viernes, 22 de septiembre de 2023

Entrevista capotiana a Emilio Ortiz

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Emilio Ortiz.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Mi casa del bosque.

¿Prefiere los animales a la gente? Sí. Aunque he tenido la suerte de conocer a personas que casi son igual de nobles e instintivas como ellos.

¿Es usted cruel? Claro, pero practico la crueldad solamente de pensamiento, jamás la he ejercido.

¿Tiene muchos amigos? Cada vez menos, pero los que se han quedado son los mejores. Los otros, son prescindibles. Los que se van sumando algunos tienen bastantes posibilidades de ganarse un hueco a mi lado, siempre y cuando esto sea recíproco claro está.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Ninguna. La amistad es una de las múltiples formas de amar y opino que esto es cuestión de química. Amo a mis amigos sean cuales sean sus cualidades. Jamás tendría un amigo fascista, eso sí.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Nunca. Porque si lo hacen de forma muy grave, dejan de serlo desde ese preciso instante. Si la cuestión es leve, se soluciona con un abrazo. Y a seguir caminando juntos.

¿Es usted una persona sincera? Sí. Solo miento por necesidad. Y no suelo precisarlo demasiado.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Trabajando, bebiendo vino tinto, leyendo, viajando, haciendo el amor, acariciando a mis perros, tomando café, escuchando a un amigo, escuchando música, recibiendo un masaje, viendo películas y series con familia y amigos, asistiendo a conciertos, al teatro.

¿Qué le da más miedo? Que mi hija pueda sufrir.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? No hay nada que me escandalice, pero sí que me repugnan algunas cosas, la pederastia lo que más.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Piloto profesional de motociclismo, pero soy ciego total. Por tanto, si tengo que ser realista en la respuesta, miembro de una comuna libre y que la tarea me la adjudicase la comunidad. Si no me convenciese el plan, quizá montaría una sala de conciertos.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí. Natación y salgo a correr con Omer, mi perro guía.

¿Sabe cocinar? No, pero lo hago por mero instinto de supervivencia.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Esperanza Aguirre. Me parece un personaje extraordinario. A veces tengo dudas muy serias de que sea una persona real y no un personaje. “Doña perfecta” de Pérez Galdós”, es una parvularia a su lado. Es mala, malvada, cruel y estas tres cualidades las ejerce con mucho arte. Es un personaje fascinante y al tiempo sencillo. Como escritor tan siquiera tendría que construirlo. Una señora que arrolla dos motocicletas de la policía en la capital de la CCAA de la cual ha sido presidenta y se pega el piro con un par de ovarios, ya es una personaja en sí misma.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Love.

¿Y la más peligrosa? Ejército.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí. Creo que casi todos los escritores lo hacemos. Filosofamos con nosotros mismos al respecto. Sin embargo en mi caso, no pienso hacerlo nunca. Me parece algo cruel, sucio, incómodo. Y luego está la cárcel o la pena de muerte según donde te pille. Y la culpa. La muerte siempre es dolorosa, pero podemos ponerla de nuestro lado si disfrutamos con ella, poniéndonos en la piel de un asesino en una novela por ejemplo.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? En lo económico soy marxista. Un estado construido con unos cimientos creados con unas fuertes y amplias herramientas democráticas, podría garantizar los derechos materiales de todas las personas. En el plano civil, soy de izquierdas. Quiero la igualdad o la equivalencia para todos los géneros, para las personas que tengan distintas capacidades, deseo que se respeten los derechos humanos. En cuanto a lo afectivo, soy libertario emocional, vivo el amor bajo una premisa bastante clara, nadie es de nadie.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Director de cine, quizá con el tiempo y una caña, me convierta en la primera persona ciega que dirija una película.

¿Cuáles son sus vicios principales? El vino, los refrescos de cola no azucarados, el café, las milhojas. He consumido todo tipo de drogas hasta que fui padre y ninguna me ha merecido la pena lo suficiente como para querer seguir a su lado. La pereza, el perfeccionismo, la efusividad.

¿Y sus virtudes? Soy muy cariñoso con mis amigos. Respeto y disfruto hablando con la gente que me ofrece otras perspectivas diferentes a las mías. El límite lo pongo con los fascistas.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? El rostro de mi hija, pero como soy muy pragmático la siguiente imagen sería la de la lancha de la Cruz Roja con cuatro socorristas que vienen a salvarme la vida. No pienso perder la esperanza hasta el día final y además, morir no entra en mis planes.

