Después de cuatro años de la aparición de “El
caballo amarillo”, diario confesional, publicado en 1909, de un álter ego
–llamado George O’Brien– del terrorista y escritor ucraniano Borís Sávinkov
(1879-1925), aparece su continuación, este oscuro equino cuyo título está
sacado de un poema de Aleksandr Blok. Se añade también el texto “En prisión”,
que vio la luz de forma póstuma y que, según su traductora Marta Rebón, “cuenta
el desmoronamiento físico y moral de un revolucionario de tres al cuarto que es
descubierto y enviado a prisión”.
Sávinkov fue apresado, en efecto, por la policía
bolchevique (se suicidó en la cárcel). Se le perseguía por intentar reclutar un
ejército de voluntarios para entrar en Rusia y terminar con la Revolución. Esta
peripecia es la que literaturiza en “El caballo negro”; lo interesante es que
el protagonista no convierte su experiencia en un relato de buenos y malos,
sino relativiza la fuente de la violencia, él, que orquestó atentados que
mataron a un ministro y un gobernador: “Y yo, ¿en qué me diferencio de un
comisario? Nos distinguimos por nuestras creencias, pero no por nuestros actos.
Estamos hechos de la misma pasta”, dice. Sus páginas son el reflejo del caos y
la ignominia de su país en tiempos de atrocidades; páginas y acciones que
despertarían el respeto de Churchill y la admiración de escritores como
Somerset Maugham o pintores como Picasso.
Publicado en La Razón, 28-III-2013