miércoles, 6 de diciembre de 2023

Entrevista capotiana a Benjamín Recacha García

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Benjamín Recacha García.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? El Valle de Pineta, en el Pirineo aragonés, el paraíso a los pies del Monte Perdido que me descubrieron mis padres cuando yo tenía seis años. Desde entonces, voy siempre que tengo ocasión.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a algunas personas a los animales, y a los animales antes que a muchas personas. Me gustaría que los humanos fueran capaces de respetar la naturaleza sin dar por hecho que todo lo que hay en este mundo les pertenece.

¿Es usted cruel? No, y no soporto a la gente que lo es.

¿Tiene muchos amigos? Dicen que los amigos de verdad se cuentan con los dedos de una mano, pero yo me considero afortunado porque creo que tengo algunos más. Desde luego, conozco a mucha gente con la que me siento muy a gusto compartiendo momentos de mi vida.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Lo único que espero de otra persona es transparencia. Superado ese filtro, y dando por hecho que es buena persona, el siguiente paso para llegar a ser amigos seguramente es que tengamos un sentido del humor compatible.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, porque ya hace tiempo que dejé de cargar en los hombros de los demás el peso de mis expectativas. Además, mis amigos son buena gente.

¿Es usted una persona sincera? Sí, aunque a veces lo más prudente es guardarte algunas opiniones. Se puede ser sincero sin decir todo lo que piensas. Hay personas que no digieren bien escuchar lo que no quieren escuchar, incluso aunque te hayan preguntado.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me encanta caminar por la montaña, formar parte de proyectos colectivos para el fomento de la cultura, pasar tiempo con mi hijo, compartir risas con mi pareja y mis amigos, escuchar música y, por supuesto, leer y escribir.

¿Qué le da más miedo? Que mi hijo pueda pasarlo mal el día de mañana. No soy nada optimista respecto al futuro del mundo. Los efectos del cambio climático van a ir a peor, y no parece que las élites políticas y económicas tengan la mínima intención de cambiar nada.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La injusticia, la crueldad, la codicia. Me resulta inconcebible que aceptemos como normal que una persona pueda acumular tal cantidad de riqueza que bastaría para proporcionar una vida digna a quienes viven en la miseria, no soporto que quienes se saben impunes utilicen su poder para pisotear a los demás y no me entra en la cabeza que un Estado, esgrimiendo el argumento del derecho a la defensa, cometa un genocidio ante los ojos de la humanidad, y que lo haga con el apoyo de los dirigentes del “mundo civilizado”.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Seguramente algo relacionado con el estudio y la protección de la naturaleza.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? He jugado a baloncesto durante muchos años, pero ahora mi práctica deportiva se limita a patear una pelota de vez en cuando con mi hijo. Lo que sí hago siempre que puedo es caminar por la montaña.

¿Sabe cocinar? Sí. No soy ningún portento, pero creo que me apaño bien; incluso a veces me divierte.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Siempre he sentido debilidad por Íñigo Montoya, el espadachín español que aparece en La princesa prometida. «Hola, me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir». Es mi novela favorita.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Alegría.

¿Y la más peligrosa? Libertad. Es la más pervertida, pues se suele utilizar para defender todo lo contrario. Las élites hacen todo lo posible por apropiársela en exclusiva. «Guerra es paz. Esclavitud es libertad. Ignorancia es fuerza».

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, pero admito haber fantaseado con el superpoder de hacer desaparecer a determinados individuos.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Siempre he sido de izquierdas, pero he perdido la fe en la política institucional, así que ya solo creo en la capacidad del pueblo para autogestionarse. Me considero anarquista, porque defiendo el bien común como el único camino posible para lograr el bienestar individual. Sé que es un ideal utópico, pero procuro aplicarme el cuento.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me gusta ser yo.

¿Cuáles son sus vicios principales? No soy consciente de tener vicios, a no ser que se pueda considerar como tal intentar sacarle todo el jugo a la vida. De hecho, creo que aún estoy lejos de conseguirlo.

¿Y sus virtudes? Me considero una buena persona. No creo que haya mayor virtud posible.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? No quiero imaginarlo, pero supongo que pensaría en las personas a las que quiero y lamentaría no poder compartir nuevas experiencias con ellas.

T. M.