Pocos antihéroes literarios hay más logrados que el voluminoso, engreído y ocioso Ignatius Reilly, protagonista de «La conjura de los necios», de John Kennedy Toole. Éste, suicida en 1969, fue galardonado con el premio Pulitzer, como es bien sabido, después de que su libro fuera editado gracias a la insistencia de su madre. Y si el manuscrito tuvo peripecias póstumas hasta que vio la luz, algo parecido ha ido pasando con el intento de trasladar la novela al cine. Al parecer, por fin el año que viene habrá película, con dirección de James Bobin y Zach Galifianakis (el barbudo de «Resaca en Las Vegas») como protagonista, tras décadas de proyectos malogrados.
El desaparecido Harold Ramis lo intentó en los ochenta, pero los intérpretes aspirantes –John Belushi, John Candy y Chris Farley– fueron muriendo cuando la idea estaba a punto de materializarse. Por su parte, Steven Soderbergh preparó un guión para el lucimiento del cómico Will Ferrell, pero problemas económicos en 2007 dieron al traste con todo, aparte del devastador Katrina, que impediría rodar en Nueva Orleans. Por no hablar del intento de John Waters que también acabó frustrado por la muerte, en 1988, de la «drag queen» Divine, que era quien estaba previsto que fuera en la gran pantalla Ignatius; éste fue comparado, por el profesor que hizo las gestiones para que la Universidad de Lousiana publicara el texto, Walker Percy, con don Quijote, Oliver Hardy y Tomás de Aquino, es decir, con la locura, la obesidad y el pensamiento medievalista.
El hipocondríaco, excéntrico y despreciativo personaje, de treinta y un años (la edad de Toole cuando se mató), vive con su madre en Nueva Orleans sin tener ni oficio ni beneficio, consagrado a «una obra crítica de gran importancia» que redacta de vez en cuando y en la que se pone a la altura de Boecio; no se quita jamás su gorra orejera, eructa de forma monstruosa continuamente e insulta a todos sintiéndose atacado. De hecho, presume: «Soy un anacronismo», pues aborrece la época que le ha tocado sufrir. La clave para la concepción del personaje se encontrará en el reciente trabajo de Cory MacLauchlin «Una mariposa en la máquina de escribir. La vida trágica de J. K. Toole y la extraordinaria historia de “La conjura de los necios”»: Toole, ya desde muy joven, se fijaría en un maestro erudito y algo desagradable que, en cierto modo, será su «alter ego» al desarrollar una interpretación medieval de la vida, la regida por el «destino y la fortuna»; en los antípodas, pues, de la visión norteamericana del pragmatismo puro.
Publicado en La Razón, 9-VII-2015, acompañando la entrevista a Cory MacLauchlin, autor de la reciente biografía de John Kennedy Toole, reseñada por mí mismo en el periódico