jueves, 6 de junio de 2024

Entrevista capotiana a Pepa G. Lillo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Pepa G. Lillo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? En el caso de contar con los que me importan y con lo imprescindible, elegiría mi casa. Es mi mundo de Oz. No necesito más.

¿Prefiere los animales a la gente? Tendría que saber más acerca de esa gente.

¿Es usted cruel? No. No disfruto con la crueldad, disfruto con el morbo. Parece lo mismo pero no lo es. O eso quiero pensar.

¿Tiene muchos amigos? No. Los amigos son para los niños. Yo tengo personas que me importan en mayor o menor medida. Y yo a ellos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Lealtad, que no fidelidad. A duras penas la he encontrado, ni siquiera dándolo todo. Tal vez este sea el motivo, precisamente.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Siempre. Pero no me preocupa demasiado. Seguramente, la decepción es mutua, así que: tablas.

¿Es usted una persona sincera? La mayor parte de las veces, la sinceridad es un defecto, no una virtud, y nadie la practica totalmente, así que, no sirve de nada serlo. No me gusta mentir, no me gusta faltar a la verdad, no me gusta hablar con disimulos u ocultaciones, es de necios, pero eso es todo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? ¿Tiempo libre? Me dedico a la literatura y a la música profesionalmente. El tiempo libre es para funcionarios, políticos y reyes. Prefiero entregar todo mi tiempo al desarrollo de una idea o una partitura antes que pasar el domingo paseando por un centro comercial o en yate.

¿Qué le da más miedo? El pasado. Que pueda volver para manifestar sus ignominias.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Bastantes cosas: ver a la gente disfrutar en una corrida de toros, a mamporros por un bolso en rebajas o llorando porque llueve en Semana Santa en un país seco. Me escandalizan los desahucios, la usura, el patriarcado institucional, los privilegios de la Iglesia… Incluso, me escandaliza pensar las formas que yo misma utilizaría si pudiera cambiar las tornas de todo esto.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Si no fuera escritora, músico, ilustradora o artesana, habría abierto hace años una churrería llamada “¡Churro va!”.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? No. Cuando algún deportista de élite escriba novelas, ofrezca conciertos por toda España y viva de ello, me apuntaré para participar en los Juegos Olímpicos. Mientras tanto, seguiré con mis tranquilos paseos de cincuentona por el parque.

¿Sabe cocinar? Sí. Cocinar se parece un poco a escribir: eliges los ingredientes (personajes y sus circunstancias), preparas el fuego (escenarios, enclaves y situaciones), los mezclas con sentido común (trama, narración e intrigas) y lo pones en ebullición (desarrollo). Después lo catas (relectura) y corriges texturas (autocorrecciones). Cuando tienes el plato listo (manuscrito), lo sirves (envío a editoriales para su valoración).

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Florence Foster Jenkins. Su historia es triste y divertida a la vez. Una vida esperpénticamente fascinante la suya.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? “Libertad”, aunque algunos se hayan empeñado en prostituirla de tanto usarla a conveniencia. Que alguien se apropie de un concepto universal y ajeno a propiedades mal otorgadas es exasperante.

¿Y la más peligrosa? “Censura”. Por desgracia, los que nos dedicamos a cualquier disciplina artística estamos obligados a convivir con ella.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Nunca. Me perdería las sandeces de la mitad del planeta.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Todavía no se han inventado. Bueno, se han inventado sueltas, sin amalgamar, un quiero y no puedo (o no me dejan). Soy partidaria de revoluciones, música, libros y flores.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Uno de esos peces abisales con una lamparita saliendo de mi frente. Allí abajo, en el fondo, donde duermen las sirenas. Viviría en un naufragio. En silencio. Saldría de vez en cuando a flotar en las corrientes. Lejos de las mareas ordenadas por lunas infames. A oscuras.

¿Cuáles son sus vicios principales? Ya no tengo vicios, se convirtieron en manías hace mucho. Queda algún rescoldo inútil, un recordatorio de la intensidad que he puesto en según qué cosas.

¿Y sus virtudes? Tampoco son virtudes ya. Ahora las llamo aptitudes, oportunidades que me brinda mi carácter.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Pues, ahora que acabo de terminarme el chato de tinto que me he servido al empezar este cuestionario, buscaría la calidez en ese terrible (o no) momento en el que te desconectas de este mundo y pensaría que morir es tan excitante como descorchar una botella de vino junto a la persona que amas. Una bonita imagen para comenzar el último viaje, ¿no?

T. M.