lunes, 18 de marzo de 2024

Conferencia sobre Walt Whitman en el Instituto Franklin-UAH, Alcalá de Henares

 

Mañana día 19 a las 14:00, daré la conferencia "Walt Whitman y su contexto, su obra en marcha Hojas de hierba: influencia e impacto de su poesía", en el Instituto Franklin-UAH (calle de la Trinidad, 3, Alcalá de Henares, Madrid; aula 5 del Convento de Caracciolos). Como informa el propio Instituto: la conferencia se enmarca dentro de la asignatura "Poesía Norteamericana Contemporánea" impartida por la Dra. Esperanza Cerdá Redondo, profesora titular de la Universidad de Alcalá. Se enfocará en analizar la vida y obra de Walt Whitman, haciendo especial énfasis en su obra más conocida, Hojas de hierba, con el fin de explorar el contexto histórico, cultural y literario que rodea al poeta estadounidense, examinando en profundidad su visión única y su impacto perdurable en la poesía y la sociedad estadounidense.

domingo, 17 de marzo de 2024

Entrevista capotiana a Marta Renato

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Marta Renato.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Un pueblo tranquilo en los Pirineos.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a la gente; me gusta conocer gente nueva porque siempre aprendo algo. Aunque también necesito soledad en pequeñas dosis.

¿Es usted cruel? En mi faceta de escritora debo ser cruel. Los protagonistas que no sufren no mueven la historia ni son interesantes, así que después de crear los personajes con mimo, inventar su pasado, familiarizarte con su carácter y su forma de pensar… ¡toca hacerlos sufrir! Y no negaré que a veces disfruto ideando situaciones límite que los obligan a tomar decisiones imposibles.

¿Tiene muchos amigos? Mi círculo de amigos es reducido. Me gustaría conservar mejor algunas amistades, pero las distancias y los deberes del día a día lo dificultan.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? No busco cualidades, sino personas con las que sienta cierta conexión.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Todo el mundo decepciona de vez en cuando. Yo he decepcionado muchas veces a los que más quiero.

¿Es usted una persona sincera? Sí, no suelo mentir, aunque también me callo muchas verdades que sé que no gustarán.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Viajando con mi familia y leyendo en los ratos de descanso.

¿Qué le da más miedo? Un estado de desesperanza y estancamiento, con la certeza de que todos los días futuros serán iguales, sin expectativas ni ilusiones nuevas, y que no podré escapar.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Quizá las mentiras manifiestas, esas que demuestran que el mentiroso está tratando de tontos a los demás.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me considero escritora porque escribir es la ocupación que más me apasiona y me llena, pero la administración pública es quien paga mis facturas. Empecé una carrera en ciencia y abandoné por la precariedad laboral del trabajo de investigación. Entonces, me especialicé en comunicación científica y en mi empleo actual cumplo sobre todo tareas de gestión.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Natación.

¿Sabe cocinar? No se me da muy bien porque tiendo a inventarme las recetas sobre la marcha y el resultado no siempre es el esperado.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A una mujer emprendedora en una región con un desarrollo económico bajo. He leído algunas historias sobre ellas muy esperanzadoras.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Sabiduría.

¿Y la más peligrosa? Nosotros, en contraposición a ellos (o cualquier otra forma de hacer referencia a un colectivo que consideramos separado, distinto y con menos derechos).

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Solo a ciertos personajes de mis historias que me complican la trama y acabo pensando si puedo matarlos de alguna forma rápida.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy de izquierdas, aunque los últimos meses he estado bastante desconectada de la política. Los políticos sí que me decepcionan constantemente, mucho más que mis amigos.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me conformo con ser la persona que soy. O quizá me gustaría ser una persona que no padezca migrañas.

¿Cuáles son sus vicios principales? Tengo debilidad por los dulces.

¿Y sus virtudes? Que suelo abstenerme de opinar sobre temas que no me conciernen.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mis últimos pensamientos serían para mi familia.

T. M.

sábado, 16 de marzo de 2024

Aly Herscovitz, una amante de Pla en un campo de exterminio

Este 2024 estará marcado editorialmente por Franz Kafka. El clímax llegará el 3 de junio, centenario de su muerte, pero antes y después se irán sucediendo libros cada mes. Ya mismo tenemos al alcance “Soy Milena de Praga” (Galaxia Gutenberg), de Monika Zgustova, que relata en clave narrativa la trayectoria de la traductora Milena Jesenská, de la que el autor checo se enamoró, si bien la relación no acabaría de cuajar, y su vínculo se reduciría en buena parte a lo epistolar.

