La editorial Fulgenio Pimentel ha contribuido de
forma capital a que la figura de un autor ruso poco conocido, Serguéi Dovlatov,
se haya convertido en español en una referencia de cierta época de represión
hacia los escritores en la Unión Soviética. Con todo, tal vez la más
interesante de las obras que se han ofrecido de él sea esta última, “La filial”
(traducción de Tania Mikhelson y Alfonso Martínez Galilea), donde Dovlatov hace
aún más ácida la crítica a su país, incluso a los colegas que se exiliaron. Ese fue su caso, como evocó en “La maleta”, un texto en que se borraba todo rastro de dramatismo en torno a la
obligatoriedad de sólo poder llevarse un equipaje mínimo una vez cruzase la
frontera. Atrás quedaba cómo el Estado le había prohibido publicar o cómo el
KGB había confiscado algunas de sus obras.
Como siempre
sucede en Dovlatov, el trasfondo autobiográfico es nuclear. El protagonista
aquí es un
periodista radiofónico de una emisora que transmite para sus compatriotas desde
Manhattan y al que invitan a un simposio en Los Ángeles en torno al futuro que
le espera a Rusia. El ingenio de Dovlatov para retratar a sus compañeros
literatos –Mikhelson aporta un largo y
utilísimo apéndice para entender quién se ocultaba en realidad detrás de cada
personaje– es realmente magnífico; ironiza alrededor del atroz pasado
estalinista y todo queda aderezado por la aparición de un antiguo amor que,
lejos de reportarle ilusión, aún le complica más la vida si cabe.
Publicado en La Razón, 9-IX-2023