En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Nuria Ruiz de Viñaspre.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás
de él, ¿cuál elegiría? En cualquier lugar donde la
naturaleza primara. Sentirme dentro de la naturaleza, tenerla cerca es vital
para mí, me sosiega y a la vez me asombra su cíclico transcurrir. Desde ahí,
desde ese “final que es un principio”, entiendo mejor el resto. En la
naturaleza están todas las respuestas a tus preguntas. Además, si lo piensas,
como la naturaleza es cambiante siempre estaría en lugares diferentes siendo
testigo de su cíclica existencia. Y desde ahí,
desde esos lugares, habitar poéticamente la tierra en la que te
encuentres.
¿Prefiere los animales a la gente? Una
pregunta trampa, ya que en un primer impulso diría que prefiero a los animales,
pero si lo reflexiono, se me pone de frente el lenguaje, aquello que nos
conforma como seres humanos y no entendería la vida sin esa comunicación y
comunión con el resto.
¿Es usted cruel? En absoluto, aunque no tengo
certeza de nada, quizá haya que formular esta pregunta a quien me tiene cerca.
Además soy muy empática y la crueldad no es amiga de la empatía. Sería algo
distópico esta amistad. En cualquier caso habría que matizar que se entiende
por cruel. Me vienen a la cabeza aquellos maravillosos versos de T. S. Eliot,
donde el poeta describe el dolor de la pérdida de una forma tan desnuda y
profunda, que para siempre abril será el mes más cruel. «Abril
es el mes más cruel, criando / lilas de la tierra muerta, mezclando / memoria y
deseo, removiendo / turbias raíces con lluvia de primavera.»
¿Tiene muchos amigos? No muchos, conocidos muchísimos,
más incluso de los que quisiera, por aquello de perder la cuenta, aunque no soy
mucho de hacer cuentas, pero amigos amigos, creo que puedo contarlos con los
dedos de las manos. Y está bien así, los tienes siempre presentes y puedes
verlos como ves los dedos de las manos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Lealtad
y escucha.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No lo he
sentido, y de sentirlo tampoco ocurriría muchas veces, si acaso podría
contarlas con los dedos de las manos con las que cuento a esos amigos. En
cualquier caso, matizo, no conozco la decepción, en mí se traduce en tristeza y
desencanto. Y es la tristeza y el desencanto lo que me desmorona. Para mí la
decepción tiene que ver con lo que esperas del otro. Es fácil, si no esperas
nada no existe la decepción.
¿Es usted una persona sincera? Hoy más
que nunca.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Escuchando
música clásica, leyendo, escribiendo cháchara –que puede que en años sea poema–,
pero la observación me fascina. Me puedo quedar absorta en algo durante largo
tiempo, ya que tras la observación llega la obsesión y tras la obsesión llega
la escritura. Vivo un poco en ese ciclo –tan alejada a veces de pisar tierra
con los pies–, con todos los pros y los contras que tiene no tener una toma a
tierra. Pero sí, definitivamente podría decir que en esto ocupo gran parte del
tiempo, ya que observar, obsesionarse con lo observado y escribir la obsesión
de lo observado es una acción que nunca termina, la última engarza con la
primera. Un ad eternum. Y luego si me
queda tiempo, poner en práctica la famosa máxima italiana “dolce far niente” o
lo dulce de no hacer nada.
¿Qué le da más miedo? El dolor propio y sobre todo
el ajeno, que se acaba convirtiendo en propio. Las guerras me aterran porque
son espadas de Damocles. Todos los brazos utilizados como arma me dan pavor.
Las armas en cualquier brazo. Curioso la cercanía que hay entre la palabra “arma”
y “arm” que es brazo en inglés. El poder, ya que cuando reina, el mundo se
desmunda.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Por un
orden lógico, la deshumanización y tras esta la maldad humana. De ahí que en
aquel primer impulso contesté que prefiero los animales que a las personas,
aunque con matices, claro. Otra cosa que me escandaliza es que cada vez nos
tocamos menos los unos a los otros. Nos erigimos como seres independientes los
unos de otros, sin saber que todo está interconectado con todo. También
nosotros.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? No concibo la vida sin la
escritura. Pero si me remonto a muchos años atrás, de jovencita siempre me
fascinó la medicina, de hecho durante algunos años de adolescente quería ser
veterinaria. Siempre tuvimos perros en casa, pero en una ocasión a un cachorro
se le hinchó la cara porque estuvo jugando con unos rosales, y al verle me quedé
paralizada sin saber qué hacer más que echarme a llorar. Ahí fui consciente que
no serviría de gran ayuda a los animales y muchísimo menos a las personas. Con
la escritura también puedes asistir y sanar. Soy una militante de la escritura.
