martes, 22 de octubre de 2024

Entrevista capotiana a Almudena López Molina

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Almudena López Molina.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La orilla del mar. Y si sube la marea, tal como se espera del cambio climático, que me lleve con ella.

¿Prefiere los animales a la gente? Depende de qué animales y qué gente.

¿Es usted cruel? Todos los somos a veces en cierta medida. Procuro no serlo.

¿Tiene muchos amigos? No.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La honestidad ante todo. Por eso son pocos.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Tampoco, por la misma razón. Pero si me decepcionan, será solo una vez.

¿Es usted una persona sincera? Aunque quisiera mentir, es algo que no sé hacer.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Entregada a la creación, la música, el cine, el arte… Y con la compañía de la gente a la que quiero.

¿Qué le da más miedo? El dolor.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Ahora mismo, el genocidio en Gaza.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? No fue una decisión consciente y meditada, solo algo que hacía porque me gustaba. No habría podido evitarlo, pero supongamos que sí: habría sido una persona bastante más amargada, probablemente dedicada a alguna actividad pragmática que me diera la sensación de estar luchando por la justicia (como el ejercicio del derecho o algo así).

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí, sobre todo para evitarme los dolores de espalda propios de quienes trabajamos muchas horas sentados delante del ordenador.

¿Sabe cocinar? Sí, es inevitable aprender cuando una disfruta de la gastronomía y no tiene quién le cocine.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Probablemente al personaje de ficción que más opiniones controvertidas ha generado en los lectores de la obra que protagoniza, aquel que más tiempo ha ocupado en sus mentes a lo largo de toda la historia, el que más versiones y fanfictions ha motivado: Dios.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Esperanza, obviamente.

¿Y la más peligrosa? Poder.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy feminista y creo en la igualdad de derechos para todos, en la redistribución de la riqueza… Esas cosas básicas. Vamos, que votaría con Marisol y la Carrà.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Gato doméstico.

¿Cuáles son sus vicios principales? La autoexigencia y la indiscreción.

¿Y sus virtudes? Eso deben decirlo otros.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Esas imágenes me las reservo para ese momento y nada más.

T. M.

domingo, 20 de octubre de 2024

Un artículo sobre mi obra en la revista "Quimera"

                    

En la revista Quimera de este mes octubre (núm. 490) tengo el inmenso privilegio de haber merecido un artículo de tres páginas de José de María Romero Barea, quien conoce tan bien mi obra, titulado "Toni Montesinos: una lectura íntima que pertenece a la humanidad". En él sobre todo atiende a mis libros de ensayos El sueño esclavo y la La larga pintura del hombre, pero se refiere a otros también.


viernes, 18 de octubre de 2024

Entrevista capotiana a Txemi Parra

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Txemi Parra.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Viviría en un recuerdo, en nuestro apartamento de Brooklyn donde pasamos 5 intensos años, con mi pareja y mis hijas.

¿Prefiere los animales a la gente? Me quedo con mi gente, y con mis animales: Mela, la perra, y Coco, el gato.

¿Es usted cruel? Conmigo mismo sí. Estoy trabajando en ello.

¿Tiene muchos amigos? Los suficientes.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que sean ellos mismos.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? De igual manera que yo a ellos.

¿Es usted una persona sincera? Responderé a ese pregunta delante de mi abogado.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Familia, perro y mar.  No necesariamente en ese orden.

¿Qué le da más miedo? A parte de los miedos universales, las sondas. Me aterran.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La falta de empatía.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me fascinan los directores de orquesta. Su elegancia, la gestualidad… lástima que no tenga oído.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Mi pasión es el surf. Y cuando estoy lejos del mar, que pasa a menudo, doy largos paseos con mi perra.

¿Sabe cocinar? Cocino y me gusta.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Haría un tres en uno, entre Jesucristo, Mahoma y Buda.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Futuro.

¿Y la más peligrosa? Futuro.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Solo en la ficción.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Parafraseando a Groucho: “tengo mis principios, si no le gustan, puedo cambiarlos”.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Definitivamente, un oso polar.

