En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Cristina Rentería Garita.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La Península de Yucatán, sin duda. A pesar de
que yo soy de Altiplano (Puebla), junto al volcán, de secano puro, desde la
universidad he viajado mucho por todo el sureste mexicano (cuestión fortuita,
la verdad) y hay algo en ese verde esmeralda, en esa humedad eterna y en ese
olor, que, desde entonces, me emociona. ¿Será que hay agua por todos lados?
¿Será que la gente habla maya por las calles? ¿Será que las mujeres llevan con
orgullo y mucho garbo sus hermosos huipiles? No lo sé. ¿Será la comida? ¿Las
haciendas que te hacen entender cómo funcionó la esclavitud en México? ¿Será la
felicidad de admirar lo bello de lo inmenso? No lo sé, pero no tengo la menor
duda: si he de elegir un punto desde el que esperar mi vuelta a lo eterno, me
quedo con Yucatán.
¿Prefiere los animales a la gente? No
realmente. Los animales me gustan, pero me gusta más la gente. Soy positiva al
respecto. Me creo con una buena capacidad de empatizar casi con cualquier
persona, de sacarle su lado bueno, de entender el hilo de sus ideas (todos
hablamos desde nuestro lugar en el mundo, que es, usando teoría feminista, interseccional). En ese sentido, todos
vemos el mundo desde un caleidoscopio a medida y, por ello, no me cuesta
empatizar con las personas. Sin embargo, ya, si hablamos de convivir y
construir, se empatiza y se ve el hilo de las ideas, pero se analizan, sobre
todo los intereses. En lo individual entiendo y empatizo, pero en lo colectivo,
entiendo y disecciono lo que oigo bajo mis propias posturas del bien y del mal,
que están muy claras: si las personas priman su bienestar egoísta e individual,
demeritan mi respeto. Aún así, prefiero a la gente. ¿Qué clase de antropóloga
sería si no?
¿Es usted cruel? Supongo que sí
porque soy muy sincera y eso, a veces, es cruel. Muchas reglas sociales,
especialmente en España donde siempre se guardan las formas, las sonrisas
incómodas y los comentarios de cajón, no sólo no las comparto, sino que no las
entiendo. Por ejemplo, hace unos veinte años (¡Dios!) estaba en la Selva
Lacandona, en un proyecto de alfabetización. Un chico tzeltal describió a una
profesora como “la muchacha gorda”. Todos nos miramos con incomodidad, pero la
verdad es que él estaba describiendo lo que veía, que no era ni más ni menos
que decir, “la del pelo negro” (todos los idiomas son distintos porque en ellos
se vierten muchas cargas socioculturales y el tzeltal no iba a ser distinto).
Muchos dirían que el chico fue “cruel”, pero no es así: el chico no lo había
hecho con intención de ofender, sino de describir. Nosotros, en Occidente,
hemos vestido la palabra “gorda”, por ejemplo, de crueldad, cuando no es más
que un adjetivo. En ese sentido, puedo ser cruel, porque para mí, las palabras
son códigos de precisión, pero entiendo que existen algunas que no se han decir
en las primeras tomas de contacto y, conste, no es porque quiera ofender a
nadie, sino porque los códigos culturales, en ocasiones, no los manejo (¡Vaya
antropóloga!).
¿Tiene muchos amigos? Pues creo
que no, aunque tengo mucha facilidad para generar buen rollito y quedar con
mucha gente. A saber lo que es un amigo. Si es una persona que se sabe mi vida
desde hace más de 10 años, sí, tengo al menos cinco personas; si se trata de
gente a la que llamo cuando algo me sale bien o mal, también tengo unos tres de
cabecera; si se trata de gente a la que llamo al menos una vez a la semana, una.
y dos contando a mi madre, jaja. Aunque ya viendo lo que he descrito, parece
que sí, que tengo la suerte de tener algunos amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que escuche y
comparta; que le guste salir para comer.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Entiendo el
caleidoscopio y, a veces, las lentes van cambiando a las personas.
¿Es usted una persona sincera? Uff,
bastante. Lo peor, mi cara es más sincera que mi cerebro, reacciona al
instante.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Haciendo todo eso
que tengo pendiente. Tenido en cuenta que parte de la actividad por la que
cobro dinero —profesora— (que disfruto y me divierte), trabajo en cosas que me
gustan. De este modo, leer tal libro, escribir tal artículo, responder a cierta
entrevista (😉), es trabajo, pero también es mi hobbie, por llamarlo
de alguna manera. Libre, libre no tengo ningún tiempo porque todo es una
constante inversión en mí, nunca descansa. Tanto así que hasta mi hora de yoga
lo es.
