Un largo paseo hasta la montaña de Montjuic. ¿Para qué? Con el fin de ascender por “La escalera de la evasión”, misterioso título, que no veo justificado (falta de atención mía), para la retrospectiva de Joan Miró. En su fundación ahora está casi todo de él: colecciones particulares, galerías europeas, museos americanos. De ahí han venido obras suficientes como para que la gente haga largas colas calentándose al sol de un domingo barcelonés. No es mala preparación para ver los cuadros del artista. Yo no tengo que sufrirla, gracias a un milagroso pase que he conseguido, y voy directamente a lo que más me gusta: sus pinturas de Mont-roig del Camp: “La masía” y otras por el estilo, y después su serie de “Constelaciones”. Pero no hay nada mejor en toda exposición que analizar cómo se expone el público: son personas que miran, ¿pero qué ven? Yo quisiera mejorar ciertos cuadros al azar, esparciendo un poco más de tinta allí, colocando unos puntos allá... en todo ese campo surrealista. El público también lo ha de ser, por eso esa gente de las colas y las cabezas calentadas miran sin ver nada. Solo entenderán algo los que han dibujado o pintado, tal vez también algún poeta, o algún loco, y fundamentalmente los niños. Esa es mi afición preferida en un museo: oír los comentarios de los muy pequeños. En este caso, además del doble de Peter Handke con el que me tropiezo varias veces, hay cuarentones que han llevado a sus hijos y grupos de chicas adolescentes con pinta de estar haciendo algún trabajo escolar. Me mantengo, pues, cerca de una niña que indica a su madre los animales que ve en uno de los cuadros de una masía, porque no puedo concebir mejor guía museística que los ojos abarcadores de la infancia. Cuando se es niño, uno dibuja siempre mironianamente al dejar fluir el lápiz de forma distraída, haciendo superposiciones con las geometrías y colores. Luego, paseo por el museo, como en un bosque en el que de vez en cuando, reparo en algún árbol, y salgo de allí. El sol luce fuerte, y una serpiente de gente sigue allí dispuesta a entrar a mirar y a no ver nada.