T. M.

jueves, 21 de septiembre de 2023

"Muy al norte en el turbio mar. Una historia de la literatura inglesa" en "Un Pliego de Papel"

             

Universidad de Sevilla, conferencia el 4-X-2022

Qué estupenda reseña esta de Muy al norte en el turbio mar. Una historia de la literatura inglesa, en Un Pliego de Papel, bitácora de lectura de Marta Camacho Núñez. Esta se hace eco de mi libro, a colación también del acto de presentación que se celebró en la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla el año pasado, gracias al profesor Ignacio Guijarro, quien también me acompañó en la presentación, en la Casa del Libro sevillana, este junio, de Ojos llenos de alegría. Estar vivo con R. W. Emerson, a la que también tuvo la gentileza de asistir la propia Marta, como dice en su texto.

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Entrevista capotiana a Aurora Guerra

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Aurora Guerra.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Cerca del mar, del aire libre, de la naturaleza. Y si fuera lluvioso, mejor.

¿Prefiere los animales a la gente? Los animales son muy buena gente.

¿Es usted cruel? Con el prójimo, en mis sueños truculentos. En la realidad, conmigo.

¿Tiene muchos amigos? Nunca sobran los amigos, y creo que tengo unos cuantos muy buenos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Buena conversación, humor,  lealtad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Me han decepcionado algunos, que inmediatamente dejan de serlo. Si la lealtad tiene goteras, para mí desaparecen, en mis pensamientos y en mi viva.

¿Es usted una persona sincera? La sinceridad a ultranza a veces se convierte en impertinencia; procuro no hacer daño a los demás… Si no es imprescindible.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Además de lo obvio, leyendo, viendo cine, series, etc., me encanta pasear por la naturaleza, patearme las ciudades, dejar volar el tiempo de charla y vinos con mis amigas y amigos… Y estar con mi caballo, en silencio.

¿Qué le da más miedo? El miedo. Vivir con miedo no es vida. Lucho contra él. Y he de decir que a veces, gano.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La falta de pensamiento crítico, la falta de educación; la mediocridad, el retroceso.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Habría sido jardinera; o veterinaria. O veterinaria y jardinera.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Además del de sobrevivir a los rodajes, me gusta el yoga, montar a caballo, caminar y caminar.

¿Sabe cocinar? Sí, me entretiene muchísimo y no se me da mal. Hay algo muy zen y terapéutico en pelar, rallar, cortar, unir los ingredientes y que se transformen en algo nuevo… Está invitado a cenar y dar fe.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Les pediría hacerlo sobre los más olvidados, especialmente sobre alguna mujer en el arte o la literatura. O la ciencia. O la política.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Hazlo.

¿Y la más peligrosa? Estupidez.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Muchas. Pero me redimo haciéndolo en la ficción, que es más seguro. Mato mucho, en mis novelas y series.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Los de la Revolución francesa, creo. Libertad, igualdad, y fraternidad.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Una loba. Pero en otra época, que ahora están bien fastidiados, los lobos. Ser salvaje.

¿Cuáles son sus vicios principales? Darles vueltas a las cosas. Rumiar.

¿Y sus virtudes? Intento ser buena persona.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Con lo que me gusta el agua… Ya es mala pata.

T. M.

martes, 19 de septiembre de 2023

Los más jóvenes frente a la injusticia social

Jean-Marie Gustave Le Clézio obtuvo el premio Nobel por ser, así lo definieron los miembros del jurado, un «escritor de la ruptura, de la aventura poética y de la sensibilidad extasiada; explorador de la humanidad, dentro y fuera de la civilización dominante». Y es que, con su medio centenar de libros, marcados por la extranjería que ha atravesado su andadura vital —«Viajando se escucha mejor el ruido del mundo», afirmó al recibir el galardón—, Le Clézio representa al escritor curioso de muchas culturas y sensible a los problemas sociales.

Vio la luz en Niza en 1940 y siempre ha dicho que su patria es la isla Mauricio, en el océano Índico, aludiendo con ello a que fue el sitio del que es originaria su familia y cuya nacionalidad ostenta, junto con la francesa. Y ahí está ambientado el primer relato de “El amor en Francia” (traducción de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego), titulado “Anverso”, sobre una niña que escapa de su casa, temerosa de que un mal tipo abuse de ella sexualmente y de las vicisitudes con las que se encontrará a medida que tope con gentes ora indeseables, ora hospitalarias.

