martes, 18 de febrero de 2025

"Mecanismos gélidos: literatura, arte, historia y viajes italianos" en el suplemento de libros "Abril"

Este pasado sábado aparecía esta maravillosa crítica de Lorenzo Luengo de Mecanismos gélidos: literatura, arte, historia y viajes italianos. Fue en el suplemento de libros "Abril", de El Periódico de Catalunya.


lunes, 17 de febrero de 2025

Entrevista capotiana a Ángeles Doñate

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ángeles Doñate.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Aquel en el que vivieran personas que quiero y me quieren, en armonía y con alegría. Así que a partir de ahí…

¿Prefiere los animales a la gente? ¡No! He vivido rodeada de animales y plantas, ¡me gusta convivir con ellos!, me preocupa el trato que reciben muchas veces… creo que deberíamos convivir en armonía y con respeto. Pero si he de elegir, una persona va por delante.

¿Es usted cruel? No. Creo que si vemos a los demás como iguales, personas con sus sentimientos y su historia, es difícil serlo. Así trato de ver a los otros, como iguales diferentes.

¿Tiene muchos amigos? Me gusta pensar y sentir que sí y que, a la vez, muchas personas me consideran su amiga.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La bondad, no como acto de ingenuidad ni tontura, sino esa bondad luchada, esforzada, consciente. La lealtad, que no tiene que ver con algo ciego sino más consciente, y la valentía, acompañándola. Y en otro orden de cosas, que amen la vida, que tengan pasiones aunque no coincidan con las mías, que sean curiosos, imaginativos y buenos conversadores o escuchadores.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Procuro juzgar lo menos posible y, cruzo los dedos, espero ser poco juzgada. Desde el corazón y la mirada abierta, es difícil que las personas te decepcionen. Todos cometemos errores o tomamos decisiones que no todos comparten. Confío en mis amigos, en su buena intención y hacer, valoro su libertad y que tengan personalidad, así que… algunas veces hacen cosas, opinan o deciden diferente a mí.

¿Es usted una persona sincera? Tan sincera como puedo. Pero así como tengo claro que no soy cruel, alguna vez he mentido como lo hemos hecho casi todos por motivos bien diversos, desde el miedo al deseo de no hacer daño.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Entre historias –leyendo, escribiendo, yendo al cine, en una buena conversación-, al aire libre o viajando, alrededor de una taza de té conversando con gente conocida… ¡hay tantas maneras de sacar provecho al tiempo!

¿Qué le da más miedo? La violencia irracional, a pequeña o gran escala. Esa capacidad de odio que se esconde en algunos seres humanos que les lleva a provocar dolor a otros, sin más. En un orden más cotidiano, la soledad no elegida, que viene de la pérdida de seres queridos.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Que un ser humano esclavice a otro, lo maltrate, lo considere un objeto.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? De hecho, en mi vida, la escritura ha ido paralela con otros trabajos como el de periodista o educadora, así que no he podido dedicarme en exclusiva. Supongo que esos dos oficios me cuadran. También me hubiera gustado trabajar en un museo, en una biblioteca, en una editorial… ¡todo alrededor del mundo de la cultura y con gente!

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Poco y eso, con los años, empiezo a ver que ha sido un error.

¿Sabe cocinar? De supervivencia. Me gusta pero no le he dedicado tiempo.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Depende del día, del año, de la época de mi vida. Difícil elegir uno. Si pienso en inolvidable para mí, hoy escojo a mi padre, que murió cuando yo era adolescente, que me introdujo en el mundo de los libros y la lectura.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Me gusta muchísimo la misma palabra esperanza, que la contiene toda. Pero elijo la palabra apapacho –una palabra náhuatl- que tiene que ver con abrazo de verdad, dado con el corazón, una caricia para el alma. Creo que en los brazos que acogen a otro, lo consuelan, le agradecen, lo protegen… cabe toda la esperanza de un mundo diferente. El abrazo de la madre, del amigo o de la compañera, del amante, del abuelo… el que damos felices, el que damos tristes, el que damos asustados… entre esos brazos abiertos cabe toda la esperanza entre esos brazos.

¿Y la más peligrosa? Odio.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Hasta el momento, no. Al menos, conscientemente.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? La humanidad en el centro: procurar el bien de esta. Creo en la justicia, en el respeto y en la solidaridad. La educación como camino de futuro y la democracia como el mejor de los sistemas hasta ahora ejercido.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Aire o estrella… ¡amo el cielo! Y si te refieres a otra persona… quizás una mecenas del siglo XIX, rica, enamorada del arte, organizadora de tertulias… rodeada de artistas y de paz en el campo. Que dispusiera de tiempo para cultivar muchas artes y de recursos para apoyar a muchos artistas.