¿Cuáles son sus vicios principales? La dispersión.

¿Y sus virtudes? La búsqueda permanente del lado bueno de las cosas.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Me haría una y otra vez la misma pregunta: ¿Por qué elegí el barco en vez del avión?

T. M.

jueves, 17 de octubre de 2024

La revista "Qué Leer" de este octubre

En la revista Qué Leer de octubre (núm. 309) me ocupo del protagonista de la portada, Jorge Volpi; me hago eco del último premio Tusquets de novela, me encargo del centenario del nacimiento de Truman Capote y, como siempre, preparo más de una veintena de páginas de recomendaciones de novedades de todos los géneros.

miércoles, 16 de octubre de 2024

Entrevista capotiana a Elena Alonso Frayle

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Elena Alonso Frayle.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una habitación con vistas.

¿Prefiere los animales a la gente? No, no sé comunicarme con los animales.

¿Es usted cruel? Lo fui. De niña, aplastaba hormigas y sentía placer al hacerlo. Hoy aquello me apena mucho, y me asusta.

¿Tiene muchos amigos? No, no uso Facebook ni redes sociales.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Inteligencia, bondad, lealtad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Solo quienes en realidad no eran mis amigos.

¿Es usted una persona sincera? Sí. Hablo poco.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo.

¿Qué le da más miedo? La muerte.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Que los demás no cumplan sus obligaciones.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Probablemente habría sido diplomática.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí, bicicleta estática casi todos los días, para poder leer mientras pedaleo.

¿Sabe cocinar? Sí, pero casi nunca para invitados, porque mis limitadas aptitudes no me permiten agasajar como me gustaría.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Ulises.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Aleluya.

¿Y la más peligrosa? Dios.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Liberales.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No soy una cosa. Tampoco quiero ser otra.

¿Cuáles son sus vicios principales? El champán al atardecer. Los vestidos bonitos. Las bibliotecas.

¿Y sus virtudes? La perseverancia. El sentido del deber. La gratitud.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? ¿De verdad está ocurriendo esto? ¿De verdad me está ocurriendo a mí?

T. M.

martes, 15 de octubre de 2024

El músico que llamó loco y desequilibrado a Hitler

Este verano, coincidiendo con los Juegos Olímpicos de París, aparecía un libro, trufado de anécdotas sobre esta celebérrima competición deportiva, de Luciano Wernicke, “Historias insólitas de los Juegos Olímpicos” (editorial Altamarea); en él, se contaba cómo este evento que había resurgido en 1896 y alcanzó en el siglo XX una formidable popularidad en todo el planeta, se convirtió en escenario de contiendas que se extendieron más allá de los límites de una cancha o un estadio”. Wernicke se está refiriendo con ello a toda la propaganda política o los conflictos diplomáticos que fueron surgiendo en paralelo a la preparación o desarrollo de cada una de estas celebraciones deportivas.

En aquellas páginas, Wernicke recordaba que los Juegos solamente se detuvieron en los años de las dos guerras mundiales, y recordaba que en Múnich 1972, un grupo terrorista palestino ejecutó a once deportistas israelíes, un instante infame en una andadura olímpica que está sobrada de imágenes impactantes para el recuerdo, por ejemplo: “En ese mismo país, aunque treinta y seis años antes, los Juegos permitieron a Adolf Hitler extender su efectiva propaganda más allá de sus fronteras”. Un asunto este del que demostró saber mucho Oliver Hilmes (1971), del que Tusquets publicó en 2017 “Berlín, 1936. Dieciséis días de agosto”, acerca de unas olimpiadas que Hitler y sus astutos secuaces transformaron en un un colosal acto propagandístico de la Alemania nazi. En ese verano, la capital alemana intentaba dar su mejor imagen, sin rastros de su antisemitismo, al tiempo que ya se estaban preparando campos de concentración y extermino.

