martes, 17 de diciembre de 2024

Entrevista capotiana a Blas Valentín Moreno

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Blas Valentín Moreno.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Almalasa, lugar de ficción de mis novelas. Un lugar que tal vez existió en el pasado, pero ya no.

¿Prefiere los animales a la gente? No, pese a que siempre me han gustado mucho los gatos. Los animales no pueden aportarme tanto como las buenas compañías de las personas.

¿Es usted cruel? No, intento al menos no serlo nunca. Solo la frustración y alguna contada rabieta, afortunadamente cada vez menos, me hacen proferir tonterías y salirme de mi centro.

¿Tiene muchos amigos? No, muy pocos en realidad, pero los que tengo son realmente buenos. Si yo asesinara, mentirían para salvarme.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Lealtad, profundidad e inteligencia.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Nunca. Al menos los que son mis amigos, el núcleo verdadero de la amistad.

¿Es usted una persona sincera? No me gusta mentir, pero omito toda franqueza si ello equivale a hacer daño.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo, escribiendo, paseando y pasando tiempo con mis hijos pequeños, niño y niña, de ocho y cuatro años.

¿Qué le da más miedo? El paso del tiempo y lo imprevisible.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? El mundo de las apariencias. La permanente pose de la sociedad y el poder de los medios de comunicación en la construcción de nuestra realidad.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me hubiera gustado vivir en una casa en el monte, alejado del mundanal ruido.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí, a veces TRX y aeróbico.

¿Sabe cocinar? Sí, pero solo gachas con caracoles. Me salen divinas.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? No sé, no tengo personajes inolvidables, ni siquiera uno. Tal vez un poco “El empecinado”, por su lucha leal y posterior muerte cruel.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Ataraxia, tal vez.

¿Y la más peligrosa? Esperanza.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí, pero se me pasa enseguida.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Tengo ideas, pero no ideología. La derecha clásica no me gusta, pero tampoco la falsa superioridad moral de la izquierda y su cinismo.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un gato arisco y no capado. Sin amo.

¿Cuáles son sus vicios principales? El pleonasmo. El dar muchas vueltas a las cosas. La inacción.

¿Y sus virtudes? Esas no termino nunca de encontrarlas.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mi madre, mi padre, mi infancia… y la madre que parió al agua.

T. M.