¿Cuáles son sus vicios principales? ¿Más allá del dulce, de leer compulsivamente y de dormir? Seguramente la falta de constancia en muchos campos, el dejar para más adelante, la impuntualidad. ¡Todos tienen que ver con el tiempo! No nos llevamos muy bien…

¿Y sus virtudes? Preferiría que fueran otros quienes las dijeran pero supongo que saber escuchar y saber ser buena conversadora, la empatía y no aferrarme demasiado a objetos y opiniones sino ser capaz de ceder con elegancia.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? No tengo ni idea pero si pudiera elegir, trataría de irme al principio: cuando era niña, la vida brillaba aún por estrenar, todo parecía un cuento al alcance de la mano. Recordaría el cariño de mi casa, las pilas de libros leídos, los juegos con mis amigas en el patio, las bicis en el verano, los bailes bajo la carpa con la orquesta… me gustaría volver al principio y despedir en círculo la vida, rodeada de personas que me quisieron y a quien yo quise.

T. M.

domingo, 16 de febrero de 2025

Un artículo sobre el Bar Vint-i-quatre, Barcelona

Desde ayer está publicado, en la sección de Viajes de La Razón, mi artículo "Bar Vint-i-quatre: reinterpretar las tapas", en Barcelona, sobre un local inmejorable que hará las delicias del que busque calidad excelsa en tapas tradicionales.

sábado, 15 de febrero de 2025

Entrevista capotiana a Arantxa Rufo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Arantxa Rufo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La respuesta a esa pregunta cambia con cada viaje que hago. ¿La más actualizada? Asturias: buena gente, buena comida, buenos paisajes… 

¿Prefiere los animales a la gente? Los animales. Ya me gustaría poder decir lo contrario, pero los animales me han demostrado a lo largo de toda la evolución que son más de fiar que el ser humano.

¿Es usted cruel? No, todo lo contrario. Llevo muy mal cualquier muestra de crueldad. A veces peco de ser demasiado empática. Eso sí, mi yo escritora es otra cosa.

¿Tiene muchos amigos? Contaditos con los dedos de una mano, y aún me sobran dedos, por si alguien quiere torturarme.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Respeto, confianza, lealtad. Nada tan raro.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Antes de aprender a contarlos con los dedos de una mano, sí. Ahora “amigo” es un término que utilizo con mucho cuidado.

¿Es usted una persona sincera? Con matices. Si una verdad hace daño y no se gana nada con ella, prefiero el silencio.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leer, por supuesto. Aunque también me gustan los videojuegos y pasar tiempo con mis (poquitos) amigos.

¿Qué le da más miedo? Perder la cabeza cuando llegue a la vejez, el alzhéimer, la demencia. Son enfermedades que me aterrorizan.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Volviendo a tu pregunta anterior, me escandaliza la crueldad.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Seguiría en mi trabajo en una empresa de informática, que no deja de ser una vida creativa, al fin y al cabo.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Todo el que puedo, sí. Lo necesito para liberar la mente. Hago pilates, actividades aeróbicas, camino…

¿Sabe cocinar? Sí. ¿Me gusta cocinar? No.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A la señorita Havisham. Me fascina ese personaje, su forma de ser, cómo está descrita, su pasado, su presente, su actitud. Es un personaje que no he podido olvidar desde que leí Grandes esperanzas, así que encaja a la perfección en el requisito del Digest.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Sueño.

¿Y la más peligrosa? Yo.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? De ahí nació mi primera novela, así que sí.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? De izquierdas. Centro izquierda, como mucho.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Estrella del rock, pintora excéntrica, astronauta, criadora de vacas, la vida es sueño.

¿Cuáles son sus vicios principales? La soledad.

¿Y sus virtudes? Quiero creer que mi principal virtud es el respeto hacia los demás, pero no soy yo quien debe responder a esta pregunta.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Bueno, se supone que te pasa la vida entera, ¿no? Me pasarían recuerdos de infancia, tardes leyendo en mi habitación, conciertos con mi pareja, mi primera novela, la última, un abrazo con mi madre, un corazón roto varias veces. La vida.

T. M.

viernes, 14 de febrero de 2025

La filosofía como historia de la superación

Somos herederos directos de la Ilustración, de aquel movimiento no revolucionario, sino reformista, que nos visita hoy cada día, cuando menos desde el punto de vista editorial. Estudios históricos y traslaciones literarias de asuntos biográficos reales acaecidos en su momento se suceden sin parar dentro de una bibliografía siempre atenta a explotar el llamado Siglo de las Luces. Siempre se vende dicha etapa llena de cuestionamientos que al fin y a la postre devino uno de los periodos más ricos de estudio y reflexión, e incluso como el inicio de nuestra modernidad. A contestarse sobre todo ello se dedicó justamente Anthony Pagden en un libro de inequívoco título: «La Ilustración. Y por qué sigue siendo importante para nosotros», sin pensar que no hay mayor raciocinio moderno como en el Siglo de Oro español, y aún antes, gracias a la Escuela de Salamanca.

