lunes, 26 de junio de 2023

Entrevista capotiana a Pablo Acosta

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Pablo Acosta.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Lo primero que se me pasa por la cabeza es mi estudio, pero enloquecería: no soporto estar encerrado en casa más de un día. Sé que acabaría haciendo un hueco en la pared para coger aire y poder ver la montaña.

¿Prefiere los animales a la gente? Como decía Pessoa, de una manera más refinada y melancólica, la gente es animal.

¿Es usted cruel? Como animal soy cruel. La gente-animal es cruel siempre. Yo antes lo era más, pero los años te suavizan a golpes. Es eso o convertirte en un monstruo de los muchos que me he encontrado en la vida.

¿Tiene muchos amigos? Conozco a mucha gente.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? A los amigos no se los busca, al menos esa es mi experiencia. Yo no he buscado a nadie. Los pocos amigos que quedan llegaron en un momento determinado de mi vida y han resistido al dios del cambio.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Algunos amigos me han decepcionado, pero todo pasa, incluso eso.

¿Es usted una persona sincera? Más honesta que sincera, pero el mundo es maquiavélico y estás obligado a jugar.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Prefiero estar afuera, porque siempre estoy metido en bibliotecas. Por eso haría un agujero en un muro de mi estudio, si tuviera que vivir allí para siempre. Voy a correr a Montjuïc y esa montaña me lo da todo, durante un tiempo ese todo me lo dio un río alemán.

¿Qué le da más miedo? Saber cómo acaba todo.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandalizan las personas ignorantes y mediocres, y la facilidad que tienen  para llegar a puestos de poder.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? He decidido pocas cosas en mi vida. Ser escritor, tampoco.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí, lo necesito. Corro o nado siempre que puedo.

¿Sabe cocinar? Sí, de hecho me encanta, pero no tengo el don.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Me haría mucha gracia que esa revista contactara conmigo. ¿Existe aún? ¿Lo haría por carta? Siempre la veía en el rastro de mi isla. Un personaje inolvidable… Seguramente a mi primer profesor de literatura medieval, que también es un dramaturgo excelente y un bebedor de whisky insobornable.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Ya lo sabe (sea quién sea usted, ¿Truman Capote?), “mamá”.

¿Y la más peligrosa? Verdad (y todas las que riman con ella, por ejemplo, nación).

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Las adecuadas para una persona que ha estado saltando de contrato en contrato miserable desde que comenzó a trabajar, y que ha visto cómo funcionan los fondos públicos cuando caen en malas manos.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Psiquiatra.

¿Cuáles son sus vicios principales? Esos no los puedo desvelar. ¿Qué misterio hay en eso?

¿Y sus virtudes? Cumplo plazos y suelo invitar a las cervezas.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? He estado pensando en esto últimamente. Me imagino pateando las ventanas de un coche, de uno de esos coches que en la películas caen a un lago. Pienso: con mis nuevas botas no los rompería. Me tengo que comprar unos zapatos de tacón de madera, para tener más posibilidades. Qué pensaría… Pensaría que pase pronto el ahogo, en cruzar el umbral lo antes posible, en las (pocas) personas que dejo detrás, en no poder tocarlas antes de morir.

T. M.