jueves, 30 de enero de 2025

Entrevista capotiana a Emilio González Déniz

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Emilio González Déniz.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La ciudad donde vivo, Las Palmas de Gran Canaria, nunca estarás aislado, está en el cruce de mil rutas y tiene un clima único. Como segunda opción Lisboa. Sin mar para mí es complicado.

¿Prefiere los animales a la gente? No, me gustan los animales, pero las personas van primero.

¿Es usted cruel? No, y no entiendo la crueldad. Creo que es una enfermedad mental.

¿Tiene muchos amigos? Los justos. Y me va muy bien.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que me quieran. Si alguien me quiere no me queda más remedio que quererlo.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, hace mucho que aprendí que los seres humanos somos imperfectos. Yo también.

¿Es usted una persona sincera? Ahora soy sincero, digo la verdad, pero no toda la verdad. Antes era franco, que es contar absolutamente toda la verdad, y tenía muchos problemas.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Si es en compañía de mi pareja, me da igual todo lo demás.

¿Qué le da más miedo? El miedo. Decía el poeta argentino Buenaventura Luna en sus Sentencias del Tata Viejo: “Ha de saber el mortal / en ocasión de un enriedo / no tenerle miedo al miedo / que más miedo le va a dar”.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La estulticia. Ser ignorante y presumir de serlo. Ahora se lleva mucho.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? He sido profesor muchos años, y la creatividad es necesaria en la docencia, pero me tiran mucho la fotografía, el cine y la música. No se puede servir bien a muchos amos.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Soy muy andariego.

¿Sabe cocinar? Puede decirse que sí. Hago comida caliente razonablemente comestible, pero no soy un artista de la cocina.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A mi abuela materna, fue una mujer muy sabia.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? La palabra PALABRA, que es el instrumento de comunicación más acabado.

¿Y la más peligrosa? La misma, porque con palabras se puede decir “te amo” y también redactar una sentencia de muerte.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, la vida debiera ser intocable por los humanos. Ya se encarga la Naturaleza de dictar sus leyes.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Creo en las ideas que tienen en cuenta a los demás. Digamos que soy de izquierdas, en busca de lo justo, no de la igualdad, y me dan escalofríos tanto Hitler como Stalin.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Músico, fotógrafo o cineasta, siempre después de contador de historias.

¿Cuáles son sus vicios principales? Soy demasiado empático y eso me crea conflictos conmigo mismo.

¿Y sus virtudes? La empatía, aunque suelo pasarme.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Soy asmático, y cuando he tenido una crisis lo único que pienso es en respirar. La gente que no ha vivido ese ahogo continuado no sabe el gran privilegio que es respirar.

T. M.