En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la «entrevista capotiana» con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Leonardo Padura.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un cine.
Pero debería tener una función continúa. La mejor forma que conozco de vivir
una vida posible, que no es la tuya pero que podría serla, es el cine. Con
cierta ventaja sobre la literatura, incluso, pues “ves” esa vida, no solo la
imaginas. En ese cine viajaría por Chinatown con Polanski, por el far west con
Butch Cassidy y Sundance Kid, sería uno de los enamorados de Stefania Sandrelli
en Nos amábamos tanto,
conocería más y mejor a Vitto Corleone…
¿Prefiere los animales a la gente?
Amo a los
animales, especialmente a los perros. El lado de indefensión que hay en ellos
me provoca una gran ternura. Además, desde que nací he vivido rodeado de perros
y he establecido con algunos de ellos una relación entrañable. Mi último perro,
Chorizo, fue un tipo muy especial en mi vida, pues él era especial. Todo un
carácter. Pero hubo otros también muy queridos… Pero no puedo decir que
prefiera a los animales antes que a las personas: a pesar de que hay personas
que uno no puede querer, ni siquiera debía conocer. Los animales pueden
expresar amor, gratitud, dolor, seguridad, protección, pueden ser inteligentes
o torpes, y las personas también. Pero los animales no expresan, sienten,
profesan jamás sentimientos como la envidia, la avaricia, el odio… que son tan
comunes entre la gente.
¿Es usted cruel?
No, definitivamente,
no. Aunque en alguna ocasión haya podido tener una actitud de cierta crueldad
con alguna persona –o animal-, provocándole dolor. Pero no porque tenga un
componente de crueldad en mi carácter.
¿Tiene muchos amigos?
Solía
tener muchos, y ahora tengo menos, creo. Me explico: en la adolescencia y la
juventud solemos ser gregarios (más aun los cubanos), andar en manadas, e hice
una gran cantidad de amigos, algunos de los cuales siguen siendo mis amigos
hoy. Algunos están cerca, física y geográficamente, otros más distantes, pero
seguimos siendo amigos y sosteniendo nuestras complicidades. Creo que soy un
hombre al que se le da fácil hacer amistad y, de alguna manera, en ciertos
momentos he sido el centro de algunas cofradías, o al menos su animador. Cuando
viajo fuera de Cuba trato de ver a mis amigos distantes, y cuando estoy en Cuba
a veces me olvido de llamar a mis amigos cercanos, pero siempre están conmigo.
Por mi trabajo, que me lleva a ciudades y países muy diversos, de cada estancia
regreso con nuevas personas que conozco y algunos de ellos llegan a ser mis
amigos… Pero, pero… ¿recuerdas lo que dijo Hemingway sobre la soledad del
escritor? Creo, como él, que en la medida en que uno avanza en el trabajo de la
escritura, cada vez se va quedando más solo. Y es natural. O te reúnes,
trasnochas, gastas las tardes conversando… o escribes. Y esa soledad hace que
se resienta la amistad. Por último, mientras uno envejece sin duda se hace más
conservador, en casi todo, y le cuesta más trabajo empezar nuevas relaciones,
incluso de amistad.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Las que yo les
entrego: lealtad, complicidad, tranquilidad, confianza. El mejor amigo es el
que menos te jode, de verdad que sí. Y también aquel con el que puedes hablar
de política sin terminar discutiendo. Yo no suelo hablar de política, pero sí
lo hago con mis amigos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sí y no,
otra vez. Algunos me han decepcionado de modo irreparable, otros lo han hecho y
hemos logrado reparar los daños, otros simplemente me decepcionan porque no me
pueden dar con la misma intensidad lo que yo pretendo recibir y que me gusta
entregar.
¿Es usted una persona sincera?
Creo que
sí, aunque no siempre diga la verdad. Pero sobre todo trato de no mentir, de no
tener un doble discurso, en ningún territorio de mi vida social. Pero a veces a
determinadas personas no les digo la verdad, no soy totalmente sincero con ellas,
pues pienso que hacerlo sería peor para ellos –o para mí- que la sinceridad
absoluta.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Viendo,
junto con mi mujer, Lucía, una buena película o serie de televisión (aunque al
final esto es parte del trabajo que hago), trabajando en mi patio, comiendo y tomando
vino con algunos amigos: hablando con ellos de literatura, de cine, de béisbol
(tres de las cosas más importantes de la vida), o simplemente hablado mierda.
¿Qué le da más miedo?
La
intolerancia, el fundamentalismo, la ortodoxia, la envidia… Pueden tener
efectos terribles sobre una persona que sea atacada por ellos. Son peores que
una manada de leones hambrientos. Yo las he sufrido y por culpa de ellas he
sentido miedo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
La desvergüenza con
que algunos personajes públicos mienten. No hay nada que me moleste más (como a
Michael Corleone) que ofendan mi inteligencia.
Si no hubiera decidido ser
escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No lo sé.
Yo hubiera querido ser jugador de béisbol, pero ya supe que no podía haber sido
un buen pelotero por falta de condiciones. Pero, de verdad, hace más de 30 años
que escribo y ya no sé hacer otra cosa, ni consigo verme haciendo otra cosa.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí,
siempre que puedo. La vida literaria y social a veces lo hace complicado, te
deja sin tiempo. De joven jugué de todo (basket, pelota vasca, fútbol), pero
sobre todo beisbol, muchas horas, durante muchos años. Ahora me conformo con
tener tiempo de hacer estiramientos y caminatas. Caminar me ayuda a pensar.
¿Sabe cocinar?
No.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mi madre. Es el
ser humano con más humor y más optimismo que he conocido. Fue tan pobre de niña
que considera que todo lo que tiene o ha tenido en la vida es una ganancia.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Esperanza.
¿Y la más peligrosa?
¿Y la más peligrosa?
Miedo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí… pero por poco
tiempo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Creo en la necesidad
de un mundo más justo, sin discriminaciones por credos o colores de piel, con
gran libertad y gran democracia, en la que todos participen y todos tengan los
mismos derechos y posibilidades, donde no se estigmatice a nadie por pensar
diferente (siempre que ese pensamiento no se convierta en una acción que agreda
a otro u otros) y se acepte que los privilegios o derechos humanos deben ser un
beneficio de todos y para todos… Y eso que te dije que solo hablo de política
con mis amigos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Ya te
dije: hubiera querido ser jugador de béisbol… A estas alturas de mi vida, pues…
si pudiera me gustaría ser lindo, ¿qué te parece? Ser feo es un problema, te lo
digo yo, por experiencia propia…
¿Cuáles son sus vicios principales?
Nicotina, cafeína,
trabajo…
¿Y sus virtudes?
Trabajo,
persistencia, fidelidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Las cosas que
hubiera querido ver y que no he visto: lugares, situaciones, personas. El fin
de determinadas historias… Sí, pensaría en el futuro que no podré tener. El
pasado ya lo tuve.
T. M.