Asimismo, el paso del autor por África y México –donde vivió doce años– le hizo interesarse por las culturas indígenas, hasta el punto de considerarse un nómada y ver las lenguas y las nacionalidades desde lo mestizo. Esto se aprecia en esta colección de ocho historias, con mezcla de idiomas nativos y con un nexo común: el sufrimiento, pero también la capacidad de resistencia y supervivencia, de los más jóvenes en circunstancias extremas de esclavitud, violación o miseria.

Es el caso de «Camino de luz», en que una adolescente embarazada, junto a un chaval discapacitado, logra huir de un campo de explotación de niños, una aberración concebida por los «revolucionarios» marxistas de Perú. Esta impronta hispanoamericana es ostensible en otro cuento, «La pichancha», también con protagonistas juveniles que padecen calamidades en la frontera entre México y Estados Unidos. Todo con una fuerza literaria que consigue ponernos delante, con verosimilitud, la realidad más funesta de los más vulnerables.

Publicado en La Razón, 16-IX-2023

lunes, 18 de septiembre de 2023

Entrevista capotiana a Miguel Rojo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Miguel Rojo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Me tienta decir La biblioteca de Babel de Borges, pero al final hay una cantidad finita de libros que uno puede leer a lo largo de su vida y estoy intentando controla mi toc con los libros, así que, diré, una habitación con una gran biblioteca y con unas vistas apabullantes.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero la gente aunque exista gente que debería aprender a parecerse más a los animales.

¿Es usted cruel? Lo he sido, en ocasiones, y no me ha gustado serlo.

¿Tiene muchos amigos? A veces me faltan y a veces me sobran.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que tengan la suficiente inteligencia emocional como para darme un abrazo o espacio para respirar según sople el viento.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Claro, y yo a ellos.

¿Es usted una persona sincera? Sólo lo indispensable.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Mirando el paisaje.

¿Qué le da más miedo? La insoportable levedad del ser.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La necedad.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me gusta conducir así que, quizá, chófer, taxista… (mi abuelo fue camionero durante toda su vida, mi otro abuelo fue maestro y apicultor, quizá podría tener colmenas también).

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Bailo salsa con frecuencia y cierto gracejo.

¿Sabe cocinar? Sé cocinar y ejerzo la dictadura en la cocina.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Más que inolvidables los personajes son interesantes o anodinos. Un personaje del que me gustaría escribir un perfil para conocer mejor quién fue es Agota Kristof.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Imagino que esto lo habrá contestado mucha gente así pero la palabra más llena de esperanza en cualquier idioma no puede ser otra que la palabra esperanza.

¿Y la más peligrosa? Olvido.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Los mato olvidándolos, claro.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Más a la izquierda que mis padres y espero que menos que mis hijos.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un petirrojo.

¿Cuáles son sus vicios principales? El vicio de comprar libros.

¿Y sus virtudes? La virtud de leer libros.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? En realidad, creo que al ahogarse uno no es capaz de hacer un recorrido clásico de imágenes representativas de su vida sino que como mucho (por el pánico) puede fijar una: quiero imaginar que sería la de alguno de mis seres más queridos. Aunque creo que probablemente lo que fijaría sería una idea prosaica como: pues hoy en casa van a comer sin pan o se me ha olvidado hacer la trimestral y ya se va a quedar sin hacer o tenía que haber recogido la ropa antes de salir de casa, al final sí que iba a llover.

T. M.

sábado, 16 de septiembre de 2023

El marido y cuñado de los Borges

Este pasado julio, la editorial Renacimiento publicaba “Literaturas europeas de vanguardia”, todo un clásico de los estudios literarios, que Guillermo de Torre publicó en 1925 y que fue esencial para interpretar las estéticas de inicios del siglo XX. El texto se amplió con una segunda edición en 1965, seis años antes de que De Torre muriera en Buenos Aires (había nacido en Madrid, en 1900), décadas más tarde de convertirse una figura capital en torno a la vanguardia española, sobre todo desde que conociera, en 1918, a Vicente Huidobro y se familiarizara con el creacionismo, aunque luego se enfrascaran ambos en una polémica intelectual.

