lunes, 31 de agosto de 2015

Oliver Sacks: un científico de película


Una ópera de Michael Nyman, estrenada en 1986, inspirada en el libro “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, sobre la llamada agnosia visual; miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras desde hace casi veinte años y honrado como “Artista de la Universidad de Columbia”; premiado por usar la música como terapia de dolencias cerebrales desde la década de los sesenta; una película que conmovió a millones de personas en todo el mundo, con Robin Williams y Robert De Niro en los papeles protagonistas, a partir de sus estudios de la encefalitis letárgica, que fue candidata a tres Óscar en 1990… Está claro que Oliver Saks no fue un científico corriente, sino de esa pasta creativa, musical y literaria que, por un lado, establece puentes con otras manifestaciones artísticas y, por el otro, se lanza a asuntos de interés universal pensados para un público amplio y heterogéneo.

Por supuesto, tal grandeza intelectual y polivalencia profesional le costaría un considerable número de detractores, y su carisma como profesor y autor –pese a reconocer él mismo tener la enfermedad de la timidez y mantenerse célibe– trascendería el campo científico. Wes Anderson, el director de la genial “Los Tenembaums” (2001), dijo basarse en Sacks para el personaje que interpreta Bill Murray, un famoso y excéntrico neurólogo. Pero fue la referida película de Penny Marshall la que catapultó a Sacks a la mayor popularidad. Muchos de sus colegas le tildaron de ser un médico “compasivo”, haciendo de una aparente virtud humana un defecto para la práctica médica. De eso en buena medida va “Despertares”, de la relación cercana y dependiente, confiable y suave, entre el facultativo y el enfermo catatónico al que anhela sanar, basado en el libro de Sacks “Awakenings” (1973). En su caso, aplicando el fármaco L-dopa, habitual para tratar el Párkinson, en pacientes que fugazmente mejoraban pero que, a fin de cuentas, necesitaban más el amor y la atención terapéutica, a la hora de acariciar una vida digna, que una simple medicina.

Publicado en La Razón, 31-VIII-2015

domingo, 30 de agosto de 2015

Escaparate de libros de “La Razón”, 27-VIII-2015


Edgar Cantero
«El factor sobrenatural» (Minotauro)
Guionista y dibujante, el barcelonés Edgar Cantero ha debutado como novelista de forma muy curiosa: esta obra se publicó en inglés, en Estados Unidos e Inglaterra, el año pasado. Cuenta la historia de dos muchachos que reciben como herencia una casa encantada, lo que inevitablemente llevará al desvelamiento de diversos misterios, como la muerte del anterior dueño.

Elizabeth Gaskell
«Norte y Sur» (Cátedra)
María José Coperías y Elizabeth Power se encargan de la edición de este clásico de las letras británicas. Elizabeth Gaskell, muy activa socialmente en Manchester, fue muy viajera y su obra narrativa es extensa. En “Norte y Sur” narra cómo una joven y su familia se trasladan desde una zona rural a una ciudad que destaca, para lo bueno y lo malo, por su industria textil.

Antonio Sáez Delgado
«Pessoa y España» (Pre-Textos)
Este profesor de la Universidad de Évora y traductor del portugués, amén de experto en relaciones luso-españolas, ha investigado la correspondencia entre Fernando Pessoa y distintos escritores nuestros. Y es que el gran poeta tuvo encuentros con autores vanguardistas, como Adriano del Valle o Rogelio Buendía, o algún desencuentro, el más importante con Unamuno.

D. H. Lawrence
«En un tranvía español y otros poemas» (Renacimiento)
A David Herbert Lawrence (1885-1930) se le conoce sobre todo por la polémica novela “El amante de lady Chatterley”. Ahora se traducen, en edición bilingüe, un buen puñado de sus poemas, gracias a José María Moreno Carrascal (1951), profesor cuya tesis doctoral versó precisamente sobre la poesía del autor inglés. El libro se completa con un prólogo de Felipe Benítez Reyes.

sábado, 29 de agosto de 2015

La lucha por la vida americana


Hay obras, como las que Kafka decía buscar, que te desarman y te dejan con incomodidad: Dorothy Parker o Raymond Carver, por citar un par de escritores de Estados Unidos, dado que ahora nos centraremos en un autor contemporáneo de ese país, tienen relatos que te golpean de frente. A menudo, nada relevante, apenas alguna conversación o unos movimientos solitarios de un personaje, basta, como también en el maravilloso caso de Hemingway, para provocar en el lector una sensación completa de impacto, emoción y hasta congoja. Pues bien, en el prólogo a estos cuentos completos que a E. L. Doctorow no le ha dado tiempo de ver publicados, al fallecer el pasado mes de julio, Eduardo Lago, que tanto ha hablado de y con –en Nueva York durante las dos últimas décadas– los narradores más importantes de aquellos lares, sostiene precisamente que “leer un cuento de Doctorow es una experiencia estética un tanto desasosegante. No falta nada en estos relatos, y sin embargo dejan en el lector una desazón muy profunda, como si exigieran que ocurriera algo más, cosa que de hecho sucede, sólo que, extrañamente, fuera de la página”.

