miércoles, 31 de julio de 2024

Entrevista capotiana a Enrique Criado Navamuel

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Enrique Criado Navamuel. 

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? He pasado ya media vida cambiando de lugar de residencia cada tres años, así que me cuesta mucho pensar en un único lugar del que no pudiera salir. Si no quedara más remedio, supongo que la respuesta sería Madrid, pero en verano lamentaría mi elección.

¿Prefiere los animales a la gente? Rotundamente no. No empatizo nada con esa escena de parque o de aeropuerto, en la que los perros van sueltos pero los niños de dos años van con una correa enganchada a un arnés.

¿Es usted cruel? No, en absoluto. A la gente a la que desprecio suelo reservarles más mi desinterés u olvido.

¿Tiene muchos amigos? La mudanza constante lleva a crear amigos circunstanciales, pero los amigos íntimos son media docena.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? No sé si las busco, pero aprecio mucho la inteligencia y la gracia. O, dicho de otra manera, cada vez tengo menos paciencia con los tontos y los pesados.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Si entendemos por tales la media docena de la que hablaba antes, no.

¿Es usted una persona sincera? La diplomacia y la narrativa de ficción exigen un cierto talento para el embrollo, pero procuro no llevarme trabajo a casa.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me gusta encontrar un equilibrio entre mi vis social, pasando tiempo con amigos y familia, y otra más íntima, que un buen amigo definió como “enriquismo”, que consiste en poder leer, escribir, cocinar, escuchar un podcast o salir a correr yo solo.

¿Qué le da más miedo? La paternidad (tengo un hijo de cuatro años y otro de dos) ha activado en mí algunos resortes que antes no tenía o de los que no era consciente. Ahora casi todos mis temores son en el fondo una proyección de algo que afecte a mis hijos.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? No sé si la palabra exacta es escandalizar, pero me dan mucha vergüenza ajena la adulación y el peloteo.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Algo que nunca me planteé de adolescente, que es cuando se toman estas decisiones, es la carrera de arquitectura. Me interesa en particular el urbanismo, como búsqueda de soluciones técnicas para necesidades humanas, pero utilizando también conocimientos de sociología, geografía, economía y derecho, y todo ello aspirando a un ideal estético y armónico.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Hago todo el deporte que puedo, pero los dos que practico con regularidad son correr y el fútbol. En cuanto al primero, aunque lo llevo haciendo toda la vida, he esperado a hacerme cuarentón para correr maratones. En cuanto al fútbol, que me encanta, siempre me ha permitido encontrar un grupo de gente distendido, en el país del mundo donde estuviera viviendo en ese momento, con los que además acababa hablando de temas que no fueran el trabajo. La última alegría que me ha dado el fútbol es formar parte desde su fundación de La Cervantina, la selección española de fútbol de escritores. Se creó en octubre de 2022 con motivo de la participación de España como invitado de honor de la Feria del Libro de Frankfurt, donde es tradición que la selección alemana de autores se enfrente a la del país invitado. Aparte de participar en varios actos sobre fútbol y literatura, tuvimos un modesto debut perdiendo 3-1. El año pasado jugamos la revancha en la Feria del Libro de Madrid y ganamos. Cuando ya pensaba que el asunto decaería, resulta que este año el gobierno alemán organiza una Eurocopa de escritores, como aperitivo de la oficial que también se celebra este verano en Alemania. De modo que el fin de semana del 7 al 9 de junio próximo en Berlín España será una de las ocho selecciones que competirá en este torneo de fútbol y letras.

¿Sabe cocinar? Sí, y me gusta. Hago asados, arroces, estofados, sopas. Pocas cosas me relajan más que hacer un sofrito escuchando música.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Llevo unas semanas leyendo compulsivamente sobre un personaje al que no conocía, el jurista alemán de origen judío Henry Ormond, cuya biografía vale tanto para el Reader’s Digest como para Hollywood. Resumiendo mucho, nace y estudia derecho en Alemania, consigue escapar de los nazis y establecerse en Canadá en 1940, previo paso por Suiza y Gran Bretaña; en 1941 se presenta voluntario para luchar en la II Guerra Mundial junto al ejército británico, y al terminar la guerra permanece como oficial de las tropas ocupantes en Hanover. De regreso en Alemania fue uno de los cofundadores del semanario Der Spiegel y fiscal en los juicios de Núremberg contra oficiales y altos cargos del nacionalsocialismo.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Viaje.

¿Y la más peligrosa? Pueblo, en su nombre se han cometido y justificado las mayores barbaridades. Tan antipático me resulta el término Volk alemán, como el poble catalán o el pueblo español, del mismo modo que nada cambia si éste se pronuncia en porteño o en castellano castizo. Me repugna el repliegue en la tribu, la identidad como cárcel y esa suerte de nativismo reaccionario.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Liberté, egalité et fraternité.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Aparte de la arquitectura, que he mencionado antes, a veces, cuando estoy en el campo, fantaseo con la vida de un agente forestal.

¿Cuáles son sus vicios principales? El café, el vino, la cerveza y casi cualquier cosa que sea crujiente y salada ejercen más poder sobre mí del que me gustaría tener que admitir.

¿Y sus virtudes? Soy perseverante, bastante peleón cuando tengo un trabajo o un propósito entre manos.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? No sé qué me vendría a la mente en esa tesitura, pero sí lo que le vino a un conocido mío, que por cierto sigue disfrutando de buena salud en el reino de los vivos. Cuando coincidieron en el tiempo el diagnóstico de una enfermedad que parecía más grave de lo que fue, la ruina económica y una ruptura amorosa, pensó que se moría. En ese trance él buscaba en su mente imágenes tiernas, quizá de su infancia, que le aliviaran, pero sólo le asaltaban recuerdos explícitos de los encuentros sexuales más memorables de su vida, una suerte de “me muero, pero que me quiten lo bailado”.

T. M.