De Torre se interesó profundamente también por el ultraísmo y por las artes plásticas de su época, e incluso en 1920 fue uno de los firmantes de un poema automático colectivo enviado por Jorge Luis Borges a Tristan Tzara. Fue autor del poemario “Hélices”, que llevó ilustracones de Norah Borges y, en fin, estrechó fuertes lazos tanto con los escritores españoles como hispanoamericanos. Y tal cosa se comprueba de forma magnífica gracias a Domingo Ródenas de Moya (Cehegín, 1963), catedrático en la Universidad Pompeu Fabra. En concreto, en "El orden del azar”, estudia la relación de Torre con los hermanos Borges, pues, de hecho, se casó con la pintora Norah, al tiempo que cofundó la editorial Losada en Argentina (antes en España había creado la colección Austral).

Ródenas aborda con tino la relación de la pareja “Torre y Borges, Borges y Torre, cómplices juveniles y hermanos políticos”, y reconstruye una andadura realmente fascinante, entre dos continentes obligados a hermanarse, acaso por medio de lo literario. En paralelo, el lector se adentrará en el tiempo de la República y la dictadura franquista y, sobre todo, en el ambiente de vanguardismo y atrevimientos artísticos, que son sinónimo de libertad creadora e innovación. Así, el iconoclasta De Torre “perteneció a un mundo desaparecido, aquel Madrid que recordaba Alfonso Reyes como una Atenas a los pies de la sierra”, siendo admirado por la crema literaria en ambas orillas del Atlántico nada más publicar su mítico libro.

Publicado en La Razón, 16-IX-2023


jueves, 14 de septiembre de 2023

Entrevista capotiana a Sandra Aza

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Sandra Aza.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Madrid.

¿Prefiere los animales a la gente? Depende del animal y de la persona.

¿Es usted cruel? Aunque creo que esa pregunta deberían responderla los demás, lo cierto es que no me gusta hacer daño.

¿Tiene muchos amigos? No, pero los que tengo son para siempre.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Sinceridad, nobleza y lealtad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Alguna vez. Igual que yo a ellos, supongo. No somos perfectos. He ahí lo maravilloso del ser humano.

¿Es usted una persona sincera? A veces, demasiado.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Escribiendo historias.

¿Qué le da más miedo? No exprimir la vida hasta la última gota. Perderme lo bueno por buscar lo perfecto.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? A estas alturas, la verdad es que nada me escandaliza. De lo bueno prefiero nutrirme, y de lo malo, aprender.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Habría continuado ejerciendo la abogacía.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí.

¿Sabe cocinar? Y muy bien, además.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A mi abuela Angelina, una mujer de mar y tierra que llevo y llevaré en el corazón.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Esperanza.

¿Y la más peligrosa? Miedo.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Pues la verdad es que no.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Me inclino por cualquier partido que prime el querer de la gente frente al poder; que pelee por el bienestar de quienes lo han votado (y de los que no lo han hecho también) más que por el suyo propio.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No me gustaría ser nada ni nadie distinto a lo que soy. He luchado demasiado por conocerme y quererme y, ahora que, más o menos, lo he conseguido, prefiero disfrutar de mi piel en lugar de intentar aprender a vivir en otra.

¿Cuáles son sus vicios principales? El chocolate con churros madrileños. Es un manjar al que nunca me puedo resistir.

¿Y sus virtudes? Fuerza de voluntad.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? La de mi gentil caballero.

T. M.

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Una dura crítica a Rusia de la que no se salvan ni los exiliados

La editorial Fulgenio Pimentel ha contribuido de forma capital a que la figura de un autor ruso poco conocido, Serguéi Dovlatov, se haya convertido en español en una referencia de cierta época de represión hacia los escritores en la Unión Soviética. Con todo, tal vez la más interesante de las obras que se han ofrecido de él sea esta última, “La filial” (traducción de Tania Mikhelson y Alfonso Martínez Galilea), donde Dovlatov hace aún más ácida la crítica a su país, incluso a los colegas que se exiliaron. Ese fue su caso, como evocó en “La maleta”, un texto en que se borraba todo rastro de dramatismo en torno a la obligatoriedad de sólo poder llevarse un equipaje mínimo una vez cruzase la frontera. Atrás quedaba cómo el Estado le había prohibido publicar o cómo el KGB había confiscado algunas de sus obras.