Mujer de gran coraje, en su postura política de defensa del feminismo y de su oposición al régimen de Hitler, Milena fue detenida por la Gestapo en 1939 y recluida en el campo de concentración de Ravensbrück, donde murió en 1944 a causa de una infección renal. Una víctima más que generó el nazismo, pero no el único caso entre un escritor y una mujer con destino trágico relacionado con Holocausto. Otro más cercano lo protagonizaron Josep Pla, y Aly Herscovitz.

Se conocieron (él tenía 26 años; ella, 21) en un café berlinés, Romanisches, y a ello se refiere el catalán en sus “Notas dispersas” (1969), donde cuenta que Aly venía de una familia rumana judía radicada en Leipzig. Una chica aquella con mucha vida social y sexual (contrajo la sífilis) que fue pareja brevemente de Pla hasta que éste abandonó la ciudad alemana, en un tiempo de desbordante inflación, para instalarse en París. Entonces volvió a saber de ella por medio de una carta y la ayudó para que curara su enfermedad a través del contacto de un conocido político. Pero lo peor estaba por venir, pues acabó muriendo en una cámara de gas en un campo de exterminio nazi.

Lo que pasó entre el narrador y esta muchacha lo cuenta Xavier Pericay en “Aly Herscovitz. Cenizas en la vida europea de Josep Pla” (editorial Athenaica), con prólogo de Arcadi Espada, que explica los pormenores de cómo él mismo junto con otras cuatro personas y desde diferentes lugares del continente, emprendieron la tarea casi imposible de recabar información sobre Herscovitz. “La historia que este libro narra tiene el propósito de ajustar cuentas con un gigantesco asesino. El modo es el de volver a la vida a uno de los centenares de miles de seres humanos que mató”, dice Espada. Ese asesino, Rudolf Höss, fue ahorcado en 1947 en el campo de Auschwitz, del que fue comandante. Pericay cuenta el proceso de investigación y transcribe al Pla que escribió el fragmento «La señorita Aly Herscovitz».

“Había recibido una enseñanza y una educación muy buenas, dominaba el francés y el inglés, y tenía una conversación agradabilísima”, además de ser una entusiasta de la música militar y de las virtudes patrióticas de Alemania, dice Pla. En Francia, Aly trabajó como modelo de varios escultores, pero acabó volviendo a Alemania. Al final, Pla sospechó de su destino al enterarse de la existencia de “hornos crematorios destinados especialmente a los judíos que no habían podido emigrar. Un movimiento fulgurante de la intuición me hizo suponer que la señorita Herscovitz había sido quemada”. Sus pesquisas posteriores no trajeron frutos, y sólo pudo expresar así su pesar: “El paso del tiempo lo ha confirmado todo. ¡Pobre criatura! Cuanto más incierto es el recuerdo, más dolorosa y trágica es la catástrofe final”.

Publicado en La Razón, 22-I-2024

viernes, 15 de marzo de 2024

Entrevista capotiana a Ignacio Orovio

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ignacio Orovio.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Si hablamos de un microespacio, mi sofá. Si me dais algo más de margen, elegiría el Montseny.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a la gente.

¿Es usted cruel? Cínico, a veces.

¿Tiene muchos amigos? Sí. Algunos desde hace dos décadas o más.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Sentido del humor, fidelidad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No.

¿Es usted una persona sincera? Lo intento.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? En mi huerto, o corriendo por la montaña.

¿Qué le da más miedo? Morir.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? En primer lugar, el desequilibrio entre ricos y pobres, pornográfico, hardcore, demencial. En segundo lugar, que la política se haya convertido en una fe, de manera que no importa si los tuyos son corruptos, o inútiles, o las dos cosas: los votas igual.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Leer obsesivamente para conseguirlo.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Corro por la montaña, a veces salgo en bicicleta de montaña.

¿Sabe cocinar? Algunas pocas cosas muy simples. Lo que mejor se me da es aprovechar ingredientes random de la nevera para platos decentes.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A mi tío Luis Monreal, arqueólogo y gestor cultural. Un fenónemo.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Agua.

¿Y la más peligrosa? Ultra.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? En realidad no.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Muy de izquierdas.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Hacker, detective,

¿Cuáles son sus vicios principales? El chocolate, el vino, zampar.

¿Y sus virtudes? Diría que la constancia, la energía, la fuerza de voluntad.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? ¡Un flotador, un flotador!

T. M.

jueves, 14 de marzo de 2024

Reseña de "Muy al norte en el turbio mar. Una historia de la literatura inglesa" en la revista "Quimera"

En el último número de la revista Quimera (483, marzo), he tenido la grata sorpresa de encontrarme con que José de María Romero Barea se ha ocupado de reseñar mi libro Muy al norte en el turbio mar. Una historia de la literatura inglesa (Guillermo Escolar, 2022). Quedo muy agradecido a quien tanto se interesa por mis libros con tamaño afecto y generosidad.

miércoles, 13 de marzo de 2024

Entrevista capotiana a Laura Gonzalvo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Laura Gonzalvo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Me encanta Barcelona. Dice mi tío que con la edad uno busca regresar a los lugares de su infancia: los paisajes, los olores, los rincones cargados de recuerdos y significados. Siempre pensé que en mi caso no era así, ya nunca he sentido el deseo de volver a vivir en el pueblo en el que me crié. Sin embargo, tengo ese sentimiento con Barcelona ciudad. Creo que es porque allí viví los mejores y peores momentos de la adolescencia y primera juventud.

