viernes, 18 de julio de 2014

Entrevista capotiana a José María Jurado


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José María Jurado.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La Sevilla de Cervantes, que todavía existe.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Me asustan los rebaños de todas las especies.
¿Es usted cruel?
Creo que no. Me considero una persona compasiva… ¿La ironía cuenta?
¿Tiene muchos amigos?
No, pero, en esto, menos es más.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Inteligencia y bondad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Solo los de Facebook.
¿Es usted una persona sincera? 
Mentiría si dijera que sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gusta viajar, aunque sea alrededor de mi escritorio.
¿Qué le da más miedo?
El miedo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El materialismo liberal o dialéctico y todos sus residuos relativistas que denigran la condición humana y devalúan el valor sagrado de la vida.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Seguramente me hubiera hecho Ingeniero de Telecomunicaciones.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
En verano, nado y, en invierno, paseo. Y cada diez años juego al ajedrez.
¿Sabe cocinar?
Tengo un don especial para abrir latas y poner el microondas.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Bobby Fischer.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
Dinero.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Aunque en un poema me disfracé de Clint Eastwood en “La muerte tenía un precio”.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Barrocas y románticas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Ajedrecista o director de orquesta, ¿no es lo mismo?
¿Cuáles son sus vicios principales?
He sido un bebedor industrial de Coca-cola, pero lo estoy dejando.
¿Y sus virtudes?
El idealismo y la constancia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Si el miedo no me paraliza me encomendaría al Jesús que anduvo en el mar.

T. M.