Como siempre sucede en Dovlatov, el trasfondo autobiográfico es nuclear. El protagonista aquí es un periodista radiofónico de una emisora que transmite para sus compatriotas desde Manhattan y al que invitan a un simposio en Los Ángeles en torno al futuro que le espera a Rusia. El ingenio de Dovlatov para retratar a sus compañeros literatos –Mikhelson aporta un largo y utilísimo apéndice para entender quién se ocultaba en realidad detrás de cada personaje– es realmente magnífico; ironiza alrededor del atroz pasado estalinista y todo queda aderezado por la aparición de un antiguo amor que, lejos de reportarle ilusión, aún le complica más la vida si cabe.

Publicado en La Razón, 9-IX-2023

martes, 12 de septiembre de 2023

Entrevista capotiana a Miguel Mas

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Miguel Mas.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una cueva, con aire acondicionado, conexión a Internet y vistas al mar estaría bastante bien.

¿Prefiere los animales a la gente? En general, sí. También depende de qué animales y de qué gente. Si me dan a elegir entre una araña y un santo, después de pensármelo un rato, me quedaría con el santo, aunque con muchas reservas.

¿Es usted cruel? Conmigo mismo mucho más de lo que me gustaría ser. Con los demás, escasamente: no me suelen dar oportunidades de serlo.

¿Tiene muchos amigos? Sí, tengo uno.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que se parezcan lo más posible a mi mismo.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Creo que hace tiempo me decepcionó alguno. Sin embargo, después de muchos años, he llegado a la conclusión de que o bien él nunca fue mi amigo o bien yo no lo fui de él, porque entonces no supe comprender que para ser amigo hay que ser generoso y tolerante, incluso cuando te decepcionan.

¿Es usted una persona sincera? Creo que sí. No por vocación, sino por falta de habilidad para engañar: estudié en un colegio religioso, donde, como en mi casa, me decían que no se debe mentir nunca.  

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? ¿El tiempo libre que no me ocupa el trabajo? No trabajo, luego todo mi tiempo es libre. Si descontamos del día el tiempo dedicado a compras, cocina, paseo de “Rufus” y otras menudencias de las llamadas “cotidianas”, el tiempo que queda lo dedico a escribir. Si consideramos que la escritura entra en la categoría de los trabajos (y de los más forzados, por cierto), el tiempo que queda lo dedico a corregir lo que ya tengo escrito. También tomo algún cafe, miro a la gente o viajo por el extranjero. Últimamente voy muy poco al cine.

¿Qué le da más miedo? No soy especialmente miedoso.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?  Aunque la gente suele acostumbrarse a los escándalos, de manera que dejan pronto de ser escándalos, yo no lo consigo. Como casi todo me escandaliza, por mucho que el mismo escándalo se repita y se repita, me resulta difícil contestar a esta pregunta brevemente. Para no ser prolijo, pues, indicaré que, en resumen, me escandaliza el modo en que todo se ha convertido en espectáculo en contra de la reflexión y el sentido crítico: las relaciones sociales, el sexo, la política, los telediarios, las emociones, la literatura...

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Supongo que, dada mi posición social, hubiera sido empleado de banca o funcionario de la Administración.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Menos del que debiera, soy inconstante y perezoso. En invierno hago algo de pilates y pádel, que me sirve de sustituto del tenis que practicaba a los 20 años.

¿Sabe cocinar? Sí, cocino diariamente. Mi especialidad son los arroces y la repostería, pero casi nunca consigo freír un huevo sin que se me rompa la yema, lo que me resulta muy fastidioso.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Más que un artículo, me gustaría escribir una entrevista con Jesús de Nazaret, especialmente en los últimos años de su vida, cuando, según algunos historiadores, se da el paso del Jesús profeta al Jesús Mesías.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Obviamente, “esperanza”.

¿Y la más peligrosa? También obviamente, “desesperanza”. En cualquier ámbito que se considere.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? En multitud de ocasiones, aunque prefiero el término “suprimir”. Matar implica una violencia que me repele, sobre todo si hay sangre y vísceras por el medio. No me gusta dar espectáculo. Una opción que no está nada mal sería pagar a un sicario que lo hiciese por mi. Y que después me pasara el video, por supuesto.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Desde que tengo uso de razón he sido persona de izquierdas. Como -en cualquier sentido que se considere-no soy persona realista, he militado en algún partido, lo que me ha servido para escribir algún pasaje autobiográfico que no quedó mal . Todo ello atemperado, desde luego, por un notable nihilismo de corte barojiano.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me cambiaría por mi perro “Rufus”.