¿Prefiere los animales a la gente? No. Prefiero a las personas, para lo bueno y para lo malo.

¿Es usted cruel? A veces. Pienso que todos lo somos en ocasiones. Una vez alguien, en un curso de escritura, dijo que hay que entender a los villanos de las historias: comprender que ellos creen en su verdad, que incluso cuando son crueles ellos están de su parte.

¿Tiene muchos amigos? No lo sé. A veces siento nostalgia por amigos que perdí, otras me siento muy afortunada por conservar otros tantos. Lo que creo que no he perdido del todo es la capacidad por hacer amigos nuevos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Poder mantener una buena conversación. No es indispensable, a veces tienes amigos con los que te unen experiencias o un gran afecto, pero la conversación languidece. Sin embargo, los que siento más próximos son aquellos con los que sin saber por qué nunca se acaban los temas.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. En general no creo que «decepcionar» sea un verbo adecuado para las relaciones humanas. Todos somos complejos y cometemos errores y tenemos nuestras prioridades. La amistad es un acto de generosidad y cada uno da y recibe lo que quiere y puede.

¿Es usted una persona sincera? En términos generales, sí. Pero lo soy por practicidad: miento fatal. Sin embargo, hay cosas o matices que sé que es mejor no contar a todo el mundo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Tengo tres hijas y hace bastantes años que casi todo el tiempo libre lo ocupan ellas. Ahora que las mayores ya han entrado en la adolescencia y la pequeña no lo es tanto, me sorprendo a veces sin saber en qué ocupar las horas vacías. En general las lleno leyendo, durmiendo o perdiendo el tiempo y cada vez estoy más convencida de que eso no es malo.

¿Qué le da más miedo? Antes lo que más temía era la muerte. Desde que soy madre, el miedo ha pasado a monopolizarlo cualquier desgracia que pudiera ocurrirle a alguna de mis hijas.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La maldad o el egoísmo por parte de una persona culta. Aunque la falta de cultura es algo que todavía me deja fuera de juego, creo que el desconocimiento puede ser un eximente. En cambio, cuando alguien ha tenido acceso a la cultura y al saber y decide obrar mal, me parece intolerable.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? He hecho muchas cosas en mi vida además de escribir de manera creativa: he sido cuentacuentos, editora, redactora, directora de márquetin… Creo que también se me hubiera dado bien ser maestra o librera, profesiones ambas que todavía no descarto. Sin embargo, en otra vida, lo que de verdad me hubiera gustado es ser artesana. Ebanista o joyera, por ejemplo.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? No soy demasiado deportista, pero desde hace años practico yoga con más o menos regularidad. Lo que más me gusta de la práctica es lo que dice una de mis profesoras: que lo bueno de no ser especialmente flexible o atlética es que tienes toda la vida para practicar.

¿Sabe cocinar? Defina «saber» ... Me las apaño para sobrevivir y que los que dependen de mí sobrevivan también. No es que se me dé especialmente mal, el problema es que siempre se me ocurren cosas más interesantes en las que invertir el tiempo.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Patti Smith. No hace demasiado que leí su Éramos unos críos y me afectó profundamente. Creo que tendría ser lectura obligatoria en bachillerato para que aquellos que tienen vocaciones artísticas o creativas vean de qué va la película y que es duro, complejo, pero posible creer en uno mismo como artista.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Libertad.

¿Y la más peligrosa? Libertad.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? A nivel literal, no. Hay algo programado dentro de mí que rechaza la sola idea de matar. Creo que tiene más que ver con la educación que con la biología y muchísimo con la superstición. Siempre me ha consolado la creencia popular de que cuando sueñas que alguien muere en realidad le estás alargando la vida.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Una vez respondí a una encuesta en la que a partir de ciertas preguntas concretas te ubicaban en una gráfica y podías ver dónde estabas tú respecto a los partidos políticos del momento. Quedé mucho más a la izquierda de lo que esperaba, bastante más que el partido político al que suelo votar.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Creo que me gustaría ser yo misma, pero en todas las opciones que descarté en su día. Por probar. No creo que haya una vida mejor que otra, pero siento curiosidad por saber cómo hubiera sido de haber elegido la pastilla azul. O la roja.