Sin incurrir en quitar razones a este personal punto de vista, pero a la vez convencidos de que hay que evitar la constante y ya cansina idolatría que se le dispensa desde acá a casi todo autor estadounidense, publique lo que publique, cabría apuntar que Doctorow en ocasiones se acerca a transmitir tal desasosiego de forma notable, pero que en otros casos se queda lejos y vuelve tediosas o extrañas ciertas páginas. Cuentos como “Willi”, de corte onírico, con trasfondo familiar y violento, el raro “La depuradora”, el soliloquio llamado “Todo el tiempo del mundo” o el relato largo que cierra el libro, con referencia a una obra desde el título del Doctor Johnson, “Vidas de los poetas”, cuentos todos ellos en los que tal vez al lector le costará entrar, hasta familiarizarse con su tono enigmático, contrastan con otros en verdad sobresalientes y que dejan entrever el talento de Doctorow como observador de la vida americana. No en balde, Don DeLillo dijo sobre este “maestro de la ficción histórica”, como se le ha llamado haciendo hincapié en cómo ha usado diversos acontecimientos importantes de los Estados Unidos para nutrir sus novelas, que había hecho de las vidas ordinarias las protagonistas que, a fin de cuentas, levantan todo un país marcando su historia mayor.

Vidas perdidas

He aquí lo mejor de estos cuentos completos, traducidos por Carlos Milla Soler, Isabel Ferrer Marrades, Gabriela Bustelo y Jesús Pardo de Santayana: el hecho de cómo Doctorow elige ciertos perfiles de ciudadanos maltrechos por el infortunio, o nacidos o crecidos en condiciones muy particulares, y convierte sus pequeñas historias en toda una radiografía del vivir norteamericano, en las grandes ciudades o en la carretera, entre huérfanos, mujeres maltratadas o dementes, o inmigrantes bajo peligro. El propio autor dejó dicho cómo enfocó su arte cuentístico con estas palabras: «El cuento es más pequeño en escala, de modo que puedes ver el final más fácilmente. El viaje no es tan largo aunque sigue siendo un viaje, una forma de descubrir lo que quieres contar camino a su final. Ni el cuento ni la novela tienen reglas. Y si las tienen, están ahí para ser rotas». Él las rompe con textos en los que cuesta percibir sus intenciones y tienen a veces algo experimental, como los mencionados, y eso resulta siempre meritorio en última instancia, y en otros ejercicios interesantes, como “Wakefield”, donde da una vuelta de tuerca al sensacional cuento de Hawthorne en el que un hombre abandona sin decir una palabra a su mujer, para vigilarla enfrente durante años y regresar a casa como si nada.

Por otra parte, hay que destacar relatos como “El cazador”, sobre una maestra frustrada y algo desequilibrada, “El atraco”, con fondo eclesiástico, “Una casa en la llanura”, que recrea la huida de una madre y su hijo al antiguo Chicago, o “Niño muerto”, sobre un chiquillo encontrado sin vida en las inmediaciones de la Casa Blanca. Pero sobre todo el lector disfrutará de cuentos por completo redondos: llenos de fuerza e intensidad, entretenidos y palpitantes, con personajes de cuerpo y psicología magníficamente trazados. Hablamos de “El escritor de la familia”, en el que un adolescente es impelido a redactar cartas para contentar a su abuela, que pasa su ancianidad en un asilo; hablamos de “Jolene”, sobre una chica de sexualidad y matrimonio precoces cuya suerte a la hora de encontrar nuevas parejas se le volverá dramáticamente en contra; hablamos de “Bebé Wilson”, en el que una mujer loca y tierna rapta a un recién nacido ante el miedo y la lealtad que manifiesta su novio; hablamos de “Integración”, cuento en el que se celebra un matrimonio de conveniencia para conseguir los papeles con los que dos emigrantes pretenden quedarse en Estados Unidos y que cuenta con un telón de fondo mafioso y al fin esperanzadamente amoroso.

Todo lo cual devuelve la razón a Lago cuando se dedica a explicar la narrativa de Doctorow emparentándola con la de Jack London, por quien “el autor de los cuentos que ahora presentamos sintió siempre una adoración sin límites”; en ambos, ciertamente, hay “una concepción muy similar de la escritura”, al presentar personajes que se hacen a sí mismos, que ven la vida, porque no les queda más remedio, como una lucha en la que no cabe mirar hacia atrás, convirtiéndose en meros supervivientes, desconfiados y al mismo tiempo temerarios y predestinados a la desdicha.

