En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Daniel Montero.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Debajo del mar. En cualquier zona del
parque natural de Ras Muhammad en el Mar Rojo por poner un ejemplo. Soy un
apasionado del buceo. Eso, mi familia de la mano y a ver pasar la vida.
¿Prefiere
los animales a la gente? Generalizar es equivocarse pero prefiero a algunos
animales por encima de alguna gente. Es sencillo pensarlo ahora, viviendo una
guerra injusta comenzada por una persona como Vladimir Putin y en un mundo en
el que se cazan de forma indiscriminada animales como los tiburones o se
capturan delfines solo por diversión.
¿Es
usted cruel? Intento que no, pero creo que todo ser
humano tiene al menos cinco minutos de ruindad diarios. Va en nuestros genes. Y
en esos cinco minutos van incluidos todos esos sentimientos primigenios como la
crueldad, el egoísmo, la hipocresía o el descrédito a los demás.
¿Tiene
muchos amigos? Intento tenerlos, pero sobre todo tengo
un núcleo duro de buenos amigos. Gente que es mi segunda familia y que está
siempre a mi lado en los momentos malos. Para salir de fiesta vale cualquiera.
La amistad de verdad se demuestra cuando vienen mal dadas, cuando alguien te
tiene que aguantar un mal día o un mal grito sin ofenderse. Cuando tú das coces
y te devuelven abrazos. Yo tengo días en los que soy muy de dar coces.
¿Qué
cualidades busca en sus amigos? Que sean leales, que intenten ver el
mundo de una forma distinta y que tengan la capacidad y el valor para decirme
cuando hago algo que no les gusta. Y que piensen que Star Wars es una sagrada
trilogía que debería estudiarse en las escuelas. Esto último no es
indispensable pero ayuda mucho. Ahora en serio. Quiero a mi lado gente que
encare la vida con una sonrisa, que las cosas malas ya vienen solas.
¿Suelen
decepcionarle sus amigos? No. Creo que les decepciono yo a ellos
de una forma mucho más habitual, pero la vida me ha enseñado a no tener
vergüenza a la hora de pedir perdón. No soporto a la gente que ofende en
público y pide disculpas en privado, así que intento no hacerlo nunca.
¿Es
usted una persona sincera? Lo intento, pero el ser humano ha
desarrollado durante milenios distintos sistemas de protección que se basan en
la hipocresía; en no decirle a la cara al contrario cosas que le pueden hacer
daño si no hay una rentabilidad de por medio. El mayor problema es que ese
mecanismo funciona todavía mejor con uno mismo, por lo que los mecanismos de
autoengaño están todavía más desarrollados. No he conocido a nadie en mi vida,
y he entrevistado a mucha gente, que se siente delante tuya en una mesa y te
diga: “No mira, a mí lo que en realidad me pasa es que soy gilipollas”. Y todos
tenemos claro que gilipollas hay en manada. Con eso sobre la mesa, me preocupa
más ser sincero conmigo mismo que con los demás.
¿Cómo
prefiere ocupar su tiempo libre? C0n mi familia y con mis amigos, de
viaje, debajo del mar, con un atardecer en un barco, durmiendo en una tienda de
campaña, riendo o jugando a juegos de mesa. Para mí, el juego es una de las
cosas más importantes de la vida. Si no disfrutas con lo que haces, terminarás
haciéndolo de una forma rápida y descuidada solo para dejar de hacerlo. Además,
enfocar la vida de esa manera te ayuda a que las cosas realmente importantes no
te atenacen. Si te paras a pensar, por ejemplo, la responsabilidad real que
supone traer un hijo o una hija a este mundo no lo harías nunca, aunque solo
fuera por no meter la pata. No abogo por la inconsciencia, si no por un punto de
gamberrismo. Además, es imposible ver la vida con un prisma distinto al de la
masa si te comportas igual que lo hace todo el mundo.
¿Qué
le da más miedo? La muerte. Ya sea la mía o la de los
míos. Creo que es el mayor temor que una persona puedes tener cuando eres
consciente de que eres un privilegiado; una persona feliz con una vida plena.
Cuando tienes mucho y eres consciente de ello, cuando sabes además lo que te ha
costado conseguirlo, tu único miedo es que la plenitud termine.