¿Cuáles son sus vicios principales? Soy muy dormilona y me encanta el café. Puede que una cosa quiera compensar la otra. También me encanta pasarme horas bajo el chorro de agua de la ducha. Es donde se me ocurren las mejores ideas. Ahora mismo, con la sequía que tenemos en Cataluña, es un vicio imperdonable que he tenido que abandonar hasta que lleguen tiempos mejores.

¿Y sus virtudes? Me cuesta más hablar de virtudes que de defectos. Dicen que soy buena gente. También dice, mi marido, que podría haber sido abogada defensora por lo que puedo llegar a argumentar (discutir, pelear, morder) a favor de las causas en las que creo.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mis hijas, mi marido, mis padres, mi hermano, mis sobrinos y la yo que podría haber sido en el futuro de no estar ahogándome ahora mismo.

T. M.

martes, 12 de marzo de 2024

Epidemias, un peaje inevitable en la vida humana

Un buen día, Daniel Defoe llevó su visión periodística-literaria al límite al publicar “Diario del año de la peste", la crónica en torno a cómo la peste bubónica de 1665 había acabado con más de cien mil personas, una tragedia que los londinenses aún recordaban. Sin embargo, el autor de “Robinson Crusoe” contó la presunta verdad –se incluían estadísticas, ordenanzas políticas, declaraciones de médicos– mintiendo, haciendo pura literatura, si bien con una apariencia de exactitud informativa. Todo lo cual hizo que muchos leyeran esa ficción como un relato histórico a rajatabla.

Siglos más tarde, algo parecido hará Albert Camus, cuya novela “La peste” (1947) destacó en la lista de ventas, durante algunas semanas del 2020: la estadística la explicó el coronavirus, el cual hizo revivir esta obra que versa sobre una población acosada por una epidemia. Contaba la historia de unos doctores consagrados a labores humanitarias en la ciudad de Orán, en un momento en que esta es azotada por una plaga terrible. Todos los integrantes del argumento, desde los médicos hasta los turistas, son el vivo reflejo de las reacciones humanas que aparecen cuando una peste se extiende dentro de una determinada población. Un argumento quizá basado en la epidemia de cólera que Orán padeció en 1849 tras la colonización francesa.

Estos dos libros volvieron a la actualidad editorial empujados por el impacto de la Covid-19, al tiempo que fueron apareciendo novedades como “Vacunas, verdades, mentiras y controversia” (Capitán Swing, 2021), del danés Peter Gøtzsche. Con él, el lector pudo conocer, por ejemplo, la importancia de la vacuna de la viruela, que antes había matado a quinientos millones de personas. Lo importante en este contexto, empero, más allá de la evidencia de que la vacunación ha traído salud y una esperanza de vida sin igual a lo largo de la historia, es el hecho de que Gøtzsche, como decía en el prólogo Francisco Salmerón, responsable de vacunas de la Agencia del Medicamento durante veinticinco años, ponía en todo ello un enfoque realista. Lo hacía analizando la dimensión comercial ligada a este mundillo que a veces se aleja de la verdad objetiva e incluso propende a una falta de ética obvia y retorcida. En otro prólogo, además, Enrique Gavilán, afirmaba que los principales problemas de la sociedad actual son el exceso de información y el miedo.

Historia como historia natural

Estos dos asuntos están tan estrechamente ligados que libros como el de Gøtzsche ayudan a adquirir conocimientos farmacológicos útiles, reforzando la idea de que es absurdo estar a favor o en contra de las vacunas, sino que simplemente cabe pensar que algunas son necesarias, otras prescindibles y en otras existen dudas razonables, y que incluso su efecto y recomendación varía según las circunstancias de cada persona o población. Pues bien, en un plano más histórico, aparece ahora “Cuerpos extraños. Pandemias, vacunas y salud de las naciones” (traducción de Efrén Del Valle Peñamil), de Sir Simon Schama, miembro de la Excelentísima Orden del Imperio Británico y profesor de Historia del arte en la Universidad de Columbia.

Del mismo autor –que también es crítico de arte y ha sido guionista y presentador de cincuenta documentales televisivos sobre arte, historia y literatura– ya la editorial Debate publicó su impresionante “Historia de los judíos” en dos gruesos volúmenes y otro trabajo mastodóntico titulado “Ciudadanos. Una crónica de la Revolución francesa”. De tal modo que estamos ante una autoridad en el ámbito de la investigación histórica, lo que se vuelve a constatar con su nuevo trabajo. “Al final, toda la historia es historia natural”, dice al comienzo del libro, aludiendo a cómo tituló Plinio el Viejo (en el siglo I) sus estudios, que su sobrino recopiló en treinta y seis volúmenes. Con esos abundantes datos, se podía “argumentar que la biología y la ecología, y la interacción entre ambas, son los condicionantes últimos del destino humano”.

