tener relaciones sexuales, “se enamoró locamente”, como explica su biógrafa Franny Moyle. Wilde se enteraría de esta relación e incluso llegaría a esbozar una obra titulada “Constance” sobre relaciones extramatrimoniales. He aquí la intrahistoria de “Oscariana”: Wilde escribiendo sobre su vida doméstica, según Moyle sintiendo celos de Humphreys, como se percibe de las cartas, “escuetas y frías”, que le escribió tras recibir las galeradas. El dublinés consideró el libro “tan malo y tan decepcionante” que quería modificar muchas cosas, pero para nosotros no podrá ser mejor, una lección de inteligencia y originalidad imperecedera.

Publicado en La Razón, 21-VIII-2014

viernes, 22 de agosto de 2014

Entrevista capotiana a Antonio María Flórez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Antonio María Flórez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Fundiría las montañas de Marquetalia en Colombia, lugar donde crecí, con Don Benito, mi pueblo natal en Extremadura.
¿Prefiere los animales a la gente?
Nunca jamás. No entiendo que haya personas que se preocupen más por ellos que por sus congéneres.
¿Es usted cruel?
Debiera serlo alguna que otra vez.
¿Tiene muchos amigos?
No muchos, no, pero me defiendo con los que tengo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean esencialmente lo que son. Y uno suele acercarse a personas sensibles, francas, solidarias, respetuosas, abiertas, con ganas de triunfar sin aplastar.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No.
¿Es usted una persona sincera? 
En lo que importa y trasciende, sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo. Escribiendo. En cine. Y haciendo deporte. Y por supuesto, viajar, siempre he viajado bastante, de aquí para allá, por razones de trabajo y estudio y también por conocer.
¿Qué le da más miedo?
Respeto mucho el mar embravecido y el despertar del volcán Nevado del Ruiz. La furia de la naturaleza desatada me apabulla y me reduce a mi mera condición de frágil mortal.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Pocas cosas ya, a estas alturas de la vida.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ser médico, que a mí se me parece mucho a ser escritor. Tal como yo concibo el ejercicio médico hay que ser bastante observador, analítico, tener capacidad de síntesis y, sobre todo, tener sensibilidad.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Me encanta correr, caminar y jugar baloncesto.
¿Sabe cocinar?
Estupendamente. Aunque ahora me aplico sólo a lo elemental. Algunos de mis apaños culinarios de antaño son muy celebrados aún por mis amigos. Tal vez sea por eso.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sin duda alguna sobre Alfonso Trajano, un pintor y fotógrafo extremeño de principios del siglo XX, asesinado en la Guerra Civil y desaparecido de la Historia Oficial. Su vida tiene tantas facetas y zonas oscuras que es todo un reto desvelarla.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Paraíso.
¿Y la más peligrosa?
Rencor. ¿O tal vez Libertad?
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Probablemente.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Socialista utópico o anarquista pragmático. En todo caso desencantado, pero no derrotado. Aún creo en la humanidad y en el sentido común de la gente.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Sueño.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Inconfesables.
¿Y sus virtudes?
Ojalá tuviera.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Seguramente la cara de mi hijo cuando lo llevé a conocer el mar, la de mi madre cuando me gradué de médico o la de mi padre en el aeropuerto de Bogotá cuando me enviaron a estudiar a España con diez o doce años de edad. Pero no creo que uno esté en esos instantes para nada distinto a tratar de sobrevivir.

T. M.