Walt Whitman no
es sólo el poeta de “Hojas de hierba”, su obra en marcha aparecida por vez
primera en 1955 y que iría ampliando hasta poco antes de su muerte. Antes de publicar versos, fue autor de la
novela antialcohólica «Franklin Evans, el borracho», de la que
luego renegaría, y de unas prosas en las que reflexionó sobre el ambiente político
y social de su tiempo: “Democratic Vistas & Specimen Days”, de
1871, que, por traducción y gracia de Jesús Pardo y Carlo Zoti, son dos libros
en uno. Por un lado, el ensayo de setenta y cinco páginas “Perspectivas
democráticas”; por el otro, una gran serie de pequeños textos titulada “Días
cruciales de América”. No en balde, dijo Thoreau de él que era el demócrata más
importante que había conocido.
La introducción
al volumen, prescindible por pesada y confusa, es de George Kateb, profesor en
Princeton, y sólo retrasa el inicio de esta auténtica maravilla de
sensibilidad, sabiduría, humanidad. Así, en el primer bloque el poeta vaticina
que los Estados Unidos dominarán el mundo entero, pero que su progreso esconde
un fracaso ético, un expansionismo vacuo; y que la literatura es la herramienta
ideal para forjar un espíritu democrático común que contenga el elemento
religioso, el factor del Alma siempre por encima de lo material. De ahí el
deseo de que surja «el poeta o el gran literato de lo moderno». (Y quién iba a
ser dicho poeta sino el propio autor.)
Whitman destaca
que sus ideas son fruto de sus vagabundeos, de observar al ser humano, ya sea
en Nueva York o en medio de la naturaleza. Lo cual se enfatiza en la segunda
parte, autobiográfica, que incluye recuerdos de sus empleos en periódicos y
anotaciones de sus viajes a Boston y al Sur, por ejemplo. Pero por encima de
todo ello conmueve y sirve de inspiración moral su diario como enfermero de
heridos de guerra: un ejemplo de solidaridad precioso y de un valor
incalculable.
Publicado en LaRazón, 20-VI-2013