En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Eduardo A. Vidal.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Supongo
que escogería quedarme donde resido en la actualidad, en París. Exceptuando la
amenaza siempre latente del terrorismo islamista, los patinetes eléctricos de
alquiler y el riesgo que supone la exposición diaria a partículas finas, se
vive bien por aquí.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de
a qué animales y a qué personas nos estemos refiriendo. Si como compañero de
celda tuviese derecho a elegir únicamente entre dos candidatos y uno de ellos
fuera José Rabadán (el asesino
de la catana) por ejemplo, y el otro fuese un dragón de Komodo
adulto... es evidente que escogería al homicida. Por otro lado, si como
compañero de piso me obligasen a elegir entre convivir con Risto Mejide o
hacerlo con una escolopendra gigantea… (suelta, sin terrario ni hostias) francamente
no sabría por cuál de ambos decantarme.
¿Es usted cruel?
La Naturaleza es
cruel, ¿cómo no iba a serlo yo, que soy obra suya? Somos niños asustadizos empeñados
en preservar el patrimonio material, social, cultural, sentimental y sexual que
tanta paciencia y esfuerzo nos ha costado conquistar. Cuando las cosas no se
dan como esperábamos nos embarga la frustración, es entonces que entrenamos la
crueldad aplicándola contra nosotros mismos auto-recriminándonos con crudeza
fallos garrafales o desatinos irrelevantes. En mi caso, la única crueldad que
me permito con mis semejantes es tejer conclusiones ponzoñosas, raras veces
lanzadas (de manera frontal) contra los objetivos que motivaron sus respectivas
génesis.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, no me
puedo quejar.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, y
que me sorprendan.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sí, sobre todo los
fines de semana. Esos cabrones se van a dormir cada vez más temprano.
¿Es usted una persona sincera?
¿Es usted una persona sincera?
Menos de
lo que quisiera.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Levitar. Rememorar.
Experimentar. Saborear. Valorar. Hallar. Analizar. Crear. Parodiar. Reír.
Fumar. Aspirar. Mandibulear. Eyacular. Profundizar. Sopesar. Narrar. Gozar.
¿Qué le da más miedo?
Los
arácnidos, la miseria, la soledad, el calentamiento global, la generación
Millennial, la Post-Millennial y el cáncer.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Las mentalidades
victimistas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Nunca he
llevado una vida creativa, mi historial laboral es una sucesión de empleos
monótonos y embrutecedores. Abandoné los estudios a los quince años, desde
entonces y hasta ahora que tengo casi treinta y cuatro, comparto estrato social
con el proletariado.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
De vez en
cuando camino.
¿Sabe cocinar?
Sí, o al
menos eso espero ya que así me gano la vida. Por otro lado, disfruto mejor
comiendo lo que otros cocinan.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A David Báez, el
hombre que susurraba a los bonsáis. Mesías del descampado y musa en The Bonsai
Whisperer, un retrato musical compuesto por Arturo Albero.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Amol.
¿Y la más peligrosa?
¿Y la más peligrosa?
Nuclear.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Todos,
en horas bajas, hemos fantaseado con la omnipotencia.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Esta
pregunta me recuerda dos lecturas que tengo pendientes y he ido evadiendo por
pereza: El mito de la izquierda de Gustavo Bueno y Los enemigos del comercio,
de Escohotado.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Uno de mis
gatos.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los
narcocorridos, admirar a mi esposa, obedecer a La Morsa, la verborragia,
Alicante, y el ajoblanco (tanto el casero como el industrial).
¿Y sus virtudes?
Desconozco
la envidia malsana.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Me vi enfrentado a
esa situación en dos ocasiones, primero a los doce años en un arroyo de
Paysandú (Uruguay) y luego a los veintitrés en el Mediterráneo. En ambos casos
no fueron imágenes sino un montaje de escenas, una pesadilla introspectiva
proyectada en la jodida antesala de la Nada, un resumen atropellado de
recuerdos, la misma nostalgia concluyente a la que tienen acceso las conciencias
ordinarias durante una sesión de terapia psicodélica. Veinteañero desencantado
con la realidad, no le hagas caso a las estrellas del trap nacional, meterte
farlopa y apaciguar las ansias con codeína no hará de ti un personaje cool. La vida mola, entérate: Pachamama
Enteógena y el legado de Abert Hofmann quieren verse contigo a solas, tienen
algo que enseñarte.
T. M.