A este contexto germano-hitleriano ha vuelto Hilmes, que trabaja como conservador del Instituto de la Filarmónica de Berlín y es autor de biografías de Alma Mahler-Werfel y Cosima Wagner. Lo ha hecho en “Vidas ante al abismo. Alemania, 1943” (traducción de Margarita Santos), que nos sitúa en un momento crítico para una Alemania que había sufrido una dura derrota en Stalingrado y veía cómo desde el aire se atacaba ferozmente el país entero por parte de los Aliados. Hilmes observa cómo padecía todo tipo de calamidades la población civil y se concentra en la figura de un joven y talentoso pianista, Karlrobert Kreiten, de destino aciago, en una época marcada por la sospecha continua y la clandestinidad, por las delaciones y simpatías de parte de la sociedad hacia los nazis tanto como por los que tuvieron que exiliarse o recluirse en una vida discreta para no ser señalados en contra del régimen imperante.

Alemanes pro-nazis

Y es que estamos en unas fechas determinantes, claro está, para un país y un contexto sociopolítico que mes a mes recibe atención editorial, tal es su dimensión y trascendencia histórica. En 2022 se publicó entre nosotros “Creían que eran libres. Los alemanes, 1933-1945” (editorial Gatopardo), del estadounidense Milton Mayer, de familia judía, que tras la Segunda Guerra Mundial, decidió viajar a Alemania para estudiar “in situ” las causas del advenimiento y triunfo del nazismo. Así, Mayer no solamente se mudó a una pequeña ciudad alemana para ver de cerca el nazismo, entendiéndolo como «un movimiento de masas y no la tiranía de unos cuantos seres diabólicos sobre millones de personas indefensas», sino que se hizo amigo de una serie de nazis para ahondar en su investigación: personas con las que conversó y que, aunque no habían ocupado cargos en el partido nacionalsocialistas, eran ciudadanos de a pie a todas luces fascistas.

Mediante el estudio de estos nazis, el autor vio que parte de la población estaba agradecida a los nazis por haber salvado a Alemania del colapso económico; en esta línea investigativa hace unos meses “Hitler y los alemanes” (Trotta), de Eric Voegelin, una serie de escritos en que se explicaba que el régimen nazi no habría triunfado sin la colaboración de muchos ciudadanos alemanes que mantuvieron una complicidad con Hitler. También, este mismo año, salía a la luz “Tiempo de lobos. Alemania y los alemanes 1945-1955” (Alianza), de Harald Jähner, el cual nos llevaba a la Alemania de 1945, hecha trizas tras la contienda armada, y con ciudadanos que continúan una vida miserable adaptándose a la nueva situación, que implicaba silenciar su simpatía nazi o incluso inventarse un nuevo nombre y ocupación para pasar inadvertidos. A la nación alemana le esperaba una posguerra en que el clima de desconcierto sería extremo y donde no iba a funcionar nada, donde se extendería el hambre y se encontrarían durante mucho tiempo cadáveres bajo los escombros.

Un loco en el poder

Esta situación de vigilancia entre conciudadanos antes referida la padeció el músico, que opinó en voz alta que la guerra aérea producida el 1 de marzo era culpa de Alemania por atacar Londres primero. Lo escucha Ellen Ott-Monecke, que pertenece a la Liga Nacionalsocialista de Mujeres, la organización femenina del NSDAP. Karlrobert añade: «Deberían aparecer y arrojar un par de bombas cada hora para que estuviéramos todo el tiempo angustiados y cediéramos antes. ¡Y se acabaría esta guerra de una vez!». Pero ella cree en el Führer, al que considera el mayor genio que haya vivido jamás, aparte de verlo como un gran estadista y estratega, por lo que no da crédito cuando él afirma que Hitler está loco, que el destino de Alemania depende de un desequilibrado. Pues bien, el resultado de tales comentarios será que Kreiten es denunciado ante la policía, lo que lo lleva a pasar por interrogatorios a manos de la Gestapo.

