En cierta
manera, este libro de un periodista francés desconocido hasta ahora para
nosotros y publicado el año pasado en París es el trabajo decisivo, definitivo,
sobre lo que se conoce como generación beat. Se han escrito ríos de tinta sobre
William S. Burroughs, Jack Kerouac, Allen Ginsberg y
el resto de la pandilla que configuraron, como dice el poeta y traductor Jesús
Aguado, aquella «generación de despiertos, de ávidos, de inconformistas, de
inquietos, de alucinados, de cachondos, de trashumantes, de desubicados». Jean-François
Duval consigue un volumen totalizante, de verdades múltiples sin ser
contradictorias, al dejar traslucir sus veinte años dedicados a seguir las
huellas de estos escritores legendarios a partir de largas entrevistas que son
una gran lección de periodismo literario.
Esta dimensión
definitiva a la que aludo está enmarcada por un material magníficamente
elegido: un gran número de fotografías e ilustraciones, una bibliografía
selecta, un “Who’s Who” (casi una cuarentena de personas) e incluso una
cronología desde que nace Burroughs en 1914 hasta que en el año 2012 se estrena
la película “On the Road”, dirigida por Walter Salles y producida por Francis
Ford Coppola, quien tenía los derechos de la obra de Kerouac desde hacía
decenios. Así, “Kerouac y la generación beat” (traducción de Francesc Rovira)
se convierte en el manual perfecto para saber con detalle y profundidad cómo
surgieron los beat en la escena pública y qué tipo de relaciones
interpersonales y diferentes literaturas inspiraron.
El libro, que
se basa en encuentros que Duval tuvo con sus entrevistados en los años noventa
y también en la presente década, es interesante por cuanto sirve para apartar
los prejuicios y opiniones superficiales sobre los beat y quedarse con la
esencia de la personalidad de Kerouac y sus colegas. Allen Ginsberg dice, por
ejemplo, en 1994, cuando se le pregunta por el cincuenta aniversario de la
generación beat, que «nunca ha existido ningún “movimiento beat”. Simplemente
hace cincuenta años que conocí a Burroughs y a Kerouac». Y asegura lo que fue
la clave de todo: que «la palabra “beat” no es más que un apelativo
estereotipado que nos endosaron los medios después de que John Clellon Holmes,
el autor de la novela “Go”, la utilizara en un artículo del “New York Times
Magazine”, en 1952».
Ciertamente,
los autores etiquetados de beat no pueden ser más diferentes entre ellos. Pero
el calificativo prosperó, y la eclosión se produjo cuando “En la carretera”
tuvo una primera gran reseña en 1956 que aupó a Kerouac a un estrellato que al
final fue su maldición. Carolyn, la que fuera esposa de Neal Cassady –el hombre
al que todos admiraban por su energía y sociabilidad y que su amigo Kerouac
convirtió en protagonista de “On the Road” con el nombre de Dean Moriarty–,
además de amante fugaz del propio Kerouac, coindice en esa apreciación de
Ginsberg y desmonta la imagen de rebeldía que la juventud de la época recibió
de los beat. Kerouac era un hombre tímido, «escindido entre sus convicciones
católicas y sus aspiraciones budistas» que, sin embargo, se esforzó por ser un
norteamericano normal.
La entrevista
a Carolyn tiene un interés superlativo, e igualmente son soberbias, por el
grado de cultura, introspección y bonhomía, las de otros que también
idolatraron a Kerouac: Joyce Johnson, que sostiene que la forma de escritura
automática hundió a su intermitente novio por entregarse a toda velocidad a
cada obra mediante drogas y alcohol; Timothy Leary, “el sumo sacerdote de la
generación psicodélica”, a quien Duval entrevista sabedor de que está a punto
de morir, lo cual no le quita un ápice de buen humor; Anne Waldman, la
fundadora junto a Ginsberg de la Jack Kerouac School of Disembodied Poetics en
un entorno budista; y Ken Kesey, que con Cassady conducirá por el país su
autobús psicodélico Further. Todos hablan de que Kerouac estaba en un nivel
“superior”; y tanto fue así, que el mismo Ginsberg reconoce que su poesía fue
una simple copia de la de su gran amigo.
Publicado
en La Razón, 29-VIII-2013