En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan de Oñate.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Madrid. Es una ciudad que lo tiene todo,
bullicio, cultura, día, noche… Otra
ciudad que me apasiona es Roma, pero no sé si la elegiría para vivir para
siempre.
¿Prefiere los animales a la gente? De ninguna
manera.
¿Es usted cruel? Tengo muchos
defectos, pero no me considero cruel.
¿Tiene muchos amigos? Muchos. A veces pienso
que más incluso de los que merezco (pero que no se enteren).
¿Qué cualidades busca en sus amigos? No soy exigente.
Siento que la vida es larga y que hay momentos de mayor proximidad y otros de
distancia sin que eso erosione la amistad. Me entusiasma ver a gente con la que
no has mantenido apenas contacto durante años y percatarme de que la amistad es
igual que si nos viéramos a diario. Si hubiera que destacar una cualidad que me
importa en un amigo, creo que la principal es la lealtad y si encima tiene
sentido del humor, mejor que mejor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No recuerdo ninguna
decepción importante.
¿Es usted una persona sincera? Bastante.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Eso suena a Perales.
Deporte, escritura (que para mí sigue formando parte del ocio), familia,
amigos. Nada original.
¿Qué le da más miedo? Acabo de
cumplir los cincuenta. Y eso me ha dado pavor.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? La política de este país. Me parece escandalosa.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Lamentablemente ahora mismo
es casi utópico pretender vivir únicamente de escribir libros así que toca
compatibilizar, en mi caso dirigiendo la Asociación de Periodistas Europeos. En
el fondo, siento que juntar escritura y periodismo es algo natural, que se
complementan de alguna manera.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Aún me
arrastro por las canchas de baloncesto (sí, a mi edad…). Es liberador.
¿Sabe cocinar? Me apaño dignamente.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Hay unos cuantos personajes de la Transición española que merecerían ese
artículo. Suárez, Gutiérrez Mellado, incluso el Rey… Siento que no siempre
hemos sido conscientes de las renuncias que tuvieron que hacer unos y otros en
aquella época y me preocupa que las nuevas generaciones desconozcan su labor y
den por sentadas las libertades sin entender que ni nos las regalaron ni son
indelebles, sino que, por el contrario, precisan de su atención y cuidado.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Mañana.
¿Y la más peligrosa? Imposible.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? En sentido figurado,
con frecuencia. Para eso están los libros, para dotarte del poder omnímodo que
te permite matar a alguien sin condena ni penitencia.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? No me adscribiría a
ninguna tendencia política concreta. Tengo mi opinión de cada cuestión y al
final busco el partido político que coincida conmigo en el mayor número posible
de esas cuestiones. Lo que sí considero es que, como defendía Aristóteles, la
virtud está en el término medio, y no soy muy partidario de los extremos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me siento
bastante satisfecho con lo que soy. No tengo demasiados sueños sobre cómo
podría ser mi vida.
¿Cuáles son sus vicios principales? Supongo que la
pereza me vence con relativa facilidad.
¿Y sus virtudes? Hay una virtud que
siempre me ha enorgullecido, aunque no es realmente mía. Se trata de que
siempre he podido decir lo que he querido a mis amigos, incluidas críticas
rotundas, sin que les sentara mal. Digo que la virtud no es realmente mía
porque el mérito es de ellos por no enfadarse, pero me satisface poder decir
las cosas, ya sea en serio o en broma, sin ofender.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Espero que en esas imágenes
abundaran las sonrisas. Que resumieran el disfrute de la vida sin que se
colaran los peores momentos que inevitablemente todos pasamos.
T. M.









