Con
unas originales y vistosas ilustraciones del artista ruso, radicado en Estados
Unidos desde joven, Vladimir Radunsky, aparece esta pequeña golosina literaria:
ocho texto cortísimos de Mark Twain (1835-1910) que asumen una pedagogía vuelta
del revés: la de enseñar a los críos a esquivar la opinión y órdenes de quien
manda o cree mandar. Así: “Las niñas buenas siempre deben mostrar deferencia
ante los mayores. No debes ser insolente con los ancianos a menos que ellos lo
sean contigo primero”, dice, travieso.
Ernest
Hemingway dijo que la novela norteamericana moderna nació en 1876, año de la
publicación de «Las aventuras de Tom Sawyer», por más que al autor se le haya
asociado a la literatura juvenil o infantil. El propio Twain señaló en más de
una ocasión que pretendió escribir para que los adultos recordasen su infancia,
y este librito, “Consejos para niñas pequeñas” (editorial Sexto Piso;
traducción de Raquel Vicedo), salvando las distancias, serviría para lo mismo,
pues lo mismo será un regalo divertido para cualquier chaval, para cualquier
chiquilla, que una oportunidad de que el adulto sonría con el ingenio siempre
apabullante del autor de “Huckelberry Finn”.
Twain
aquí lanza consejos útiles para que las niñas se salgan con la suya y los
mayores –los padres, los maestros– o los hermanos sean burlados sin saberlo.
Los escribió en 1865 y se publicaron dos años más tarde, es decir, en el tiempo
de su debut con «La famosa rana saltarina de condado de Calaveras», el libro de
cuentos que constituiría el inicio de una trayectoria que marcaría un punto de
inflexión en el devenir de la literatura americana.
Publicado en La Razón, 1-IV-2014