La madre del pianista intentará que se retire la denuncia, pero Ellen –que para colmo es una vieja amiga suya, además– le dice que los comentarios de Kreiten se los dijo a una vecina cuyo marido trabaja en el Ministerio. Hilmes cuenta este encuentro, y otras muchas situaciones del libro, con diálogos y tono narrativo, como si quisiera exponer de manera novelesca lo que pudo haber pasado en determinadas circunstancias, si bien se fundamenta en un gran conjunto de fuentes bibliográficas. Asimismo, «Vidas ante el abismo» también presenta otras personalidades de la Alemania nazi que resultan tan conocidas como interesantes. Es el caso de Victor Klemperer, un reputado romanista, catedrático en la Escuela Superior de Dresde hasta que lo despidieron en 1935 por ser judío. «Mientras que antes se dirigían a él con un respetuoso “Herr Professor”, hoy lo tratan como a un leproso. Desde finales de 1938, Klemperer no puede entrar en ninguna biblioteca», escribe el autor, que refiere que en una ocasión se le negó al profesor a comprar pan en una tienda.

Por otra parte, tenemos a militares como Hermann Göring, lugarteniente de Hitler cuya influencia estaba en declive aquel 1943, y del que se describe su cumpleaños, pues sobre todo lo que Hilmes desea comunicar es la vida cotidiana y vívida de algunos de los protagonistas de esos meses. Surge así, entre otros muchos nombres propios, el de Alfred Rosenberg, ideólogo precursor del nacionalsocialismo y hombre clave a la hora de orquestar el asesinato de tantos judíos. Monstruos como él y otros muchos formaron parte de un sistema que permitió que se condenara a muerte a una persona cualquiera por haber dicho algo negativo del caudillo alemán a viva voz. Kreiten estuvo agonizando entre cinco y diez minutos en la horca, refiere el investigador, antes de morir, el 7 de septiembre de 1943.

Publicado en La Razón, 14-IX-2024

lunes, 14 de octubre de 2024

Entrevista capotiana a Carlos Giménez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Carlos Giménez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Mi casa actual.

¿Prefiere los animales a la gente? No. con mucha diferencia prefiero a la gente.

¿Es usted cruel? Creo que no.

¿Tiene muchos amigos? No muchos, los suficientes.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Cariño.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Los actuales, no.

¿Es usted una persona sincera? Sí, para mentir hay que tener buena memoria y yo la tengo muy mala.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Dibujando, escribiendo, leyendo, escuchando podcast y música, viendo películas y televisión…

¿Qué le da más miedo? No ser autosuficiente económicamente, depender de los demás.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La desproporción entre ricos y pobres.

Si no hubiera decidido ser dibujante y escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? No lo sé, pero habría sido muy desgraciado.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? No.

¿Sabe cocinar? Solo ensaladas y patatas con chorizo.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A un maravilloso señor, llamado Evelio, que fue jardinero en uno de los colegios en que yo estuve interno.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? No lo sé. Quizá la propia palabra “esperanza”.

¿Y la más peligrosa? “Mentira”.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Matar no, pero dar un buen puñetazo en los morros, más de una vez.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Aquellas que conducen a hacer un mundo mejor y más justo.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No lo sé.

¿Cuáles son sus vicios principales? No tengo vicios, solo virtudes.

¿Y sus virtudes? Mis vicios.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? La imagen de un bañista sacándome del agua.

T. M.

domingo, 13 de octubre de 2024

Un fragmento de "Un mundo de novela. Lecturas de narrativa española e hispanoamericana" en la revista en línea "Zenda"


Debo la atención de que la revista Zenda haya reproducido el inicio de mi introducción de Un mundo de novela. Lecturas de narrativa española e hispanoamericana (Prensas de la Universidad de Zaragoza) a su coordinador, Álvaro Colomer. Así, en la web de esta publicación puede leerse el inicio de la introducción a este libro mío, novedad de este septiembre, y que se titula "Letras españolas con orejas de burro y en contra del victimismo llorica".

miércoles, 9 de octubre de 2024

Entrevista capotiana a José Soto Chica

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Soto Chica.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una casita en el Polo Norte. Es una idea que me ronda la cabeza desde que era un niño: imaginarme junto a una chimenea con un libro en las manos, mientras afuera ruge una ventisca sobre un horizonte blanco arropado por una noche polar.