¿Qué
le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me
escandalizan muchas cosas. Quizás demasiadas, pero es que el día que eso deje
de pasarme, posiblemente no podré seguir siendo periodista porque significará
que el mundo entero me da igual. Me escandalizan las dobles varas de medir, las
leyes del embudo, las guerras de primera y de segunda. Me escandalizan las
fronteras, el convencimiento de que la riqueza de nuestra vida supone la
pobreza de otros, y en los últimos años, me escandaliza mucho que una
herramienta que venía a nuestras vidas para ser liberadora como son las redes
sociales, se hayan convertido a veces en un auténtico vertedero donde unos y
otros libran guerras sin hacer rehenes.
Si
no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Si le soy
sincero y volviendo a la pregunta anterior, yo no me considero escritor. Llevo
cuatro libros a mis espaldas, dos de ellos novelas, el último además es un
relato de ficción, pero para mí ser un escritor tiene unas connotaciones
distintas. Yo no sufrago mi vida con los libros y mis acercamientos a la
literatura son casi siempre los de un oportunista que viaja pegado a un tema de
actualidad y deja que la realidad haga el resto. Yo soy más un junta-letras y
además, no lo entiendo desde un punto de vista despectivo. Un escritor, para
mí, es alguien que consagra su vida a la literatura. De todas formas, desde que
tengo uso de razón, no me imagino en otro escenario que no sea el de hacer
periodismo y escribir libros. En mi comunión grabé un vídeo donde entrevistaba
a mi abuelo “para la revista Interviú”. Conseguí trabajar en ella nueve años.
Esa es la putada absoluta de alguien que siente una vocación; que no trabaja
para comer si no para ser feliz, y aunque le de sinsabores o esté mal pagado, es
complicado elegir otro camino.
¿Practica
algún tipo de ejercicio físico? Salta a la vista que poco, aunque
últimamente intento ponerle remedio.
¿Sabe
cocinar? La necesidad a veces se convierte en virtud. Salí de casa
con 18 años para vivir en Madrid y estudiar periodismo. Entonces tuve que
aprender a cocinar y ahora me defiendo bastante bien entre fogones. Sobre todo
con los arroces. Posiblemente sea una vuelta poco pensada a esa tierra de la
que salí corriendo en cuanto pude.
Si
el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Lo he
pensado muchas veces y no lo tengo claro. Hay personas que me cautivan pero
siempre termino encontrándoles las costuras. Y la gente que realmente considero
“inolvidable” suele ser anónima, o no tener una vida de revista. Creo que por
eso no he aceptado nunca ningún proyecto para escribir una biografía. En mi
esfera privada, por suerte, hay mucha gente que no olvidaré nunca.
¿Cuál
es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Papá.
¿Y
la más peligrosa? Suelen ser cinco: “Lo hago por tu bien”.
¿Alguna
vez ha querido matar a alguien? Un
par de veces al día. Creo que también va en el instinto aprendido tener
reacciones airadas con los demás. Una cosa es aprender a controlarlas y otra
negar que de vez en cuando, me gustaría que algunas personas simplemente
desaparecieran de la faz de la tierra. Posiblemente además, de una forma
bastante injusta y egoísta.
¿Cuáles
son sus tendencias políticas? No
me siento cómodo con ninguna tendencia política ya que todas las retóricas me
cansan y considero que sobre una pretendida capa de buena voluntad hay en
realidad un juego de lenguaje para explotar las diferencias y conseguir
distintas cotas de poder. Creo que vivimos una época en la que suficiente
tenemos en reivindicar que se respeten en todo el mundo valores básicos como
los Derechos Humanos como para ahondar en matices. Además, eso me hace sentir
muy libre de pensamiento ya que no me siento perturbado si salgo fuera de
cualquier estereotipo a la hora de defender mis ideas.
Si
pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Escritor.
¿Cuáles
son sus vicios principales? La
mala alimentación en todas sus variantes.
¿Y
sus virtudes? Me rodeo de gente que siempre es mucho
más válida que yo y hago que se sientan cómodos a mi lado.
Imagine
que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían
por la cabeza? Me
gustaría decir que una imagen de mis padres, de mi hermana, de mi pareja, y
sobre todo de mis hijos. Pero seguramente estaría pensando. “Joder Daniel,
media vida buceando para acabar así dentro del agua. Ya te vale”.
T. M.