¿Cuáles son sus vicios principales? Vicios y virtudes no son ideas intemporales, sino que se cambian y combinan entre sí, según las circunstancias y el momento histórico. En periodos poco definidos como el que vivimos aun es más difícil establecer límites muy claros. La intolerancia, ¿es un vicio o una virtud? Pues según hacia quien. ¿Y la compasión? ¿Y el perdón? La confianza, ¿es una virtud o un defecto? ¿Y la inocencia?

¿Y sus virtudes? Vid supra.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Francamente, ignoro cuál es el esquema clásico de imágenes en que uno piensa cuando se está ahogando. Suele decirse que en momentos así uno busca la figura de la madre. Pero como tengo mala memoria y mi madre falleció hace ya algunos años, creo que buscaría la imagen de mi mujer en muchos momentos de mi vida, su mirada dulce, sus abrazos.

T. M.

lunes, 11 de septiembre de 2023

El plato de sopa que salvó a Primo Levi

«Tuve la suerte de no ser deportado a Auschwitz hasta 1944, y después de que el gobierno alemán hubiera decidido, a causa de la escasez creciente de mano de obra, prolongar la media de vida de los prisioneros que iba a eliminar concediéndoles mejoras notables en el tenor de la vida y suspendiendo temporalmente las matanzas dejadas a merced de particulares.» Las frases iniciales de “Si esto es un hombre”, de Primo Levi, presentan la ironía del individuo que se ha salvado casi por el caprichoso azar. En efecto, Levi tuvo la «suerte» de tardar en llegar al campo de exterminio, por lo que nunca se mostró a los demás como una víctima al uso de las masacres nazis. Pero, entonces, el 11 de abril de 1987, en su piso de la tercera planta de la calle Corso Re Umberto de Turín, donde había nacido sesenta y siete años atrás, Levi se precipitó por el hueco de la escalera.

            El propio escritor había apuntado, al recordar el suicidio de su amigo Jean Améry, en “Los hundidos y los salvados”, que las excusas para matarse, por muy visibles y precisas que sean, siempre aceptan «una interpretación nebulosa». En su caso, tal vez pesaran más las fuertes depresiones que iba padeciendo desde los años setenta que el recuerdo de Auschwitz, o tal vez su desgana por la vida familiar, la rutina de tantos años trabajando en el laboratorio de una fábrica de pinturas, su inseguridad frente a la escritura.

En su juventud, Levi se licenció en Química y ya escribía poemas y cuentos. Auschwitz, sin embargo, le hará escritor, e incluso reconoció que sin esa terrible experiencia seguramente no se hubiese lanzado a la creación literaria. En una Italia asolada por la guerra, él eligió combatir en vez de escapar del país, uniéndose a la resistencia, hasta que es atrapado y llevado a Fossoli, de donde salían los trenes camino de Polonia. Fueron cinco días de trayecto, de sed y hambre, de orinar y defecar en un orinal que una madre llevaba para su bebé. La dignidad humana quedaba arrasada; al llegar al campo, se dividiría a la gente en aquellos que podían trabajar y los que no; a estos últimos se les ejecutaba.

Sobrevivir a los nazis

Levi superó las primeras semanas, las más duras por lo que tenían de adaptación y en las que moría más gente de golpe, y consiguió no desfallecer. Una vez liberado, y repatriado, en 1945, intentaría publicar su libro, pero recibiría seis rechazos, entre ellos el de Cesare Pavese, que trabajaba en la editorial Einaudi. Y mientras, el escritor tenía la terrible sensación de haber sobrevivido cuando tantos otros habían muerto, lo que era una vergüenza para él. Pues bien, en parte, esta supervivencia se debió a la ayuda de alguien al que le ha dedicado una investigación el historiador Carlo Greppi, «El hombre que salvó a Primo Levi» (traducción de Lara Cortés Fernández).