En todo caso, el investigador hablaba del legado de los enciclopedistas, como Jean d’Alembert, el científico Louis de Jaucourt o el autor más prolífico de la literatura francesa, Voltaire, y su titánica tarea conformada por veintisiete tomos con setenta y dos mil artículos firmados por los mayores expertos en infinidad de temas en París e innumerables publicaciones en el resto de Europa. Asimismo, este hispanista británico exploró lo que entendemos por «proyecto ilustrado» y sostuvo que la clave estribó en atribuir el conocimiento al sentimiento, es decir, a la empatía, configurando una ciencia humana que sustituyera a la teología y complementase a las ciencias naturales: «Fue la concepción de una “humanidad” culturalmente diversa pero racialmente homogénea lo que hizo posible la evolución del ideal “cosmopolita” moderno».

Este factor, decía el autor, es esencial para entender el mundo globalizado que hoy habitamos. Así, una de las cosas que Pagden se propuso explicar, muy convincentemente, es cómo en aquel tiempo el concepto de nacionalidad se difuminó en parte para surgir la idea de ser «ciudadanos del mundo», hasta el punto de que «si incluso los estados más poderosos se sienten a veces obligados a respetar las normas del derecho internacional, eso se lo debemos a la Ilustración». Pero, como contrapartida a ello, también se ha dicho que el mensaje ilustrado provocó un eurocentrismo que derivaría en imperialismo y racismo; que la Ilustración colocó la razón por encima de toda creencia religiosa de forma drástica, por más que destacados ilustrados, como el italiano Giambattista Vico y el español Benito Jerónimo Feijóo, fueran creyentes o incluso frailes.

Un cuarteto de filósofos

Si hacemos mención de la Ilustración ahora es para contrastarla con un título que sería imposible sin ella: «Espíritus del presente. Los últimos años de la filosofía y el comienzo de una Nueva Ilustración 1948-1984» (traducción de Joaquín Chamorro Mielke), de Wolfram Eilenberger, fundador de «Philosophie Magazin» y presentador del programa de televisión «Sternstunde Philosophie» en la cadena pública suiza SRF. En 2018, ya había incidido en similar temática en su libro «Tiempo de magos», en que estudió lo que para él fue la gran década de la filosofía: los años 1919-1929. En aquellas páginas, aparecían pensadores como Ludwig Wittgenstein, Walter Benjamin, Ernst Cassirer y Martin Heidegger, que según el autor elevaron el alemán a lengua del espíritu, en medio, claro está, de acontecimientos históricos de gran trascendencia.

Así, un poco al modo de Padgen, pero en el contexto germano, Elilenberger propulsa el pensamiento de estos autores para auparlos como los creadores de nuestro pensar contemporáneo, lo cual, aparte de hiperbólico e idealista, sólo hace que repetir lo que otro historiador dirá de otra época y país distintos para llevar el agua a su molino. De esta manera, Alemania se erigiría constantemente como portavoz de una Nueva Ilustración, de la misma manera que Goethe ya habló de una literatura universal pero siempre enmarcada en su visión localista del mundo de las letras. En esta nueva ocasión, Eilenberger presenta otra pléyade de filósofos muy valorados por su cultura, como Theodor W. Adorno, Susan Sontag, Michel Foucault o Paul K. Feyerabend, para presentar determinadas ideas alrededor del tiempo de las guerras mundiales.

«Espíritus del presente» tiene una fuerte parte biográfica, por cuanto sigue las huellas de esos autores por Frankfurt, Viena, Los Ángeles o París, y da una vuelta al tópico de que los ilustrados se reconocieron a sí mismo instalados en el «Siglo de la Filosofía», por más que la Ilustración no pueda verse como un movimiento único y coherente, más bien una revolución de las costumbres, tanto de tinte social como político. Para Elilenberger, juntar a este cuarteto de escritores, por muy diferentes que puedan ser, sí tendría sentido dado que los cuatro se enfrentaron a la rigidez científica para renovar la Ilustración: por ejemplo, en el caso de Adorno, tal cosa la hizo sobre una moralidad posible después de Auschwitz; por su parte, Foucault cuestionó lo que es históricamente posible pensar.

Un partido de tenis

Son asuntos estos, claro está, de notable complejidad teórica, que se aligeran por esa intención de humanizar al pensador siguiéndole los pasos, como cuando Adorno dejó California para ir a Alemania o Sontag empezó a divulgar sus ensayos de algo tan cercano como la cultura pop. La crítica literaria y filosófica alemana ha aplaudido sin recelos el libro, asintiendo ante la iniciativa de colocar a cuatro autores autores rompedores con la tradición, que tuvieron que enfrentarse a desafíos nuevos que imponía una sociedad marcada por el horror bélico y el Holocausto. Por eso conocemos en estas páginas la posguerra en la República Federal de Alemania, en un intento de reconciliarse con el pasado, las reflexiones de algo también tan novedoso, bajo la mirada de Sontag, como es la cultura de masas, los pasajes de Foucault en que medita acerca de lo que se entendería como la despedida del yo y la crítica del poder, y las consideraciones que le merecen a Feyerabend conceptos en torno a la crítica de la racionalidad.