¿Prefiere los animales a la gente? Tengo dos gatos Wendy y Kira que son dos felinas bendiciones, pero la gente me entusiasma. Creo que la felicidad es una buena combinación de gente imprescindible y animales únicos. Las personas, las que e regalan su amor son imprescindibles y yo, gracias a mi mujer, a mis hijos y a mis amigos, estoy maravillosamente provisto de ellas; los animales únicos, como mis dos gatitos, te dan gotitas de alegría que no puedes hallar sino en ellos.

¿Es usted cruel? No. La crueldad es para los necios y para los débiles y yo venero la sabiduría y he demostrado ser fuerte.

¿Tiene muchos amigos? Muchos. Es algo de lo que me siento orgulloso. Tengo amigos que conservo desde la infancia y otros que acaban de llegar a mi vida. Los tengo en todas las clases sociales, pertenecen a etnias y religiones diferentes, son muy diferentes en ideas y caracteres….  Eso me gusta; eso me enriquece.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La sinceridad, la lealtad, la bondad. Las tres están relacionadas entre sí y tengo la suerte de tener amigos que las tienen en grado sumo.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Cuando lo han hecho dejaron de serlo. Me ha pasado muy pocas veces en la vida, pero mentiría si dijera que nunca me ha pasado. Es algo muy triste, muy doloroso, pero a veces pasa. Afortunadamente son mayoría los que nunca me han decepcionado.

¿Es usted una persona sincera? Sí, valoro mucho la verdad. Mi Padre me enseñó que una persona sin palabra no era digna. Si no pueden confiar en ti quiere decir que sólo eres una cáscara vacía envuelta en egoísmo y ego. Un hombre, una persona con palabra, se obliga a ser coherente y su sinceridad lo dignificará ante los demás y, sobre todo, ante sí mismo.  

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Tengo un problema: mi trabajo, la historia y la escritura, están indisolublemente mezclados con lo que me apasiona. Así que “Mi tiempo libre” a menudo es idéntico a “Mi tiempo de trabajo.” ¿La diferencia? Que en mi tiempo libre no sólo están los libros, sino también las personas: pasar horas junto a mis hijos, mi mujer y mis amigos es el colmo de mi felicidad. Además, soy un ciego raro: me gustan las exposiciones de pintura, el cine y, ante todo, viajar y conocer nuevos lugares.

¿Qué le da más miedo? La soledad y la traición. Las he catado a las dos y duelen mucho.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La estupidez y el egoísmo. No puedo evitarlo: aunque se hagan tan comunes como en estos tiempos lo son, a mí me siguen escandalizando.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Si no hubiera tenido mi accidente no me hubiera importado seguir siendo soldado profesional y si no hubiera podido escribir… Bueno, quizá mi madre, que en paz descanse, os lo pueda explicar: cuando tuve mi accidente y estaba en coma debatiéndome entre la vida y la muerte, ella sólo tenía una preocupación que manifestó a los médicos: ¿Podrá leer?-Les preguntaba. Pues ella sabía que su hijo viviría pese a sus heridas, pero que no podría hacerlo sin libros. Amo las historias, los libros… Leerlos y escribirlos es mi vida.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Menos del que debiera. A veces, cuando me convenzo de ello, nado y le doy al saco de boxeo.

¿Sabe cocinar? Sí, aprendí de joven y me gusta. Aunque ahora no lo practico. En parte por mi ceguera y en parte porque tengo que reconocer que no tengo tiempo y que, para mí, ahora y con la ceguera, es peligroso y difícil.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Me lo pondría muy difícil… Conozco a muchos: Leovigildo, Egilona, don Juan de Austria, Heraclio, Atila, Juliano el apóstata, Justiniano… No sabría por cual decidirme. Eso sí, por alguna razón, mis “Personajes inolvidables” siempre están muertos. Me suelo llevar muy bien con ellos.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Amor.

