En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Joan Montañés Xipell.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás
de él, ¿cuál elegiría? Las Villas de Benicàssim en
los últimos días de la primavera, justo en el instante en que crees que todavía
todo va a ser posible.
¿Prefiere los animales a la gente? La gente
somos animales. Sobre este aspecto biológico y de evolución de la especie,
nuestra condición de racionales parece que la están corrigiendo algunos
propietarios de mascotas que conozco personalmente.
¿Es usted cruel? No lo pienso, pero es una
idea que no descarto como propósito de Año Nuevo. En la ficción, entiéndase
bien.
¿Tiene muchos amigos? De las típicas categorías
que fijó el escritor Josep Pla («amics, coneguts i saludats»), tengo un
85,5% de saludados, un 13% de conocidos y un 0,5% de amigos. Y añadiría a estos
la categoría moderna de los que ‘solicitan amistad’ por las redes que no sé si
son una cosa, otra o ninguna.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? La bonhomía
y una cierta inclinación heterodoxa, aunque solamente sea por llevarme la
contraria. Es recíproco.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? ¿Y por
qué no son ellos los decepcionados? Caigo más en el desencanto que en la
decepción.
¿Es usted una persona sincera? Le
mentiría con mucho gusto pero dejaría de serlo. Supongo que soy, pues la
rigidez que adopta mi cara en según qué casos, aunque trate de contenerme,
siempre me acaba delatando. Es mi máquina de la verdad o, mucho peor aún, el
pentotal sódico.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Jugando
una partida de tenis, o sucedáneo, a media tarde. Allí, el tiempo tampoco es
libre, dura una hora y media, sin embargo, es como si recuperase la sensación
infantil de salir al patio de la escuela.
¿Qué le da más miedo? Las masas constituidas en
manada. Producen un tipo de individuo gregario que me genera verdadero pavor,
aunque los vea actuar en la ficción de una película.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Podría
reproducir entera la lista de los siete pecados capitales. No obstante, como no
creo, pues le voy perdiendo el miedo a la ira de los dioses, me escandaliza la
deshumanización de la civilización contemporánea en favor de las computadoras
llamadas inteligentes.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Algún trabajo manual; me
distrae bastante transformar muebles encontrados y fabricar nuevos objetos, o
solo hacer una chapuza.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Deportes
de raqueta, los considero más un esparcimiento, un juego, que un ejercicio
corporal, eso lo dejo para los apolíneos que se esculpen en los gimnasios.
¿Sabe cocinar? Más como teórico que como
practicante. Perfectamente me ofrecería para ocupar el puesto de catavenenos de la corte de
algún monarca en el exilio.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de
esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Al
presidente de la República francesa François Mitterrand, creo que como un fin
de raza que ejemplifica la figura del príncipe del Renacimiento o del Rey Sol.
Al menos de los que yo haya conocido en el ejercicio del cargo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Para mí no hay más esperanza que la
Esperanza de Triana. Vi el gesto en su cara cuando salió en procesión del
oratorio sevillano para visitar a Santa Ana, la Nona; era el año siguiente del
confinamiento. El resto es des-esperanza en diferente grado.
¿Y la más peligrosa? La palabra «Heil» tatuada
en el torso de un cabeza rapada. Aparte de la evocación siniestra y la banalización
del mal implícitas, también por el pésimo gusto de los fascismos actuales.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sin
duda, pero únicamente se trata de magnicidios. Al respecto he desarrollado
algunos planes, pero son a la manera de Max Aub, cuando quería
acabar con Franco.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Progresista y liberal en lo social, y más
conservador en la esfera personal.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Casi
todas las ‘otras vidas’ que desfilan por los versos de La del pirata cojo,
la canción de Sabina. Y, añadiría, flâneur en París.
¿Cuáles son sus vicios principales? La
charlatanería, me pierde hablar.
¿Y sus virtudes? La charlatanería, me salva
hablar.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? No me
gusta nadar; solo me gusta el mar desde una terraza con una caña de cerveza. No
obstante, cuando llegue la Parca, me gustaría verme como el protagonista de la
película Big fish, llevado en brazos del hijo entre toda la gente que
quiso.
T. M.