En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rosa Navarro.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La trastienda de mi
bisabuelo, el Coronel. Allí todo existe y todo es posible.
¿Prefiere los animales a la gente? Depende de qué animales y de qué gente. Aunque muchas veces, sobre todo
en primavera, tendemos a confundirnos.
¿Es usted cruel? Solo
los domingos, exactamente de 18 a 19.
¿Tiene muchos amigos? Bastantes, sí. En la próxima fiesta los contaré y le paso la información.
(Aunque a Roberta y a Martín los he tachado de la lista, son unos impuntuales y
no saben bailar claqué).
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Sentido del humor y habilidades en fontanería y encaje de bolillos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Como decía uno de ellos: Es
que meter la pata queda tan a mano…
¿Es usted una persona sincera? Sí. Pero puede que mi idea de lo verdadero esté un poco descalabrada.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me gusta invadirlo por la retaguardia, para que no se dé cuenta. Si se
hace bien, cuando el tiempo se entera ya es tarde para reaccionar, porque ya
estoy instalada y la libertad es mía.
¿Qué le da más miedo? Los saltamontes y la gente adulta que gatea. Bueno, y que la luna o la
caldera del gas exploten… eso no me deja dormir por las noches.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Que vivamos así, sin darnos
cuenta de nada.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Soy
profesora de Literatura. Si no, me
hubiera gustado ser trompetista o pastora.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? En su justa medida y cuando se puede.
¿Sabe cocinar? Sé,
me gusta y lo disfruto. Y, que yo sepa, hasta ahora nadie ha muerto envenenado
por uno de mis platos.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A María Francisca
Díaz-Carralero Rodelgo, “la ciega de Manzanares”, una poeta improvisadora del
XIX. Era mendiga y sobrevivía gracias a sus versos. También hablaba en latín
con los extranjeros que pasaban por su pueblo. Llegó a conocer a Dumas y a Juan
Valera… Fue muy conocida y tuvo una vida interesantísima.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? “Baciyelmo”. La esperanza de la
absoluta libertad.
¿Y la más peligrosa? “Yo”.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí, pero no tuve éxito. (Salustiano,
si estás leyendo esto, puedes considerarlo una amenaza).
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Creo en una República basada en la educación, la justicia y la igualdad.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un globo aerostático de rayas rojas y blancas. Pero, si hay tormenta, preferiría
ser un trueno.
¿Cuáles son sus vicios principales? Los tengo todos y a todos los trato con igual cariño, no priorizo ni
tengo favoritos.
¿Y sus virtudes? Soy
pragmática y tengo facilidad para el olvido.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Una vez estuve a punto de morir ahogada en Ruidera (me salvó mi hermano).
Fue uno de los momentos más apacibles de mi vida, quizá el único en el que
verdaderamente he conseguido tener la cabeza en blanco, vacía y con las puertas
de par en par. El paisaje era precioso y la temperatura del agua, perfecta.
T. M.