En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Sergio Mayor.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de
él, ¿cuál elegiría? Podría vivir en una cueva si
esa cueva está en Granada. Me admiran las propiedades psicogeográficas de este
lugar.
¿Prefiere los animales a la gente? No, no me interesan los animales por la misma razón que no
me interesan las personas. No llevo provisiones de gente a casa. La fealdad de
mi alma, supongo.
¿Es usted cruel? A veces, en la escritura,
poco, por falta de talento. Crueles son los escritores que conocen la crueldad
del mundo. Considere las hermanas Bronte, o Saki, o Patricia Highsmith. Son
sólo unos nombres.
¿Tiene muchos amigos? No. Tampoco enemigos.
Cultivo la cortesía, pero no la amistad. Soy un tipo de poca sociedad.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? El alcoholismo. Que
no vengan por casa. Que sean intrascendentes. Que a veces tomemos una copa, o
cinco, en la barra de un bar. Eso es todo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Todos somos decepcionantes. Incluso los santos son
decepcionantes. No me creo expectativas. Mi carácter elusivo decepciona a mis
amigos.
¿Es usted una persona sincera? Me gusta el arte, la poesía, la
ficción suprema. No conozco la verdad. No puedo ser sincero. Sobrevivimos
gracias a las mentiras.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Todo mi tiempo es libre. Si no escribo, leo, o paseo, o me
disipo en una barra, o me deleito con la fascinante programación de Telecinco.
¿Qué le da más miedo? Una certeza,
un allí, muy quieto, rígido, en un ataúd, en la sala de un tanatorio, la gente
mirándome, antes del fuego, maldita sea.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Soy de escándalo escaso. Conozco la
caída, la naturaleza de los hombres. He leído a Marco Aurelio. Me escandaliza,
quizás, la gente que se escandaliza, la ira santa de los aspavientos por
nimiedades, por corrupciones políticas, por un presidente del gobierno. Eso me
parece la banalidad de la vida.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa,
¿qué habría hecho? Reverendo
de la Iglesia Anglicana, a ser posible en los tiempos victorianos, no ahora,
que Inglaterra se hunde. Lo digo en serio. Me refiero al anglicanismo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? No, jamás, estoy en contra. Me aburre la conversación de los
atletas. Nada hallo más alejado del espíritu.
¿Sabe cocinar? Sí, comida preparada,
bocadillos, exquisiteces. No entiendo una palabra de los menús de los
restaurantes. Nunca sabré qué es la rúcula.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de
esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Soy poco mitómano. Podría decir Dostoievski, pero ¿qué
tendría ese hombre que decirme? ¿Qué tendría que decirle? Necesitaría
traductores del ruso, y los escritores, lo sé bien, son gente aburrida y
simple. Me gustaría conocer a Napoleón, el Espíritu del Mundo, cuando cruza a
caballo por la ciudad de Jena. Me fascina también el idiota, la falta de
inteligencia, la frivolidad engreída de Terelu Campos, por ejemplo. Se aprende
mucho de esa gente. Ojalá pudiera aprender de von Neumann.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? La primera, la onomatopeya Mamá, casi idéntica en todos los
idiomas, por el sonido de los labios que succionan la teta, el sonido del
placer, la inmensa gratitud y el amor, mmmmm, origen de mamá.
¿Y la más peligrosa? Son
peligrosos porque destruyen el lenguaje: los anglicismos. Exigiría Valle-Inclán
en las escuelas, pero los jóvenes dirían: Valle-Inclán no es guay. Sócrates fue
posible por la abundancia de su lenguaje. Hoy no sería posible. Se empobrece el
pensamiento. Tenemos pocas palabras, son tontas, piensan por nosotras.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? ¿Y si dijera que lo he hecho? Sucedió en una estación ferroviaria de Inglaterra, pero no
soy un hombre sincero.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? La izquierda póstuma. Éramos anti burgueses y hoy todo el
mundo quiere ser burgués. Los jóvenes de los barrios bajos llevan cadenas de
oro. Levinas dice: Ningún sistema salva. A veces, por estas cosas, me llaman
reaccionario. El bolchevique de hoy, en el tiempo de las batucadas, ha pasado a
ser un reaccionario.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No lo sé. Nunca lo he pensado. Lo siento. Hypothesis non
fingo.
¿Cuáles son sus vicios principales? He sido un depósito de vicios. ¿Para qué enumerarlos?
Faltaría siempre alguno. He sido el etcétera de los vicios.
¿Y sus virtudes? Si tuviera,
no son mías. Las recibo por acto reflejo de Ana, mi gran presencia benéfica, la
mujer que beatifica el mundo. Yo saqueo sus virtudes.