En este sentido os dejo aquí un pensamiento pizarnikiano con el que me
identifico: “La vida perdida para la literatura por culpa de la literatura. Por
hacer de mí un personaje literario en la vida real fracaso en mi intento de
hacer literatura con mi vida real pues esta no existe: Es literatura.” También
me hubiera encantado saber tocar algún instrumento, dada mi a amor a la música
o estudiar danza, que siendo como la poesía la hermana pequeña, a mí me
entusiasma también, pero claro, seguimos hablando de disciplinas artísticas o
creativas. Al final me muevo en esos márgenes.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Yoga y
en algunos momentos puntuales cuando la espalda se quiebra, natación. Me
encantaría mover piernas brazos y tronco
cuando observo, porque a este ejercicio sí le destino gran parte del tiempo.
¿Sabe cocinar? Cada vez mejor, hace años yo
era un disparate en la cocina, alimentarme para mí era algo secundario. A
veces, cuando vivía sola y estaba absorta en algo o en la escritura, se me
pasaban las horas volando hasta llegar a la noche sin haber probado bocado.
Ahora le doy la importancia que realmente tiene. Lo que mejor cocino –por
experiencia– son las “Palabras a lo pobre” (sonrío).
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de
esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? No
conozco esa revista pero voy a imaginarme que es literaria, así que me encantaría
ver publicado un artículo sobre la vida de
Alejandra Pizarnik o Anne Sexton, con los detalles más desconocidos de
ambas.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Es cortita y se escapa de la boca sin
esfuerzo, es como un mantra al mencionarla. En la exhalación se desliza sola
por el tobogán de la lengua. Y a la vez es una palabra inmensa y
transformadora. Paz.
¿Y la más peligrosa? La opuesta, guerra. Ya sé que
los opuestos son necesarios como decía Heráclito, pero este nos duele
particularmente. Llevar una vida lo más equilibrada y feliz posible
evidentemente pase por “integrar mejor los opuestos” pero guerra y paz son
imposibles de integrar, solo pueden habitar en un libro, como ese gran título
de Tolstói.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Jamás,
ni si quiera en mis peores pesadillas. Eso sí, que me persiguen y me intentan
matar sí esta presente en algunas pesadillas, aunque estas las cuento también
con los dedos de la mano. En mis sueños suelen aparecer animales diversos, pero
en escenas realmente luminosas y a amorosísimas, como la cabeza de una vaca y
la de un caballo besándose en una ventana, uno dentro de la casa y otro fuera.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Ya no
creo en los partidos políticos, sé que la política es necesaria porque todo es
política, pero si tuviera que enmarcarme en alguna posición siempre estoy del
lado de los débiles. ¿Hay algún partido que proteja a los más débiles y que no
se arrastre el poder y se lo lleve por delante? Pues ahí me quedaría tan a
gustito.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Una
vaca. Tengo fijación con las vacas, para mí son animales de piedad. La mirada
de la vaca me transforma, me transporta, me conecta con otro “yo” que debió de
ser vaca hace milenios de años.
¿Cuáles son sus vicios principales? La
obsesión, entendida desde el lado creativo. La obsesión me moviliza.
¿Y sus virtudes? La empatía. Y sin esfuerzo
alguno. Va conmigo como va un pie tras otro al caminar y detrás mi cuerpo. Y
luego la obsesión, entendida como digo, como
espacio creativo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Los
rostros de los seres queridos y la mirada de todas las vacas que me encontré alguna vez en el camino. Tras eso me viene
otra imagen, unos brazos alzados amputados del cuerpo, como si fueran flores
altas apuntando al cielo.
T. M.