miércoles, 31 de diciembre de 2014

G. García Márquez: Morir para seguir contando

Bar Macondo, en el Ensanche de Barcelona

Se acaba de hacer efectiva la adquisición, por una suma millonaria no desvelada, del material literario de Gabriel García Márquez –cuarenta cajas de recuerdos que ahora se procederá a catalogar– por parte de una institución de la Universidad de Tejas. Allí, tan lejos de su natal Aracataca (Colombia), de su casa de México donde la muerte fue a visitarlo el 17 de abril, a los ochenta y siete años, estarán sus manuscritos, sus cartas, el borrador del discurso que leyó vestido de blanco, cuando recibió el premio Nobel y habló de «La soledad de América Latina», en 1982. Él, que disfrutó de tantos amigos y admiradores por doquier: desde el pueblo llano a los líderes políticos más influyentes del planeta. Fue la desaparición, claro está, de algo más que un escritor: ya en 1967, «Cien años de soledad» lo convertiría en una figura pública legendaria; se le atribuyó el clímax del fenómeno del «boom», con el realismo mágico como estandarte de un estilo inconfundible pero imitado hasta la saciedad. Tituló sus memorias «Vivir para contarla» (2002), pero su caso es de los pocos de los que se puede decir que, tras morir, el cuento que nos sigue contando no tendrá fin.

Publicado en La Razón, a propósito del suplemento
Especial Resumen 2014, sección Cultura

martes, 30 de diciembre de 2014

Entrevista capotiana a Silda Cordoliani

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Silda Cordoliani.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi casa.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, prefiero la gente.
¿Es usted cruel?
Soy cruel solo en el humor.
¿Tiene muchos amigos?
Creo que sí.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sinceridad, generosidad, inteligencia.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Antes me sucedía, cuando yo era más intransigente y los amigos eran gente muy joven.
¿Es usted una persona sincera? 
Solo dejo de ser sincera cuando puedo pasar a ser cruel.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Tendida en una cama durmiendo.
¿Qué le da más miedo?
La peligrosa liga de ignorancia con maldad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Estoy curada en salud.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Con la creatividad se nace, así seas verdulera. Hay muchísima gente creativa que no es artista ni escritor. Es decir, siempre habría sido creativa.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí.
¿Sabe cocinar?
Cuando me propongo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
El personaje más inolvidable para quien la haya tenido, es la madre, pero si se tratara de un personaje público elegiría a alguno de los grandes escritores venezolanos que he conocido, como Salvador Garmendia, Rafael Cadenas, José Balza o Elisa Lerner.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Por supuesto.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Las que proponen la igualdad de oportunidades y la libertad del individuo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Arquitecto.
¿Cuáles son sus vicios principales?
De mis vicios no hablo.
¿Y sus virtudes?
La solidaridad y capacidad de empatía.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Esperaría que fueran los momentos felices.
T. M.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Reseña de “Melancolía y suicidios literarios” en un blog de contenido filosófico, literario, artístico


Carlos Javier González Serrano, editor, ensayista y experto en asuntos filosóficos, entre otras cosas, reseña magníficamente, en El Vuelo de la Lechuza (Apuntes de Sociofilosofía y Literatura), mi libro Melancolía y suicidios literarios. De Aristóteles a Alejandra Pizarnik (Fórcola Ediciones). Queda aquí mi sincero agradecimiento por un texto, además tan bien ilustrado, que es en verdad un lindo regalo de Navidad-casi-Nochevieja para mí.