Con respecto al empleo del término «espíritu», el autor lo eligió por su versatilidad semántica, jugando con su sentido de fantasma o de conciencia. Y no lo hace en balde, sabedor de que el «espíritu» tiene un papel axial en la tradición filosófica alemana. «El presente es lo que la mente quiere captar. En este libro entiendo por tanto la filosofía como el arte de la presencia mental», ha recalcado en una entrevista de Frank Willmann, el pasado octubre, poniendo el acento en el hecho de que las figuras centrales de su libro «cultivaron la filosofía como presencia de espíritu de una manera que ya no se practica en la academia hoy en día». Cabe decir que el trabajo da pie con una cita de 1984 que se refiere a un partido de tenis entre John McEnroe e Ivan Lendl en Roland Garros.

En ese año acaba el libro, precisamente, observando que un determinado momento de dicho partido «es probablemente uno de los últimos momentos que Foucault experimentó mientras estaba consciente en su habitación del hospital». Este enfoque resulta curioso, pero es el estilo de Elilenberger: escribir la historia de la filosofía como una historia de superación, como él mismo defiende, de diversos personajes que que se encontraron bajo una presión enorme, tanto en su vida personal como en su contexto histórico y también con respecto a otros filósofos profesionales.

Publicado en La Razón, 8-II-2025

jueves, 13 de febrero de 2025

Entrevista capotiana a Natalia Gómez Navajas

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Natalia Gómez Navajas. 

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Aunque echaría de menos el mar, me quedo con mi tierra. Logroño es una ciudad muy cómoda para vivir. Tiene una extensa oferta cultural, de ocio y a dos pasos de la ciudad, en cualquiera de las direcciones que te muevas, te topas con la naturaleza en estado puro.

¿Prefiere los animales a la gente? No, me gustan mucho, pero nunca estarían por encima de la gente.

¿Es usted cruel? Creo que no, y si alguna vez lo he sido, nunca a propósito.

¿Tiene muchos amigos? Sí, aunque tengo muchos más conocidos, pero creo que soy afortunada con la gente que me rodea.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La sinceridad, algo que quiero en toda la gente que tengo junto a mí. A todas las personas no puedes pedirles lo mismo. Algunas son buenas dando consejos, otras están ahí ante cualquier adversidad, otras son ideales para divertirse. Cada persona tiene su cualidad y no puedes pedirle la que no posee.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Por regla general, cuando alguien te decepciona es porque le has dotado de unas características que no dispone y cuando te das cuenta surge la decepción. Si intentas conocer a la persona sin idealizarla, la verás siempre como es en realidad. 

¿Es usted una persona sincera? Lo intento, la mentira no llega a ningún lado. Te obliga a tener una gran memoria. Otra cosa es que no lo diga todo. A veces, callarte es la mejor opción.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leer, pasear, los viajes en moto con Juan, mi marido..., hay muchas opciones.

¿Qué le da más miedo? Perderme. Hace años me encontré. Igual parece egoísta, pero hoy en día voy delante de cualquiera que me rodea. Decidí cuidarme, pensar en mí, quererme primero para que los demás me pudieran querer y aceptarme tal y como soy y para poder amar yo. A veces, temo que mi conciencia se extravíe, aunque espero que no ocurra.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La mentira, el despotismo y el nepotismo. Lo poco que vale hoy en día la palabra dada.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Soy escritora por afición. Hasta el momento, no me gano la vida con la Literatura y no sé si ocurrirá algún día, aunque no me importaría que sucediera.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Tengo un estudio de Yoga y pilates. Imparto las clases y las realizo casi a diario. El esquí me encanta, pero no lo practico tanto como me gustaría.

¿Sabe cocinar? Sí, igual está mal que lo diga yo, pero los que han probado mis platos siempre repiten. Me encanta cocinar, me imagino los sabores de los alimentos e intento fusionarlos para crear ese bocado casi perfecto.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Emilia Pardo Bazán, por su empeño en acabar con la desigualdad educativa.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Futuro.

¿Y la más peligrosa? Prohibido.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, aunque en mis novelas no me tiembla la mano a la hora de acabar con un personaje.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Apuesto por todo lo que conlleve el bienestar social y el divulgación cultural sin dejar de lado el impulso económico, en la que cada persona tenga la posibilidad por sus propios medios de labrarse un futuro.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? De niña soñaba con ser arqueóloga.

¿Cuáles son sus vicios principales? A lo largo de los años, he intentado soltar los vicios que pudiera tener, ya que éstos te esclavizan.

¿Y sus virtudes? La generosidad y la honestidad.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Quizá lo que todavía no me ha dado tiempo de hacer.