Publicado en La Razón, 27-VIII-2015

viernes, 28 de agosto de 2015

Escaparate de libros de “La Razón”, 20-VIII-2015


Peter Bogdanovich
«Ciudadano Welles» (Capitán Swing)
Dentro de la gran cantidad de libros que este año han recordado al autor de “Ciudadano Kane”, por el centenario de su nacimiento, este sin duda es el que proyecta su vida, obra y voz de forma más completa. Su amigos Bogdanovich le entrevista con minuciosidad y repreguntando, produciéndose charlas que son toda una lección de cultura universal.

Stefan Bollmann
«Mujeres y libros» (Seix Barral)
Con prólogo de la librera Lola Larumbe Doral se presenta esta “Una pasión con secuencias”, como reza el subtítulo. Su autor, experto en Thomas Mann y superventas en Alemania, analiza el momento en que el hábito de la lectura irrumpe entre las mujeres. Para ello, convoca a autoras como Jane Austen, al personaje Madame Bovary, o a la actriz Marilyn Monroe.

Mariano F. Urresti
«Agatha escribía con sangre» (Suma de Letras)
Este especialista en novelas históricas homenajea a Agatha Christie en esta obra que cuenta cómo el dueño de una librería acude a la ciudad natal de la escritora para presentar un libro. La visita se complicará con la irrupción de un hombre que dice tener un diario de Christie donde habla de por qué desapareció once días en 1926 sin explicar el porqué.

Arthur Miller 
«Vidas rebeldes» (Tusquets)
Este relato del famoso dramaturgo neoyorquino, del que hizo John Huston una legendaria película, narra la forma en que, por la localidad de Reno, en Nevada, coinciden la hermosa Roslyn y tres hombres que vagabundean participando en rodeos o cazando. Una obra excepcional en su formato; según Miller, “no es novela, ni obra de teatro, ni guión de cine”.

jueves, 27 de agosto de 2015

Criticar la política riendo

Este fabuloso disparate lo firma un recién llegado a la narrativa con una dilatada trayectoria dentro del mundo empresarial e inmobiliario. Un dato este nada baladí, pues a José María Pont su formación financiera y diferentes cargos le habrán servido para afilar una visión panorámica, negra, sarcástica, desternillante, de la realidad sociopolítica actual. Esta perfecta novela de entretenimiento es una dentellada valiente y descarada, desde el humor más gamberro, a lo que inunda cada día los periódicos. Su planteamiento es simple y directo: van apareciendo asesinados diversos políticos –en un principio, sólo diputados soberanistas– del Parlamento catalán, y el desarrollo y el desenlace tras conocer una camada amplia de personajes de todos los ámbitos, magistralmente divertidos.

En el camino, Pont ironiza sobre todos los sectores poderosos que se ven obligados a reaccionar ante los crímenes de un supuesto psicópata: los miembros del sistema judicial; los empresarios importantes; la policía nacional, a menudo enfrentada a los Mossos d’Esquadra –todo lo concerniente a este entorno es desopilante, con diálogos plenos de rotunda grosería y situaciones ridículas–; y los políticos, tanto del gobierno central como de la Generalitat. La parodia llevará a ridiculizar los deseos independentistas de Cataluña, con una audacia humorística que, me atrevería a decir, también arrancará sonrisas a los que abogan por la secesión, pues el autor no pretende la burla ofensiva, sino, desde el esperpento institucional, la caricatura a distintos estereotipos de gobernantes y el tratamiento de los personajes como seres caprichosos y dementes, lanzar una crítica feroz a los mentirosos, narcisistas y despilfarradores que manipulan a la opinión pública; en especial, en una Cataluña –y esto es vital en la trama– en la que han sido prohibidas las corridas de toros. Así, Pont se carcajea de la realidad sin complejos y, leyéndole, lo hacemos de nosotros mismos como ciudadanos.

Cuando la novela de realismo social es casi un páramo en España, una obra como “Banderillas negras”, texto sin pretensiones artísticas pero de estructura redonda y tono irresistiblemente jocoso –los coloquialismos soeces y la sexualidad zafia son continuos–, se erige en un relato mayor de nuestras sombras como sociedad que propone criticar riendo, y tomar entonces conciencia.