¿Y la más peligrosa? Yo.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Todos los días. Pero se me pasa en seguida.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? No soporto la política actual. Mi única tendencia es la honradez y la verdad y hace tiempo que no sacan diputados, ni gobiernan.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Mi padre.

¿Cuáles son sus vicios principales? Tengo la mala costumbre de decir la verdad. Además, eso me condena por completo, leo libros antiguos que hoy serían condenados. Dejando eso de lado, me encanta el helado.

¿Y sus virtudes? Idénticas a los defectos: la sinceridad, la curiosidad y la bondad. Además, soy una persona muy cariñosa y tengo un negro sentido del humor que tengo bien adiestrado para no hacer daño.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? He estado ahogándome en dos ocasiones y muriéndome de otra forma en una tercera. Cuando te mueres sólo ves una cosa: terror.

T. M.

martes, 8 de octubre de 2024

Un artículo viajero sobre Blanes en "La Razón"


Ayer aparecía, en el suplemento de viajes del periódico La Razón, mi artículo "Pierre de vacaciones en Sa Lola", a propósito de Blanes, en Gerona. Hablo de algunos de los atractivos de esta localidad costera, pero sobre todo del mejor modo de hospedarse allí, en los magníficos apartamentos Pierre et Vacances, y de disfrutar de una gastronomía superlativa en el restaurante Sa Lola.

lunes, 7 de octubre de 2024

Entrevista capotiana a Gonzalo Calcedo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Gonzalo Calcedo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Algo que flote. Un barco. Al menos podría viajar y ver eso que llaman mundo. También me tienta uno de esos hoteles caribeños, desperdigados en cabañas y piscinas naturales. La comunidad de vecinos sería un trajín constante, nada de envejecer con el matrimonio de la puerta de al lado y su perrito. Si estuviese en forma, el barco. En plan jubilado, el hotel.

¿Prefiere los animales a la gente? Uf, hay personas que son como animales y viceversa. Pero me debo a mi especie, así que prefiero a las personas. Aunque jamás le haría daño a un animal. Y ya puestos, me declaro más partidario de los gatos que de los perros. Como los mininos, de entrada soy poco sociable.

¿Es usted cruel? No. Hay que ser muy sofisticado o muy elemental para serlo y yo no lo soy.

¿Tiene muchos amigos? Pocos. El cupo ya está casi lleno. Cosas de la edad, supongo. Casi todos son amigos de la madurez. Me mudé muchas veces de ciudad en la infancia y la adolescencia y el cambio de colegios me hurtó las amistades de esa época.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Me gusta tener amigos y amigas sin hacer distingos de género. Es importante que tengan sentido del humor y acepten la ironía. Y, lo más obvio, que sepan escuchar. A algunos los trato a diario, a otros pocas veces al año. Cuando hablas con una persona a la que no ves desde hace meses y es como si acabases de charlar con ella el día anterior, sabes con certeza lo que es la amistad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Las amistades, en mi caso, van por estratos, por capas de lealtad. Me dolería mucho que una persona en la que creo me fallara. Hasta ahora no ha sido así. Es un compromiso reciproco. Sin que se note, cuidamos unos de otros.

¿Es usted una persona sincera? Soy reservado, pero sincero. Me cuesta mentir, me sonrojo al hacerlo. Aunque el hecho de escribir ficción te deje siempre bajo sospecha. Para tranquilidad de los que me rodean, me reafirmo en la verdad: no tengo el don de la mentira. Ni siquiera me sirvo del silencio administrativo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Depende de la época del año. Veo cine, leo, estoy al aire libre, contemplo el mar, los cielos, los pájaros. El paso de las estaciones, que es el paso del tiempo. Nada excepcional. Vivo junto al mar, en el norte, bajo el influjo de la luna. El paisaje cambia cuatro veces al día. Viviendo en una ciudad sería diferente. Para mí ir a una inauguración o una presentación es algo que escapa a mi rango de actividades diarias. Vamos, que me cuesta ser mundano.

