He aquí un claro ejemplo de cómo la investigación
histórica puede tener garra narrativa. Edmund Richardson, profesor de Clásicas
e Historia Antigua en la Universidad de Durham, trabajó con la BBC para llevar
a la televisión sus pesquisas, recreando una sesión de espiritismo victoriano y
buscando las tumbas de Alejandro Magno. Pero, pero más que la figura de aquel
que fundó Alejandría del Cáucaso –la Alejandría de Egipto es
la que todos conocemos, pero había una docena más así llamadas–, la propia
ciudad afgana; y no en general, sino bajo la mirada de un personaje legendario
(nacido James Lewis) en torno al cual circulan dudas razonables, pues se dio
a conocer mediante un seudónimo: Charles Masson.
Este protagonizó una increíble aventura que ahora ha acabado en blanco sobre negro en este libro traducido por Inga Pellisa y que nos lleva a pisar el Afganistán de 1833. De tal modo que iremos conociendo cómo Masson surge del seno de una familia de clase trabajadora de Londres y deviene, como va contando Richardson de forma magnífica, peregrino, médico, arqueólogo y al fin erudito. Todo empezaría para él en 1821, cuando se alistó en el ejército de la Compañía Británica de las Indias Orientales, llegando así a Bengala el año siguiente y sirviendo como artillero. Luego es destinado a Agra, pero deserta y se cambia de nombre, decidiendo atravesar desiertos y ríos hasta alcanzar Kabul, Kandahar, la India…
Este buscavidas, que no tuvo escrúpulos a la hora de mentir sobre quién era y obtener trabajos y libertad para viajar, acabaría haciendo informes sobre los lugares que había conocido hasta convertirse, para la Compañía, en el director de una expedición arqueológica en Afganistán. El resultado de ello fue asombroso: desenterró ruinas milenarias y la antigua urbe considerada la Alejandría Caucásica, aparte de miles de objetos de valor histórico incalculable, entre ellos joyas o monedas de bronce de diversas épocas. En suma, una de esas andaduras que parecen sólo verosímiles en el cine, pues también tuvo que actuar de espía y sufrió la cárcel, y cuyo legado descansa en el British Museum y la British Library.
Publicado en La Razón, 17-XII-2022