T. M.

miércoles, 12 de febrero de 2025

Un artículo sobre el Café de París, en Barcelona

Se acaba de publicar, en las páginas de Viajes de La Razón, mi artículo "El mejor Café de París, en Barcelona", donde recomiendo vivamente la oferta gastronómica, realmente espléndida, de este establecimiento.

martes, 11 de febrero de 2025

Entrevista capotiana a Ariadna G. García

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ariadna G. García.

Si tuviera que vivir en un sólo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? No saldría de la Tierra. Es mucho lo que tenemos que hacer en el tercer planeta del sistema solar, entre otras cosas: salvarlo de nosotros mismos.

¿Prefiere los animales o la gente? Tuve una vez una gata, Argos, que era más noble, dulce y empática que la mayoría de las personas con la que me cruzo a diario.

¿Es usted cruel? No, aunque podría.

¿Tiene muchos amigos? Defina amigo. Tengo amigos con los que comparto experiencias culturales y con los que me divierto, los tengo en el trabajo y en el gremio poético. Pero amigos íntimos, con los que camino por la vida en conexión profunda, que me piensan y en los que pienso, con los que puedo contar para cualquier cosa, tengo pocos; eso sí, son esenciales.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Cualidades que valoro: amor, lealtad, comprensión, lucidez, excelencia inspiradora en cualquier terreno (moral, existencial, intelectual), franqueza, cercanía física, confianza, intimidad, espíritu crítico, compromiso...

¿Suelen decepcionarle los amigos? La amistad, al contrario que el amor, debe ser recíproca, algo que por desgracia no todo el mundo entiende.

¿Es usted una persona sincera? Omito información, como todo el mundo. Pero a las preguntas directas, respondo con franqueza. (Salvo cuando mis hijos me preguntan por los Reyes Magos, me siento incapaz de romper su ilusión. No les miento, pero tampoco respondo con el esperado adverbio que confirme su existencia o la niegue.)

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? ¿A solas? Leyendo o practicando deporte. A veces también dibujando o sacando canciones al piano. ¿En compañía? Se me ocurren muchas formas.

¿Qué le da más miedo? Perder la alegría (amenazada por mil razones).

¿Qué le escandaliza? Cualquier declaración de Donald Trump.

Si no hubiera decidido ser escritora, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? De no ser escritora, igual sería atleta. De adolescente, abandoné el entrenamiento por la poesía. Dicho esto, la creatividad no es sólo artística. Hay que ser muy creativo para llegar a fin de mes con los bajos salarios que tiene mucha gente.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Voy al gimnasio tres veces a la semana: ejercicios de fuerza (musculación) y aeróbicos (carrera).

¿Sabe cocinar? Me gusta elaborar mis platos preferidos. Pero de ahí no me saque.

Si tuviera que escribir un artículo para Reader´s Digest sobre un personaje inolvidable, ¿a quién elegiría? Lo escribiría sobre el granadino Emilio Herrera, pionero en la invención de trajes espaciales, allá por 1935.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Amor.

¿Y la más peligrosa? El pronombre personal "yo".

¿Alguna vez has querido matar a alguien? ¿A una persona? No. Pero a personajes de ficción, sí. Tengo inéditas tres novelas juveniles donde me cargo a personajes que simbolizan valores que detesto.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Las compatibles con la vida humana y no humana en el planeta Tierra. Y esto, en condiciones de igualdad y justicia, sólo lo garantiza una.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Algo que ilumine: un ópalo, un panal de miel, una copa de árbol otoñal.

¿Cuáles son sus vicios principales? La palabra "vicio" está contaminada de connotaciones negativas. Y las cosas que me gustan mucho no las considero como tales.

¿Y sus virtudes? Soy segura, obstinada, curiosa, trabajadora, creativa, independiente, innovadora, positiva...

Imagine que se está ahogando, ¿qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Supongo que los rostros de mis hijos.

T. M.

lunes, 10 de febrero de 2025

Carmen Martín Gaite: Caperucita nunca estuvo en Manhattan


Llevar la realidad social e histórica a la literatura, después de un periodo oscuro de guerra y miseria para nuestro país, fue la intención de muchos de los narradores españoles que empezaron a publicar a partir de los años cincuenta. Unos pocos –Camilo José Cela, Miguel Delibes, Juan Antonio de Zunzunegui– habían destacado en la década anterior entre una mediocridad literaria que, de pronto, iba a cambiar a raíz de la aparición de la llamada «generación del medio siglo». Se trataba de un amplio y memorable grupo de novelistas entre los que se hallaba la joven salmantina Carmen Martín Gaite, licenciada en Filosofía y Letras y nacida, como Luis Martín-Santos, Ignacio Aldecoa, José  Manuel Caballero Bonald, Jesús Fernández Santos, Juan Benet, Rafael Sánchez Ferlosio o Juan García Hortelano, en los años veinte.