sábado, 27 de diciembre de 2014

Entrevista capotiana a María José Codes

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la «entrevista capotiana» con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de María José Codes.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La sola pregunta me produce claustrofobia. Pero supongo que podría vivir en cualquier ciudad donde hubiese un buen teatro de la ópera. Se da por sentado que también tendría entonces cines, museos y galerías de arte. Todo esto me es casi imprescindible.
¿Prefiere los animales a la gente?
En absoluto. Aunque tengo todo tipo de mascotas, en plural: gatos, perros, peces…
¿Es usted cruel?
Ni siquiera con las personas crueles, con quienes soy, eso sí, implacable.
¿Tiene muchos amigos?
Si más de tres es “muchos”, sí.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Mis amigos suelen ser cultos y fieles. Y la mayoría, generosos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Muchas decepciones son en realidad malentendidos. Yo prefiero hablarlo todo.
¿Es usted una persona sincera? 
Siempre que me es posible, en ocasiones la sinceridad no es protocolaria.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
A veces hago paréntesis en el trabajo para ver alguna película o para leer lo que quiero (leo mucho por obligación). Ver exposiciones, ir a conciertos o al teatro son actividades que planifico más con amigos.
¿Qué le da más miedo?
Lo que queda por venir.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La violencia, en todas sus manifestaciones explícitas e implícitas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Continuar con alguno de mis anteriores trabajos, supongo. He sido profesora de español y de historia, he trabajado en una galería de arte, en empresas de formación... Me gusta el trabajo en equipo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino a diario. A veces voy a nadar.
¿Sabe cocinar?
Tengo intuición para la cocina, pero siempre encuentro alguna prioridad para no pasar mucho tiempo cocinando. Aprecio la comida sencilla a diario, aunque me encantan los restaurantes indios y la comida asiática para celebraciones.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Seguramente a una escritora.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Mañana.
¿Y la más peligrosa?
Yo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, pero he practicado la venganza a discreción.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Las mismas que cuando era estudiante, pero menos radicales.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Entiendo que esta es una pregunta-ficción. Me gustaría ser viajera del tiempo. Vivir en el París de Picasso o en la Atenas de Pericles, ser vecina de Virginia Woolf en el barrio de Bloomsbury… Si nos movemos en ficciones más realistas, me hubiese gustado ser astrofísica, además de escritora, claro.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Hoy por hoy me mantengo alejada de los vicios, pero todos me tientan.
¿Y sus virtudes?
Las normales.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Esas imágenes solo pasan en el umbral mismo de la muerte. Yo me resistiría a ese momento, rara vez lo doy todo por perdido, creo en las últimas posibilidades.

T. M.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Reseña de «La soledad del tirador» en «La Razón»


Hoy, día de Navidad, he recibido el mejor regalo posible para un escritor: un lector al que le ha gustado una obra propia y que da cuenta de ello en la prensa. Ha sido Jesús Ferrer, en el suplemento de libros de La Razón, quien reseñó ayer La soledad del tirador, con tanta profundidad y generosidad, con tanto ahínco al captar la esencia narrativa y social que contiene esta novela mía, que me es imposible trasladar con palabras mi sensación de maravilla y agradecimiento. De qué formidable manera este extraordinario crítico y profesor universitario ha abordado aspectos de género, contenido y alcance sociológico. Y mucho, muchísmo más.
 

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Entrevista capotiana a Patxi Irurzun

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Patxi Irurzun.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un dormitorio con muchos libros y discos y un aparato de música y conexión a internet y un buen orinal.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de qué animales y qué gente.
¿Es usted cruel?
No, solo  a veces y de pensamiento.
¿Tiene muchos amigos?
No.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean piadosos con mis debilidades. 
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, no tengo muchos amigos.
¿Es usted una persona sincera? 
Podría decir que sí y estar mintiendo. O decir que no y decir la verdad. De todos modos, no creo que haya nadie en el mundo sincero, y si lo hay tampoco me gustaría conocerlo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me resulta difícil decir qué es  mi tiempo libre, porque mi afición y mi oficio, escribir, son lo mismo. Leer, escribir, oír música…
¿Qué le da más miedo?
Todo lo relacionado con lo que pueda sucederles a mis hijos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me cabrea el abuso de poder, el autoritarismo, el cinismo de quien tiene parcelas de poder…
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No tengo ni idea, prefiero no pensarlo, no soy capaz de imaginarlo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Voy y vuelvo a por los niños cuatro veces al día a la escuela, o más si tienen extraescolares. Al cabo del año he calculado que me hago un Camino de Santiago completo.
¿Sabe cocinar?
Cocino en casa, pero soy bastante mal cocinero, aunque mi hijo dice que le encantan mis macarrones, es una prueba de amor. El ajoarriero tampoco me sale mal.  
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Me gustaría escribir una biografía sobre Ramoncín.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Las palabras sin un contexto no dicen mucho. Hay palabras hermosas que se han emputecido, justicia, democracia, vida…
¿Y la más peligrosa?
Creo que vale la misma respuesta de antes.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Físicamente, no.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Muy escoradas a la izquierda y a la acracia. 
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Preferiría no ser una cosa.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La pereza, la gula, la lascivia… Pero si a lo que nos referimos es a defectos soy una persona demasiado introvertida y asocial.
¿Y sus virtudes?
Soy imaginativo y tenaz con lo referido a mis aspiraciones o sueños. Creo que no soy mala persona, que no hago daño a quienes me rodean.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No sé, tantas… Una infancia y una adolescencia horribles, atenazado por mi timidez, yo en la lechería intentando pedir la vez mientras todas las viejas se me colaban, una juventud desperdiciada, yo bebiendo cervezas en bares de casco viejo, cayéndome al suelo sin que el botellín se me volcara, yo mirando el buzón de casa, esperando alguna carta que dijera “Le vamos a publicar…” o “Ha ganado el Premio…”, la caja con los libros salidos de imprenta de mi primera novela, mis hijos, mi mujer, mi madre, alguien echándome un salvavidas…
T. M.

