México, escritores y Guerra Civil Española son elementos que están estrechamente ligados y que marcaron el devenir de algunas de nuestras mentes literarias más brillantes. En el país americano autores como Max Aub, narrador, poeta y dramaturgo, autor de culto para diversas generaciones de literatos, encontraron acomodo vital y un lugar donde continuar con su andadura artística. Y como consecuencia de ello, sus familiares también continuaron estando vinculados a la nación mexicana, incluso cuando ya hubo posibilidad de volver a la España democrática. Una de esas personas fue Elena Aub, que ha muerto hoy día 15 a causa de un ictus, teniendo la nacionalidad mexicana, pese a haber nacido en Valencia, en 1931, hija de Perpetua Barjau Martín. En un momento dado, la familia decidió exilarse, primero Max Aub y luego ella con su madre y su hermana Carmen, estableciéndose primero en Cuba, en 1946, y luego definitivamente en México.
Pero no sólo ella estuvo relacionada con el ámbito literario por medio de su padre, el que firmó libros tan audaces, a veces de corte vanguardista, como “La gallina ciega” o “Jusep Torres Campanals”. Su marido también fue escritor, además de un importantísimo profesor en la Universidad Autónoma de México. Federico Álvarez Arregui murió hace exactamente dos años, en Ciudad de México. Habían estado toda la vida juntos, desde su boda en 1954, él también siendo hijo de exiliados españoles, y habían tenido dos hijos: Federico David y Teresa. Juntos emprendieron diversas iniciativas para empoderar la condición de exiliado, como la que llevaron a cabo entre 1959 y 1961 mediante el Movimiento Español (ME/59). De hecho, Álvarez Arregui trabajó en los años ochenta para el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), en el Proyecto de Historia Oral "Refugiados Españoles en México: Archivo de la Palabra", realizando entrevistas a exiliados españoles en México tras la Guerra Civil. Un proyecto que se realizó en colaboración con el Ministerio de Cultura de España y en que Elena Aub también estuvo presente.
No en vano, ella, autora de dos libros, fue la presidenta de la Fundación Max Aub con sede en Segorbe (Castellón) hasta el año 2012, en que tomó el relevo su hija Teresa. El proyecto había nacido en 1997, y fue constituido con la presencia del Presidente del Gobierno por entonces, José María Aznar, e integrada por diversas instituciones valencianas, a las que se sumaron al cabo de un año dos nuevos patronos, el Ministerio de Cultura y la Fundación Bancaja. Datos estos que reflejan bien la seriedad y el compromiso de Elena Aub –cuyas dos hermanas ya murieron, por cierto, María Luisa y Carmen– a la hora de conservar la memoria literaria de su padre, que por siempre fue un nómada por culpa de las contiendas bélicas: nació en París en 1903, de padre alemán y madre francesa, pero se trasladó a España al estallar la Gran Guerra, con once años. Pues bien, ese mimo por mantener el recuerdo de Max Aub por parte de Elena fue constante, y su legado se materializó en un sinfín de donaciones de becas, encuentros con escolares y congresos internacionales, como el celebrado este pasado diciembre durante tres días, y que llevaba por título «Cultura y Exilio», en el marco de los llamados “Congresos Internacionales Ochenta años después. El exilio republicano”.
Publicado
en La Razón, 15-V-2020