domingo, 1 de diciembre de 2024

Entrevista capotiana a Joan Montañés Xipell

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Joan Montañés Xipell.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Las Villas de Benicàssim en los últimos días de la primavera, justo en el instante en que crees que todavía todo va a ser posible.

¿Prefiere los animales a la gente? La gente somos animales. Sobre este aspecto biológico y de evolución de la especie, nuestra condición de racionales parece que la están corrigiendo algunos propietarios de mascotas que conozco personalmente.

¿Es usted cruel? No lo pienso, pero es una idea que no descarto como propósito de Año Nuevo. En la ficción, entiéndase bien.

¿Tiene muchos amigos? De las típicas categorías que fijó el escritor Josep Pla («amics, coneguts i saludats»), tengo un 85,5% de saludados, un 13% de conocidos y un 0,5% de amigos. Y añadiría a estos la categoría moderna de los que ‘solicitan amistad’ por las redes que no sé si son una cosa, otra o ninguna.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La bonhomía y una cierta inclinación heterodoxa, aunque solamente sea por llevarme la contraria. Es recíproco.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? ¿Y por qué no son ellos los decepcionados? Caigo más en el desencanto que en la decepción.

¿Es usted una persona sincera? Le mentiría con mucho gusto pero dejaría de serlo. Supongo que soy, pues la rigidez que adopta mi cara en según qué casos, aunque trate de contenerme, siempre me acaba delatando. Es mi máquina de la verdad o, mucho peor aún, el pentotal sódico. 

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Jugando una partida de tenis, o sucedáneo, a media tarde. Allí, el tiempo tampoco es libre, dura una hora y media, sin embargo, es como si recuperase la sensación infantil de salir al patio de la escuela. 

¿Qué le da más miedo? Las masas constituidas en manada. Producen un tipo de individuo gregario que me genera verdadero pavor, aunque los vea actuar en la ficción de una película.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Podría reproducir entera la lista de los siete pecados capitales. No obstante, como no creo, pues le voy perdiendo el miedo a la ira de los dioses, me escandaliza la deshumanización de la civilización contemporánea en favor de las computadoras llamadas inteligentes. 

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Algún trabajo manual; me distrae bastante transformar muebles encontrados y fabricar nuevos objetos, o solo hacer una chapuza.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Deportes de raqueta, los considero más un esparcimiento, un juego, que un ejercicio corporal, eso lo dejo para los apolíneos que se esculpen en los gimnasios.

¿Sabe cocinar? Más como teórico que como practicante. Perfectamente me ofrecería para ocupar el puesto de catavenenos de la corte de algún monarca en el exilio.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Al presidente de la República francesa François Mitterrand, creo que como un fin de raza que ejemplifica la figura del príncipe del Renacimiento o del Rey Sol. Al menos de los que yo haya conocido en el ejercicio del cargo. 

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Para mí no hay más esperanza que la Esperanza de Triana. Vi el gesto en su cara cuando salió en procesión del oratorio sevillano para visitar a Santa Ana, la Nona; era el año siguiente del confinamiento. El resto es des-esperanza en diferente grado. 

¿Y la más peligrosa? La palabra «Heil» tatuada en el torso de un cabeza rapada. Aparte de la evocación siniestra y la banalización del mal implícitas, también por el pésimo gusto de los fascismos actuales.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sin duda, pero únicamente se trata de magnicidios. Al respecto he desarrollado algunos planes, pero son a la manera de Max Aub, cuando quería acabar con Franco.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Progresista y liberal en lo social, y más conservador en la esfera personal.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Casi todas las ‘otras vidas’ que desfilan por los versos de La del pirata cojo, la canción de Sabina. Y, añadiría, flâneur en París.

¿Cuáles son sus vicios principales? La charlatanería, me pierde hablar.

¿Y sus virtudes? La charlatanería, me salva hablar.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? No me gusta nadar; solo me gusta el mar desde una terraza con una caña de cerveza. No obstante, cuando llegue la Parca, me gustaría verme como el protagonista de la película Big fish, llevado en brazos del hijo entre toda la gente que quiso.

T. M.