martes, 27 de mayo de 2025

Entrevista capotiana a Jorge Sánchez López

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jorge Sánchez López.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una casa de vacaciones con vistas a la playa, café, libros para leer en una hamaca, buena comida y R&B o bossa nova sonando en los altavoces. Se admiten visitas.

¿Prefiere los animales a la gente? Pienso que las personas somos animales, tenemos algunos mecanismos universales, pero hecha esa aclaración, prefiero a las personas cuando son bien elegidas. No tengo mascotas en la actualidad. Son muy interesantes, pero les falta el componente verbal y sociocultural.

¿Es usted cruel? No lo creo, soy bastante pacífico y a veces peco de bueno. Tengo un punto de ebullición como todo el mundo, pero tienes que trabajar para encontrarlo.

¿Tiene muchos amigos? Tengo unos pocos auténticos y duraderos, los de toda la vida, pero también muchos conocidos. Con esto de la escritura y los eventos se conoce a gente de lo más variopinta, lo cual siempre es materia para la buena literatura.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Respeto, confianza, lealtad, empatía, reciprocidad, sinceridad, creatividad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Con el tiempo aprendes a distinguir quiénes te aprecian de verdad. Aun así, las expectativas muy altas hacen más difícil el asunto.

¿Es usted una persona sincera? Lo intento, porque el escritor es un mentiroso que analiza minuciosamente la realidad y descubre verdades ocultas. Pero sí lo soy con todo aquello que me atrevo a mirar de frente.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Escuchando música, leyendo novelas policíacas, viendo documentales o entrevistas, haciendo deporte, yendo a un buen restaurante, haciendo unas compras o tomando algo.

¿Qué le da más miedo? Perder la esperanza y no tener ninguna ilusión, pero es algo que de momento no ocurre.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La ignorancia con micrófono. Me deja pasmado la seguridad con la que algunas personas hablan sobre aquello que no entienden, generando un halo de arrogancia vacía.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Un profesor dijo una vez: si murieras hoy, ¿cuántos talentos morirían contigo? En mi caso, difícil sin creatividad. Tengo varias facetas: la de profesor de idiomas, que tiene una parte artística y un componente social; la neuropsicológica, que estoy redescubriendo ahora y me hace pensar que tengo un buen ojo clínico e investigador no explotado (ser científico también es creativo); la de productor musical, algo que quise ser durante un tiempo.  Sería también un buen editor o incluso locutor de radio, pues me gusta más enviar audios que mensajes. Por otro lado, de pequeño jugaba bien al baloncesto, pero soy demasiado bajo. Soy constante, pero no lo fui en el ajedrez, que se me daba bien.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Voy al gimnasio para evadirme y lograr un equilibrio con tanto trabajo intelectual. Unos cuantos ejercicios de pesas no hacen mal a nadie.

¿Sabe cocinar? Poco, lo justo para mantenerme nutrido.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Podría elegir a  Ramón y Cajal, que descubrió que las neuronas son células independientes que se comunican entre sí. Y relacionaría sus descubrimientos sobre la estructura cerebral gracias al microscopio con los personajes de novela negra, sus impulsos y motivaciones, con cómo cada cual conduce su propia vida moldeando su propia red.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Salud.

¿Y la más peligrosa? Odio.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? A algunos personajes de mis novelas, cuando sobran o dejan de ser útiles, pero intento no montar carnicerías. Me gusta más que lleven una doble vida o tengan secretos.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Aquellas que tienen en cuenta la justicia social, el progreso y el bienestar colectivo.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un árbol, para vivir tranquilamente y contribuir al equilibrio natural del planeta.

¿Cuáles son sus vicios principales? El café, el móvil, la autoexigencia y la curiosidad.

¿Y sus virtudes? Soy trabajador, paciente, curioso, conciliador, positivo y constante.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Los recuerdos del pasado, la búsqueda de un flotador o una mano amiga, la familia, la epifanía sobre la fugacidad de la vida y la conexión con el entorno. Todo ello en cuestión de segundos.

T. M.