El hecho de que las letras de estos escritores conjugaran diferentes influencias venidas de la filosofía de Jean-Paul Sartre, de la novela francesa o del cine neorrealista italiano son datos que permanecen, fríos y distantes, en los manuales de literatura. Porque lo cierto es que, con independencia de ciertas afinidades ideológicas, enseguida se advirtieron dos cosas: en primer lugar, que entre aquellos amigos agrupados en torno a la «Revista Española» y a las universidades de Salamanca y Madrid, había plumas de gran talento por encima de contextos socioculturales, y en segundo lugar, que las escritoras iban a abordar la literatura con mayor sutileza e intimismo, esto es, profundizando más en las pequeñas vidas de mujeres incapaces de comunicarse dentro de una sociedad en la que no encajaban. Y el mejor ejemplo de ello  fue Martín Gaite (nacida el 8 de diciembre de 1920).

Al igual que otras precoces autoras de la época como Carmen Laforet y Ana María Matute, Martín Gaite, ya casada con Sánchez Ferlosio, del que se separó en 1970 y con el que tuvo una hija, comenzó pronto a publicar y obtener prestigiosos premios: el Café Gijón, con los cuentos de «El balneario» en 1955, y el Nadal en 1957 con la novela «Entre visillos», dos radiografías de una España provinciana y triste con un estilo llano y común que jamás abandonaría. A estos libros, a su obra de teatro «La hermana pequeña» (1959) y a la recopilación de cuentos «Las ataduras» (1960) les sucedió una creación dominada por el deseo de ahondar aún más en los aspectos psicológicos de todos sus personajes femeninos, como en «Ritmo lento» (1963), «Retahílas» (1974), «Fragmentos de interior» (1976) y «El cuarto de atrás» (1978), Premio Nacional en la primera ocasión en que lo obtenía una mujer.

Lluvia de éxitos


Así, en aquel momento Martín Gaite se convierte, tras el reconocimiento de la crítica, en unas de las escritoras españolas más leídas, al compás del aumento de lectoras que se reconocen en la incomunicación, en el conflicto entre la vida urbana y la campestre, en las limitaciones de ser mujer en un mundo masculino y en ciertos elementos psicoanalíticos. Tal cosa se percibe, sobre todo, a través de textos como «Nubosidad variable» (1992), un intercambio epistolar entre dos viejas amigas, Sofía Montalvo Sofía (asfixiada en una vida insatisfactoria como esposa y madre de familia) y Mariana León, Mariana (de turbulenta peripecia amorosa y reputada psiquiatra de profesión), que al cabo de treinta años, tras coincidir en un cóctel, dan cuenta de sus respectivos pasados y cuyo enorme éxito constituyó el punto de inflexión de toda su trayectoria creativa.

Justamente, poco tiempo después de que la editorial Acantilado recuperara la novela «Querido Miguel», de Natalia Ginzburg, moría su traductora, a la que llamaban cariñosamente Carmiña (el 23 de julio de 2000), que reconoció siempre deberle mucho a esta narradora, dramaturga y ensayista italiana. Ginzburg, en efecto, influyó en la escritora salmantina hasta el punto de que la concepción de «Nubosidad variable» se explica mejor tras saber que fue escrita coincidiendo con su traducción para la editorial Lumen, que vio la luz en 1989. Pero dicha influencia venía ya de lejos, porque Martín Gaite conoció Italia en los años cincuenta –cuando acompañaba a su marido a visitar a su familia–, y desde ese momento el encuentro con su lengua, literatura y cine imperante en esos tiempos marcó profundamente la trayectoria narrativa de, que traduciría a Primo Levi, Italo Svevo, Ignacio Silone y haría, asimismo, otra versión en español de una historia de Ginzburg publicada en 1952, «Nuestros ayeres» (Debate, 1996).

En pocos casos se aprecia una deuda literaria de forma más clara. El «ritmo lento», el lenguaje coloquial, los numerosos diálogos, el análisis inocente de insignificancias diarias y el pensamiento femenino más íntimo pueblan las páginas de «Caro Michele» (1973). Tal como ocurre en las ficciones de Martín Gaite y en la citada «Nubosidad variable» con especial énfasis, pues el libro comienza con una cita de Ginzburg perteneciente a «La ciudad y la casa» (1984), alude sutilmente a otro de sus libros, «Léxico familiar» (1962), y recurre también al estilo epistolar para el desarrollo introspectivo de las dos protagonistas. El mérito innegable de basar una historia en mensajes de este tipo resultaba, sin embargo, más complejo en «Querido Miguel», pues son nueve las personas que hablan aquí, además de un narrador omnisciente, el cual pone en escena a los personajes para que charlen entre ellos.