Dicho hombre se llamaba Lorenzo Perrone; era un albañil piamontés que vivía frente a la valla de Auschwitz III-Monowitz y que, durante seis meses y a diario, llevó a Levi un plato de sopa con la que aliviar el hambre atroz que se sufría en Auschwitz. Sobre él, en “Si esto es un hombre”, Levi escribió: «Creo que es a Lorenzo a quien debo estar vivo hoy». Llegó a tal punto la relación entre ambos, que Perrone llegó a arriesgar su vida por comunicarse con su compatriota, algo que Levi siempre recordó de muchas maneras, incluida la de poner a sus hijos nombres que remitían a su amigo: Lisa Lorenza, nacida en 1948, y Renzo, nacido en 1957.

«Este personaje pobre y turbulento, “casi analfabeto” y taciturno, “era un hombre —escribió también el químico turinés—; su humanidad era pura e incontaminada, se encontraba fuera de este mundo de negación. Gracias a Lorenzo no me olvidé yo mismo de que era un hombre”», apunta Greppi. Éste relata cómo Perrone estaba colocando ladrillos, subido en un andamio, cuando descubrió al prisionero 174.517, el número que tenía tatuado Levi en el brazo izquierdo. «En un momento dado, Lorenzo le habló en alemán para advertirle de que “quedaba poca argamasa” y ordenarle que les subiera la herrada», pero la debilidad del futuro autor, de veinticuatro años, hizo que el cubo que trataba de transportar se derramara al caer al suelo. Era aquel un día de principios del verano de 1944, y Levi, junto con otros 11.600 trabajadores, realizaba todo tipo de agotadoras tareas para construir la Buna-Werke, la fábrica de productos químicos de aquel campo. «Pero a menudo el trabajo de él, de ellos, se trataba de una actividad “sin objetivo”, un esfuerzo destinado a agotar cualquier fibra vital, hasta provocarles la muerte».

Los traumas por Auschwitz

Otro de los alicientes de este libro es conocer la Italia del primer tercio del siglo XX, a través de la vida de Perrone, de origen paupérrimo, y el ascenso del fascismo y Mussolini; el obrero atravesó clandestinamente Francia y la empresa G. Beotti lo incluyó entre sus empleados de Auschwitz en colaboración con la Interessen-Ge-meinschaft Farbenindustrie AG. «Sin embargo, es prácticamente seguro que no tenía ni idea de adónde se dirigía: su destino era Auschwitz III, que en los documentos industriales figura como “Auschwitz”, a secas, y que en un principio se concibió como un satélite de Auschwitz I y del inmenso Auschwitz II, también conocido como Birkenau», refiere Greppi. Asimismo, también se habla de otro amigo de Levi, Alberto Dalla Volta, “que era la alegría misma de vivir”. Ambos perdieron peso debido a la insuficiente cantidad de alimentos que ingerían, pero la sopa de Lorenzo, con unas 400-500 calorías de más, “les dio una energía inesperada”, lo que a veces se acompañaba de una rebanada de pan.

Estamos ante un héroe impresionante, como cuenta Greppi apoyándose en los textos del propio Levi: «Con el tiempo, Lorenzo, que, por lo que sabemos, hizo caso omiso de los terribles peligros a los que se exponía, perfeccionó el arte de apañárselas para ayudar a los demás y empezó a llevarse “directamente de la cocina de su campo cuanto sobraba en las grandes marmitas; pero, para conseguirlo, debía ir a la cocina a escondidas, cuando todos dormían, a las tres de la madrugada”». Levi, en una entrevista, recordaría a su salvador como un hombre que apenas hablaba y que se limitaba a darle comida con extrema discreción y sin esperar agradecimiento alguno.

Así, todo en este libro constituye una historia de supervivencia, azar benefactor y amistad imperecedera. De hecho, se consiguió localizar la correspondencia que Lorenzo envió a Levi, una noticia que sorprendió a Greppi en 2022. Se sabe que el escritor trató de ayudar a Lorenzo con algo de dinero y ropa cuando este estaba en la recta final de su vida, demacrado, enfermo de tuberculosis, alcoholizado y “traumatizado por lo que había visto allí, en Auschwitz” (murió en 1952). Al publicar “Si esto es un hombre”, Levi le llevó un ejemplar, pero Lorenzo, que fue un hombre iletrado casi por completo, tal vez no lo llegara a leer nunca, perdiéndose con ello verse convertido en un personaje inmortal dentro de la literatura más importante alrededor del Holocausto.

Publicado en La Razón, 9-IX-2023