sábado, 21 de enero de 2017

Entrevista capotiana a J. J. Corpas Mauleón

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jesús Javier Corpas Mauleón.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
De entre lo que conozco, si se tratase de una ciudad, Venecia, le Mont Saint Michel o Dubrovnik; si de un edificio, Prado, Louvre o Ermitage; y si de una isla, Bora Bora, Cuba o Ibiza. Reúnen diferentes tipos de belleza y característica para no aburrirse. Nunca Nueva York.
¿Prefiere los animales a la gente?
Solo frente a individuos que anteponen los animales a la vida humana. Ante los que desearon la muerte del niño Adrián o se alegraron con la de Víctor Barrio, prefiero una tarántula. Entre una cascabel y un miembro de Bildu, me quedo con la serpiente siempre. Y elijo un escorpión antes de quienes se alían con los cómplices de los asesinos; tiene menos ponzoña.
¿Es usted cruel?
Nada en absoluto. Irónico sí.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, soy afortunado: unos cuantos buenos y leales. Nunca me parecen muchos
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No les busco cualidades; los he encontré a lo largo de la vida tal cual eran. Las características necesarias de un amigo, por propia definición, son la fidelidad y el apoyo frente lo adverso y hostil.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Decepción y amigo forman un oxímoron. Sobre las falsas amistades, las voy descubriendo, quizás algunas un poco tarde, y las voy sacando de mi agenda sin contemplaciones.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, siempre que no sea absolutamente imprescindible lo contrario para el bien de terceros. En esta entrevista lo soy, por supuesto, así como en mis obras, ya sean de ensayo o de ficción.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Todo mi tiempo es libre. La libertad está dentro de toda alma, que no sea cobarde claro, pues siempre le queda la última decisión. Al reo de guillotina no le pueden prohibir que desde el cadalso se cisque en la madre de Robespierre; por mucho poder que este tenga, ¿a que le va a condenar ya? Si hablamos de que me gusta, sería casi una redundancia decir que la lectura.  Añadiré que asistir a todo tipo de eventos culturales, como funciones de ópera, conciertos, conferencias, exposiciones o a los toros. También viajar y los cuidar de perros, gatos, caballos, peces etcétera. No me busque por las gradas de los estadios ni en el sofá frente a la caja tonta. Antes que matar el tiempo ante el televisor o en la butaca de una cancha deportiva, soy partidario de aprovechar la vida desde otros apostaderos.
¿Qué le da más miedo?
Aparte de Montserrat Caballé en el famoso anuncio de cava, y ya sin bromas, Merkel, los atentados islamistas, las presidencias del FMI y quién gobierna en función de «los mercados».
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Los vasos comunicantes de dinero público entre partidos, gobiernos, banca y medios de comunicación. El doble rasero de la autoridad y la justicia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Hubiera sido contable de un partido grande, que también es muy creativo. O director de una agencia de noticias, todo un mundo de fantasía, aunque en este caso al dictado del poder. Dejando la ironía, antes he hecho muchas cosas, de hecho uno de los primeros reportajes periodísticos sobre mí titulaba la página «El autor que vino con el demonio del mediodía». Si ahora no pudiera llevar esta vida, me hubiera gustado ser guardabosques o ganadero de bravo, aunque esto segundo también tiene su parte creativa. En su día aprobé el previo de Biológicas de la Universidad de Navarra y estuve tres años en la facultad de veterinaria de Zaragoza, ambas cosas por amor a los animales.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No y no tengo chándal. No se lo diga a la OTAN, que me bombardea. Vivo en una zona monumental y sería una pena…
¿Sabe cocinar?
Bastante bien, pero menos que determinados agentes en los premios literarios. Cocinar es noble, y hacerlo con esmero demuestra cariño hacia tus comensales.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Pensar que esa publicación me encargue escribir algo a mí es digno de la imaginación de un gran novelista. Suponer que yo acepto el encargo es ya delirium tremens.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Natividad, Nacimiento, Navidad, que son sinónimos entre sí y de la presentación en público de la vida.
¿Y la más peligrosa?
Globalización. Consiste en proletarizar al pueblo para beneficiar a las grandes fortunas, así sean muy lejanas. Se basa en el principio de disminuir los salarios y derechos sociales de los países avanzados al nivel los más bajos del planeta, por aquello de “si no aceptas el puesto de trabajo por unas migajas, otros lo harán, ya que, o les llevo la fábrica o los arranco de su casa y los traigo aunque sea creando una guerra”. Estoy convencido de que hay que buscar lo contario: subir a los desfavorecidos, al menos hasta el nivel de vida que tuvo la ya extinta clase media española. En el Foro Económico de Davos resultaba indigno ver a los banqueros y Luis de Guindos aplaudiendo al tirano de China continental —hay otra China democrática expulsada por la ONU—, mientras aquí los medios oficiales piropeaban al sátrapa de Arabia Saudí. En los últimos años, la U.E. y EE.UU.  han conseguido hacer retroceder el nivel de vida, la libertad y la seguridad en Libia o Irak un siglo, y con los golpes de estado que auspiciaron en Ucrania o Siria casi lo logran allí también.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Fuera de mis escritos, no, nunca. Les dejo esa tarea a mis personales, al menos por el momento; pero arrieritos somos…
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Refractario contra los grandes caciques que aplastan el planeta y coartan la libertad con la boca llena de la palabra democracia, en la que no creen. A favor de la verdadera Europa, continente con personalidad histórica y cultural que tiene poco que ver con la U.E. y que sí incluye a Rusia, Noruega o Suiza. Opuesto a los separatistas y demás manipuladores de la Historia por su difusión del odio y la incultura. Antiestrasburgués, preocupado con la carrera de la tribu de Jerónimo (san), y dudoso de la ecuanimidad de troncos o pajarillos, ya que a lo que se ve, son demasiado maduros. También me preocupan mucho quienes piensan con la boina, como algún alcalde y una presidenta norteños…
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Profesor de prácticas en una academia de caballeros andantes para, compartiendo hazañas, mejorar un poco las correrías de Argidulfo, Amadís o Tirante.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los primeros, los segundos ya resultan secundarios. Aclaro que los vicios o méritos de los protagonistas de mis novelas no tienen porqué corresponderse con los míos, ni tampoco no hacerlo; depende.
¿Y sus virtudes?
Juventud de espíritu y alegría, que considero meritorio con la que está cayendo. Además, soy cercano, cordial y divertido. También escribo bien, alguien lo tenía que decir, y me defiendo cantando.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La nave del capitán Nemo acudiendo al rescate, para que luego torpedeemos juntos con poemas los yates de Soros, Slim u otros bribones.

T. M.