Con esta premisa, Schama llega a la conclusión de que, analizando diez milenios de civilización humana, el ser humano siempre vuelve a la idea de que “los hechos que llenan millones y millones de páginas de historia documentada –guerras y revoluciones, el auge y caída de ciudades e imperios, delirios de fe, la acumulación y pérdida de riqueza– se han visto circunscritos por lo que le hemos hecho a la naturaleza y lo que ella nos ha hecho a nosotros”. El poder de los hombres podrá dirigir el mundo como sea, pero, ciertamente, lo que más interviene en la existencia humana son los imperativos bioecológicos. Y para ello, la ciencia, afirma, es nuestra mejor defensa.

Científicos judíos

Muy al comienzo de su obra, el autor coloca una cita del “Decamerón” (1353), en que Boccaccio puso a diez personajes a contarse cuentos para entretenerse mientras duraba un confinamiento producido por la peste bubónica que asoló Florencia en 1348. El poeta italiano describía las consecuencias, tanto físicas como psicológicas y sociales, de semejante epidemia, que destruyó la vida de alrededor treinta millones de personas en toda Europa. Con tamaño ejemplo, las anterior palabras de Schama cobran todo el sentido, más cuando recuerda cómo en marzo de 2021, cuando ya se había llegado al decimotercer mes de la COVID-19, la llegada de la primavera, con el florecimiento de la vegetación y el periodo de mayor actividad animal, hizo que “la desolación de las ciudades, el silencio lúgubre de las calles y las plazas” quedaran compensados por el esplendor de la naturaleza, siquiera en los parques o jardines circundantes o al mirar el vuelo de las aves.

El enfoque de Schama frente a lo epidémico y cómo esto afecta a las sociedades y naciones es diverso: examina cómo el miedo a la propagación de enfermedades y a la muerte, propia o colectiva, hace que los gobernantes a menudo intenten culpabilizar a otros, ya sean extranjeros o judíos. Por ejemplo, el autor cuenta que, en el siglo XIV, se decía que la peste era producto de que los judíos hubieran envenenado pozos de agua potable a los que acudían los cristianos, lo cual llegó tan lejos que incluso hubo al respecto juicios y ejecuciones en Alemania. También, aparecerán en estas páginas casos más cercanos y conocidos, como los barcos que se ponían en cuarentena a fines del siglo XIX al llegar a Nueva York, por llevar pasajeros enfermos de tifus que huían de los pogromos del este de Europa.

Pero también fueron judíos algunos de los científicos que más cosas aportaron a la investigación de los virus: muy en especial Waldemar Haffkine, un estudiante judío que, de ser pistolero en Odesa, acabó como microbiólogo en el Instiuto Pasteur. Fue de tal calado su trabajo que en Inglaterra se le llamó «salvador de la humanidad» por idear un sistema de producción masiva de vacunas en Bombay, lo que condujo a inmunizar a millones de personas contra el cólera y la peste bubónica. Un suceso este que tal vez está muy lejos de lo que ocurrió hace escasas fechas, cuando se generó toda suerte de criterios diferentes para luchar contra la Covid, añadiéndose luchas empresariales en el mundo farmacéutico que separó o enfrentó a las gentes y a los países en lo que debería haber sido un desafío absolutamente común.

Publicado en La Razón, 21-I-2024

lunes, 11 de marzo de 2024

Entrevista capotiana a Iván Ledesma

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Iván Ledesma.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? ¿Le parece poco el estar ya atrapado en esta insignificante mota de polvo perdida en el inconmensurable vacío infinito del cosmos? Pedantería de broma aparte, si tuviera que estar en un sitio por siempre jamás, tipo atrapado sin poder salir… que sea un resort de lujo en un entorno montañoso idílico, con sus piscinas climatizadas, su biblioteca, su cine, conexión a internet, enormes suites, que pueda venir familia y amigos… Comodidad por favor.

¿Prefiere los animales a la gente? Todos somos animales (Seguro que todos le han respondido algo por el estilo) Prefiero los amigos, sean de la raza que sean. Hay gente que me repugna y animales que me dan miedo.

¿Es usted cruel? Intento no serlo. No siempre me sale bien.

¿Tiene muchos amigos? No. Conocidos y colegas muchísimos. Pero amigos, pocos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Las mismas que llevo tatuadas en la piel. El código bushido en toda su extensión: Justicia, respeto, cortesía, coraje, honor, benevolencia, honestidad y lealtad. Ah, y risas, que, aunque quede fuera del código es tan importante como las demás.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Decepcionar es humano, olvidar y perdonar es divino.

¿Es usted una persona sincera? No, Soy escritor. Vivo en una fantasía constante. Adorno todo lo que explico y exagero cualquier hecho para hacerlo interesante y ameno. Mi trabajo es lo contrario a la sinceridad. Eso no quita que, en lo importante, lo intente.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Como Bukowski, rascándome los sobacos.

