En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jaume Segura.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Como usted (me refiero a usted, señor Capote),
he vivido en muchos sitios y en diferentes países. Si usted, si tú (¿te
tutearía si te hubiera conocido?) mantuviste siempre un apartamento en Nueva
York, yo siempre he vuelto a Mallorca, mi tierra, al menos una vez al año desde
que salí con 18. Así que supongo que sería Mallorca. Un lugar con mar, en
cualquier caso. Sin embargo, si fuera posible, me gustaría vivir dentro de una biblioteca
(con internet) o incluso dentro de una novela o un cuento. Tal vez uno de los
tuyos.
¿Prefiere los animales a la gente? No en
general. Me gusta compartir con personas interesantes, sensatas, humildes,
generosas. Si no, prefiero estar acompañado de mi perro Prim leyendo un buen
libro.
¿Es usted cruel? Diría que no, pero he
comprobado que puedo serlo si pierdo el control, si me siento herido, lo que
sucede muy pocas veces. Todo ser humano lleva algo de crueldad dentro. Madurar
consiste posiblemente en moderar y controlar esa crueldad.
¿Tiene muchos amigos? Decía García Márquez
que morir es estar sin los amigos. He tenido la inmensa fortuna en la vida de
hacer muchos buenos amigos, pero soy muy exigente a la hora de llamar a alguien
amigo o amiga. Los tengo en muchas partes del mundo, a algunos no los he visto
en años y a otros hago todo lo posible para verlos al menos una vez al año. A
todos y todas los sigo considerando amigos a pesar de la distancia física y
temporal.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que a pesar de que
no nos hayamos visto en tiempo, podamos continuar la conversación en el punto en
que la dejamos. Que si los necesito, no dudarían en montarse en un avión para acudir
allá donde yo esté. Que tengan sentido del humor. Que no tengan dobleces.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Rara vez. Si me
decepciona alguien, suele ser antes de convertirse en amigo. Si tengo la
tendencia de sentirme decepcionado, trato primero de entender por qué esa
persona me ha decepcionado. Quizás sea por mi culpa. Eso sí, si me decepcionan,
no hay vuelta atrás.
¿Es usted una persona sincera? Creo que
sí, dentro de los límites que podemos ser sinceros los humanos. Todos llevamos
varias máscaras, y es difícil, por no decir imposible desprenderse de todas.
Pero somos nuestros secretos y nuestras máscaras.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo, principalmente,
pero también estando con la gente a la que quiero y disfrutando de algo que nos
una, ya sea una de una conversación, una buena comida o un buen vino, buena
música, una película, un cuadro…
¿Qué le da más miedo? Perder a
un ser querido, tal vez. Y no poder leer. El infierno debe de ser estar sin
poder leer rodeado de gente indiferente o tóxica.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? La injusticia y la desigualdad. Y he visto mucho de ambas
por mi profesión de diplomático. Ah, y la hipocresía de la gente que se hace la
escandalizada por trivialidades y convencionalismos.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Me habría gustado ser
futbolista, pero no creo que tuviera las condiciones. Así que seguramente
habría sido solo diplomático.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Me encanta
el deporte, he practicado todo lo que he podido, especialmente fútbol, pero
también esquí, tenis o pádel. A estas alturas del partido ya solo hago natación
y camino. Me encanta caminar, especialmente por una playa o descubriendo las
calles de una ciudad.