Publicado en La Razón, 27-VIII-2015

miércoles, 26 de agosto de 2015

Entrevista capotiana a David Rivera

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de David Rivera.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Cualquier lugar me haría feliz si ella estuviera conmigo. Soy un solitario con la fobia de estar solo.
¿Prefiere los animales a la gente?
La gente sin duda alguna.
¿Es usted cruel?
No. Odio la crueldad.
¿Tiene muchos amigos?
Nunca se trata de cantidad sino de calidad.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean pacientes conmigo, leales y divertidos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No suelen, pero a veces pasa.
¿Es usted una persona sincera? 
Ahora sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Nunca lo sé, depende del momento. Caminar, correr, pintar, escribir, tocar la guitarra, no hacer nada o hacerlo todo.
¿Qué le da más miedo?
La apatía. La falta de ilusión. Las horas lentas.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Nada. Soy muy libre y permito que los demás también lo sean.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No me considero escritor sino más bien un artista inquieto al que le encanta provocar a los sentidos.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí. Todo el que puedo.
¿Sabe cocinar?
Estoy en ello.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Ernest Shackleton. Un aventurero maravilloso. Bernard Moitessier. Un navegante en solitario.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Alegría.
¿Y la más peligrosa?
Poder.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No creo en la política actual.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Mujer.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Eso es un necesario secreto.
¿Y sus virtudes?
Constancia, perseverancia e ilusión.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mis momentos más maravillosos y la consciencia de haber vivido enormemente feliz.

T. M.

martes, 25 de agosto de 2015

"Millennium 4": Larsson revive con la firma de otro


Once años después de la primera novela de lo que fue la trilogía «Millennium», de Stieg Larsson, aparece la obra que convierte esa serie, compuesta por «Los hombres que no amaban a las mujeres», «La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina» y «La reina en el palacio de las corrientes de aire» (publicados en España por Destino), en tetralogía. Se titula «Lo que no te mata te hace más fuerte» y aparecerá con gran pompa, y tras semanas de secretismo para que no se filtre ni piratee su contenido en medio mundo, el próximo 27 de agosto. Sin embargo, su autor no es el malogrado Larsson, que murió de un infarto a los cincuenta años, el 9 de noviembre de 2004, al poco de entregar el tercer volumen a su editor y después de verse obligado a subir siete pisos de un edificio cuyo ascensor se acababa de estropear. En verdad, se dice que el escritor llevaba una vida contraria a los hábitos saludables: fumador empedernido, abusaba tremendamente del café a diario y se alimentaba de comida rápida: todo un perfil de personaje de novela negra.

En ese género disfrutó de uno de los éxitos más rotundos que llevamos de siglo XXI. Se calculan en ochenta millones los ejemplares vendidos de su trilogía, y además, recibiendo los parabienes de lectores exigentes y de críticos literarios y colegas de reputación contrastada. Ejemplo de ello son las líneas que Mario Vargas Llosa dedicó a la protagonista de la serie, Lisbeth Salander, tras devorar las dos mil cien páginas de los tres libros; el Nobel hispano-peruano reconocía en un artículo que no se trataba de una prosa de demasiada calidad narrativa, pero que sus tramas llenas de sorpresas y aventuras y la nitidez de sus personajes eran absorbentes e imborrables; todo en pos de recrear, y con ello componer una implacable crítica a nuestra civilización, una sociedad llena de maldad, corrupción y falsedades en la que, como no puede ser de otra manera, no se salvan las instituciones, ni los políticos, ni los empresarios, ni los policías, ni los banqueros… Sólo el mundo del periodismo parece abrir una esperanza a la justicia, con la revista mensual «Millenium» a la cabeza, comandada por valientes profesionales en busca de la verdad.

De Pippi a crímenes reales

Para el propio Larssen investigar asuntos candentes y peligrosos (se especializó en el funcionamiento de grupos de extrema derecha en Suecia) y el conocimiento de casos criminales reales serían las fuentes para levantar su ficción. Realidades a pie de calle y vertidas en periódicos que contrastaban con otras fuentes de inspiración; la más llamativa sin duda, la de un personaje celebérrimo para varias generaciones de europeos gracias a su adaptación televisiva: Pippi Långstrump, de la también sueca Astrid Lindgren. Así, en la única entrevista que concedió Larsson, señalaría a la niña de las trenzas pelirrojas estiradas hacia arriba que iba acompañada de «Pequeño tío», su caballo a lunares, y de su mono tití, al que llamaba «Señor Nelson», como la inspiración de su heroína Lisbeth Salander: «Pensé en Pippi Calzaslargas… ¿Cómo sería hoy en día? ¿Cómo sería si fuera adulta? ¿Cómo llamaríamos a una persona como ella… una sociópata? ¿Hiperactiva? No, no creo. Simplemente vería la sociedad con una luz diferente. Decidí hacerla veinticinco años más mayor, y la convertí en una “marginada” social. Sin amigos, y con ciertas deficiencias en el terreno social. Recuerdo que eso fue lo primero que pensé a la hora de crear a Lisbeth Salander». 