¿Qué le da más miedo? La intolerancia y la violencia que conlleva. La historia lo explica.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandaliza la hipocresía de la política, lo ramplón de sus argumentos, que consideren a los ciudadanos seres con necesidades muy básicas, solo cuerpos que abrigar, estómagos que llenar. Nada de pensamiento o razonamiento. El disfraz del patriotismo a ultranza, por ejemplo. ¿A quién quieren engañar?

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Fantasear igualmente. De joven quise ser director de cine, algo imposible entonces para un estudiante mediocre. Me puse a escribir para contar las historias que imaginaba. Si no escribiese, probablemente dibujase más. Se me daba bien y me relaja hacerlo de vez en cuando; no tengo un gran talento, pero si la habilidad suficiente para hacerlo. Con la fotografía me sucede lo mismo. Por tradición familiar, por su eficacia, por su desnudez: una instantánea lo cuenta todo.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Cuando hice el servicio militar me di cuenta de que estaba, más bien, en el pelotón de los enfermizos. Entonces me puse a hacer ejercicio rutinariamente por mera supervivencia. No he parado de hacerlo, bien temprano, antes de desayunar. Soy metódico y rutinario para escribir y para el ejercicio físico. No perdono ni los domingos. Ni los viajes. Entro en la habitación de un hotel cualquiera y ya calculo si hay sitio al pie de la cama para hacer flexiones. Tonterías mías. También uso la bicicleta como medio de transporte. No tengo carnet de conducir. Para patronear un barco sí.

¿Sabe cocinar? Me sucede como con la pintura. Podría hacerlo mejor, por supuesto, pero la gente se come lo que cocino. En mi familia somos cuatro hermanos dos chicas y dos chicos y de críos nunca hubo diferencias entre nosotros respecto a las tareas domésticas. Eso se lo debo a mis padres. Cuando veo actitudes machistas en adolescentes de ahora, enarco las cejas. Me parece imposible, pero ocurre. Ellos no barren y tienen miedo de las lavadoras y ellas lo celebran.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Howard Hawks. Un director de cine que es capaz de rodar la misma película varias veces y vendérsela a los mandamases de Hollywood, es digno de mención. Su sentido del grupo —hombres y mujeres por igual— y el elogio de la profesionalidad y la camaradería, siempre me gustaron. Quizás ya no esté de moda, pero para mí siempre fue el más moderno de los clásicos.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Cualquiera que dé la bienvenida y exprese acogida. Las palabras son muchas veces un refugio.

¿Y la más peligrosa? Ya lo dije antes, patria y derivados, ese sentimentalismo barato respecto a las fronteras. No porque no exista una patria legítima y verdadera, sino porque de tanto pronunciarla la han convertido en un cascarón vacío.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Pues no.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Cuando era crío decía que era de centro para parecer maduro y equilibrado. Con el tiempo me he ido escorando más hacia la izquierda, o como se llame ahora el querer progresar y no bendecir el inmovilismo. Hubo un tiempo juvenil en el que, tras leer a Papini, me declaraba Panclasta. Una suerte de nihilismo basado en el cuestionamiento de todo lo establecido y en el uso de la panclastita como mal menor. Un anarquista de salón, claro. En todo caso, debería adherirme a la quinta enmienda, aunque no tengamos, y callar la boca. Dan miedo ciertas actitudes en los medios.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Ya lo dije antes. Director de cine. O mejor, descendiendo en la jerarquía y solidarizándome con los viejos canallas que pululaban por el Hollywood de antaño, guionista.

¿Cuáles son sus vicios principales? Algunos muy sencillos: el chocolate negro, la soledad, el escepticismo, las mareas, las máquinas de escribir centenarias.

¿Y sus virtudes? El sentido del humor, la fidelidad, el cuestionarse las cosas por principio. Es algo bastante sano si se ejercita.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? El ancho mar de los sargazos.

T. M.