viernes, 24 de enero de 2014

El fin del edén africano


Decir Paul Theroux es decir Viaje. Lo saben bien quienes han seguido su trayectoria como escritor de libros sobre lugares exóticos y remotos de Asia, Sudamérica y África, o incluso los que se han asomado a sus obras de ficción. Esta vez, el autor estadounidense acude de nuevo al continente negro –a mediados de los sesenta vivió ejerciendo de maestro en Malaui y Uganda–, mediante un alter ego de su misma generación: un personaje que idealizó la aldea donde estuvo de joven durante cuatro años –colaborando en la construcción de una escuela y otras iniciativas sociales– y a la que desea regresar tras un fracaso matrimonial (su mujer descubre que ha estado flirteando con otras mujeres vía correo electrónico) y el declive de su negocio de sastrería en Boston.

El protagonista, Ellis Hock, trabajador volcado en su afamada pero ya caduca tienda de ropa para caballero, con una esposa convencional y una hija desagradecida, aburguesado e infeliz, se va a dar una segunda oportunidad. Una base argumental tópica esta que sin embargo está relatada con buen ritmo novelesco al hacerse verosímiles las señales que el azar le pone en el camino, como ayudar a una mujer jipi a cuidar de la serpiente pitón que hasta duerme con ella, lo cual le retrotrae a aquel tiempo de dicha en que la vida era sencilla y sincera: allá en Nyasalandia, donde amó y fue amado. Sin ataduras, sin más futuro que su presente anonido, Hock se plantea regresar cuarenta años después, siquiera un par de semanas. Y el choque al llegar será el esperado: el lugar idílico ahora está plagado de automóviles, teléfonos móviles, burocracia.

Esa parte inicial de “En Lower River” (traducción de Ezequiel Martínez Llorente) es la mejor, a mi entender: la transición del hombre maduro hacia el pasado irrecuperable, primero en la memoria y luego “in situ”, cuando el contraste se hace drástico y deprimente en primera instancia. Luego, la novela se vuelve algo farragosa en los diálogos del viajero con los lugareños, sobre todo con la gente que aún recuerda su paso por allí, que es considerable, aunque retoma la intensidad porque al personaje le esperan frustraciones e incluso peligros. Tanto, que su regreso se convierte en toda una pesadilla, ante el surgimiento de ciertos hombres indeseables que mercantilizan a seres humanos, que rompe por completo el “locus amoenus” africano que tenía guardado en su corazón durante décadas en su apacible vida bostoniana.

Publicado en LaRazón, 23-I-2014