martes, 23 de diciembre de 2014

John Cage en Puerto Rico


Leo Clarín, revista que recibí ayer, con mi crónica de viaje a Cuba de 1995 de la que hablé aquí días atrás, y veo la reseña de José Ángel Cilleruelo sobre un libro que glosa la andadura de John Cage. También días atrás, yo hablaba en este blog de Catalunya Música y de mi hábito de escucharla, y ahora caigo en que en miles y miles de horas durante años y años, no ha sonado nunca en tal emisora, hasta lo que yo sé, este pianista en las horas diurnas al menos. Pero es que seguramente lo ha hecho más allá de cierta hora, porque sus teclas son para cuando atardece y el tiempo se detiene, para la noche sensual, o solitaria, o de movimiento lento de ballet, o amor clandestino y subyugador. Escucho, ahora, escribiendo estas líneas, su Dream, y me arrepiento de no haber entrado en el museo colindante con la Universidad de Puerto Rico aquella mañana en que tenía una cita emocionante con la Sala-biblioteca de Juan Ramón Jiménez. Lo que había en el interior de aquella exposición que se le dedicaba nunca lo veré. Como a la misma música, cada día.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Entrevista capotiana a Octavio Escobar Giraldo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Octavio Escobar Giraldo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Quizá Río de Janeiro, pero espero no estar nunca en esa encrucijada.
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
A veces. Cada vez menos.
¿Tiene muchos amigos?
No, pero quiero a muchos de mis conocidos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que me hagan reír, que sepan reírse de sí mismos. Que puedan ser leales en casi todas las situaciones.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Nos conocemos lo suficiente.
¿Es usted una persona sincera?
Cada vez más, sin caer en la grosería. A veces soy simplemente silencioso.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Libros, cine, deportes, caminar.
¿Qué le da más miedo?
La invalidez.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Los políticos, obviamente.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiera encantado ser músico, pero no tengo el talento. Cocinar, entonces.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí. Camino, nado y juego basquetbol con mis amigos.
¿Sabe cocinar?
Estoy aprendiendo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
No lo sé. Dependerá del momento en que me lo propongan.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Mañana.
¿Y la más peligrosa?
Necesario.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No con verdadero empeño. A uno o dos los maté en alguna de mis ficciones.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Creo que todo el mundo tiene derecho a la salud, la vivienda, la educación y la dignidad.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Fui médico. A veces me tienta la arquitectura.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No sé si el talento para no hacer nada forma parte de los vicios.
¿Y sus virtudes?
Puedo pasarme horas sin hacer nada.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La de un bote salvavidas.

T. M.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Pequeño, peludo, suave


El peso de la historia literaria, el paso del tiempo, cien años ya desde su primera edición, han tratado a “Platero y yo” con la misma delicadeza y atención con la que el propio Juan Ramón Jiménez trató al burrito que le hacía compañía en su natal Moguer. Burrito real que inspiró el de ese libro de prosas poéticas en la finca de la familia, Fuente Piña, y que recibía un nombre que, por muy especial y único que nos parezca ahora al tener en mente al personaje de tinta, en realidad era “la denominación que damos en Andalucía a los burros de pelo gris”, según las palabras del escritor en una entrevista de 1948, publicada en una revista de Buenos Aires. “Y mi Platero era así, un dócil burro de pelo gris, que yo prefería para mis andanzas”, antes que a su caballo “Almirante”, por su “porte más sosegado”.

El inicio del libro es uno de esos arranques que están grabados en oro en el mundo de las letras: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.” Así, con la presencia del dulce animal, hablando con él, compartiendo penas y alegrías, Juan Ramón fue escribiendo pequeñas estampas de su pueblo en las que se recrea con delicioso lenguaje la vida de las gentes humildes, la naturaleza circundante, las injusticias, la muerte, la belleza, la bondad…; las terminó en 1907, pero “Platero y yo” aparecería en 1914, un año después de establecerse el poeta en Madrid. Al poco moriría Platero.

