En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Sergio Waisman.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Amsterdam.
¿Prefiere los animales a la gente? No.
¿Es usted cruel? En general, no.
¿Tiene muchos amigos? No.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Chispa.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No.
¿Es usted una persona sincera? Sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Con música.
¿Qué le da más miedo? La cárcel.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Es un poco larga la lista. Hoy en día, la situación en el
Medio Oriente.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Inteligencia artificial.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? ¡Sí! Fútbol.
Tenis.
¿Sabe cocinar? Un poco. Lubina. Langostinos. Y asado.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Joseph K.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Home.
¿Y la más peligrosa? Todo depende del contexto.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Estoy siempre a favor de los derechos humanos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un pájaro migratorio.
¿Cuáles son sus vicios principales? No creo en el
concepto.
¿Y sus virtudes? Ni idea.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? I would prefer
not to.
T. M.