¿Qué le da más miedo? Lo que a todos: Una muerte lenta y dolorosa.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandaliza la banalización de las guerras, del terrorismo, de la violencia contra las mujeres, de la anestesia que nos provocan imágenes atroces, noticias terribles, relatos reales espeluznantes, que de tan repetidos y vistos se hacen rutinarios.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Seguir como técnico sanitario, descubrí hace tiempo que cuidar a gente como he hecho muchos años me daba paz interior.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Boxeo. Y largas caminatas.

¿Sabe cocinar? Sí. Pero solo postres y platos que engorden. Y me sale todo bastante bueno para sufrimiento de aquel de mi entorno que pretenda estar a dieta.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Llàtzer Escarceller. Nunca suficientemente recordado.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? PAZ.

¿Y la más peligrosa? CODICIA.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Todos los días. Lo maravilloso de ser un ser racional es que puedo decidir contenerme. Y de hecho lo hago.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Enfadado y desencantado.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Una gaviota. La gente les tiene miedo y asco y no tienen depredadores. Me encanta.

¿Cuáles son sus vicios principales? Soy vago y procrastinador en extremo, divago mucho y me distraigo con cualquier cosa.

¿Y sus virtudes? Como Earl, intento ser mejor persona. Aunque no tengo claro si me sale bien.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Ufff. Una peli autóctona y encima ya la he visto. Vaya tostón. Fuera bromas: espero que sean momentos divertidos y felices con la gente que quiero.

T. M.

domingo, 10 de marzo de 2024

Los enemigos del mérito

En un mundo dominado por lo políticamente correcto, por la aberrante cultura woke, por la censura generalizada ante la ideología de moda, por la manipulación del lenguaje y de los ismos radicales y excluyentes…; en este ambiente de podredumbre cultural, decimos, en que tantísimos escritores y filósofos muestran partidismos políticos y una falta absoluta de librepensamiento o de cuestionamiento de la realidad social, se necesitan más que nunca trabajos que sean críticos y nos lleven a replantearnos la mirada hacia lo circundante.

Por fortuna, frente al alud de mediocridad de pensamiento imperante, que tantas veces toma una postura neutra para no ofender a los ofendidos sempiternos, surgen libros que tratan de atacar el “statu quo”, o muy de vez e cuando alguna voz “irreductible”, por decirlo con una palabra que usó Antoine Compagnon para analizar al que llamaba moderno antimoderno Baudelaire. Se sucede además lo que dan en llamar “cancelaciones”, silenciando a autores célebres, incluso por lo que dicen sus personajes ficticios, ya sea un clásico antiguo como Chaucer o autores contemporáneos como Harper Lee, Agatha Christie, Hemingway o Dahl con excusas de racismo, judeofobia o misoginia.

Esto ocurre, de forma preponderante, en el ámbito anglosajón, y tiene que venir un hombre de setenta y seis años para, sin pelos en la lengua, demostrar “La muerte de la libertad de expresión y por qué nos saldrá cara” (Deusto, 2023). El hartazgo del dramaturgo y cineasta de soportar este clima de neopuritanismo lo llevaba a ironizar sobre ideología de género, los políticos, los periódicos o a la actitud de las escuelas frente al bullying, indicando la existencia de una cultura del lloriqueo constante y colectivo. Muchas veces, esto estaba relacionado con el buenismo de la izquierda política y su frenesí por alcanzar el mito de la igualdad, de ver y de tratar a todo el mundo de forma idéntica.

El francés Alain Finkielkraut, por su parte, ya ha ido señalando lo que da en llamar «modernidad desequilibrada», que ha llegado hasta su último ensayo, “La posliteratura” (Alianza, 2023). Aquí se atrevía a decir que los libros ya no tienen ninguna virtud formativa y que incluso los más jóvenes muestran una postura de superioridad moral que les confiere «la victoria total sobre los prejuicios. Neofeminismo simplificador, antirracismo sonámbulo, recubrimiento metódico de la fealdad y de la belleza del mundo mediante las ecuaciones del pensar calculador, negación obstinada de la finitud: en su lucha contra la mentira, el arte está perdiendo la partida».

La odiosa igualdad

El pensador francés ponía diversos ejemplos, y en verdad, ningún ámbito se salva de ese tratamiento inquisitorial: festivales de música, obras de teatro y óperas. El asunto es manifestar un mismo argumentario: «vencer la exclusión, celebrar la hospitalidad, borrar las fronteras», desechar, en definitiva, lo que suponga méritos, ganarse un escalafón, ser mejor en algo. Ahora el enemigo es la jerarquía, concluía, en pos de la igual dignidad de las personas. Este proceder, pues, «como no esquiva ningún campo de la existencia, su devoradora pasión democrática limpia nuestra civilización de todo cuanto le daba valor». El autor así se lamentaba de una odiosa igualdad, tan caprichosa como frívola e improductiva. Y sospechamos que Sophie Coignard, autora de “La tiranía de la mediocridad” (traducción de Nuria Viver), estará de acuerdo con su compatriota.

