En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Roberto Corral.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Pienso en la respuesta y
tras descartar islas paradisíacas (pero aburridas), villas en la Toscana (algo
solitarias), algún que otro castillo en Irlanda (algo fríos; y odio el frío),
me quedo con mi casa. Sí, mi casa en Madrid. Así de sencillo.
¿Prefiere los animales a la gente? No, pero espero que
Rex, mi perro, no lea nunca esta entrevista.
¿Es usted cruel? No, en absoluto.
¿Tiene muchos amigos? No, pero tengo
algunos muy buenos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? La bondad y la alegría
por el bien ajeno. Creo que no hay nada peor para la amistad que la envidia.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Creo que les conozco
bien y sé lo que puedo esperar de ellos.
¿Es usted una persona sincera? Sí. A ver quién es
el guapo que contesta NO a esta pregunta.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Viajando. Y, si es posible, hacerlo en familia. Pero, como viajar no es
siempre fácil, para el día a día, la respuesta sería: la lectura (no todo lo
que quisiera), la escritura (es la que me quita el tiempo de la lectura), el
cine (lo que me relaja) y, sobre todo, estar con mis nietos (lo mejor).
¿Qué le da más miedo? Que le pueda ocurrir algo malo a mis seres queridos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Hacer mal a un niño. No hay nada
peor en el mundo que atacar la inocencia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Ser
profesor. De hecho, lo soy. Tengo una escuela de español para extranjeros y en
ella trabajo como director y como profesor, y compagino esta actividad profesional
con la escritura.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí. Toda
mi vida he hecho deporte (fútbol, taekwondo, pádel, boxeo, montar a caballo,
tenis de mesa…) y actualmente (los años no pasan en balde) actividades más
tranquilitas: voy al gimnasio con regularidad.
¿Sabe cocinar? Si
saber hacer únicamente una tortilla a la francesa se considera cocinar, entonces,
sí; sí que sé.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Si se tratara de un personaje real, sería Julio César; siempre Julio
César. Si fuera un personaje de la ficción: Vito Corleone, sin dudarlo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Niños. En ellos está el futuro
y la posibilidad de que la sociedad avance. De ser mejores, en definitiva.
¿Y la más peligrosa? “Miedo”. El
miedo es capaz de sacar a flote lo peor del ser humano. Por miedo hacemos y
dejamos de hacer; por miedo somos capaces de matar y por miedo dejamos de vivir.
El miedo te paraliza y te hace saltar al vacío.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy demócrata. Y no diré ni una palabra más que me pueda quitar un solo lector,
que no están los tiempos pa’ eso.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Pianista.
¿Cuáles son sus vicios principales? Me muerdo las uñas. De nada sirvieron las amenazas de mi madre ni los
regalos ni siquiera aquellos potingues de horrible sabor amargo que me ponían sobre
las uñas.
¿Y sus virtudes? La constancia, la creatividad
y la alegría.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Supongo que un salvavidas; tal vez una buena barca que pasara cerca; una
maroma lanzada desde una fragata de la Marina… No sé, cualquier cosa que no fuera
esa dichosa luz blanca al final del camino de la que hablan.
T. M.