Tradicionalmente, se ha asociado el libro a la literatura infantil –este año de su centenario han aparecido varios volúmenes ilustrados– porque el editor, en su momento, seleccionó 63 capítulos de los 138 que componen la edición completa, que aparecería en 1917, para una “biblioteca juvenil”. Pero Juan Ramón jamás concibió esas páginas expresamente para los más pequeños, si bien le hizo feliz que niños de España y América Latina las tuvieran en tan grande estima (entre ediciones legales y clandestinas, a mediados del siglo XX se habrían vendido un millón de ejemplares). En la última foto que se le haría en vida, en 1958, se ve a unos niños puertorriqueños regalándole un Platero grande de alambre y paja; el poeta, en silla de ruedas, le coge el morro, atendiéndolo con delicadeza. Como si siguiera hablándole de Moguer.
Publicado en La Razón, 21-XII-2014,
a propósito de la noticia «La penitencia de Platero»,
sobre un asno que murió en un Belén viviente de Córdoba

sábado, 20 de diciembre de 2014

Entrevista capotiana a Eva Puyó

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la «entrevista capotiana» con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Eva Puyó.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Me gusta mucho Zaragoza, he vivido en esta ciudad toda la vida. Voy con cierta frecuencia a Madrid, donde se encuentran mi hermana y algunos amigos, y a Huesca, de donde es mi novio. Con él hago un par de viajes largos al año, normalmente a alguna ciudad europea. Me rebelo ante la idea de no poder salir jamás de Zaragoza. La ciudad y quienes vivimos en ella seríamos mucho peores. Espero que eso no suceda nunca.  
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Las personas me resultan infinitamente más interesantes.
¿Es usted cruel?
No. Eso no quiere decir que no haya herido en alguna ocasión a personas a quienes quiero. Espero que me hayan sabido perdonar.
¿Tiene muchos amigos?
Ahora mismo, mientras respondo a esta pregunta, pienso en algunos amigos, no demasiados, a quienes quiero mucho y admiro. Me acompañan, incluso cuando no están conmigo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Me gusta que digan lo que piensan y que tengan criterio propio. Aunque no coincidamos en todo, hay ciertas bases que debemos compartir. Me gusta que tengan un cierto atractivo. Me gusta que sean inteligentes, que tengan sentido del humor y que sean bondadosos. Me gusta que tengan curiosidad por el mundo, que podamos hablar de un estreno de cine, de un restaurante que acaban de abrir o de un libro que nos ha gustado.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Me imagino que del mismo modo en que yo a veces también les decepciono. Quiero a mis amigos con sus imperfecciones.
¿Es usted una persona sincera? 
Con quienes tengo confianza y cierta afinidad me gusta, especialmente, decir lo que pienso. Aunque a veces tengo la tentación de callarme, creo que no hay que renunciar a expresar las opiniones propias en ambientes menos cómplices.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No me gusta demasiado esa distinción entre tiempo libre y trabajo. Como me gano la vida como bibliotecaria se podría decir que escribo en mi tiempo libre y no sería falso, porque es cierto que tengo que sacar ratos aquí y allá. Escribir es también dedicar menos tiempo a cosas que me gusta hacer, como leer, ir al cine, caminar por la calle o estar con los amigos.
¿Qué le da más miedo?
Me da miedo perder los recuerdos. No me gustaría que las personas que me rodean descubriesen un día que ya no las reconozco. Ahora mismo, de lo que está pasando por el mundo, me da bastante miedo el Estado Islámico. Es como una pesadilla hecha realidad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandalizan muchas cosas, y espero que no dejen de escandalizarme. Voy a repetir una frase que decía el escritor Félix Romeo: “Quiero para los demás lo mismo que quiero para mí”. Me escandaliza que haya personas que pasan hambre, que no puedan expresarse libremente, que se les impida acudir a la escuela, que se las obligue a casarse con quien no quieren…  
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Trabajo en una biblioteca pública, en un barrio de Zaragoza. Antes de ser escritora quise ser actriz. A veces me pregunto si alguna vez dejaré de escribir, del mismo modo que los deseos de ser actriz me abandonaron por completo hace unos años. Si eso sucediera significaría que algo ha muerto en mí.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Me gusta mucho caminar.
¿Sabe cocinar?
Sí, mi madre me enseñó. Con mi novio he aprendido a añadir a los platos que sé cocinar algún sabor nuevo, inesperado. Las plantas aromáticas que tengo en la terraza me dan bastante juego.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Félix Romeo. Hay un antes y un después de conocerle.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Democracia. Creo que de vez en cuando hay que reivindicar esta palabra, que yo encuentro llena de esperanza, al mismo tiempo que no debemos dejar de trabajar para mejorar la que tenemos.
¿Y la más peligrosa?
Independencia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Odiar a alguien hasta el punto de querer matarlo es su victoria. Prefiero dedicar mi tiempo y mi energía en las personas a quienes quiero. Existe el mal, para combatirlo no estoy de acuerdo con emplear la pena de muerte.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Intento pensar por mí misma, no al dictado de las consignas de un determinado partido político. Aunque en las elecciones entiendo que hay que votar una propuesta concreta. A día de hoy, me gustaría que se unieran UPyD y Ciudadanos. Es una opción que me resulta ilusionante.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Si la pregunta se refiere a otra cosa que no fuera un ser humano, la verdad es que nunca he sentido deseos de convertirme en algo diferente. Pero, bueno, si un genio saliera de una botella y me dijera que no tengo otra alternativa, pediría cambiarme por una vacuna contra alguna enfermedad, como el cáncer o el sida.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Soy dormilona, y me encanta comer y beber.
¿Y sus virtudes?
Cuando pienso en mis supuestas virtudes, me doy cuenta que les puedo dar la vuelta y considerarlas defectos. Dejémoslo en que quienes me conocen escojan aquello que les guste de mí.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Me daría mucha pena dejar este mundo. Pero creo que, más que rabia, sentiría agradecimiento hacia la vida que, como dice la canción, “me ha dado tanto”. Las imágenes serían, imagino, de momentos felices que quizás solo yo comprendería: una conversación en una terraza de un bar, una tarde de piscina…
T. M.