¿Qué le da más miedo? Cuando en
temporada de alergia, de noche, todo está oscuro, en silencio y no puedo
recostarme boca abajo. Con todo oscuro, si no puedo respirar, me aterro: siento
que así debe ser el momento previo a la muerte.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Que no se sigan las reglas de manera individual. Me
molesta porque demuestra una gran falta de empatía, muchísimo egoísmo. Si juntamos
muchas individualidades e intereses personales, hacemos una gran colectividad narcisista,
y peor, desatomizada (ni siquiera comparten un interés común más que el
saltarse la regla).
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? No creo que de mi
persona-personalidad pudiera haberse erradicado el componente creatividad, pero
quizá me hubiera gustado el tema político. En mi caleidoscopio, el mundo
político siempre ha estado muy presente, tanto en mi crianza como en la gente
que me rodea; siempre he estado politizada, más desde la izquierda marxista
(mis tíos paternos eran profesores rurales en los setenta, con mucho Castrismo,
mucho Ché;) hasta el partido de Estado (otros, en este caso tíos maternos,
ocuparon puestos importantes como técnicos políticos del PRI). Por lo tanto y
con ese gen sindicalista que además llevo, la política es un lenguaje teórico
que entiendo y que, viendo lo visto, soy proclive a aprender. La cuestión,
sigo, es que para mí la política deber ser una herramienta hacia el bien común
y esa deber ser la meta a alcanzar.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? ¡Sí! Creo
que soy de esa masa (a saber si grande o chica) a la que el confinamiento le ha
venido bien: he aprendido poesía, he dejado de comer fuera, he conocido YouTube
como gimnasio a medida: cardio, fuerza, yoga. Me gusta mucho y, además, sólo
cuesta nuestros datos 😉 (de ahí
que me lleguen bots del Dechatlon todo el rato).
¿Sabe cocinar? Yo creo que sí, al menos puedo entender
si lo que he cocinado está crudo o no. Como inmigrante, has de aprender a
cocinar algo que sepa bueno, ya no una receta en concreto o técnica específica.
Por tanto, aunque es muy útil ver recetas e intentar seguirlas (en especial
cuando más de la mitad de los ingredientes con los que te criaste no existen en
el país en el que vives), prefiero dejarme llevar, a lo loco y ver lo que sale.
Eso sí, mantra Master Chef México: “saber cocinar la proteína”. Lo demás, sale
solo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A mi tía
Lupe: luchadora, hijaeputa, sarcástica, sufriente, atormentada, sonriente, sensible,
buena persona, emotiva, sindicalista, inconforme, conforme, exmilitar, mujer,
víctima del patriarcado. Ella es uno de los ejes de mi poemario Las Catas Rebeldes.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Para mí, en español, verano. Lo que me gusta es que la
luz del verano me llena de vida, no me importa el calor, sino que los días
comienzan temprano y acaban tarde, da la impresión de poder hacer muchas cosas
y esa energía me produce más energía. Supongo que, en esto como en todo, hablo
desde un caleidoscopio de privilegio.
¿Y la más peligrosa? Opinión. Vivimos en una dictadura
de la opinión donde el ser individual se justifica como tal y como merecedor de
respeto por su simple opinión (de ahí
tanto tertuliano en la tele o tanta gente diciendo “en mi opinión” o “yo
respeto tu pero tu respeta la mía”. La subjetividad se parapeta en la opinión
y, mediante ella, se exige espacio y respeto. Si la opinión fuera una
disertación profunda sería otra cosa, pero hoy en día, la opinión es una forma
de sacar de lo privado lo que antes no se sacaba a lo público. Por lo general,
las opiniones, en nuestro siglo, van de cuestiones políticas o de valores
sociales, donde “cada uno tiene su opinión”; sin embargo, hay verdades
absolutas, eso los filósofos lo saben, como que el agua moja. Las opiniones, si
tocan a alguien más, no hacen falta; si hacen daño, no hacen falta. Creo que no
valen todas las opiniones y tampoco no valen las de todos. No somos tan
importantes.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No. Matar
a alguien supone un largo proceso, ya sea previo (de planeación hasta la
ejecución) o posterior (desde limpiar para no ser inculpado o asumirse
culpable, y ya sabemos lo rollo y lento que va la justicia en este país). Por
tanto, nadie ni nada merece tanto esfuerzo por mi parte.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? De izquierda,
crítica al capitalismo y, si me apuras, a la democracia.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Cielo azul
en un sitio con viento.
¿Cuáles son sus vicios principales? Mirar el AliExpress
(sí, sí, en contra de todo eso del capitalismo, pero me puedo embobar horas y
horas ante la inmensidad de “si lo has imaginado, seguro está en AliExpress”).
¿Y sus virtudes? Soy leal, cariñosa
y, sobre todo, muy constante. Doy mi 100% a todo lo que hago.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mi marido
y mi hijo, mis padres, lo negro en espera de abrir los ojos, a saber dónde.
T. M.