Por otra parte, Larsson se inspiraría en otro personaje de su compatriota, el niño detective Kalle Blomkvist, para la invención del periodista de investigación Mikael Blomkvist. Éste y la «hacker» son protagonistas, otra vez, de «Lo que no te mata te hace más fuerte», la cuarta parte de un «Millennium» para el que se confió en un escritor popular en Suecia; de este modo, los herederos (el padre y hermano de Larsson) eligieron a David Lagercratz para mantener el interés de los incondicionales del autor y atraer a nuevos lectores –para ello, se ha dispuesto un operativo publicitario extraordinario, en veintiséis países al mismo tiempo– con una historia que se asienta, precisamente, en el mundo de los hackers y el tráfico ilegal de información confidencial. A este respecto, Casa del Libro y Ediciones Destino han organizado un maratón de lectura nocturna en Madrid y Barcelona, la noche del 26 al 27 de agosto, en la que veinte personas podrán empezar a leer en primicia el ya denominado «Millennium 4». 

La «no viuda» por no casarse

Las aproximadamente quinientas 500 páginas de «Det som inte dödar oss», como así verá escrito el lector sueco en la portada que lanzará la editorial Norstedts, las firma, pues, otro periodista y narrador al que le avala una notable trayectoria, conocido fuera de su país gracias al libro que publicó en 2011 «Soy Zlatan Ibrahimovic», una biografía del futbolista. Lagercrantz ha declarado haberse sumergido durante un año y medio en la narrativa de Larsson y en la escritura de una obra que ya nace con gloria y promoción asegurados al más alto nivel. Sin complejos ante tamaño desafío, aunque escribiendo muy lentamente, como confesó el autor a un periódico sueco, «Lo que no te mata te hace más fuerte» pone a la joven pirata informática en asuntos que tocan el servicio de Inteligencia norteamericano en un contexto periodístico nuevo, pues la revista ha cambiado de dueños. Pero, obviamente, ni este argumento ni la elección de Lagercrantz satisfará a todo el mundo; para empezar, a la que fuera novia de Larsson desde 1974, la escritora, arquitecta y activista política Eva Gabrielsson, que ha criticado duramente todo lo relacionado con esta resurrección que, a sus ojos, responde solamente a una cuestión monetaria.

Gabrielsson pasó los años posteriores a la muerte de Larsson metida en una dura lucha con los que herederos consanguíneos del escritor. Ella, según la legislación sueca, no podía percibir nada de la multimillonaria herencia literaria de su pareja al no estar casados, pese a compartir vida durante treinta y dos años. Sobre esa injusticia y una existencia común, desde que se conocieran sin haber cumplido los veinte en un mitin contra la guerra de Vietnam, habló en su día en el libro «Millennium, Stieg y yo» (Destino, 2011), donde recordaba el enamoramiento instantáneo que sintieron, yéndose a vivir juntos pronto, cómo sortearon dificultades económicas al comienzo y la forma en que se enfrentaron a las amenazas de grupos neonazis que querían vengarse de las investigaciones y denuncias que la pareja desarrollaba desde las páginas de una revista. Justamente, Larsson no querría casarse con Eva, según ésta contó en un programa de la televisión sueca, para que no fuera tan fácil relacionarla con él y quedar algo más protegida. En aquella entrevista en la pequeña pantalla, Gabrielsson también afirmó que Larsson tenía el proyecto de escribir un total de diez libros, y que los beneficios por ellos a partir del cuarto volumen irían a parar a organizaciones sin ánimo de lucro cercanas a sus ideales. Ahora «Millennium» suma una cuarta historia, su autor original lleva más de una década sin haber disfrutado ni un instante de las aclamaciones por su obra, y encima serán otros, como todo parece indicar, quienes tendrán la ocasión de alcanzar ese número de novelas –ahora Lagercrantz, mañana algún otro tal vez distinto–, si la fórmula obtiene el clamor esperado.

