jueves, 4 de diciembre de 2014

Entrevista capotiana a Leonardo Padura

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la «entrevista capotiana» con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Leonardo Padura.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un cine. Pero debería tener una función continúa. La mejor forma que conozco de vivir una vida posible, que no es la tuya pero que podría serla, es el cine. Con cierta ventaja sobre la literatura, incluso, pues “ves” esa vida, no solo la imaginas. En ese cine viajaría por Chinatown con Polanski, por el far west con Butch Cassidy y Sundance Kid, sería uno de los enamorados de Stefania Sandrelli en Nos amábamos tanto, conocería más y mejor a Vitto Corleone…
¿Prefiere los animales a la gente?
Amo a los animales, especialmente a los perros. El lado de indefensión que hay en ellos me provoca una gran ternura. Además, desde que nací he vivido rodeado de perros y he establecido con algunos de ellos una relación entrañable. Mi último perro, Chorizo, fue un tipo muy especial en mi vida, pues él era especial. Todo un carácter. Pero hubo otros también muy queridos… Pero no puedo decir que prefiera a los animales antes que a las personas: a pesar de que hay personas que uno no puede querer, ni siquiera debía conocer. Los animales pueden expresar amor, gratitud, dolor, seguridad, protección, pueden ser inteligentes o torpes, y las personas también. Pero los animales no expresan, sienten, profesan jamás sentimientos como la envidia, la avaricia, el odio… que son tan comunes entre la gente.
¿Es usted cruel?
No, definitivamente, no. Aunque en alguna ocasión haya podido tener una actitud de cierta crueldad con alguna persona –o animal-, provocándole dolor. Pero no porque tenga un componente de crueldad en mi carácter.
¿Tiene muchos amigos?
Solía tener muchos, y ahora tengo menos, creo. Me explico: en la adolescencia y la juventud solemos ser gregarios (más aun los cubanos), andar en manadas, e hice una gran cantidad de amigos, algunos de los cuales siguen siendo mis amigos hoy. Algunos están cerca, física y geográficamente, otros más distantes, pero seguimos siendo amigos y sosteniendo nuestras complicidades. Creo que soy un hombre al que se le da fácil hacer amistad y, de alguna manera, en ciertos momentos he sido el centro de algunas cofradías, o al menos su animador. Cuando viajo fuera de Cuba trato de ver a mis amigos distantes, y cuando estoy en Cuba a veces me olvido de llamar a mis amigos cercanos, pero siempre están conmigo. Por mi trabajo, que me lleva a ciudades y países muy diversos, de cada estancia regreso con nuevas personas que conozco y algunos de ellos llegan a ser mis amigos… Pero, pero… ¿recuerdas lo que dijo Hemingway sobre la soledad del escritor? Creo, como él, que en la medida en que uno avanza en el trabajo de la escritura, cada vez se va quedando más solo. Y es natural. O te reúnes, trasnochas, gastas las tardes conversando… o escribes. Y esa soledad hace que se resienta la amistad. Por último, mientras uno envejece sin duda se hace más conservador, en casi todo, y le cuesta más trabajo empezar nuevas relaciones, incluso de amistad.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Las que yo les entrego: lealtad, complicidad, tranquilidad, confianza. El mejor amigo es el que menos te jode, de verdad que sí. Y también aquel con el que puedes hablar de política sin terminar discutiendo. Yo no suelo hablar de política, pero sí lo hago con mis amigos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sí y no, otra vez. Algunos me han decepcionado de modo irreparable, otros lo han hecho y hemos logrado reparar los daños, otros simplemente me decepcionan porque no me pueden dar con la misma intensidad lo que yo pretendo recibir y que me gusta entregar.
¿Es usted una persona sincera? 
Creo que sí, aunque no siempre diga la verdad. Pero sobre todo trato de no mentir, de no tener un doble discurso, en ningún territorio de mi vida social. Pero a veces a determinadas personas no les digo la verdad, no soy totalmente sincero con ellas, pues pienso que hacerlo sería peor para ellos –o para mí- que la sinceridad absoluta.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Viendo, junto con mi mujer, Lucía, una buena película o serie de televisión (aunque al final esto es parte del trabajo que hago), trabajando en mi patio, comiendo y tomando vino con algunos amigos: hablando con ellos de literatura, de cine, de béisbol (tres de las cosas más importantes de la vida), o simplemente hablado mierda.
¿Qué le da más miedo?
La intolerancia, el fundamentalismo, la ortodoxia, la envidia… Pueden tener efectos terribles sobre una persona que sea atacada por ellos. Son peores que una manada de leones hambrientos. Yo las he sufrido y por culpa de ellas he sentido miedo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La desvergüenza con que algunos personajes públicos mienten. No hay nada que me moleste más (como a Michael Corleone) que ofendan mi inteligencia.
 Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No lo sé. Yo hubiera querido ser jugador de béisbol, pero ya supe que no podía haber sido un buen pelotero por falta de condiciones. Pero, de verdad, hace más de 30 años que escribo y ya no sé hacer otra cosa, ni consigo verme haciendo otra cosa.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, siempre que puedo. La vida literaria y social a veces lo hace complicado, te deja sin tiempo. De joven jugué de todo (basket, pelota vasca, fútbol), pero sobre todo beisbol, muchas horas, durante muchos años. Ahora me conformo con tener tiempo de hacer estiramientos y caminatas. Caminar me ayuda a pensar.
¿Sabe cocinar?
No.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mi madre. Es el ser humano con más humor y más optimismo que he conocido. Fue tan pobre de niña que considera que todo lo que tiene o ha tenido en la vida es una ganancia.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Miedo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí… pero por poco tiempo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Creo en la necesidad de un mundo más justo, sin discriminaciones por credos o colores de piel, con gran libertad y gran democracia, en la que todos participen y todos tengan los mismos derechos y posibilidades, donde no se estigmatice a nadie por pensar diferente (siempre que ese pensamiento no se convierta en una acción que agreda a otro u otros) y se acepte que los privilegios o derechos humanos deben ser un beneficio de todos y para todos… Y eso que te dije que solo hablo de política con mis amigos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Ya te dije: hubiera querido ser jugador de béisbol… A estas alturas de mi vida, pues… si pudiera me gustaría ser lindo, ¿qué te parece? Ser feo es un problema, te lo digo yo, por experiencia propia…
¿Cuáles son sus vicios principales?
Nicotina, cafeína, trabajo…
¿Y sus virtudes?
Trabajo, persistencia, fidelidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Las cosas que hubiera querido ver y que no he visto: lugares, situaciones, personas. El fin de determinadas historias… Sí, pensaría en el futuro que no podré tener. El pasado ya lo tuve.

T. M.