En 1972,
Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que
nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los
perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo
con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Antonio Anasagasti Valderrama.
Si tuviera que vivir en un
solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Elegiría la Tierra, que ya de
por sí es una reducida cárcel. Aunque no
sería de esos aventureros que están dispuestos a contratar viajes espaciales y
piensan que se le queda pequeño el lugar donde habitamos. No obstante, no
soportaría vivir en un espacio más limitado.
¿Prefiere los animales a la
gente?
Yo he tenido una perra, en
concreto una Golden Retriever llamada Nata, con la que conviví durante 14 años
y que falleció. Todavía la echo de menos, pero siempre prefiero a la gente que
a los animales. Inclinarse por los
animales antes que por las personas es inhumano. Ya en uno de mis relatos del
libro “Un recetario de muerte” planteé una crítica a los animalistas. En el
texto reactualizo el mito del hombre lobo y lo coloco como un animalista que
prefiere carne humana a la de las ovejas.
¿Es usted cruel?
Para nada me deleito con el
sufrimiento de los demás. Hago yoga y creo en el karma y pienso que el que hace
el mal, de manera directa o indirecta, recibe de rebote lo que siembra.
¿Tiene muchos amigos?
Como me enseñaron mis padres,
no tengo muchos amigos, pero son incondicionales. Tengo muchos conocidos, eso sí. Además, a mucha gente les tengo afecto y ese
sentimiento es recíproco, pero eso no es suficiente. Yo exijo mucho más, al
igual que me exijo a mí mismo. Hoy el
concepto de amistad se ha banalizado, cualquier vendedor para atraerte a su
tienda te suelta la palabra amigo, desnaturalizando el principio esencial de la
amistad. Se debe ser amigo tanto para lo bueno como para lo malo y hay que aceptar
siempre los errores del otro.
¿Qué cualidades busca en sus
amigos?
Fundamentalmente la lealtad y
la empatía. Más aún, aceptar a las personas tal como son, sin intentar
cambiarlas y evitar las críticas. Y dar solo consejos cuando te los piden.
¿Suelen decepcionarle sus
amigos?
No, porque son pocos los que
considero amigos de verdad y esos no me defraudan nunca, incluso cuando cometen
errores.
¿Es usted una persona
sincera?
Lo procuro. Además, no sé
mentir, cuando lo intento se me nota en la cara.
¿Cómo prefiere ocupar su
tiempo libre?
Viajando y paseando por
lugares hermosos, a ser posible rodeado de árboles o frente al mar.
¿Qué le da más miedo?
Un silencio prolongado.
¿Qué le escandaliza, si es
que hay algo que le escandalice?
La hipocresía y la
incoherencia. No solamente de los políticos. No soporto que los han sido
perseguidos, determinadas minorías marginadas y maltratadas, que cuando llegan
a una situación de poder, se comporten como perseguidores y supremacistas. Soy
una radical de la igualdad.
Si no hubiera decidido ser
escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Estuve un tiempo trabajando
de abogado laboralista y no se me daba mal del todo. Me encantaba participar en
los convenios colectivos, pero con lo que disfrutaría de verdad, sería
redactando leyes.
¿Practica algún tipo de
ejercicio físico?
Yoga y, en verano, nado un
poco. Igualmente, disfruto mucho caminando y me doy buenos paseos
¿Sabe cocinar?
Yo estaba predestinado a ser
cocinero. Con 16 años me emancipé y fui dueño de un restaurante de cocina vasca
en Cádiz. Después terminé la carrera de Derecho y preferí otro futuro.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre
«un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sobre Argantonio, ese último
rey tartésico. Poca gente conoce la gran civilización que dominó el sur de la
Península.
¿Cuál es, en cualquier
idioma, la palabra más llena de esperanza?
En bosnio la palabra
esperanza se dice: nada. Yo, en cambio, que estuve en la antigua Yugoslavia,
elegiría una palabra española: “paz”.
¿Y la más peligrosa?
Envidia. Como diría Antonio
Machado, la envidia hizo a Caín criminal.
¿Alguna vez ha querido matar
a alguien?
Yo escribo muchos relatos de
asesinatos y he matado a muchos personajes, pero nunca he deseado la muerte de
nadie. Aunque debo de confesar que cuando veía a padre padecer grandes dolores
en el hospital, antes de su fallecimiento, pedía a Dios que se lo llevara para
que no sufriese más.
¿Cuáles son sus tendencias
políticas?
Soy partidario de la igualdad
de oportunidades, en todas las regiones del mundo, sin distinción de sexo,
orientación sexual, lengua, color de la piel, raza, religión, creencia u
opinión, capacidad o discapacidad. Habría que fundar un partido universalista,
para que se aboliesen las fronteras de todo tipo. La humanidad es única.
Si pudiera ser otra cosa,
¿qué le gustaría ser?
Si tuviera buena voz,
cantante
¿Cuáles son sus vicios
principales?
Me pirro por una cerveza bien
fresquita. Tiendo a ser disperso y hacer varias cosas a la vez, con lo que me
desconcentro fácilmente.
¿Y sus virtudes?
Soy muy constante y no me
asusta el trabajo.
Imagine que se está ahogando.
¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La de un hombre con boina que
está en la orilla frente a ti, observándote, mientras tú braceas, peleándote
con las olas, y pides auxilio desesperadamente. Ese señor cruza los brazos y te
dice en otro idioma, sin inmutarse, que no te entiende porque hablas otra
lengua.
T. M.