Publicado en La Razón, 23-VIII-2015

lunes, 24 de agosto de 2015

Entrevista capotiana a Jesús Nieva

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jesús Nieva.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Desde luego en una isla tranquila, con maravillosos amaneceres y puestas de sol, con amplias playas de arena blanca y aguas trasparentes. Con una magnífica visión de las estrellas por la noche y una cascada de aguas puras entre la vegetación. O sea, el paraíso.
¿Prefiere los animales a la gente?
El amor es el secreto para que evolucione la humanidad. El amor no hace distinción entre personas, animales o cosas. Se ama todo lo que existe porque todo existe para que podamos ser felices. El amor es distinto, pero no excluyente ni admite comparaciones.
¿Es usted cruel?
Quizás lo que más cuesta es saber perdonarse a uno mismo. Por lo demás, no. No soy cruel.
¿Tiene muchos amigos?
La cantidad no indica el grado de satisfacción por la amistad. ¿Hay personas dispuestas a dar su vida por mí o yo por ellos? Sí.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Un amigo se hace desde el amor y cuando se ama ya no hay cualidades que valgan. La amistad está por encima.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Un amigo nunca decepciona. Se le acepta como es.
¿Es usted una persona sincera? 
Lo suficiente como para que se me conozca por las actitudes y no por lo que digo. Decir siempre lo que se piensa no es bueno.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
¿Libre? Todo es libertad. Yo ocupo siempre mi tiempo: En clase, con la lectura, la  escritura, el teatro y el cine; con el deporte, con la guitarra, con los amigos, con mi familia, en el jardín o pensando.
¿Qué le da más miedo?
Detrás del miedo solo hay miedo. El miedo son pensamientos negativos y yo trato de excluirlos de mi vida.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Escandalizar es una expresión que no contemplo. No me gusta la pasividad con que aceptamos el sufrimiento de seres. Las desigualdades entre razas y culturas. La negatividad de las noticias de cada día y la crueldad con que se afrontan. La facilidad con que olvidamos la historia de la humanidad para volver a cometer los mismos errores. La deshumanización del progreso.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Soy maestro antes que escritor. Desde luego, ser maestro ha sido, es y será el ideal de mi vida.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Claro, he jugado a balonmano, baloncesto y voley. He sido ciclista, futbolista y maratoniano. Sigo saliendo a correr siempre que puedo.
¿Sabe cocinar?
Cocinar, cocinar... no. Paellas, calderetes y tortillas de patata. Algunos guisos sencillos.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Francisco de Javier. El navarro universal patrón de Navarra y de las misiones. La humanidad necesita modelos como él.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
La he repetido varias veces. Amor.
¿Y la más peligrosa?
Hay muchas que mal entendidas o aplicadas resultan muy peligrosas: odio, segregación, racismo, nacionalismo, frontera...
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Es un primer pensamiento que dura unos pocos instantes... creo que matar, matar... consigo matar esos pensamientos.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Las de ayudar a los demás siempre que pueda y en todo lo que pueda. Contribuir a que los demás sean un poquito más felices después de mi paso por este mundo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Me gusta ser lo que soy.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No saber decir que no. No creer en lo imposible.
¿Y sus virtudes?
Pues las mismas. Saber aceptarme como soy. Trabajar y luchar por mis sueños.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
En el momento que supiera que ya me enfrento a la muerte trataría de recoger los momentos más felices de mi vida y decirme... feliz para siempre.

T. M.

domingo, 23 de agosto de 2015

El crítico como servidor público


Un solo hombre fue capaz de preparar un descomunal «Diccionario de la lengua inglesa», de escribir cien versos en un día –caso de su poema «La vanidad de los deseos del hombre»–, de dominar el latín, el francés y el italiano, de editar la totalidad de la obra de Shakespeare. Ese mismo hombre temió la demencia y, pese a sus energías inagotables, acabó trabajando sólo unas horas porque dedicaba la tarde a pasear por Londres, según él el mejor lugar del mundo, y la noche a acudir a una taberna a beber vino. Se llamó Samuel Johnson y vivió en el siglo XVIII, pero se le conoce como el Doctor Johnson y, como suele decirse, no dejó títere sin cabeza, teniendo una afilada opinión de todo y todos. De su gran amigo Oliver Goldsmith dijo: «No hubo nadie tan lerdo cuando no tenía la pluma en la mano, ni tan sabio como cuando escribía», pero el propio escritor irlandés también tuvo su percepción de Johnson, que además sirve como punto de vista general sobre lo que afirmaron sus contemporáneos: «Qué duda cabe, tiene rudeza en sus modales, pero no hay hombre que tenga un corazón más bondadoso que el suyo».

De su corazón y mente tenemos un documento excepcional gracias a «Vida de Samuel Johnson», del escocés James Boswell, ninguno tan preciso y detallista a la hora de describir la trayectoria vital e intelectual de un solo individuo. El libro se publicó con éxito en 1791, y no se han parado de alabar las innovaciones que introdujo en el género biográfico, al mezclar diferentes estilos literarios y fuentes informativas. Hace unos años, el desaparecido Miguel Martínez-Lage protagonizó la heroicidad de traducir –por vez primera de forma íntegra en español– ese volumen de dos mil páginas, exponiendo la ascendente importancia de la «Vida» desde su publicación, gracias a la cual el biografiado adquirió a su juicio «un carácter demónico: el tiempo que le ha dotado de la fuerza de un símbolo no ha mermado su realidad de ser humano. La culpa de que así sea no hay que buscarla en las obras del propio Johnson, sino en el libro en que Boswell plasma su vida y manera de ser».