Rachas poéticas

A partir de «Nubosidad variable», su gran popularidad la ayuda a que otros géneros que llevaba practicando durante décadas alcancen mayor dimensión: sus estudios históricos «Los usos amorosos del siglo XVIII en España» (su tesis doctoral de 1972) y «Usos amorosos de la postguerra española» (1987), así como ensayos en los que reflexiona sobre la escritura, fundamentalmente «La búsqueda de interlocutor y otras búsquedas» (1974), sus recreaciones de cuentos infantiles «Caperucita en Manhattan» (1990) y «La reina de las nieves» (1994), obras escritas a modo de doble homenaje, a Hans Christian Andersen y a su hija, su poesía, sus guiones de televisión y sus traducciones de autores portugueses o ingleses, como «El misterio de la carretera de Sintra», de Eça de Queirós, de «Jane Eyre», de Charlotte Brontë, o «Cartas de amor de la monja portuguesa Mariana Alcoforado».

Pero Martín Gaite siempre será recordada, además de por su inseparable boina parisiense, por haber literaturizado los problemas más íntimos de la mujer contemporánea, desde sus relatos iniciales hasta sus  últimas novelas, «Lo raro es vivir» e «Irse de casa», donde la huida y el retorno a lo provinciano recuerda alguna de sus páginas de mediados del siglo XX. En fin, el lector, dada la dupla de aniversarios que acontecerán este 2025 (centenario de su nacimiento y un cuarto de siglo desde su muerte), podrá descubrir o redescubrir la obra de una escritora por medio de todos los libros citados o por una novedad que se lanzó, por parte de la editorial Anagrama, en 2023: «A rachas. Poesía reunida». 

Este volumen venía a recordar cómo, en 1947, Martín Gaite publicó en una revista de la época, llamada «Trabajos y Días», un poema que llevaba por nombre «La barca nevada». De tal modo que estamos ante una autora que al comienzo de su andadura literaria tuvo una pulsión poética, que más adelante extendería con más y más versos. Estos significaron para ella una especie de obra en marcha, pues fue añadiendo poemas en diversas ediciones ampliadas de «A rachas», cuyas composiciones disfrutaba recitar en cafés o centros culturales. Esta última edición viene a cargo de José Teruel, que incluyó también una selección de los collages de la autora, a la que tan aficionada era desde siempre.

Así, la poesía de Martín Gaite «ilumina elementos aún no explorados», a juicio de Teruel, que ve en el lenguaje y el pensamiento poéticos algunos ítems temáticos o atmosféricos que asimismo impregnaron sus narraciones. «El vicio de anotar alguna impresión de esas que caen del cielo como un rayo o estremecen todo nuestro ser no desapareció por completo, ni le cerré la puerta a aquellas fugaces visitas de la poesía –escribió la propia Martín Gaite en torno a su vena lírica–. Irrumpía en mi casa sin previo aviso, como un amigo calamitoso y algo enfermo que busca cobijo en un raro recinto aún milagrosamente indemne del naufragio, donde nadie le va a echar en cara sus ausencias. Se presentaba y lo inundaba todo con su olor a eucaliptus, intempestivamente, igual que se largaba luego sin despedirse: a rachas».

Publicado en La Razón, 8-I-2025

domingo, 9 de febrero de 2025

Entrevista capotiana a José Luis García Sánchez-Blanco

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Luis García Sánchez-Blanco.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Colmenar Viejo. Solía vivir en Madrid, pero tuve un problema de salud y el médico me recomendó que me mudara a un sitio más tranquilo y que se respirara mejor. Es una ciudad pequeña, a 33 km de Madrid, pero está a los pies de las montañas, tiene todos los servicios que puedas necesitar, los vehículos se detienen cuando te acercas al paso de cebra, y no ha perdido el espíritu de cercanía que te ofrece una localidad relativamente pequeña.

¿Prefiere los animales a la gente? No. Creo que es precisamente la relación con las personas lo que da más sentido a la vida, pero eso no necesariamente implica que debamos tener miedo a estar solos.

¿Es usted cruel? No. Ni siquiera soy capaz de entender la crueldad.

¿Tiene muchos amigos? Sí. He tenido la suerte de cruzarme en la vida con personas excepcionales, que a su vez se convirtieron en amigos excepcionales. Con muchos de ellos no hablo tan a menudo como me gustaría, pero nos acompañamos y sabemos que podemos contar el uno con el otro. Algunos de ellos nos han dejado, pero incluso esos están presentes, de alguna manera.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Calidad humana, bondad, empatía, ternura, alegría, cercanía… Si a eso le añades un alineamiento de valores, un toque de personalidad y una chispa de sentido del humor, tienes ante ti una fórmula casi mágica. Pero cada ser humano es un mundo, con sus luces y sombras. La verdadera clave de la amistad está en abrazar a la persona tal y como es, sin pretender moldearla a nuestros deseos, aceptando su esencia con el corazón abierto. En esa aceptación genuina se encuentra el verdadero significado de compartir la vida con otros.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. A veces la vida nos lleva por caminos diferentes, y las distancias se hacen presentes, ya sea física o emocionalmente. Pero más que verlo como una decepción, lo entiendo como parte del flujo natural de las relaciones humanas. Las personas evolucionamos y no siempre crecemos en la misma dirección. Sin embargo, eso no quita el valor de los momentos compartidos. Cada amistad deja una huella y prefiero recordar lo que fue enriquecedor en lugar de enfocarme en lo que pudo faltar.

