En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Daniela Martín Hidalgo.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Las islas de Lanzarote o Gran Canaria.
¿Prefiere los animales a la gente? Depende de
los animales y depende de la gente.
¿Es usted cruel? Conmigo misma, a
veces.
¿Tiene muchos amigos? Suficientes, los
necesarios.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Humor, lealtad e inteligencia.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No.
¿Es usted una persona sincera? Donde no
llegue mi sinceridad, llegará mi silencio.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Caminando la ciudad
en la que vivo.
¿Qué le da más miedo? El miedo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Nuestra forma de vida llena de objetos y lo que conlleva.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa,
¿qué habría hecho? Algo relacionado con la
física o la química del cuerpo y su materia.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Bailo.
¿Sabe cocinar? Sí, y lo hago mejor para otros.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Homero.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? “Sí”.
¿Y la más peligrosa? “Poder” y
sus derivadas, “ego”, “jerarquía” y “dominación”.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Muchas.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? La autoorganización informada,
las decisiones acordadas en colectivo y con autonomía.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Una
montaña.
¿Cuáles son sus vicios principales? La dispersión y el cabreo.
¿Y sus virtudes? La dispersión y el cabreo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Las de un desierto,
un chaleco salvavidas o un trozo de madera flotando. A lo mejor no por ese orden.
T. M.