Dicha periodista, que desde 1987 trabaja para el semanario “Le Point”, donde ejerce como editorialista con una columna donde expone lo que le indigna sobremanera, ya en el siglo pasado publicó libros de investigación que destapaban turbios aspectos de su país, con títulos que ya lo dicen todo, como “La République bananière” o “L'Omerta Française”, hasta llegar a otro de 2011 como “Le pacte inmoral”. Ahora, en este texto tan mordaz que defiende por qué debemos salvar el mérito, con sólo echar un vistazo a su índice ya obtenemos una mirada de las flechas que va a lanzar: “Los enemigos del mérito”, “Un valor universal pisoteado”, “El crepúsculo de la ambición”, “La universidad harapienta”, “¡El mérito no es woke!”, “Los indignados de la excelencia”, rezan algunos de sus capítulos.

Muy en especial, Coignard analiza el ámbito educativo, en que para ella es posible mantener la promoción de unas élites virtuosas al tiempo que se garantiza que haya, desde luego, una justicia social que facilite otro tipo de “igualdad”, la de tener al alcance las mismas oportunidades para acceder a esas élites. En este sentido, la escuela pública estaría renunciando a tal cosa. En Francia, durante la presidencia de François Hollande, su ministra de Educación Nacional se ensañó contra los becados por mérito, cuenta la escritora. “Cuando tomó posesión de su cargo, inició una cruzada contra los que obtenían la calificación de matrícula de honor en el examen de bachillerato y recibían, para continuar sus estudios, una modesta dotación de 1.800 euros al año. Una suma irrisoria para el Estado, pero crucial para sus beneficiarios”.

Huir del mérito como de la peste

Al final, desde el Gobierno galo se fue contra las asociaciones de estudiantes con la idea de preferir aumentar el número de becados “sin establecer la menor distinción entre los malos estudiantes y los excelentes. ¡Nada de discriminación! Esta obstinación me escandalizó”. Esta sospecha «de izquierdas» hacia el mérito ya la conocía Coignard; también, que “la meritocracia, si no se tiene cuidado, puede servir de elegante taparrabos para la perpetuación de los privilegios”. Con todo, era inaceptable que se negara una ayuda suplementaria a los que, “a pesar de su fragilidad, habían tenido el valor de desarrollar su talento y desplegar todo su esfuerzo para dar lo mejor de sí mismos”. Es decir, los más estudiosos no merecían ser mejor tratados que los que habían mostrado sólo mediocridad y falta de esfuerzo.

Coignard, así, emprende una cruzada contra los que intentan desacreditar el mérito, atacando duramente la política francesa hasta la actualidad, si bien se trata de una postura ya universal: «Me gustan los que no tienen títulos», declaraba Donald Trump en Nevada en las primarias estadounidenses de 2016. “Era aclamado por la multitud… de los no titulados”, refiere la autora. ”¡Menuda ruptura con los mensajes enviados por sus predecesores, de Reagan a Obama, que exaltaban el mérito como valor fundador del sueño americano!”, añade.

La periodista, asimismo, va recogiendo declaraciones de gobernantes o pensadores franceses que ven la meritocracia como una discriminación al hacer más egoístas a los individuos, y por lo tanto sería algo que atentaría contra el bien común. Pero la autora más va más allá, pues se adentra en la vida personal y profesional de aquellos que dicen tales cosas para indicar sin tapujos las contradicciones e hipocresías en las que incurren, como los casos de Chantal Jaquet o Ismaël Le Mouël; a estos contrapone figuras más honrosas como Charles Péguy o Albert Camus, “los dos huérfanos de padre y cuyas madres tuvieron trabajos precarios, reparadora de sillas una y mujer de la limpieza la otra”. En contraste, a autores actuales como el galardonado con el Premio Goncourt de 2018 Nicolas Mathieu “no le gusta el mérito. Huye de él como de la peste”. Ya lo decíamos: hay una falta absoluta de referentes valientes, en el plano literario, que afeen fenómenos que solamente menguan nuestra vida en sociedad y nos hacen, tantas veces, tan iguales como estúpidos.

Publicado en La Razón, 20-I-2024

sábado, 9 de marzo de 2024

Entrevista capotiana a Sergio Mayor

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Sergio Mayor.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Podría vivir en una cueva si esa cueva está en Granada. Me admiran las propiedades psicogeográficas de este lugar. 