¿Es usted una persona sincera?  Sí, aunque a veces no sea muy directo. La sinceridad, para mí, no solo significa hablar con franqueza, sino también hacerlo desde un lugar de respeto y consideración por los sentimientos del otro. Intento ser todo lo sincero que puedo, pero también trato de que mi honestidad refleje mi intención de cuidar las relaciones y aporte algo positivo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Dedicándolo a escribir y a disfrutar de las personas que quiero.

¿Qué le da más miedo? No sabría responder a esta pregunta… pero sí hay una cuestión que me genera una profunda inquietud: la muerte. Es imprevisible, y siempre nos pilla a destiempo.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Nuestra limitada capacidad para ponernos en la piel del otro.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? He tenido la suerte de escribir y vivir muchas vidas. Algunos de mis mejores años los pasé realizando proyectos de desarrollo en varios países.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Paseo dos veces al día, a veces acompañado. No lo considero solo un ejercicio físico, sino también un espacio para cuidar la mente.

¿Sabe cocinar? No, pero tengo la suerte de compartir mi vida con una mujer que cocina maravillosamente.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A mi padre. Era excepcional.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? “Adelante”, porque cuando nos quedamos atrapados en nosotros mismos o anclados en el pasado, cerramos la puerta a la esperanza.

¿Y la más peligrosa? Elijo dos palabras: “me rindo”. Cuando bajamos los brazos, algo en nosotros se apaga. Renunciamos no solo a un objetivo, sino también al derecho de equivocarnos y volver a intentarlo. 

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Nunca.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Creo en la importancia de escuchar, de comprender las múltiples aristas de cada realidad y de evitar las respuestas simplistas a problemas complejos. No me siento cómodo en etiquetas cerradas; prefiero el debate sereno, el pensamiento crítico y la posibilidad de encontrar puntos de encuentro entre visiones distintas. Más que adherirme a una tendencia política concreta, me interesa el diálogo honesto y la búsqueda de soluciones que dignifiquen la vida de las personas.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Director de trenes en la Estación del Norte de Madrid. Eso era lo que le decía siempre a mi madre cuando era pequeño. Ahora entiendo que me fascinaba la idea de orquestar un mundo donde cada tren, cada viaje, cada historia tuviera su propio destino y su propio tiempo. Quizá, en el fondo, lo que deseaba era ser el guardián de esos momentos de partida y regreso, de encuentros y despedidas, de promesas que se hacen al subir a un tren y de nostalgias que quedan en el andén. Con los años comprendí que la literatura, de algún modo, también es eso: una estación donde los personajes llegan y parten, donde las palabras conducen al lector por paisajes desconocidos, donde el tiempo se detiene y, al mismo tiempo, avanza sin tregua.

¿Cuáles son sus vicios principales? Atesorar libros y papeles, como si en cada hoja impresa se escondiera un pedazo de tiempo que no quiero dejar escapar. Acumulo más libros de los que podría leer en varias vidas, subrayo frases con la certeza de que algún día volveré a ellas, y escribo notas en los márgenes que luego se convierten en pequeños enigmas para mi yo futuro. Guardo recortes, cartas antiguas, anotaciones sueltas que, en su caos, trazan un mapa de mis pensamientos a lo largo de los años. Quizás sea una forma de resistencia contra el olvido, un intento de capturar lo efímero antes de que desaparezca. O tal vez, simplemente, un vicio incurable de quien encuentra refugio en las palabras y en las huellas que dejan.

¿Y sus virtudes? La paciencia, no solo como espera, sino como una forma de mirar el mundo sin urgencia, de comprender que todo tiene su tiempo y que algunas respuestas solo llegan cuando aprendemos a escuchar el silencio. Y recordar a quienes me quieren, no solo en la memoria, sino en la presencia: en un gesto, en una llamada inesperada, en el cuidado de los detalles que sostienen los afectos.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Casi me ahogué una vez. Tenía once años y la corriente me arrastraba sin que mis fuerzas pudieran contenerla. Recuerdo la desesperación de no encontrar un punto de apoyo, y también el instante en que mi padre me sujetó y me trajo de vuelta. Si me volviera a pasar, quizás vería su rostro de nuevo, pero esta vez desde el otro lado, esperándome. Tal vez vería también a mi hijo Juan, que partió demasiado pronto, y a quien tantas veces he querido abrazar en sueños. Y, al mismo tiempo, me alcanzaría la voz de mi mujer, llamándome desde este mundo, anclándome a la orilla de la vida con la sola fuerza de su presencia.

T. M.