Biografiar a los poetas

Boswell anotó día a día las charlas, los soliloquios, la correspondencia, las anécdotas y los chismes protagonizados por su ídolo por medio de un género en el que era un maestro el propio Doctor, presentando citas, documentación y cartas a modo de biografía, y además desarrollando un tercer elemento, el análisis psicológico. Para avanzar por esta línea contaba con el ejemplo del propio Johnson en sus «Vidas de poetas», incluido en esta recopilación de ensayos preparados por Gonzalo Torné, que cuenta con el formidable «Prefacio a Shakespeare», donde propuso editar al bardo con “todas las variaciones descubiertas de todas las copias que se han encontrado” para así darle la oportunidad al lector de elegir la mejor versión. En su estudio, el Doctor Johnson aclara la oscuridad de ciertos pasajes shakesperianos, y comenta cada uno de sus dramas, con una sabiduría tan transparente que no es de extrañar que Harold Bloom lo considere el mejor conocedor del autor de “Hamlet”.

Al inicio de estas páginas, traducidas por cierto por el propio Torné, José Rodríguez Soria y Ernesto Castro, leemos: «El objetivo principal de la crítica es encontrar los defectos de los modernos y las virtudes de los antiguos: mientras un autor está vivo juzgamos su capacidad por la peor de sus actuaciones, y cuando está muerto, por la mejor». Esta tarea, como bien dice el editor, fue tomada por Johnson “como un servicio público. En un momento en el que la alfabetización y el laicismo van en aumento, Johnson se propone contribuir a elevar el nivel del gusto, de la conversación, del conocimiento general del círculo creciente de interesados en la vida y la actividad del espíritu”. Por eso su tono es tan didáctico y divulgativo cuando explica el contexto lingüístico del teatro de Shakespeare y las trayectorias de escritores como John Milton, Abraham Cowley, Matthew Prior, Jonathan Swift, Joseph Addison, Alexander Pope y Thomas Grey. De otro cariz serán los artículos periodísticos aquí seleccionados, más áridos para el lector no especializado debido a cierto retoricismo en el estilo y los temas tratados, a menudo cuestiones conceptuales alrededor de la escritura o los géneros.

El superdotado que Boswell nos mostró en su libro, tras conocer a Johnson en 1763, es en efecto un autor para el que no hay límites a la hora de encarar todo tipo de registros literarios; aunque sí tiene la referida preferencia: “De las diversas formas de escritura narrativa, la biografía se lee con la mayor avidez y se aplica con la mayor facilidad a los propósitos de la vida”, dice en un artículo de 1754. Las suyas sobre otros autores son ya un hito sobre cómo afrontar lo vivido y escrito por varios genios ingleses; de modo que es un hecho de justicia poética que el propio Johnson tuviera un biógrafo tan incondicional, pero también tan fiel a su magisterio al evitar esconder su parte menos decorosa; así, Boswell describió cierta brusquedad del Doctor a la hora de dirigirse a los desconocidos, los movimientos espasmódicos que sufría al hablar en todo el cuerpo, o su ánimo apesadumbrado –su libro favorito era “Anatomía de la melancolía”, de Robert Burton–, además de su pavor ante la muerte, la cual no hizo sino acrecentar su inmortalidad artística.