¿Prefiere los animales a la gente? No, no me interesan los animales por la misma razón que no me interesan las personas. No llevo provisiones de gente a casa. La fealdad de mi alma, supongo. 

¿Es usted cruel? A veces, en la escritura, poco, por falta de talento. Crueles son los escritores que conocen la crueldad del mundo. Considere las hermanas Bronte, o Saki, o Patricia Highsmith. Son sólo unos nombres.  

¿Tiene muchos amigos?  No. Tampoco enemigos. Cultivo la cortesía, pero no la amistad. Soy un tipo de poca sociedad. 

¿Qué cualidades busca en sus amigos? El alcoholismo. Que no vengan por casa. Que sean intrascendentes. Que a veces tomemos una copa, o cinco, en la barra de un bar. Eso es todo. 

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Todos somos decepcionantes. Incluso los santos son decepcionantes. No me creo expectativas. Mi carácter elusivo decepciona a mis amigos.

¿Es usted una persona sincera?Me gusta el arte, la poesía, la ficción suprema. No conozco la verdad. No puedo ser sincero. Sobrevivimos gracias a las mentiras.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Todo mi tiempo es libre. Si no escribo, leo, o paseo, o me disipo en una barra, o me deleito con la fascinante programación de Telecinco.

¿Qué le da más miedo? Una certeza, un allí, muy quieto, rígido, en un ataúd, en la sala de un tanatorio, la gente mirándome, antes del fuego, maldita sea.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Soy de escándalo escaso. Conozco la caída, la naturaleza de los hombres. He leído a Marco Aurelio. Me escandaliza, quizás, la gente que se escandaliza, la ira santa de los aspavientos por nimiedades, por corrupciones políticas, por un presidente del gobierno. Eso me parece la banalidad de la vida. 

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Reverendo de la Iglesia Anglicana, a ser posible en los tiempos victorianos, no ahora, que Inglaterra se hunde. Lo digo en serio. Me refiero al anglicanismo.  

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? No, jamás, estoy en contra. Me aburre la conversación de los atletas. Nada hallo más alejado del espíritu.

¿Sabe cocinar? Sí, comida preparada, bocadillos, exquisiteces. No entiendo una palabra de los menús de los restaurantes. Nunca sabré qué es la rúcula.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Soy poco mitómano. Podría decir Dostoievski, pero ¿qué tendría ese hombre que decirme? ¿Qué tendría que decirle? Necesitaría traductores del ruso, y los escritores, lo sé bien, son gente aburrida y simple. Me gustaría conocer a Napoleón, el Espíritu del Mundo, cuando cruza a caballo por la ciudad de Jena. Me fascina también el idiota, la falta de inteligencia, la frivolidad engreída de Terelu Campos, por ejemplo. Se aprende mucho de esa gente. Ojalá pudiera aprender de von Neumann.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? La primera, la onomatopeya Mamá, casi idéntica en todos los idiomas, por el sonido de los labios que succionan la teta, el sonido del placer, la inmensa gratitud y el amor, mmmmm, origen de mamá.

¿Y la más peligrosa? Son peligrosos porque destruyen el lenguaje: los anglicismos. Exigiría Valle-Inclán en las escuelas, pero los jóvenes dirían: Valle-Inclán no es guay. Sócrates fue posible por la abundancia de su lenguaje. Hoy no sería posible. Se empobrece el pensamiento. Tenemos pocas palabras, son tontas,  piensan por nosotras.  

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? ¿Y si dijera que lo he hecho? Sucedió en una estación ferroviaria de Inglaterra, pero no soy un hombre sincero.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? La izquierda póstuma. Éramos anti burgueses y hoy todo el mundo quiere ser burgués. Los jóvenes de los barrios bajos llevan cadenas de oro. Levinas dice: Ningún sistema salva. A veces, por estas cosas, me llaman reaccionario. El bolchevique de hoy, en el tiempo de las batucadas, ha pasado a ser un reaccionario.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No lo sé. Nunca lo he pensado. Lo siento. Hypothesis non fingo.

¿Cuáles son sus vicios principales? He sido un depósito de vicios. ¿Para qué enumerarlos? Faltaría siempre alguno. He sido el etcétera de los vicios.

¿Y sus virtudes? Si tuviera, no son mías. Las recibo por acto reflejo de Ana, mi gran presencia benéfica, la mujer que beatifica el mundo. Yo saqueo sus virtudes.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? La respiración. Borges comenta la anécdota de Macedonio Fernández cuando casi se ahoga en la playa de Capurro. Copio y pego: "¡Qué raro! A mí no me había interesado nunca la respiración, pero cuando estuve en la playa de Capurro, en Montevideo, y me cubrió una ola, de pronto me sentí interesado en ella. Y el interés -decía- desapareció, lo que es más raro aún, cuando me encontré a salvo”.
T. M.