martes, 25 de junio de 2019

Entrevista capotiana a David B. Gil


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de David B. Gil.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
En algún sitio de esos que engañan desde fuera, que son mucho más espaciosos por dentro de lo que parecen. En la Tardis, la lámpara del genio o alguna librería de barrio.
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
Creo que no, pero tendría que encontrarme en la situación que lleva a otros a ser crueles para saberlo con certeza.
¿Tiene muchos amigos?
Creo que no es posible tener muchos amigos. Muchos buenos amigos, al menos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La amistad llega, no se busca.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Me gusta pensar que mis amigos están dispuestos a hacer por mí lo mismo que yo haría por ellos; pero incluso cuando me demuestran que no es así, sigo considerándolos amigos. Al fin y al cabo, la decepción es un sentimiento egocéntrico; nadie tiene por qué satisfacer tus expectativas.
¿Es usted una persona sincera? 
Hasta donde lo permite la sensatez y la buena educación.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Mi vida ideal sería alternar días de leer en la playa con noches de cine en buena compañía. Pero de vez en cuando me gusta enchufar la consola.
¿Qué le da más miedo?
La enfermedad, como a todos, pero no tenemos control sobre ella, así que no tiene mucho sentido preocuparse.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
No recuerdo haberme escandalizado nunca. Me indigna el egoísmo desatado, el que está dispuesto a perjudicar mucho o a muchos por una mínima ganancia personal.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Yo nunca decidí ser escritor, yo solo quise contar una historia, y luego otra, y otra. Y resulta que la sociedad me ha dicho que para eso tengo que ser escritor (y que no podré ganarme la vida con ello).
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí. Durante años he hecho artes marciales, pero ahora tiendo a deportes que te dejen menos contusiones.
¿Sabe cocinar?
Sé seguir obedientemente los pasos que me dicta la thermomix.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Miyamoto Musashi, un tipo que comenzó siendo personaje histórico y ha acabado como personaje de mil historias. Pensador, escultor, poeta y el samurái más letal de todos los tiempos: ochenta duelos a espada invicto. Ríase de los humanistas.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Mañana.
¿Y la más peligrosa?
Fe.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Y creo que tampoco he deseado que nadie se muera (que es la versión cobarde de querer matar a alguien).
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Con tendencia a la decepción.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Me encantaría ser lo que soy ahora, pero con la vida resuelta.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Procrastinar, como todos los escritores. Como cualquier ser humano que no tenga un plazo de entrega, en realidad.
¿Y sus virtudes?
Tengo cierto talento para contar historias. Y creo que suelo empatizar con mi interlocutor, aunque no estoy seguro de que eso cuente como virtud.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Pues creo que la mayor parte del metraje correspondería a mi última década de vida… Lo que significa que vivo tiempos interesantes.
T. M.