Publicado en La Razón, 20-VIII-2015

sábado, 22 de agosto de 2015

Entrevista capotiana a Manuel Álvarez-Xagó

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Manuel Álvarez-Xagó.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Precisamente esta pregunta la voy a responder desde  un aeropuerto, pero sin dudarlo, de tener que elegir forzosamente, elegiría cualquier pueblo costero de mi Asturias natal.
¿Prefiere los animales a la gente?
El animal medio es, de lejos, más fiable que el humano “standard”.
¿Es usted cruel?
No. Aunque… de obra, probablemente podría llegar a serlo en casos extremos si el fin lo justificase. De palabra… A veces, pero siempre y únicamente con fines lúdicos, y siempre que el objetivo de mi crueldad no pueda escucharme.
¿Tiene muchos amigos?
AMIGO es una palabra que debería siempre ser escrita en mayúsculas. De esos, de los mayúsculos, son pocos y no me sobra ninguno.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad. Hasta el punto de que no duden en traicionarme si me lo merezco.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Alguno lo hizo, y pasó a mejor vida (su amistad, claro está).
¿Es usted una persona sincera? 
Conmigo mismo, intento serlo siempre. Con los demás… también, aunque suelo hacer un cálculo previo de daños. Aun así, creo que hoy en día se confunde la sinceridad con la agresión gratuita.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Creando, y nunca destruyendo.
¿Qué le da más miedo?
El sufrimiento de mis seres queridos, y no poder hacer nada por evitárselo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Aparte de cosas tan obvias como las injusticias contra los más indefensos, la crueldad animal o cosas similares, lo que se lleva la palma sería la “ignorancia inconsciente”. Es decir, no tener idea de nada, y creerse poseedor de las verdades más absolutas. Desafortunadamente estamos rodeados de gente así.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Creo que la creatividad, cuando se lleva dentro, acaba saliendo por algún sitio necesariamente. Si no pudiese plasmar esa creatividad, probablemente ser un amargado y amargar a los demás. A no ser, claro está, que me hubiese tocado una millonada escandalosa en la lotería y lo material hubiese enterrado por completo cualquier otro aspecto de mi vida.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí. Intento mantenerme activo en la medida que mi maltrecha espalda me permite. Natación, perderme por el monte con mi perro, algo de bicicleta.
¿Sabe cocinar?
Más o menos. Cuando me toca intento no intoxicar a familia y amigos. Probablemente le ponga más voluntad que talento.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Cualquiera que hubiese llevado la lucha por sus ideales y creencias, protegido lo que amaba o luchado por lo que le parecía justo, hasta el final, sin tener en cuenta el precio que pagaría por ello. La historia está lleno de ellos, aunque no siempre aparecen en los libros.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Probablemente “felicidad”. Mi primer instinto ha sido responder “vida”, pero después caí en la cuenta que la mitad de veces que una persona pronuncia la palabra “vida” va seguida de “… de mierda”.
¿Y la más peligrosa?
Promesa. Seguida muy de cerca por “nunca” y “siempre”.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Uno de los principios del Derecho establece que “el pensamiento no delinque”. Razón por la que yo no tengo delitos a mi espalda. Hasta ahí puedo leer.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Justicia; igualdad de oportunidades; el esfuerzo y talento recompensados. Dígame qué ideología lleva esos términos por bandera, que me apunto.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Algún amigo mío. Debe ser fantástico disfrutarme como amigo. Ahora en serio… elegiría un animal salvaje. Vivir en la naturaleza y de ella. Probablemente un lobo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Creo no tenerlos. Sin contar, por supuesto, el chocolate.
¿Y sus virtudes?
Fuerza de voluntad, entre otras cosas, para conseguir no rendirme al chocolate. Lealtad y gratitud.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Seguramente, escenas de mi infancia. De los lejanos días en los que uno se siente protegido por los suyos. Tardes de primavera en las que el día se alargaba. Días en los que mi abuelo me recogía en el colegio para pintar y preparar el bote de remos antes de echarlo al mar y disfrutarlo todo el verano. Todo va de agua. Aunque quizás todo esto de arriba sea una estupidez, y lo único que a uno se le pase por la cabeza cuando se ahoga, sea la imagen de un simple chaleco salvavidas.

T. M.

jueves, 20 de agosto de 2015

Escaparate de libros de “La Razón”, 13-VIII-2015


Alejo Carpentier
«El ocaso de Europa» (Fórcola)
Eduardo Becerra, profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad Autónoma de Madrid, ha reunido estas crónicas inéditas hasta ahora en forma de libro de un Alejo Carpentier que reflexionó sobre la Segunda Guerra Mundial y la Caída y Ocupación de París. Pero no desde parámetros bélicos, sino desde la idea de que Europa perdió otra gran batalla, la de la cultura.

Israel Yehoshua Singer
«La familia Karnowsky» (Acantilado)
Este autor polaco emigrado a los Estados Unidos en 1934 –era corresponsal de un periódico norteamericano desde joven– cuenta en esta voluminosa novela de 1943 la historia de tres generaciones de una familia; con el trasfondo del antisemitismo y el nazismo, pero también con el Nueva York al que espera uno de sus hijos, ejemplificando la emigración judía.

Jaime Fernández
«El poeta que prefería ser nadie» (Hermida)
Reunión de diecinueve ensayos sobre diversos asuntos literarios, tanto de autores universales como de temas que han inspirado narrativas. El autor reflexiona con amenidad sobre la relación entre la imagen y la palabra, la necesidad de enriquecernos con la lectura o los papeles personales de los escritores, y comenta obras Robert Walser, Melville, Kafka o Ray Bradbury.

Herman Melville
«Billy Budd, marinero» (Alba)
Dentro de la narrativa del autor de «Moby Dick», esta novela corta es una de sus creaciones más perfectas. Fue escrita hacia 1885, pero encontrada por un biógrafo en 1919, publicándose poco después. Del relato hizo una película Peter Ustinov y habla de un buque mercante que es abordado por un navío de guerra que recluta al joven Billy Budd, muy querido por sus compañeros.