"Un coche rápido, una larga carretera y una mujer al final del camino», escribió Jack Kerouac (1922-1969) en su obra más carismática, «On the road», escrita a inicios de los años cincuenta y publicada en 1957 tras muchos rechazos editoriales y que tanto impactó a los jóvenes norteamericanos de aquella época, fascinados por la mirada libre e innovadora del escritor, tanto ante la vida como ante la literatura. Y en efecto, a Kerouac sólo le bastó eso: un vehículo, tierra por delante y el objetivo de una compañía femenina, para levantar todo un universo estético e ideológico con su máquina de escribir a cuestas y el largo rollo de papel que colocaba para poder teclear de un tirón, obedeciendo a la llamada de la inspiración y la libertad creadoras.
Sin embargo, a Kerouac le iba a disgustar convertirse en un icono de esos jóvenes que pretendían convertir la conservadora y militarizada sociedad estadounidense en un lugar donde la paz, la espiritualidad oriental (sobre todo el budismo zen) y la libertad sexual fueran premisas fundamentales para la convivencia. Si a esta postura se le añade un planteamiento artístico libre de prejuicios y reservas, tenemos entonces como resultado una técnica explicada por el mismo autor de la siguiente forma: «Nada de intervalos que rompan las estructuras de la frase ya arbitrariamente entrecortada mediante falsos puntos y tímidas comas, en la mayoría de los casos inútiles, sino vigorosos guiones que aíslan los momentos respiratorios (como los músicos de jazz que recuperan el aliento entre dos largas frases), las pausas medidas que articulan la estructura de nuestro discurso».
Con esta «escritura espontánea», o «kickwriting», se planteó Kerouac la redacción de «En la carretera», cuyo manuscrito original salió a la luz pocos años atrás, pues en primera instancia se había publicado una versión recortada y censurada, lo que ni impidió que, en palabras de la que fue su novia, Joyce Johnson, en su autobiografía «Personajes secundarios. Memoria “beat”», fueran «miles los que estaban esperando a un profeta que los liberara de las prudentes vidas de clase media que habían sido educados para heredar. “En la carretera” les acercaría la voz de un supremo forajido redimido por su arte, visiones de una vida vivida a una velocidad de vértigo, más allá de cualquier barrera protectora; energía pura y estimulante». Todo un punto de inflexión en la carre(te)ra de Kerouac; un antes y un después en el modo en que la sociedad recibía una propuesta artística audaz y rompedora.
Pero «En la carretera» no fue la primera novela del portaestandarte de la generación «beat» (él mismo acuñó el término, que puede entenderse como «ritmo» o «compás» pero también como «golpeado» o «vencido»), aquella que formada por otros singulares escritores como William Burroughs y Allen Ginsberg dio vía libre a la imaginación y a los efectos provocados por el alcohol –Kerouac murió de cirrosis a los cuarenta y siete años– y las drogas. El autor ya había publicado «The Town and the City» en 1950, y ahora la editorial inglesa Penguin presenta la que sería su primera obra y que se suponía perdida, «The Sea Is my Brother» (El mar es mi hermano).
La novela, al parecer escrita en 1943, narra la historia de un joven de veinte años que se embarca en la marina mercante y se traslada de Boston a Groenlandia. Como había hecho el propio Kerouac, que unos meses antes había tenido una corta experiencia como miembro de la Marina estadounidense: tan sólo ocho días antes de ser declarado enfermo; en concreto se le diagnosticó «dementia praecox», es decir, demencia prematura, un desorden psicótico. «The Sea Is my Brother», curiosamente, ya había aparecido en traducción eslovaca en 2010. De hecho, Kerouac escribió una buena cantidad de textos en la década de los cuarenta que no vieron la luz hasta el siglo XXI, caso de la novela «Orpheus Emerged» (2002) o del texto escrito en colaboración con Burroughs «And the Hippos Were Boiled in Their Tanks» (2008).
«The Sea is my brother» son 158 páginas, descubiertas en un archivo por el hermanastro de Kerouac, en las que se repiten los temas que han nutrido toda la novelística del escritor: su afán por el viaje, la vida natural y espiritual, el horizonte simbólico. Los críticos han indicado que esta obra de juventud que ahora ve la luz en Londres no se trata de una obra redonda, que su interés radica sobre todo en conocer cómo esos ítems narrativos de un juvenil Kerouac se asomarán más tarde en otras obras, por supuesto en «En la carretera», pero también en la budista «Los vagabundos del Dharma», en la que se lee algo que bien podría extrapolarse al resto de obras del escritor: «Feliz. Sólo con mis pantalones cortos, descalzo, el pelo alborotado, junto al fuego, cantando, bebiendo vino, escupiendo, saltando, correteando –¡esto sí que es vida!–".
El propio Kerouac dijo que «El mar es mi hermano» trataba de un hombre sencillo llamado Wesley Martin que abandona los estudios (como el mismo autor) y se rebela ante las desigualdades, frustraciones y agonías que provoca la sociedad. En el mar, el protagonista encontrará una forma de amor solitario y extraño, mientras que el otro personaje, el colega Everhart, hallará en el océano la soledad que resulta más honda. Con esta obra, Jack Kerouac se insertaba en la gran tradición de la literatura marina americana, con la influyente «Moby Dick» de Melville a la cabeza; un paso breve entre olas, pues lo esperaba la gran escritura del asfalto, del coche en el camino, y al final, una mujer esperando.