miércoles, 4 de marzo de 2020

Entrevista capotiana a María Montesinos


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de María Montesinos.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una biblioteca.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, salvo cuando la gente ladra.
¿Es usted cruel?
Espero que no. Si lo fuera, no dormiría bien.
¿Tiene muchos amigos?
Los suficientes.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Humor, honestidad, inteligencia, generosidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Si lo hacen, se me olvida en seguida.  
¿Es usted una persona sincera? 
A veces, demasiado.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Diría leer, pero es algo que ahora forma parte de mi día a día como escritora. Así que cuando mi familia pide vacaciones, me gusta viajar, cuanto más lejos, mejor.  
¿Qué le da más miedo?
La ignorancia.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La falta de escrúpulos.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Reinventarme para ser escritora.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Soy más de buenos propósitos.   
¿Sabe cocinar?
Me defiendo, pero sin sofisticaciones.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Carmen Martín Gaite.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Educación.
¿Y la más peligrosa?
Cualquiera, en boca de un irresponsable.  
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Que se muriera por sí mismo, tal vez.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy más de mirar al futuro que de recrearme en tiempos pasados.  
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Ya fui antes otra cosa; ahora que por fin he conseguido ser lo que me gustaría, no me imagino nada mejor.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Son demasiado aburridos como para confesarlos.
¿Y sus virtudes?
Alguna tendré pero me cuesta verlas. Me encanta que me las digan los demás.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
¿Ahogarme? ¡Pero si nado fenomenal! Además de enfadarme conmigo misma por morir así, supongo que pensaría en mis personas queridas.
T. M.