viernes, 19 de diciembre de 2014

La música clásica y el extrarradio más pobre


Debo de ser uno de los treinta mil oyentes diarios de Catalunya Música, y ademas desde hace muchos años. Oí hace unas pocas semanas en esta emisora la estadística en un boletín informativo sobre hábitos radiofónicos: un número pírrico para siete millones y pico de catalanes, supongo. O no, tal vez un número desmesurado para reflejar algo que es una rareza, o un privilegio poder hacer –escuchar música clásica– pese a que, aquí en Barcelona, el Auditori, el Palau de la Música y el Gran Teatro del Liceu se llenen casi siempre.

Escucho Catalunya Música porque los responsables hacen un trabajo impecable; saben lo que se traen entre manos y seleccionan bien las piezas. Se documentan, glosan las obras, hablan de los compositores, analizan técnicamente óperas: todos son buena gente, dulce, con gusto exquisito, clara y armoniosa en sus voces… pero no los soporto. Su maravillosa entrega de cara al oyente me estropea todo, y no solo cuando los comentaristas invaden el espacio entre las audiciones, sino, sobre todo, cuando llega la hora maldita en punto.

Uno escucha música clásica porque lo necesita y lo acompaña, porque le embellece el día y el tiempo. Y en esa concentración de lectura o escritura con el fondo de Bach, de Vivaldi, de Beethoven, de Purcell, de Mozart, lo último que se desea es que alguien suelte los titulares porque una determinada manecilla ha llegado a determinado punto en el reloj. Y siempre son las mismas noticias: el proceso a decidir catalán, casos de corrupción, política nacional contra la local, datos dramáticos de la gente de a pie.

Y entre ellos, demasiadas veces, se abre el boletín con el desgarro de oír el nombre de mi antiguo barrio, ya oficialmente el distrito más miserable de Barcelona: pobreza infantil y energética, alta tasa de paro, número masivo de desahucios. Es el barrio del que ya denuncié aquí una iniciativa absolutamente vergonzosa; es el barrio de los locales que recaban alimentos para los que más sufren; es el barrio en el que asociaciones de jóvenes ayudan de forma desinteresada a los niños malnutridos, sin educación, abandonados.

Es el mismo barrio que recreo en La soledad del tirador. El mismo barrio cuyo uno de sus institutos padecí y de lo cual hice una crónica. El mismo barrio al que hace cinco navidades dediqué una estampa triste. El mismo en el que, semanas atrás, aparecía nuestro millonario alcalde, tan preocupado por los ciudadanos de la zona más depauperada de su ciudad, que acaba de dedicar 750.000 euros a la rehabilitación de un antiguo castillo que yo ni siquiera conocí a lo largo de veinticinco años. Cuando lo que está en ruinas es el presente y el futuro de la población colindante más indefensa y vulnerable.