¿Sabe cocinar? Lo suficiente para ser autónomo. He
vivido solo en un piso, con la suerte de que un compañero y amigo era un gran
cocinero. Aprendí lo esencial, incluso se me dan bien un par de platos. Aunque
me gusta más comer que cocinar.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Creo que elegiría a
Freddy Ginebra, un personaje muy conocido en República Dominicana, y que ha
influido mucho en mí. En cierta manera, lo hice, no para Reader´s Digest sino
convirtiéndolo en un personaje de mi novela Tal vez, un día. A
diferencia de Padura, que en cada una de sus novelas llama a algún personaje
Freddy Ginebra, yo traté de retratar al verdadero Freddy cambiándole un poco el
nombre, la nacionalidad y poco más. Freddy es puro amor, ternura, felicidad, un
ejemplo de ser humano generoso, que nos da constantes lecciones de cómo vivir
solamente siendo como es, en cada palabra, en cada gesto. Es también un amante
de la música, del teatro, de la literatura, que ha ayudado a cientos de
artistas a echar para adelante, y fue determinante en que yo me lanzara a
escribir de manera más o menos seria. Es, además, un gran contador de historias,
y a sus 78 años, es el tipo con el espíritu más joven que he conocido jamás. Es
de esas raras personas que uno ya ama incluso antes de conocerlo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Las palabras son solo letras o sonidos si no las dice o
escribe alguien, en un lugar determinado en un momento determinado, y a alguien.
La misma palabra puede contener esperanza o desilusión, amor u odio en función
de quién la diga y cuándo la diga y, sobre todo, en función de quién la escuche
o lea. Pero ahora mismo, de los idiomas que conozco, me viene a la cabeza la
palabra manllevar, en catalán, muy usada en mi Mallorca natal, y que
significa algo así como “tomar prestado”, aún a sabiendas de que tal vez no
será devuelto. Contiene amor, esperanza, confianza, en quién la dice o escribe,
pero también en quien la recibe.
¿Y la más peligrosa? Teniendo
en cuenta lo anterior, elegiría greedy, en
inglés. El afán de por tener, por acumular, por no compartir, es uno de los
grandes males de la humanidad desde siempre.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Si se refiere a un
ser humano, jamás se me ha pasado por la cabeza. En la ficción, casi siempre
hay un muerto, y algunos de mis lectores de Tal vez, un día me
reprocharon haber matado a un personaje femenino. Recuerdo algunos mensajes de
alguien en plena lectura: “pero, ¿cómo has podido matar a R”?. En el mundo
real, me cuesta mucho entender que una persona pueda matar a otra, y sin
embargo ocurre todos los días.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Me considero
progresista, en el sentido opuesto a conservador, pues creo en la capacidad del
ser humano en progresar y luchar por alcanzar la utopía, aunque solo sea esa
utopía razonable de la que habla Javier Cercas al referirse a la Unión Europea.
No comparto que las cosas deban seguir como siempre. Soy un socialdemócrata
clásico que, al revés de muchos amigos de mi edad y más viejos, creo que con
los años me hago menos conservador.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me gustaría ser más alto. Me gustaría tener mejor oído y mejor voz. Y bailar mejor para estar a la altura de mi mujer. Me gustaría poder leer todos los libros del mundo, los buenos, claro. Me gustaría haber vivido en el Nueva York de los años 60, ser un bohemio en el París de principios del siglo XX, conocer el México de Ibargüengoitia o de Bolaños. Vamos, que como reza la canción de Sabina: "Con un poco de imaginación / Partiré de viaje enseguida / A vivir otras vidas / A probarme otros nombres / A colarme en el traje y la piel / De todos los hombres (y con permiso de Sabina, yo añadiría también “de todas las mujeres”) /Que nunca seré / Pero si me dan a elegir, / Entre todas las vidas yo escojo… / Yo escojo escribir como tú, Truman. O como Yourcenar. O Como Virginia Woolf.
¿Cuáles son sus vicios principales? No tengo ningún
vicio, al menos confensable. A menudo pienso que me faltan vicios para ser un
escritor comme il faut. Todos mis muchos defectos los tengo controlados.
¿Y sus virtudes? También las tengo
todas bajo control. Me gustaría pensar que las personas que me importan
consideran que mis mayores virtudes son la humildad y la generosidad. Y la
modestia: de niño mis amigos me regalaron un llavero con la leyenda “mi único
defecto es la modestia”. Tenían razón.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mis hijos, mi mujer, mis padres, mi familia, mis amigos. Los libros que
he leído, y ojalá que los que habré escrito. Y esperaría que fuera en el mar de
Mallorca, la patria de mi infancia, donde todo empezó, donde no me importaría
terminar.
T. M.